Coronavirus

Así es empezar a trabajar como médico durante el coronavirus

“Cuando vi que la situación se complicaba, pensé que era momento de ayudar”.
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—Calienta que sales—, le bromeaba yo a mi cuñado hace tres semanas cuando los diagnósticos positivos por coronavirus comenzaban a aumentar de forma exponencial.

—Como dicen en las pelis, llevo toda una vida entrenando para este momento—, me respondió él continuando con la guasa y siendo consciente de que en cualquier momento podría ser llamado a filas ante la extraordinariedad y gravedad de la situación.

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Albert, que así se llama, es uno de los más de 16 000 médicos que el pasado 25 de enero se presentó al examen de médico interno residente (MIR) para optar a uno de los 7 500 puestos de trabajo en el sistema sanitario público español.

Con la asignación de plazas parada sine die por el estado de alarma, él y centenares de jóvenes médicos recién graduados se han ofrecido para comenzar a trabajar en respuesta al llamamiento que las autoridades sanitarias han hecho en ciertas comunidades autónomas ante el avance de la pandemia.

En Cataluña, el miedo al colapso del sistema sanitario hizo que el Departamento de Salud apelara a médicos jubilados de menos de 70 años y a recién graduados a mostrar su disponibilidad para incorporarse en caso de ser necesario.

Durante las primeras horas del estado de alarma, más de 400 médicos a la espera de su asignación de plaza MIR tramitaron la colegiación exprés en Cataluña para poder comenzar a trabajar. Es el caso de Natalia, Anna y Bruna, tres jóvenes médicas que explican a VICE cómo ha sido su primer día de carrera profesional en plena expansión de la Covid-19.

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Natalia

“Después de entrevistarme y conocer mis preferencias, me dijeron que sería útil en atención primaria. Que tenga coche ha sido clave para que me hayan llamado tan rápido, ya que vivo en Barcelona y el puesto de trabajo es en un centro de atención primaria (CAP) de Terrassa”, detalla Natalia Manent, médica de 24 años graduada por la Universidad Autónoma de Barcelona, que ahora está trabajando atendiendo problemas respiratorios.

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La joven sanitaria explica que le sorprendió el abundante tráfico en la carretera C-58 y señala que no encontró ningún control policial antes de llegar a su lugar de trabajo para comenzar a currar a las 8. Pijama, bata, rejilla, mascarilla y guantes como exige el protocolo, y al lío.

“Durante las seis horas de mi primera jornada, me han explicado cómo funciona el programa para redactar los informes clínicos y junto a un doctor he atendido a pacientes con problemas respiratorios que podrían ser susceptibles de tener coronavirus”, indica Natalia por teléfono.

"La parte administrativa y atender a llamadas ocupan mucho tiempo y si yo me encargo de hacerlo libero a profesionales con más experiencia para que puedan estar en primera línea"

Antes de presentarse en el CAP y para minimizar el contacto social, las personas deben llamar por teléfono para explicar sus síntomas y en función de ello, se les dice que vengan o no. Una vez en el centro sanitario, una enfermera hace un primer triaje en la puerta según lo que explica el paciente.

“Un médico adjunto atendía y exploraba a los pacientes con problemas respiratorios y yo en una sala contigua con la puerta abierta iba redactando el informe clínico en conversación con el doctor. Se ha decidido hacerlo así para minimizar el riesgo de contagio”, explica Natalia, que en ningún caso ha visto la cara de los pacientes.

La médica señala que el doctor escucha las explicaciones de los pacientes manteniendo una distancia de seguridad y solo entra en contacto con ellos para auscultar al paciente, mirar la saturación de oxigeno y comprobar la frecuencia cardíaca y la temperatura.

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“Siguiendo el protocolo, les recomendamos que se vayan a casa y hagan aislamiento domiciliario. Según cómo evolucionan, si vuelvan a contactar porque han empeorado ya se les deriva al hospital”, comenta Natalia, a quien cuando se asignen las plazas del MIR le gustaría obtener una especialidad quirúrgica.

“La parte administrativa y atender a llamadas ocupan mucho tiempo y si yo me encargo de hacerlo libero a profesionales con más experiencia para que puedan estar en primera línea en la lucha contra el coronavirus”, señala la joven médica, para añadir después: “Es mi pequeño granito de arena y es mejor que quedarme en casa. Esta lucha es entre todos”.

