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Opinion

Entiéndanlo: ser trans es natural no una enfermedad mental

ANÁLISIS | Ser trans continúa considerándose un trastorno mental alrededor del mundo, pero hay campañas en contra. Esta columna se suma.
Ilustración: Julia Kuo. 

Cuando las personas trans vamos al médico para recibir asesoría sobre los tratamientos necesarios para modificar nuestros cuerpos, nos encontramos con un sistema que nos exige algo que raya en lo absurdo: nos obligan a ir al psiquiatra para que este nos certifique el género con el que supuestamente nos identificamos. Los psiquiatras aún son los llamados a definir la identidad de las personas trans. Si a ellos les parece nos dan un diágnostico que dice que nosotras tenemos un trastorno mental porque, según ellos, nacimos en el cuerpo equivocado. Según ellos, nos creemos algo que no somos.

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Para probar quiénes somos, por ejemplo, nos preguntan cosas ridículas: que si nos gusta más jugar con barbies o con balones de fútbol. Dicen que son preguntas necesarias para poder estar seguros de que somos lo que decimos que somos. Es más, a muchas personas trans las esterilizaron de forma forzosa: les exigieron operarse para probar que, médicamente, pertenecían a un sexo, esto como requisito para permitir que cambiaran el sexo en sus documentos de identidad.

A este proceso se le conoce como "patologización" de las identidades trans. Patología es similar a enfermedad, de ahí que se diga que las identidades trans se patologizan. Es decir, es un proceso mediante el cual algo que es natural —porque la diversidad es la regla en la naturaleza— es presentado como una enfermedad o anormalidad. Esta idea no sólo afecta el acceso a los servicios médicos, sino que también tiene incidencia en los procesos de cambios de nombre y sexo en los documentos de identidad.

Ser trans aún continúa siendo considerado un trastorno mental en los manuales de diagnóstico alrededor del mundo, como en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales, publicado por la Asociación Norteamericana de Psiquiatría (American Psychiatric Association) y en la Clasificación Internacional Estadística de Enfermedades y Problemas Relacionados con la Salud (CIE), elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero existe una campaña internacional que demanda que las identidades trans sean retiradas de dichos manuales, a la cual me sumo con esta columna.

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El pasado 21 de octubre se celebró el Día Internacional De Acción Por La Despatologización Trans, convocado por la Campaña Internacional Stop Trans Pathologization, que informó en un comunicado de prensa que durante el mes de octubre se han organizado más de setenta actividades en cuarenta y un ciudades de diferentes regiones del mundo. Este año la campaña ha recibido el apoyo de "417 grupos y redes activistas, instituciones públicas y organizaciones políticas en África, Asia, América Latina, Europa, Norteamérica y Oceanía, así como numerosas personas individuales".

Varias organizaciones informaron en un comunicado de prensa que este año la campaña es particularmente importante porque el próximo se hará un proceso de revisión y reforma de la décima versión del manual de la OMS.

Y que nos retiren de esos manuales no es la única meta. Adicionalmente, queremos y necesitamos que los sistemas públicos cubran los procedimientos médicos que son específicos para personas trans; que nos atiendan respetando nuestros derechos cuando vamos al médico: un "enfoque de acompañamiento y decisión informada", donde seamos nosotras, y no los médicos, las que tengamos la última palabra sobre nuestro cuerpo; solicitamos el reconocimiento legal de género sin requisitos médicos, que se deje de considerar como una enfermedad (despatologización) "la diversidad de género en la infancia y adolescencia" y, por supuesto, que cese la discriminación y la violencia transfóbica.

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¿Cómo está la cosa en Colombia?

En Colombia, como lo mencioné en una columna anterior, contamos con un decreto desde el año 2015 que permite a las personas trans corregir el componente "sexo" en el Registro Civil, presentando una solicitud con copia de la cédula y el registro civil y, una declaración de la persona que haga referencia a la forma en la que se identifica: "La declaración hará referencia a la construcción sociocultural que tenga la persona de su identidad sexual". El mismo estipula que "no se podrá exigir ninguna documentación o prueba adicional", es decir, prohíbe la exigencia de requisitos médicos, psicológicos o psiquiátricos para cambiar el nombre y el sexo en los documentos de identidad.


