Corté mi lengua en la cárcel para dar mejor sexo oral al salir

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Corté mi lengua en la cárcel para dar mejor sexo oral al salir

Lo primero que hicieron fue ingeniarse un hilo “al estilo cana”, es decir, deshilar el resorte de un calzoncillo y frotarlo durante 20 minutos hasta convertirlo en una fibra rígida.

La lengua de Fernando Mendoza es bífida: está dividida en dos desde el centro hasta el vértice. Es como la de una serpiente; separada por una hendidura en la que cada costado tiene la autonomía de moverse por su gana. Y la tiene así no por malformación congénita, sino porque así lo decidió, porque decidió rebanarse la lengua hace ocho años desde su encierro en prisión.

Este hombre no se reserva al hablar de su pasado, no escatima en compartir las locuras por las que pasó durante el tiempo que vivió en Estados Unidos como pandillero de Latin Kings. En California quedaron 20 años de él y de esa vida loca que lo arrastró por delitos y hasta por la práctica de dividirse la lengua en dos. Fueron épocas pandilleriles, de aprisionamiento, de una vida descarriada.

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En 2008 cayó preso por segunda ocasión, y es que una vez se dedicó al robo de autos… grand theft auto, como prefiere explicarlo en su inglés nativo. Dos años de condena en una prisión estatal pesaron sobre él. Faltaba poco para que volviera a pisar el asfalto cuando una día elementos de la US Marshalls llegaron hasta su celda en el penal Chino, California, para recogerlo. Fernando creía que había llegado la hora de ser deportado una vez más a México, pero se equivocó. Fue enviado al penal de Santa Ana donde recibió un nuevo juicio por volver entrar ilegalmente a suelo estadunidense después de haber sido expulsado anteriormente como delincuente.

Tras la nueva pena de tres años fue trasladado a la prisión federal de Lompoc, donde impuso respeto tras organizar un motín que le costó no ver la luz por diez meses. Era un trotador de presidios y un revoltoso, así que finalmente fue llevado al penal federal de máxima seguridad Florence en el estado de Colorado. Nunca imaginó quedar tanto tiempo sin libertad.

Pero recibir una nueva condena no cambió su ímpetu alocado. Al contrario, estaba más envalentonado que nunca. Creía comerse al mundo, un apetito que lo llevó a ser recluido en lockdown, es decir en una celda de castigo alejado del resto de la población penitenciaria desde donde contadas veces vio el azul del cielo. Se había revelado contra los custodios. Una ola de pensamientos se cruzaron por su cabeza:"Nel pues quería seguir la loquera ¿no?, para que te voy a decir que quería cambiar", recuerda. Fernando sabía que en las calles  había ganado reputación. Su alias de "Toker", por ser un gran fumador de drogas, se respetaba entre sus homies; sus historias escritas a puñetazos, drogas y balazos se narraban como epopeyas en el barrio.

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A cuatro años y medio de su condena, apartado en la celda número 103 compartía espacio con Crook, otro respetado pandillero de ideas muy descabelladas. Crook era uno de los tantos modelos de locura que circulaban por los pasillos del penal o "cana", como dice en su slang, pues enintramuros también se demuestra virilidad entre presos modificándose el cuerpo. Por eso era normal que Fernando viera por los corredores del penal a varios reclusos modificando su cuerpo de manera casera: gente que se instalaba una bola en el pene o se lo tatuaba, otros que se inyectaban tinta en los ojos o párpados y hasta quienes se metían debajo de la piel piezas de dominó como incrustaciones. Los menos, se dividían la lengua en dos como Crook. Así que Fernando no podía quedarse atrás.

La influencia de Crook fue clave. La insistencia de seccionarse la lengua comenzó a hacer cada vez más y más ruido en su conciencia. Le restaba un año para quedar libre y "quería alistarme para llegar afuera", asegura. Durante largas platicas de hombres, las ansías sexuales se apoderaban de su imaginación. Quería salir al terminó de su condena a la calles a complacer a toda mujer y pensó que la lengua sería su mejor herramienta. Algunos temores lo frenaron, uno de ellos fue el caso de un reo que había intentado partirse personalmente la lengua con una navaja y casi se desangra. Fernando creía que podía perder la sensibilidad y el gusto; y aunque en su cabeza había una voz que le decía, ¡no mames estoy loco! "A mí siempre me ha gustado mirarme diferente, aunque me duela más, más placer, ¡chingue su madre yo me rifo!". Y se rifó.

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No le tomó mucho decidirse, al paso de dos semanas le dijo convencido a Crook. "Sí carnalito, pues para que veas que aquí hay dos locos, chingue su madre!" Estaba convencido.

