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El tema es que sois compañeros de universidad, de trabajo o de cualquier otra cosa y lo que tenían que ser unas vacaciones en grupo se han convertido en una especie de viaje en pareja. Digamos que, por culpa de varios familiares muertos, gente sin dinero y cierto miedo generalizado a volar hacia países amenazados por grupos terroristas, la cosa no terminó de cuajar del todo y finalmente solo podréis viajar vosotros dos. La otra persona —tu acompañante, tu ser querido— no las tenía todas pero después de mucho valorarlo — le diste mucha pena cuando dijiste eso de "hagamos el viaje, por favor, si quieres te pagaré yo todas las comidas"— decidisteis seguir con la idea del viaje.En fin, estáis los dos solos, ella y tú; tú y él. Pero no te confundas, se trata de un "viaje de amigos", no hay nada más, no es una invitación a pensar que existe la posibilidad de que suceda algo, no, esto está todo en tu cabeza. La otra persona solamente considera que sois colegas, compañeros, personas que habitan en el mismo espacio y tiempo.La otra persona solamente considera que sois colegas, compañeros, personas que habitan en el mismo espacio y tiempo
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Mientras terminas de hacer la maleta piensas "joder, de putííííííísima madre" y es que en este preciso momento eres inocentemente feliz. La idea de pasar unos días con la persona que amas es mejor que vivir, aunque sea un sentimiento unidireccional. Joder, te preparas la mochila con una ilusión verdadera, con la misma ilusión que un niño cree que existe Santa Claus.En el fondo crees que "algo" puede pasar. Crees que la magia de las vacaciones —ese período en el que se suspende el tiempo y en el que se entra en una dimensión paralela que funciona con independencia de los sucesos contemporáneos reales— podrá hacer que esa otra persona se deje llevar por la corriente de felicidad del momento y llegue a sentir algo por ti.Ya proyectas un beso bajo el mar, un casquete en un albergue abarrotado de portugueses o una boda improvisada en una ermita románica. Ya puedes tocar esos momentos con la palma de tu mano; en un brote de valentía e ilusión lanzas una cajita de preservativos dentro de la maleta, como sin importancia, como si esto no fuera ahora mismo el motor de tu vida.El avión llega con facilidad a su destino, ya estáis atrapados. Ahora tienes la suerte de que esa pobre persona no tiene otra que aguantarse y estar contigo 24 horas al día. Esto no son vacaciones, es una celda de aislamiento.Durante el día la cosa será un puzle de silencios incómodos, humillaciones
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Durante el día la cosa será un puzle de silencios incómodos, humillaciones —tú nunca habrías pagado 20 euros por ese salmón, de hecho nunca habrías entrado en ese restaurante que utiliza la palabra "brunch" para atraer a sus clientes— y discusiones por tonterías ínfimas. Todo esto es parte del juego de querer y no ser querido.Pero por la noche llegará la depresión. Cada noche será la confirmación de que toda esta gran mierda no tiene ningún sentido, de que estás tirando estos preciosos días —en los que podrías estar trabajando y generando dinero— a la basura.Cada noche desearás que en el hotel haya habido una mala gestión de las habitaciones y solamente queden habitaciones dobles. Pero no sucederá. En la soledad de tu habitación, en vez de dormir, memorizarás discursos que nunca pronunciarás en los que te declaras fervientemente, parlamentos tan bien hilados que imposibilitan el rechazo como respuesta. Una dialéctica tan bella como la silla Wassily de Marcel Breuer, tan sublime que solo los monstruos serán capaces de no sentir nada al escucharla.Cada noche será la confirmación de que toda esta gran mierda no tiene ningún sentido, de que estás tirando estos preciosos días a la basura
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Al final solo quedará la mitificación del último día, esas horas en las que el final del verano está tan presente que la melancolía puede hacer real lo imposible. Dejarás abierta la puerta de tu habitación "por si acaso" pero, evidentemente, ella o él no se presentarán en pelotas para cabalgarte durante toda la noche. Incluso esperarás a que suceda algo mientras estáis esperando las maletas en el aeropuerto de vuestra ciudad. Qué triste eres.Luego llegas a casa, deshaces la maleta y lo primero que ves es la cajita de preservativos. Aún por estrenar.Ves tan claro que es un juego en el que te coronarás como perdedor que no harás nada
Porque la idea es que NUNCA revelarás tus sentimientos. Ves tan claro que es un juego en el que te coronarás como perdedor que no harás nada. Pese a que ha habido momentos de intimidad y camaradería —joder, habéis compartido un bogavante sentados en el muelle de un bello pueblo de la costa del sur de Italia mientras te contaba, patéticamente, que realmente siempre había querido dedicarse al teatro (en ese momento sentiste una enorme pena pero también pensaste que quizás estabas enamorado de alguien lamentable)— en ningún momento te has atrevido a decirle nada. Eres un ser inhumano capaz de ocultar sus sentimientos como una roca.A partir de ahora todo se habrá acabado. Este viaje era tu última oportunidad. Ahora solamente tendrás que dedicar los siguientes meses de tu vida a olvidarla y esperar a cometer exactamente el mismo error el verano siguiente, y así sucesivamente hasta que ya no quede nadie en el mundo a quién amar.Ahora solamente tendrás que dedicar los siguientes meses de tu vida a olvidarla y esperar a cometer exactamente el mismo error el verano siguiente