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Cultură

Oktoberfest en Palestina

En un país en el que el 99 por ciento de la población no debería beber, el Oktoberfest y la cerveza son temas sensibles.

Gente bailando en el Oktoberfest palestino.

Es un domingo de otoño en Ramala y el jardín del hotel Movenpick está petado de palestinos borrachos. En un escenario al final de la multitud, la banda de Jerusalén Khallas toca su característico "metal oriental". Al mismo tiempo, grupos de jóvenes palestinos hacen la danza conocida como dabke, al son de una canción que suena a algo entre los inicios de Black Sabbath y el folclore tradicional árabe.

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Es el segundo día del festival y se celebra un evento anual organizado por la cervecería Taybeh, la única productora de cerveza palestina en todos los territorios ocupados por Israel. El festival de cerveza palestino es notoriamente más calmado que el original alemán, pero en los últimos nueve años ha logrado atraer a miles de personas —casi siempre jóvenes ricos palestinos, tanto cristianos como musulmanes— para celebrar la existencia de la cerveza tomando mucha agüita de cebada fermentada.

Iniciado en 2005 por el dueño de Taybeh, Nadim Khoury, el Oktoberfest palestino empezó celebrándose en el pueblo que dio nombre a la cervecería, justo al norte de Ramala. Según Nadim, el propósito del festival era "impulsar la economía de la aldea, promover los productos locales y presentar una nueva cara de la Palestina ocupada”.

Nadim sirviéndose un vaso de su cerveza.

Después de estudiar para ser ingeniero en destilación en una universidad de California, Nadim —como muchos palestinos— regresó a su país tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1994. Dice que el acuerdo de paz "nos dio esperanza". Sin embargo, la situación que Nadim y sus paisanos esperaban nunca sucedió; el aparato de estado israelí continúa, y la autonomía y soberanía del territorio palestino siguen siendo vulneradas. "Seguimos bajo la ocupación,” dice Nadim. "Aún no tenemos un país, pero tenemos nuestra propia cerveza. Estoy orgulloso de eso".

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La organizadora del Oktoberfest y cuñada de Nadim, Maria Khoury, dice que el festival ha ayudado a las personas a sobrellevar el fracaso de los Acuerdos de Oslo y de la Segunda Intifada: "Trajo un necesitado sentido de normalidad", dice. "Durante varios años, la gente ha estado muy triste, por la violencia, el toque de queda, el muro de separación… El Oktoberfest ha ayudado a las personas a escapar de esas realidades".

Mientras que la idea de un festival que haga olvidar dos décadas de persecución por parte de sus vecinos en Israel es un poco rara, el Oktoberfest ha sido una gran historia de éxito en un país que no es conocido por sus éxitos. Los ocho años en los que el festival se celebró en Taybeh, cerca de cinco mil fiesteros bajaban a la aldea cada otoño para disfrutar de las cervezas artesanales, música en directo y falafel casero.

Turistas en el Oktoberfest palestino.

Desafortunadamente, las políticas internas (incluyendo al nuevo alcalde de Taybeh que no apoyaba el festival) y la creciente popularidad del Oktoberfest causaron tensiones con la comunidad de Taybeh, obligando a Nadim a cambiar el evento al pretensioso hotel de cinco estrellas Movenpick, en el adinerado vecindario de Masyoun en Ramala. La mayoría de los asistentes con los que hablé estaban decepcionados por el cambio de lugar. Como un joven palestino dijo mientras caminaba por el bordillo de la piscina, "este lugar es vulgar".

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Las razones exactas tras el cambio del lugar no están completamente claras. Aún así el festival ha crecido desde sus humildes inicios, y realmente no hay suficiente espacio en Taybeh para recibir al creciente número de asistentes, pero según  Nadim tiene que ver más con política. "Existe envidia en el pueblo", explica. "El nuevo alcalde es muy cerrado de mente, no es consciente del bien que ha hecho el Oktoberfesta a Taybeh durante los últimos ocho años".

Mientras que el Oktoberfest es el último y tal vez el más visible de sus problemas, a la cervecería de Taybeh no le extraña la adversidad. Desde que empezó en 1994, se ha enfrentado diversos retos mientras navega numerosos obstáculos sociales y políticos que convierten a los territorios palestinos en el complicado lugar que es. "Somos la única cervecería palestina; no nos sobran obstáculos", dice Nadim. "La ocupación, lel asedio económico y las restricciones —sin mencionar los aspectos culturales y religiosos— son tantos que podrías escribir un libro".

"Sí, creo que mucha gente no está de acuerdo con el estilo de vida", dice María, hablando sobre el hecho de que beber alcohol es tabú en la mayoría de los países musulmanes. "En Taybeh creemos en el consumo responsable, pero claro, en un país en el que el 99 por ciento de la población no debería beber, el Oktoberfest y la cervecería son temas delicados", me explica. "Pero queremos que la gente pase un buen rato, que disfrute de la comida y las bebidas locales. Queremos construir una Palestina que englobe a todos en su diversidad; es una cultura rica y hermosa".

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Hablé con uno de los camareros del hotel Movenpick que se hizo eco de los sentimientos de María: "El Oktoberfest no encaja en las expectativas que la gente tiene de Palestina, pero hay una comunidad establecida de cristianos dentro y al rededor de Ramala ", me dijo. Un amigo mío musulmán está de acuerdo: "Realmente no es sorprendente; hay muchos extranjeros, cristianos y un número sorprendente de musulmanes participantes aquí", me dijo antes de dar un trago a su cerveza mientras sonría. "¡De hecho, estás viendo a uno!"

Aún así, eventos como éste siempre crean polémica en el complicado espacio social de Ramala. A pesar del hecho de querer hacer un punto al presentarse como una ciudad moderna, amigable con Occidente y cosmopolita, no todos los residentes apoyan el Oktoberfest, tal y como les gustaría a Nadim y María.

La entrada a la cervecería Taybeh en la aldea ocupada Taybeh.

La tensión es evidente en todo Ramala; un café/bar cerca del centro de la ciudad es blanco de ataques con botellas de vidrio cada semana y el jueves pasado uno de los pocos bares que ofrece música en directo en la ciudad fue atacado con un cóctel molotov.

Aunque sea improbable que las tensiones desaparezcan por completo, la gente de Taybeh está orgullosa de lo que hacen y dicen que continuarán mientras puedan. Como María, "Todavía nos quedan muchos Oktoberfests. Queremos construir un país democrático, libre, liberal, moderno, para que podamos coexistir con gente que tiene diferentes puntos de vista al nuestro. Si respetamos sus puntos de vista, queremos el mismo respeto de vuelta".

Y como dice Nadim, "La cerveza Taybeh lo es todo para nosotros, es más que cerveza. No pedimos mucho; pedimos libertad. Y cuando llegue ese momento, usaremos la cerveza Taybeh —incluso si es nuestra versión sin alcohol— para brindar por la paz y la libertad”.