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El deseo sexual es como el Espíritu Santo. He visto a algunos llenos de éste, que le cantan y le lloran en altares de aprecio, pero para mí siempre ha sido un poco ridículo.
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La primera vez que me vine fue dentro de mi ex novia. Perdí mi virginidad con ella a los 20 años de edad. Lo hicimos después de una fiesta, mientras tomábamos café helado de McDonald's. Cuando me vine, ella también se vino. Fue una mezcla de fluidos. Me quedé con los ojos en blanco durante 15 minutos, saboreando las complejidades del acto como un novato en una cata de vino. El orgasmo se sentía natural, normal, casi aburrido. ¿En serio hay hombres que matan por esto?A la mañana siguiente, compramos más café helado para celebrar y sabía igual que el día anterior. De fondo se escuchaban la canción "I'm Glad You Came" del grupo The Wanted: My universe will never be the same. I'm glad you came. I'm glad you came (Mi universo nunca será el mismo. Me alegra que [te] hayas venido). "Yo también", susurró mi ex novia a mi oído.El sexo se volvió algo cotidiano. Después de venirme, volvía a ser el chico torpe. Siempre soy muy torpe cuando convivo con otras personas, hasta con mis seres queridos. Pero, según mi novia, era muy diferente en la cama. Dijo que yo era su mejor amante. Me hizo sentir orgulloso. Tal vez eso es la hombría.Cuando cortamos, quedamos en que valía la pena conservar nuestra amistad. Pero ella empezó a evitarme. Dijo que no podía ser amiga de una persona con la que había tenido intimidad, que los orgasmos complicaban todo. Y me dejó de hablar.Cuando pienso en ella, recuerdo aquellos días en los que nos abrazábamos sobre sábanas manchadas después de nuestros orgasmos. Tal vez eso hace que la gente se masturbe: que te dejen con los genitales en la mano, lleno de recuerdos.Lee más textos de Alex O'Keefe en su página web.