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En temas de salud, hemos tenido una Corte Constitucional que siempre ha reconocido que "las transformaciones corporales de personas trans están cubiertas por el sistema público de salud, que el carácter de las transformaciones corporales de las personas trans tiene un carácter funcional y no uno meramente estético, y que las identidades trans no son 'trastornos mentales (Sentencias T-876/12, T-918/12, T-771/13)".

Sin embargo, la misma Corte ha sido bastante tímida y contradictoria respecto al requisito de un diagnóstico psiquiátrico, médico o psicológico para poder acceder a nuestros tratamientos médicos: "en ocasiones ha exigido que se dicte un diagnóstico psiquiátrico para cubrir transformaciones corporales; en otras, ha optado por la despatologización al especificar que ser trans no constituye una enfermedad o una categoría psiquiátrica, y por lo tanto no requiere el diagnóstico de disforia de género, incluso ha dicho que el diagnóstico es necesario para poder prescribir "procedimientos relacionados con la reafirmación sexual o de género".

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¡Que se definan, pues!

Recientemente, una sentencia de la misma Corte se pronunció sobre el caso de un niño trans que estaba próximo a cumplir dieciocho años y decidió que éste tenía derecho a cambiar su nombre y sexo en el registro civil. Los adultos, gracias al decreto, pueden cambiar sexo y nombre sin requisitos médicos y por medio de un proceso fácil y rápido en una notaría. Sin embargo, la Corte estableció que los niños deben hacerlo en un proceso judicial —que usualmente es más caro, largo y complicado— y estableció una serie de criterios para que los jueces los tengan en cuenta al momento de tomar decisiones sobre estos casos.

Uno de ellos es particularmente alarmante porque dice que una de las cosas que el juez debe mirar es el "criterio profesional de terceros". Es decir, pruebas médicas que den "cuenta de que la transición de género ha sido médicamente implementada y se ha observado la madurez con que efectivamente se asume y se vive la nueva identidad de género o de sexo". Este enfoque pone en desventaja a los niños trans y les da un trato discriminatorio respecto de los adultos trans. Que mini cagadita la de la Corte.

Hay avances en la región

Aunque hay algunos avances, falta mucho todavía. Algunos organismos internacionales y regionales de derechos humanos nos están escuchando. Por ejemplo, la Comisión Interamericana de Derechos humanos, en su Informe sobre Violencia contra Personas LGBTI del 2015, recomendó (Recomendación 26) a los estados que reconocieran "el derecho de las personas trans a rectificar su nombre y el componente sexo en sus certificados de nacimiento… sin que sea necesario que presenten evaluaciones o certificados médicos".

Asimismo, El Secretario Ejecutivo de la misma Comisión, Paulo Abrão, dijo en una audiencia ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que el reconocimiento de la identidad de género no debía estar condicionado a diagnósticos médicos o psicológicos, pues no era admisible que se exigiera la revisión de cirugías de reafirmación sexual o de tratamientos hormonales, porque la imposición de esos requisitos ignoraba la concepción de la diversidad y mantenía una "cultura tradicionalmente binaria de que las mujeres para ser mujeres deben tener una vagina y los hombres para ser hombres deben tener pene… este requisito impuesto de manera coercitiva es una forma de estigmatizar y patologizar la identidad de género que incluso puede constituir una forma de esterilización forzada".

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Algunas soluciones

En Argentina, la Ley de Identidad de Género, y un decreto que más tarde reguló el artículo que trataba sobre este tema, demostró que era posible garantizar los tratamientos médicos que son específicamente para personas trans sin necesidad de que el sistema médico considerara que ser trans era una enfermedad. La solución fue bastante simple: la ley reconoció que las personas trans tenían derecho a la salud de forma integral, incluyendo procesos de hormonización y cirugías, y que el "único requisito" para acceder a éstas era el consentimiento informado de la persona.

El consentimiento informado hace referencia al deber que tienen todas las personas de tomar decisiones voluntaria y suficientemente informadas. Es un derecho que protege la participación del paciente en las decisiones médicas.

