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Sexo

La fiesta en la que desconocidos follan con bolsas en la cabeza

Bienvenidos a Fickstutenmarkt, también conocida como la Feria de los caballos, los sementales y las yeguas.
Imagen original vía Shutterstock/Montaje por Noel Ransome.  

“¿Semental?”, pregunta el tipo detrás del mostrador con un fuerte acento alemán. Asiento con la cabeza y me entrega una bolsa de basura para guardar la ropa dentro. No tengo por que ir desnudo, pero tampoco quiero correrme o cagarme en los pantalones, así que me lo quito todo menos los calzoncillos. Además, las yeguas irán como su madre las trajo al mundo, por lo que ir completamente vestido sería un poco raro, incluso aunque no pudieran verme.

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Después de coger mi bolsa de basura, el maestro de caballerizas me acompaña al sótano. Estoy en el típico bar de cruising: paredes negras, luz tenue, deep house sonando de fondo y botes con condones sobre la barra del bar. Hay unos 50 hombres de pie, la mayoría desnudos, unos pocos con calzoncillos o jockstraps. La mitad de ellos tienen las manos apoyadas contra la pared, el culo en pompa y tienen la cabeza cubierta con una bolsa. Bienvenidos al Fickstutenmarkt.


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También conocida como la Feria de los caballos, el Fickstutenmarkt es una fiesta sexual temática en la que los invitados asumen el papel de sementales (activos) o yeguas (pasivos). Las yeguas llegan 30 minutos antes, dejan la ropa y son llevadas al “establo” después de que les hayan vendado los ojos. Luego llegan los sementales y escogen entre los agujeros disponibles. La fiesta se originó en Alemania (porque solo ellos podían inventarse algo así; lo siento, Alemania) hace una década y, desde entonces, han surgido cada vez más réplicas por toda Europa.

Hacía tiempo que sentía curiosidad por este curioso evento. Un conocido que asistió a una de las ediciones de Múnich como yegua me habló orgulloso de los moratones que le quedaron incluso una semana después. Otro amigo, que había ido a la edición de Londres me contó que había un pasivo especialmente voraz que tenía un rotulador indeleble y pedía a todos los sementales que lo follaban que le dejaran una marca de registro en la espalda. Al final de la noche había acumulado 47.

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El sexo debe practicarse de una forma concreta: sin besos, nada de felaciones y mucho menos arrumacos

La mayor parte de las fiestas sexuales tienen un código de vestimenta ( jocks, cuero, desnudos…) o una temática (deportes acuáticos, fisting, spanking…). Pero aparte de esta regla, puedes hacer lo que te dé la gana. Sin embargo, en el Fickstutenmarkt hay más normas.

Además de las estrictas horas de entrada y del código de vestimenta (al menos para las yeguas), hay ciertas limitaciones de parejas (no pueden ir sementales con sementales ni yeguas con yeguas) y el sexo debe practicarse de una forma concreta (sin besos, nada de felaciones y mucho menos arrumacos).

Imagen cortesía de Fickstutenmarkt

No tengo ni idea de lo que está a punto de ocurrir, pero por ahora solo veo un grupo de tíos casi desnudos, aburridos y dando sorbos a sus cervezas en vasos de plástico. Al cabo de diez minutos, más que excitación, tengo sentimientos encontrados. Decido darme un paseo por el bar para ver si me pongo en situación.

Junto a las escaleras hay tres columpios, los tres ocupados. Un tipo bajo y robusto está embistiendo a otro tumbado sobre uno de los columpios, mientras que en los otros dos, sus ocupantes esperan tumbados bocarriba, con las piernas en alto. Empiezo a tocarme la polla para ver si se me pone dura.

Al cabo de unos minutos, el activo da un paso atrás, me mira y asiente con la cabeza, como diciendo “Todo tuyo”. Me pongo un condón y penetro con facilidad el culo, ya muy dilatado. He follado con muchos desconocidos, e incluso en lugares como este sórdido sótano, siempre me he parado un instante a echar una ojeada a mi pareja sexual para ver si me gustaba. Pero ahora acabo de meter la polla en el culo de alguien a quien ni siquiera he visto la cara.

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Un pasivo con un culo bastante atractivo está subido a un banco en un extremo de la sala, rodeado por un grupo de tipos esperando su turno para embestirle

Debido a la capucha que lleva y la poca iluminación, no soy capaz de determinar su edad. Es delgado y probablemente de mediana estatura, y tiene un parche de vello oscuro en el pecho. Cuando empezamos a follar, me sujeta del torso, tira de mí hacia él y aprieta la cara contra mi cuello en un gesto extrañamente íntimo, dado lo anónimo de la situación. Es agradable, pero no morboso.

Al cabo de unos minutos, noto que el pene se me empieza a poner fláccido en su interior. Me salgo, cojo un puñado de papel de manos del dispensador de la pared, me quito el condón y me limpio la polla. Mientras, él esnifa un poco de popper y se recoloca en el columpio, a la espera del siguiente.

