FYI.

This story is over 5 years old.

Highlights

Un árbitro alarga un partido para permitir que un portero-delantero marque un golazo

Por mucho que el fútbol moderno intente poner límites tácticos a todo, los espíritus libres siempre estarán ahí para desafiarlo todo. El portero-delantero sigue más vivo que nunca.

Sigue a VICE Sports en Facebook para descubrir qué hay más allá del juego:

Cualquier persona que haya jugado a fútbol en el recreo alguna vez —séase, la inmensa mayoría de seres humanos— conoce uno de los roles básicos del balompié callejero: el portero-delantero. Este espécimen suele cuadrar misteriosamente con ese jugador de una cierta calidad que llega el último al travesaño cuando se eligen los roles y a quien por tanto corresponde meterse en la portería contra su voluntad; su disciplina personal le amarrará bajo los palos, pero su espíritu libre siempre terminará pesando más y le llevará a protagonizar felices aventuras con el balón en los pies.

Publicidad

Felices aventuras que, por cierto, suelen terminar en gol.

En gol en contra, claro.

Ojo, no queremos sugerir que los porteros no puedan meter goles: ahí están Rogério Ceni o Andrés Palop para demostrarlo. Sin embargo, en líneas generales no solemos ver al portero cruzando la divisoria a menos que estemos hablando de un René Higuita revivido o de un Manuel Neuer especialmente inspirado.

Los espíritus libres, sin embargo, siempre tendrán un lugar en el corazón de los aficionados al fútbol. Es por eso que el colegiado de este partido sub-14 en Uruguay se esperó un poco a la hora de pitar el final: para que un espíritu libre pudiera expresarse en toda su extensión.

El tanto no solo es digno de ver por la cabalgata que se pega el portero, sino porque llega en el clásico por excelencia del fútbol uruguayo: Nacional contra Peñarol. Al término de los 90 minutos, los dos equipos estaban empatados a uno: en la prórroga, Nacional se adelantó. Justo en el último suspiro, su portero atajó una pelota colgada des del córner y se fue directo al marco contrario tirándose un autopase para superar el cancerbero rival.

Dejemos de lado la celebración fallida o la humildad del estadio alrededor: ¿a quién le importa eso, cuando uno se encuentra en presencia de la libertad y la ve corriendo sin restricciones por un campo de fútbol? Decidnos, ¿qué puede personificarla mejor que un portero-delantero?