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Luis Fernando Pérez en Pance, Cali.
Cultură

“Me convertí en un orquidiota” la historia de Luis, un diseñador gráfico y protector de orquídeas

Luis Fernando Pérez, un diseñador gráfico que se convirtió en un cazador y protector de orquídeas.

Presentado por Cerveza Corona

Luis mira de forma detenida un cuadro en el que aparecen dos ranas apareándose antes de la arrancar la conversación. “Son ranas venenosas, aunque muy hermosas”, advierte. El cuadro permanece en Victoria Regia, un café de Medellín, llamado así en honor a la flor acuática más grande del mundo. Allí, cuenta por qué se convirtió en un cazador de orquídeas, debido a que casi siempre está pensando en naturaleza.

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Mientras busca fotos de orquídeas en la galería de su celular, cuenta que en la niñez disfrutaba de la pesca y en la adolescencia del ciclomontañismo porque se considera “un hombre de montaña”. Entre risas, recuerda un grupo de caminantes llamado Niguateros, grupo, que creó con el fin de encontrar tesoros en lugares apartados, por medio de un juego del año 2000, llamado Geocaching.

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Stelis microchila en el Parque Nacional Natural Tatamá. Foto de Luis Fernando Pérez.

Luis toca la herida que tiene en su brazo para hablar de los peligros que se ha encontrado en la selva; pisadas de jaguar, culebras, aguijones y plantas urticarias. Es diseñador gráfico, tiene 43 años y se dedica a la fotografía arquitectónica, aunque su cuerpo y espíritu vibra es en los bosques y en la montañas, fotografiando y catalogando orquídeas.

Si bien existen amenazas en el mundo de las orquídeas, como la deforestación y la gentrificación rural, Luis, trabaja de forma incansable con la Sociedad Colombiana de Orquideología para garantizar su protección y conservación. Manifiesta que luego de la firma del acuerdo de paz con la guerrilla de las Farc ha recorrido lugares de Colombia olvidados por el Estado, pero llenos de la magia de las orquídeas.

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Stelis Concinna, dentro de los predios de la corporación SalvaMontes en Yarumal, Antioquia. Foto de Luis Fernando Pérez.

VICE: ¿Cómo ocurrió tu primer encuentro con las orquídeas?
Luis Fernando Pérez: La verdad, esto sale de un familiar que nos regala una orquídea Cattleya trianae hace por ahí 20 años. Nos acompañó toda la vida, pegada en la palma afuera de mi casa, y cada vez que nos asomábamos al balcón la veíamos ahí. Era muy bello porque en época de abril, marzo, Semana Santa, siempre estaba florecida y era un espectáculo que esperábamos con muchas ganas. Ese fue mi primer acercamiento, la Cattleya trianae.

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¿Quién te motivó para seguir conociendo el mundo de las orquídeas, a contemplarlas a realizar recorridos para encontrártelas, a ser en definitiva un cazador de orquídeas?
Fue Sebastián Vieira, mi gran amigo y compañero de expediciones, el que me indujo a manera de canje para salir a hacer este mundo de actividades alrededor de las orquídeas. Sebastián viene de una familia de orquideólogos, es orquideólogo de tercera generación y él veía que yo me la pasaba en la montaña montando en bicicleta, caminando, y un día me dijo : “llévame por tus trochas, yo te enseño de orquídeas”, y de ahí para acá no nos hemos desprendido el uno del otro, nos la pasamos en esas.

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Ascenso a la laguna Santa Rita, en el cerro Caramanta, la segunda montaña más alta de Antioquia. Foto de Luis Fernando Pérez.

Colombia, según el Ministerio de Medio Ambiente, cuenta con el mayor número de especies de orquídeas en el mundo, con un total de 4.270 ¿Cuáles son las especies más comunes que encuentras en los recorridos en Medellín y el Valle de Aburrá y cuáles son sus características
De estas hay un montón: rodriguezias, epidendrum, catasetum, comparettias. Yo de hecho, creé un mapa que se llama: Orquídeas callejeras y es de todas esas plantas que he ido encontrando en mis recorridos por la ciudad, que nadie las plantó y que nadie cuida de ellas. Entonces me parece bien interesante que sean tan adaptadas, que son capaces de vivir en estos entornos tan modificados.