Todos estamos esperando a mojar el churro, pero la persona que realmente está obteniendo lo que quiere está de rodillas

En la sala principal, la cosa parece haberse animado. Un pasivo con un culo bastante atractivo está subido a un banco en un extremo de la sala, rodeado por un grupo de tipos esperando su turno para embestirle. Me acerco al grupo y me preparo para cuando me toque.

El sexo siempre se centra en el pasivo, algo que queda incluso más patente aquí. Todos estamos esperando a mojar el churro, pero la persona que realmente está obteniendo lo que quiere está de rodillas. Como somos cinco haciendo turnos, acabo aburriéndome enseguida y me retiro para explorar otras opciones.

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Como las yeguas no pueden saber si estás usando condón o no, el personal de la sala va dando vueltas por el recinto, comprobando que llevas goma puesta

En la pared opuesta hay un chico joven con la piel blanca como la leche y un tatuaje con forma de estrella en la rabadilla arrodillado sobre un banco. De su capucha escapan varios mechones de pelo rubio. Me pongo detrás de él y empiezo a frotar el paquete contra su culo; él responde arqueando la espalda y empujando el trasero contra mí. Lo levanto y lo llevo a la hilera de cubículos que hay frente a los columpios. Llevo quizá dos minutos follándomelo cuando de repente el resplandor de una linterna me sorprende iluminándome la polla.

Dejo de dar embestidas y dirijo la mirada al maestro de caballeriza, que prosigue con su inspección, satisfecho. Como las yeguas no pueden saber si estás usando condón o no, el personal de la sala va dando vueltas por el recinto, comprobando que llevas goma puesta.

Se trata de una medida práctica para garantizar el consentimiento, pero también hace que la fiesta parezca una especie de baile de instituto, en que los guardianes se aseguran de que los chavales guarden la distancia apropiada durante el baile lento.

Pero el uso del condón no es de obligado cumplimiento. Las yeguas tienen la opción de follar a pelo, si así lo desean. Esto, por lo general, se indica con capuchas de un color distinto (rojas para follar sin condón, blancas para el sexo seguro). En esta edición, las yeguas tienen una banda roja atada al brazo, aunque no veo demasiadas de ellas, para mi sorpresa.

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Después de unos minutos follando con mi pasivo sin rostro, me despido dándole una palmadita en la nalga y me dirijo al bar, donde me follo a tres tipos más

Con la llegada de la PrEP, el sexo sin condón se está convirtiendo cada vez más en la norma en este tipo de espacios. Comercializado a menudo bajo la marca Truvada, el tratamiento es una combinación de dos fármacos en una única pastilla que se debe tomar diariamente para prevenir las infecciones de VIH. Dada su accesibilidad, el número de relaciones sexuales sin condón va en aumento. Hace diez años tenías que decir algo si querías follar sin preservativo, pero ahora tienes que especificar si quieres. En todo caso, en esta fiesta la mayoría no tiene intención de intercambiar fluidos, o quizá se muestran más preocupados por contraer ETS de las que la PrEP no puede protegerlos.

Después de unos minutos follando con mi pasivo sin rostro, me despido dándole una palmadita en la nalga y me dirijo al bar, donde me follo a tres tipos más, dos en los columpios y un tercero en un cubículo.

El conjunto me resulta algo más civilizado de lo que imaginaba. No he visto agujeros goteando semen, ni moratones visibles ni prolapsos rectales

De vuelta en la sala principal, la mayoría de los pasivos siguen apoyados contra la pared mientras los empotran por detrás. Los gemidos llenan el ambiente, a veces incluso eclipsando la música de fondo. Sin embargo, el conjunto me resulta algo más civilizado de lo que imaginaba. No he visto agujeros goteando semen, ni moratones visibles ni prolapsos rectales.

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El reloj que hay colgado sobre la barra indica que quedan más de 30 minutos, pero empiezo a sentirme agotado, así que decido tirar la toalla e irme a casa. Incluso yo tengo un límite a los culos que puedo follarme en una noche.

Como toda fiesta sexual, Fickstutenmarkt tiene una serie de reglas que la diferencian de las demás. Si bien el tema del anonimato le da un toque único, el evento no logró estar a la altura de su reputación. Lo que se suponía que debía ser un festival del folleteo acabó siendo simplemente otra fiesta de sexo más con una serie de restricciones raras que pensaba que me darían morbo pero acabaron por aburrirme. Resulta que no me gusta que los demás me digan a quién puedo tirarme y cómo.

Quizá se deba a que esta fiesta realmente está centrada en los pasivos. Aunque se entreguen sin poder ver quién les está penetrando, realmente son ellos los que mandan. Quizá ellos sí se lo pasan bien, pero si eres activo, tenías la sensación de estar en un trabajo de venta al detalle, constantemente en busca de alguien a quien ofrecer tus servicios. Supongo que me gusta llevar más el control de la situación. A lo mejor debí haber ido como yegua.

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Este artículo se publicó originalmente en VICE CA.