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El orgullo de ser un 'Barra Brava'

Para el aficionado común, hablar de Barras es hablar de violencia, alcohol, drogas o reventa de boletos. Pero para "el Barra Brava", el equipo lo es todo.

Foto por Annick Donkers, vía.

Este artículo fue publicado originalmente en VICE Sports, nuestra plataforma de deportes.

Para el aficionado común, hablar de Barras es hablar de violencia, alcohol, drogas o reventa de boletos. Pero para "el Barra Brava", el término nació en los años 60 en Argentina para diferenciar a los aficionados radicales de los demás hinchas; el equipo lo es todo. Ser barra brava es un modo de vida, un orgullo, la oportunidad perfecta para demostrar el amor que siente por sus colores, por su equipo y hasta por sus compañeros. La violencia, las drogas y el alcohol no son motivos para avergonzarse, sino todo lo contrario; lo enaltecen.

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El Barra Brava tiene "aliento", que no es otra cosa que el apoyo incondicional, nunca falta a un partido de su equipo en casa, y tampoco lo hace de visita. Canta los 90 minutos de pie con la bandera agitada entre las manos, se sabe todas las canciones para apoyar a su equipo, y también las que son para intimidar al rival; no escatima en insultos al árbitro, a los jugadores rivales, la hinchada contraria e incluso a la gente de la localidad cuando está de visitante.


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El "aguante", esa rara cultura futbolística llevada a la vida común, es parte de la rutina diaria. Escucha los cantos de su Barra en el celular, pone canciones de futbol en las fiestas y su peinado está basado en el look de algún jugador del club. Es violento en todo momento: si se encuentra en la calle con alguna persona que traiga una camiseta que no sea de su equipo, lo apalea a golpes. No importa si el otro es miembro de la hinchada rival o si el sujeto utiliza la prenda sólo por gusto, sin apoyar a dicho club, igual lo golpea y le quita la camiseta: "afané al pendejo éste, después de darle la madriza de su vida", contará victorioso ante sus compañeros del barrio mientras muestra el trofeo, la camiseta de la discordia.

Para el Barra, "afanar" (robar o quitar) es primordial para llegar a ser respetado. El afane abarca trapos, banderas, bufandas, gorras, camisetas e incluso instrumentos musicales, o cualquier símbolo de valor para las hinchadas rivales. El afane normalmente llega tras vencer a la Barra contraria en un combate o topón; éstos se pueden dar fuera o dentro del estadio, en el estacionamiento, en la carretera o en algún lugar previamente acordado entre ambas, como un parque o un terreno baldío.

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El barrio es el cobijo del Barra Brava, es como su casa. Ahí lo escuchan, lo cuidan, lo protegen, lo aconsejan, e incluso lo emplean. En el barrio, el Barra se reconoce entre sus miembros, comparten el aliento por el equipo y también la cultura del aguante. Con ellos llega al estadio, conoce otras ciudades, pelea contra hinchas rivales, roba en las tiendas de autoservicio que se encuentra en las carreteras y hasta comparte la celda cuando algo sale mal. Se siente orgulloso de pertenecer a él, lo demuestra portando la camiseta del barrio, antes que la del equipo, y se tatúa el nombre o las siglas del mismo.

Pese a que fueron prohibidos por la FMF, los 'trapos' serán siempre, parte de la identidad de las barras. Foto: Iván Hernández - Wikimedia Commons.

Pero eso sí, el barrio tiene sus propias reglas y un líder a quién obedecer. Ese líder es el más chingón para los madrazos, es el encargado de mediar con la directiva para conseguir los boletos tanto de local como de visitante, es quien les vende las camisetas "oficiales" del barrio, quien cuida los trapos e instrumentos musicales, quien administra el dinero, quien da las órdenes y quien tiene todo el respeto de los demás miembros, a quien todos obedecen sin cuestionar. A este líder le llaman "capo", y el Barra Brava está orgulloso de él.

Le encanta copar otro estadio, ver a miles de aficionados de su club en una cancha rival. Se siente orgulloso de llevar su "trapo" con el nombre del barrio para mostrarlo ante las cámaras de televisión dentro del inmueble, o simplemente para enseñarlo cuando el autobús va llegando. Copar es llenar el estadio ajeno como si fuera suyo.

Gusta del afanar un trapo rival mientras él permanece con el suyo, es un motivo de orgullo. El trapo no es más que una manta de tela bordada con el nombre del barrio, el logo y los colores del equipo. Se convierte en un emblema o símbolo de la hinchada cuando más canchas ha visitado y por lo tanto el deseo de ser capturado, por los rivales, crece. El Barra protege su trapo con la vida.

Su segunda casa es el tablón, esa zona o parte del estadio asignada a la hinchada del equipo. Ahí se emborracha cada 15 quince días, ahí sufre las fallas de los jugadores, pendejea al árbitro y también a los rivales. A menudo, también es ahí donde conoce el amor. Fumarse un porro de mariguana, durante el partido, es parte del ritual del Barra; así como querer madrear a los rivales, no importa si el encuentro se ganó, siempre hay algún motivo para buscar "los putazos".

Copamos cualquier cancha. Imagen vía.

Todo esto, el Barra Brava moderno lo lleva a las redes sociales: presume lo pedo que se puso durante el partido, resalta los trapos afanados y amenaza a las hinchadas contrarias con darles en la madre, nada más que se los encuentre. Le recuerda al rival que le copó su cancha, y que lo hará de nuevo. Sube fotos tanto a Facebook como Instagram con todo su barrio, cerveza y porro en mano, nada más para dejar en claro que ser Barra Brava, es todo un orgullo.