Crook tenía la experiencia, como también la vena de cirujano; le gustaba intervenir cuerpos ajenos. Así que él se encargaría del procedimiento. Aunque fuera totalmente casero existió orden e higiene, "se trató de hacer todo limpio". Lo primero que hicieron fue ingeniarse un hilo "al estilo cana"; es decir, deshilar el resorte de un bóxer y comenzar a frotarlo por 20 minutos hasta convertirlo en una fibra rígida de casi 30 centímetros. Paso siguiente, tomaron la aguja que un recluso había robado del escritorio de un oficial e insertaron el hilo en el ojo de ésta. Para desinfectar, Crook quemó la punta de la aguja tres veces y la remojó en un recipiente con agua. El preso-cirujano se había lavado en varias ocasiones las manos y estaba listo para actuar.

Con la punta ardiendo, un golpe de aguja traspasó la lengua de Fernando de norte a sur. La lengua estaba perforada y se avecinaba lo más complicado: abrirla. Mientras la aguja reposaba a la mitad del tejido, Crook le pidió a su homeboy que se tirara hacia atrás, y que por nada del mundo se dejara ir con la inercia del jalón. Así que Fernando puso una mano sobre la litera y la otra sobre el lavamanos de la celda mientras mantenía la boca abierta con la lengua de fuera. "Agárrate, no te vengas para acá conmigo, porque sino va a tardar más y te va doler más", le espetó su homie. Como un pez mordiendo el anzuelo, la boca de Fernando estaba en manos de su compañero. Así que se reclinó hacia atrás tomando valor cuando en milésimas de segundos Crook tiró del hilo para hacer un sonido casi imperceptible ¡Trrrraaak!, se escuchó.  La cirugía había iniciado. Crook comenzó a rebanar la lengua de su compañero emulando una segueta, frotaba con fuerza de arriba hacia abajo mientras desgarraba hacia afuera. "No manches, como serrucho carnal, como serrucho, ese güey supo lo que hizo", se acelera Fernando a decir mientras mueve la lengua. Ni diez segundos bastaron para que el hilo seccionara del centro a la punta el músculo.

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"Que se abre carnalito", dice Fernando para explicar cómo la lengua terminó en dos tiras. Crook tenía listo una vaso de agua caliente con sal que inmediatamente Fernando se llevó a la boca para enjuagarse tres veces. La idea era cicatrizar lo antes posible. Aunque sangre hubo poca.

Se miró ante el espejo para ver terminada la modificación de su lengua. Estaba abierta e hinchada, pero le gustaba. No tomó ningún medicamento para mitigar el dolor, ni fumó mariguana para olvidarse del ardor.

"Ardió. No más ardió, carnal. Más me costó el proceso del tiempo en que sanó",recuerda. Cada mañana tenía que abrir con sus manos la lengua para separarla, para despellejar las hebras de carne viva que se hacían entre un pedazo de lengua y otro. Su dieta no podía ser especial; estaba en prisión, así que comía lo que le tiraran en su bandeja. Cuando dormía el cuerpo volvía a sellarla. En esas ocasiones el ardor volvía y cada mañana debía separarla una vez más. Se lavaba la manos y tomaba dos pedazos de papel en cada dedo para coger las dos puntas de su nueva lengua y seccionarlas. Cada tres o cinco horas repetía lo mismo. Un martirio.

Al paso de ocho meses Fernando descuidó sus curas haciendo que lengua casi se unificara. Faltaba poco para quedar en libertad, así que decidió volver a someterse a la cirugía, ahora bajo su propia mano. Crook había sido removido de la celda y otro cellie —ocompañero de calabozo— lo acompañaba, el cual no estaba dispuesto a participar en una salvajada. Fernando tuvo que ingeniárselas solo; decidió que el corte debía ir más atrás para acentuar la bifurcación de su lengua, y así como lo hizo anteriormente, tomó un recipiente de leche Tetra Pak como cacerola para poner el agua con sal para lavar la aguja y posteriormente enjuagarse. Para calentarla utilizó una manga de camisa que hizo en forma de dona y la prendió con la chispa de una batería. Fernando repitió el proceso: traspasó su lengua con un hilo de cana y con la distancia de su brazos lijó hacia adelante el hilo mientras tiraba su cabeza hacia atrás para acelerar el corte. ¡Trrrraaak!, nuevamente abrió la lengua tal como la mirada de su cellie. Nuevamente volvió a enjuagarse. Esta vez tendría más cuidado de su lengua, estaba por salir y esperaba su deportación. Estaba motivado, volvería a las calles con lengua nueva.

Fue así que desterrado a México pudo hacer uso de sus habilidades bilingües. Y no sólo porque pudo emplearse como telefonista en un call center hablando inglés y español, sino por que pudo utilizar las dos partes de su lengua como un instrumento sexual.

Comenzó a saciar sus ganas sexuales como pudo. Y no sólo eso, comenzó a dominar el uso de las dos versiones de su lengua. La gente empezó a mirarlo raro y él a acostumbrarse. En esa lengua hay más que una modificación corporal, en esos remanentes de lengua está reflejado todo el ingenio que puede existir dentro de una celda.