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Huntleya gustavii en el Parque Nacional Natural Tatamá. Foto de Luis Fernando Pérez.

¿Qué ocurre cuando encuentras una especie que no conocías? ¿escribes, tomas fotografías, qué haces?
Uno de buenas a primeras no sabe que se encontró una nueva especie, uno sospecha porque ha visto un montón y dice: ¡Ehh, esta me parece rara! Lo primero que se hace es un registro fotográfico, por lo general llevamos ciertas herramientas como reglas, para tomarle la medida precisa, ColorChecker (tablas de color calibradas) para que la fotografía quede con el color que es. Si estamos en un lugar muy remoto, tomamos muestra de la flor y la guardamos en alcohol, si luego de hacerla circular en el gremio de orquideólogos la sospecha crece aún más, hacemos una nueva expedición, se busca una planta, se muestrea, eso por lo general necesita unos permisos, si está en un Parque Nacional Natural, si hay un convenio marco con una universidad, a veces hemos trabajado con el Instituto Humboldt y con el Jardín Botánico de Medellín. Se toman las muestras, se arman unas planchas de herbario que quedan en el Jardín Botánico o en una universidad, luego se hacen unos dibujos, también se hacen unas planchas digitales; que es un nuevo proyecto que se está llevando a cabo precisamente.

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Cuando realmente se descubre una nueva especie, esto deriva en una publicación en una revista, por lo general, en la revista de Orquideología de la Sociedad Colombiana de Orquideología.

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Gongora sp. encontrada en la expedición a "La isla escondida" de Putumayo. Foto de Luis Fernando Pérez.

¿Es cierto que descubriste una nueva especie? ¿Cómo sucedió?
Descubrí una nueva especie con Sebastián en el 2009. Andábamos en una caminata y tuvimos una sospecha de una planta. Le tomamos foto y se la enviamos al Padre Ortiz Valdivieso en Bogotá, quien era una de las autoridades en descripción de plantas –era más o menos la última persona de esta tierra que las describía en latín para nuestro lado del hemisferio.

Él dijo : “yo definitivamente no sé qué es eso”. Me tocó ir de nuevo hasta el lugar, tomar una muestra y enviársela. La cosa quedo así; luego de dos años, el padre Ortiz nos dice: “ ¿Se acuerdan de esa planta que me enviaron?”. Nos manda el artículo donde la determinaba y describía y la bautiza en aquel entonces como Neooreophilus vieira-perezianus . Ha cambiado de nombres porque la taxonomía gusta hacer de ello, al día de hoy se llama Andinia vieria-pereziana, en honor a Sebastián Vieira y Luis Pérez que soy yo. En estos años hemos encontrado nuevas especies, se han descrito otras cuatro y hay 16 en lista, es decir, hay mucho por descubrir en este país.

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Dichaea sp. en el Cerro Mecana, Bahía Solano en el Chocó. Foto de Luis Fernando Pérez.

Los historiadores que hablan de los cazadores de orquídeas, aseguran que fue una emoción estética lo que hizo que la naturaleza del trópico se convirtiera en un valor estético independiente de la utilidad. Una experiencia diferente para que el aprecia la belleza y para el que la comercializa. ¿En tu caso, tu experiencia como cazador de orquídeas está relacionada es con la belleza?
A mí en realidad lo que me conmueve es esa filigrana, cómo una cosita de dos milímetros puede llegar a ser tan espectacular, o cómo esa misma familia puede llegar a tener flores de 20 centímetros de grandes. Esa gran variedad, esa cantidad de colores, formas, algunas son rupícolas, terrestres, otras epifitas. Es una planta que por su antigüedad está muy adaptada y distribuida en todo el planeta. Acá tenemos si algo, más de 4. 300, pero en el planeta son como 40 mil, es una tarea de nunca acabar. La belleza es que cada día uno conoce una planta que nunca había visto, escucha un nombre nuevo que nunca había tenido en cuenta y cada una de esas familias abre un abanico de posibilidades, es un entretenimiento muy amplio y muy bello.

