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La cárcel de Patarei

Allá por 1820, el zar Nicolás I de Rusia hizo construir esta prisión gigantesca en la costa báltica frente a la ciudad de Tallinn (ahora capital de la República de Estonia).

Allá por 1820, el zar Nicolás I de Rusia hizo construir esta prisión gigantesca en la costa báltica frente a la ciudad de Tallinn (ahora capital de la República de Estonia). Regentada por el KGB durante la era soviética, no fue hasta su entrada en la Unión Europea que los estonios decidieron cerrarla. Seguramente pensaron que tener un gulag a pleno rendimiento a las afueras de tu capital no acababa de encajar en la idea de continente democrático de la señora Angela Merkel. Y todos sabemos que si quieres ser algo en la vida, y en Europa, debes llevarte bien con la Merkel.

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Después de que los reclusos fueran trasladados a otro lugar presumiblemente más humano, en 2004,  la cárcel de Patarei (”batería”) fue abandonada. Afortunadamente, para mi objetivo, dejaron prácticamente intacta esta estructura que alojara a miles y miles de hombres que mataban el tiempo leyendo cómics sobre Jesucristo y matándose a pajas con pósters de ¡Cher! o Lisa Scott-Lee del grupo Steps (qué mierda de selección, si se me permite el comentario). En fin, os quiero mostrar unas cuantas fotos que saqué de este gran triángulo de las pajas en cautiverio antes de pasar a lo que más me fascinó, los pósters de las celdas.

Este cartel desaconsejaba a los prisioneros andarse follando los unos a los otros ante más que probables inconvenientes como la gonorrea y el SIDA.

Todos los hospitales abandonados dan mal rollo, pero si a eso le añades el hecho de que unos amigos que viven en la ciudad te cuentan que aquí había la costumbre de inyectar drogas alucinógenas a los presos (mayoritariamente presos políticos, durante la era soviética), evidentemente se te dispara la imaginación. Y no imaginé nada agradable, la verdad.

¿Y qué me decís de esto? Tan convencido como iba yo de toparme con toneladas de porno estonio vintage camuflado entre manuales de adoctrinamiento aprobados por Stalin, y resulta que la primera lectura que encontré fue este cómic sobre las increíbles aventuras de Jesús.

Y por fin llegué a las celdas.

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Estaba tan sugestionado cuando empecé a inspeccionar las paredes de las celdas, que me parecía ver pegotes de lefa por TODAS partes. Mejor saltémonos esa parte y centrémonos en estos concienzudos collages. Veamos en qué buscaban la inspiración los presos… aparte de Cher.

¿Desplegables de caniches?

Ah, vale, esto está mejor. Chicas trepando por escaleras, pilotos de carreras, el rumor del agua contra las rocas… está claro que El Coño no es en sí el tema central del arte que empapela estas paredes, sino cualquier cosa asociable a La Libertad.

A alguien le gustaba tanto Jordan que, en un violento calentón, le arrancó las tetas.

Esto podría ser una broma/metáfora sobre “la mujer como objeto de multiplicación del consumo en el sistema capitalista” pero también puede responder al hecho de que alguno de los presos más veteranos sencillamente había olvidado ya cómo es una mujer de verdad.

Aquí, sin media cara, tenemos a Lisa del asqueroso grupo Steps. La verdad, cuesta imaginar qué camino inescrutable debió recorrer un ejemplar de la revista Smash Hits! hasta aterrizar en un gulag estonio. Por cierto, he intentado contactar con Lisa por si quería hacer algún comentario al respecto, pero ha dicho que ni de coña piensa hablar con Vice. Pues vale.

Oh. He dejado para el final esta pequeña obra maestra…

Sin duda, este fresco fue el hallazgo más impresionante de mi visita a la cárcel de Patarei. ¿Un caballero de negra armadura abriendo a hachazos la puerta de un castillo mientras una mujer imponente de puntiagudos pezones capta la atención de las torres de vigía? ¿Qué pretendía exactamente el artista? ¿Atraer cada puñetero día a hordas de pajeros desesperados hasta su celda?

FOTOS Y TEXTO DE ALEX HOBAN