En realidad, a toda la gente que no es trans no se le exige ir donde un psiquiatra antes para acceder a procesos de hormonización y a cirugías. Es más, muchas mujeres que no son trans, van donde el ginecólogo y allí les recomiendan empezar a tomar hormonas para no quedar embarazadas. Muchas veces hasta las presionan. Pero si eres trans pasa justo lo contrario: el sistema te pregunta mil y una veces "¿estás segura?". Lo mismo ocurre con las cirugías: lo único que se le exige a las personas que no son trans es un consentimiento informado y listo. La discriminación es groseramente evidente.

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¿Será que alguien puede pensar en los niños (trans)?

Para que los niños puedan cambiar su nombre y sexo en los documentos de identidad, sin necesidad de presentar pruebas médicas, existen al menos dos alternativas en la región. La primera es que los niños hagan el proceso judicial, pero que su consentimiento sea suficiente para probarle al juez su identidad.

Este fue el caso de un niño de diez años en Argentina a quien una jueza le permitió hacer el cambio en su registro de nacimiento. "A los diez años… un niño sabe en que estado sufre y en que estado pretende ser feliz", dijo la jueza. En el 2017, una niña trans de seis años en México se convirtió en la primera menor de edad en cambiar su nombre y género en un registro civil en un procedimiento administrativo y sin necesidad de hacer un proceso judicial ni presentar pruebas médicas.

Mejor dicho, si hay soluciones que son menos invasivas y pesadas para nuestros niños trans. No hay excusa.

Estamos mamadas de vivir estigmatizadas

La ciencia nos ha permitido llegar hasta Marte, pero aún no hemos logrado entender que las personas trans son personas comunes y corrientes. Aunque estudios científicos hayan informado al mundo entero que el sexo no es lo que creíamos, insistimos en las simplistas ideas que "el que tiene pipí es el hombre y la que tiene vagina es la mujer" y "que sólo existen esos dos sexos en el mundo". Y si alguien se atreve a sentir lo contrario, es catalogado como enfermo mental.


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Lo que el movimiento trans dice es justo lo contrario. Pero no nos creen, nos tildan de locas. Sabemos de múltiples ejemplos en la naturaleza donde el sexo se distancia mucho de lo que nos habían enseñado toda la vida. Por ejemplo, hay animales que nacen con vaginas y son machos, hay culebras machos que sueltan olores que se asocian con las hembras y se mueven como hembras cuando quieren aparearse con otros machos.

Pero aún con la evidencia científica en la mano, decir que el "sexo" es como un sello que nos ponen sin nuestro consentimiento, basándose en ideas erróneas sobre nuestros genitales, les suena como a una historia de fantasía. Aún consideramos signo de locura decir lo que la ciencia respalda: que los genitales no determinan el sexo y que no hay dos sexos sino muchas posibilidades.

Muchas de las ideas revolucionarias que han cambiado el mundo en la historia fueron alguna vez consideradas disparates mentirosos. Las ideas que cambiaban lo que pensábamos, aún teniendo respaldo científico, eran tildadas, muchas veces por la religión, como herejía. A muchas les dijeron brujas y las incendiaron. Así, igualitico, funciona la patologización de las identidades trans. La etiqueta psiquiátrica a nuestras identidades es la nueva forma de tirar a la hoguera, de marcar con letras escarlatas y de humillarnos a todas las que no encajamos en el status quo. Así se siente ir donde un psiquiatra a que me certifique que yo si soy una mujer. Que oso ese requisito.

Todos estos procesos médicos para probar nuestra identidad serían vistos como innecesarios si de verdad nos escucharan y creyeran lo que les decimos. No nos creen que somos mujeres y que tenemos pene y no nos creen que se puede nacer con vulva y ser hombre. Les suena muy enredado y parece que a muchos médicos aún no les queda claro. Entonces, por si les quedan dudas, les voy a aclarar quienes somos: somos las hijas de las travestis que no lograron esterilizar y no vamos a descansar hasta que nuestra identidad deje de ser un estigma y podamos mandar en nuestros cuerpos.

Nota: El miércoles 25 de octubre la cita es en la Aldea Arde (Calle 17 #2-77) a las 7:00 pm donde se realizará un micrófono abierto para compartir poesías, canciones, manifiestos y performances para decir fuerte y duro: ¡No más patologización de las identidades trans!

Mati es la travesti peligrosa de la que tanto te advirtieron, síguela en su Twitter: @matigonzalezgil