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Luis Fernando Pérez explorando La serranía de las Baldías, fotografiando orquídeas para el Libro Orquídeas del Valle de Aburrá. Foto de Sebastían Vieira.

Las orquídeas, por ejemplo, en 1870, se remataban en exposiciones en París por grandes sumas de dinero, tenían un gran valor, e incluso Proust hace referencia a ellas en su obra al hablar del enamoramiento. ¿Qué piensas de ello, de esa admiración otrora por las orquídeas y cómo analizas el cuidado que se les otorga ahora?
Esta es bien divertida. Yo considero que es más una enfermedad, un bicho que lo pica a uno y lo convierte en ¡orquidiota! Una vez uno adquiere una planta ya quiere es seguir consiguiendo y consiguiendo, eso es bueno y malo, en el caso mío me gusta más ir a verlas en las montañas, quiero salir cada vez más y encontrarlas en su estado natural, pero los coleccionistas las quieren guardar. Esto, en algunas ocasiones es malo porque genera otro tipo de tendencias y es a la extracción de las plantas. Sin embargo, se les da el cuidado porque ya hay dietas nutricionales para las plantas, porque hay esquemas de nutrición e hidratación, es algo muy especializado y estudiado.

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Stanhopea platyceraz, en el jardón de Luis Fernando Pérez. Foto de Luis Fernando Pérez.

¿En qué momento decides trabajar por la protección y la conservación de los senderos y lugares habitados por las orquídeas, y cuáles son los pasos para garantizar esa protección?
Esto de trabajar por la conservación y la protección no es un trabajo, es un asunto de coherencia: me gustan tanto las plantas en su estado natural que lo más correcto sería conservar su hábitat. La Sociedad Colombiana de Orquideología hace un esfuerzo grande e invierte parte de sus recursos adquiriendo un predio, una montaña que no estaba intervenida en el municipio de Jardín, en el Suroeste Antioqueño. Esto, con el fin de crear un territorio de protección para las orquídeas. Este territorio, además de conservar las orquídeas, se convierte en un territorio sombrilla que protege a todas las otras especies que hay dentro de él, como musgos, insectos, líquenes, bromelias, pumas, osos de anteojos, olinguitos. Hay de todo. Es una especie de sombrilla con la que se benefician otros habitantes de la montaña.

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Luis Fernando Pérez en el Páramo de las Baldías. Foto de Juan Esteban Hincapie.

La deforestación, por ejemplo, es un fenómeno que amenaza la existencia de las orquídeas en el mundo, ¿qué otros eventos amenazan su vida en Medellín y el Valle de Aburrá?
Además de la deforestación en el Valle de Aburrá hay muchos factores que amenazan, uno es la expansión de la frontera urbana y agrícola, [y otro] la gentrificación rural. Hay muchos citadinos que gozan irse hacia el espacio rural porque no se aguantan la ciudad, sin embargo, al llegar, lo primero que hacen es tumbar el bosque para hacer su casa. Los monocultivos, por ejemplo, hay gente que su finca de toda la vida la convierten en un cultivo de x o y producto para vender. Y existe otra amenaza; los materos, gente que se mete indiscriminadamente al monte para arrancar plantas y venderlas de forma clandestina.

Cada ciudad tiene tesoros escondidos. Detrás de los edificios o arriba de nuestros ojos, que se la pasan mirando la pantalla del celular, se encuentran grandes y pequeños espacios todavía naturales. Esta serie es una invitación de Cerveza Corona y Vice para levantar la mirada en búsqueda de un plan para visitar esos paisajes vecinos que nos aguardan y que comprueban que el afuera no está lejos. El afuera es una forma de vida dentro y fuera de la ciudad: en el parque de la esquina, en las montañas detrás de tu barrio o en el propio balcón de tu apartamento, la naturaleza te está esperando.