Otro masaje con final feliz: el paseo triunfal de Mariano Rajoy en “El Hormiguero”

FYI.

This story is over 5 years old.

Elecciones 2016

Otro masaje con final feliz: el paseo triunfal de Mariano Rajoy en “El Hormiguero”

Todos los ingredientes en su punto para alcanzar el objetivo propuesto: hacerla la vida televisiva mucho más fácil a don Mariano Rajoy en su primera visita a "El Hormiguero".

Todas las imágenes de atresmedia

Una grada repleta de colegas y figurantes especializados en reír cualquier tontería. Un regidor dictatorial y tiránico capaz de sacarle aplausos a un manco. Un presentador entregado, complaciente y pelota hasta la parodia que ayer se sacó un Máster en ponerle fáciles las cosas a un entrevistado. Y un programa que, como contrapartida al inmenso favor que le habían hecho desde el Partido Popular, se mostró especialmente proclive a convertirse en una alfombra roja y aterciopelada para respiro y tranquilidad de su gran invitado. Todos los ingredientes en su punto para alcanzar el objetivo propuesto: hacerla la vida televisiva mucho más fácil a don Mariano Rajoy en su primera visita a "El Hormiguero".

Publicidad

Fue un hormiguero aburrido, predecible, timorato, vacío y, sobre todo, muy elocuente

No es difícil imaginar al candidato al finalizar el programa. Satisfecho, orgulloso, crecido, ajeno por completo a todas las tribulaciones que había tenido que montar su equipo de asesores para que todo saliera a pedir de boca, según el guión previsto y mil veces retocado. "¿Has visto cómo se reía el público con mis gracias?"… y su séquito asintiendo con una gota de sudor frío en la frente: indudablemente, la imagen de satisfacción que provoca el trabajo bien hecho.

El presidente en funciones es ese tipo de persona que claramente se siente más cómoda entre muñecos de trapo, bromitas infantiles, público elegido a dedo y toda una maquinaria de guión remando a favor que entre periodistas o colegas de profesión. Ya lo comprobamos cuando Rajoy pasó por "26J: Quiero gobernar", ese experimento capitaneado por Ana Rosa Quintana que sentaba a cada candidato junto a su mini yo y le sometía a una batería de preguntas inocentes. En esa serie de charlas con niños repelentes el líder del PP se sintió como en casa, libre de ataques y cuestiones fuera de guión, seguro de sí mismo, consciente en todo momento de que no habría salidas de tono que pudieran perturbarle y dejarle en evidencia.

¿Has visto cómo se reía el público con mis gracias?

Y ayer en "El Hormiguero" se repitió la misma historia: Pablo Motos casi pidió perdón por plantearle cuestiones sobre corrupción o Cataluña, como viniendo a decir que se lo preguntaba porque no quedaba más remedio, no porque lo considerara necesario o periodísticamente valioso. Intentó parecer serio y riguroso cuando abordó el caso Fernández Díaz, pero como en todos los asuntos conflictivos se limitó a preguntar sin tener la menor intención de repreguntar, discutir o cuestionar nada de lo que le respondía el candidato, que una vez más resultó de una pobreza argumental preocupante.

Publicidad

Estaba todo tan pactado, contenido, supervisado y frenado que incluso Trancas y Barrancas parecían bajo los efectos de un Valium o, quién sabe, de una ligera tocada de cresta a modo de aviso. Como cuando a un jeque árabe le dejan ganar en un torneo de golf, como cuando a un empresario poderoso le facilitan un gol en una pachanga benéfica, como cuando a un dictador le meten un pez en la caña de pescar, ayer a Rajoy le abrieron de par en par el camino hacia la meta. Y llegó, claro: acostumbrados a la suma de pruebas ridículas y momentos de vergüenza ajena con las que el programa somete a sus invitados, lo de ayer fue sospechosamente light. Tan solo una chorradita final, con Rajoy y Motos caminando en una cinta de correr y hablando de Málaga a modo de colofón. El típico examen que podrías aprobar sin tan siquiera haber acudido un solo día a clase, sin tener los apuntes y a 39 de fiebre el día de la prueba.

Pablo Motos casi pidió perdón por plantearle cuestiones sobre corrupción o Cataluña, como viniendo a decir que se lo preguntaba porque no quedaba más remedio

El problema de todo esto, evidentemente, no es de Rajoy. El tipo se limitó a sentarse y dejar que Motos y su equipo de fisioterapeutas le practicaran un masaje relajante de categoría. ¿Cómo vamos a culparle? Accedes a ir a un programa de gran audiencia, teóricamente destinado a un público joven, y resulta que te lo ponen más fácil aún que cuando has visitado Televisión Española o 13TV. La gente te ha reído las gracias, no te han incomodado ni por accidente y has cerrado la campaña televisiva subido a una cinta de gimnasio hablando de grandes e indescriptibles memeces sin importancia. Ni en el mejor de los sueños. El trato amigable fue tan escandaloso que incluso en esta prueba de resistencia Motos optó por no competir ni exprimirse como es habitual en él. Al presentador tuvo que dolerle en el alma hacer ese sacrificio de ego, pero la causa estaba por encima de vanidades que ya recuperaremos con el próximo pobre diablo que pase por su plató.

Desde el punto de vista televisivo, del programa, la sensación es muy diferente. Vimos cómo Pablo Motos asediaba a Pablo Iglesias y cuestionaba cada uno de sus planteamientos políticos e ideológicos de su programa. Vimos cómo, a pesar de hacerle una entrevista favorable, Motos no dudó en meter a Albert Rivera en su vorágine de pruebas ridículas. Y vimos cómo el trato a Pedro Sánchez tenía ese aire de familiaridad impostada, con pullitas poco disimuladas entre mucho jijijaja. Con Rajoy, por el contrario, optó por decir sí a todo, llenarse las tragaderas y pasarse hora y media con los pantalones a la altura de los tobillos.

Y lo que es peor de todo: ni tan siquiera en este contexto de sumisión total y absoluta a las peticiones de tregua de los asesores hubo ingenio para llevarlo todo al terreno del humor. Asumido que Pablo Motos no quería hacer una entrevista puntillosa ni aguerrida, tenía todo el sentido del mundo jugar un partido muy diferente: el de poner al candidato en situaciones poco vistas y hacerle partícipe del espíritu más desenfadado e infantil del programa. Pero tampoco. Fue un hormiguero aburrido, predecible, timorato, vacío y, sobre todo, muy elocuente: cuando una entrevista con Rajoy resulta aburrida es que algo has hecho mal.