Una jornada laboral llena de precauciones para evitar contagiar y ser contagiada que continúan al llegar a casa. Según el protocolo establecido por Sanidad, cuando los sanitarios abren la puerta deben dejar en la entrada objetos que no necesitan como zapatos y bolso, por ejemplo. “La ropa utilizada a la lavadora, el móvil y las gafas bien limpios y directamente a la ducha”, cuenta Natalia.

“Vivo con mis padres que son mayores, de categoría de riesgo, y tengo que vigilar la distancia y estar lo mínimo en la misma sala que ellos. Hablando con los compañeros, a una que es madre de una niña de dos años le es imposible mantener la distancia. Otra, cuyo marido también es de riesgo, debe dormir y comer en una habitación aparte. Es un aislamiento dentro de un aislamiento”, indica la médica de Barcelona.

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Bruna

“Nunca pensé que mi primer día de trabajo como doctora sería en un contexto tan excepcional”, se sincera Bruna, pocas horas después de acabar su turno en el Hospital de Terrassa. “Estoy muy contenta de cómo ha ido. Hay buen ambiente y, de momento, estoy en una planta sin pacientes con Covid. Así sufro menos por contagiar a mi familia”, explica esta médica residente en Barcelona ciudad.

A diferencia de otros médicos que acaban de hacer el MIR, esta joven de 24 años sí está ejerciendo aquella especialidad a la que le gustaría dedicarse. Medicina interna, familiar o pediatría están entre sus opciones preferentes.

“Cuando vi que la situación se complicaba y habían cancelado la asignación del MIR, pensé que era momento de ayudar”, subraya Bruna. “Hoy como era el primer día he acompañado a una residente y hemos mirado el plan de medicación de los pacientes, las pruebas que se tenían que realizar y también hemos gestionados ingresos y altas”, detalla la joven sanitaria.

Aunque no está en contacto directo con afectados por coronavirus, Bruna es consciente de que su trabajo es fundamental para que los veteranos puedan ser enviados a las plantas, hoteles u hospitales de campaña destinados a tratar a los enfermos de Covid-19. En el caso del Hospital de Terrassa, ya hay más plantas destinadas al tratamiento de los casos de coronavirus que de otro tipo de patologías.

“Tratamos a los pacientes con doble mascarilla y, al estar tan tapada, durante la primera mitad de la mañana he sentido sensación de mareo en alguna ocasión. Además, tocas cualquier cosa y tienes que ir a limpiarte inmediatamente”, explica Bruna al tiempo que lo relativiza: “Imagínate la situación de los compañeros que están en la planta de Covid que van aun más tapados y deben extremar las medidas de protección”.

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La joven médica cuenta que el ambiente de trabajo es muy cambiante. “La última guardia lloraban y fue horrible porque estaban desbordaos. Hoy, en cambio, reían porque había más residentes y se han podido repartir mejor a los pacientes”.

"Algo falla en el sistema cuando terminada la carrera y después de un año estudiando te sientes insegura ante un paciente"

Al llegar a casa, la sanitaria también debe seguir el protocolo establecido. “Vivo con mis padres y todo el rato estoy a más de dos metros de ellos al tiempo que ventilo mucho las estancias”, señala.

Por último, Bruna agradece el apoyo que la sociedad les brinda pero advierte que la consideración de héroes que se les está dando no le gusta. “Algo falla en el sistema cuando terminada la carrera y después de un año estudiando te sientes insegura ante un paciente y, que cuando llega el colapso tengamos que trabajar sin apoyo y bajo una presión que no es normal”, denuncia la sanitaria.

“Los médicos no somos héroes, sino más bien pringados de turno a los que toca trabajar el fin de semana sin cobrar las horas extras, profesionales a los que las guardias no computan para la jubilación o personal que debe utilizar dos días seguidos mascarillas que tienen una vida media de tres horas”.

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Anna

“Era impensable que el primer día de carrera profesional fuese en plena pandemia”, explica Anna Villabona, una médica de 25 años originaria de Sant Cugat. La sanitaria cuenta que nada hacia presagiar la magnitud de la actual situación cuando el pasado 5 de marzo regresó del viaje post-MIR que hizo junto algunas compañeras a Filipinas.

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“En poco tiempo pasé de estar pendiente de qué especialidad elegir a ver cómo podía ayudar en la lucha contra el coronavirus”, comenta Anna, quien antes de ser requerida por el sistema público de salud, trabajó durante dos días como voluntaria atendiendo llamadas del Sistema de Emergencias Médicas (SEM).

La joven sanitaria llamaba a las personas que se habían registrado como graves en la app Stop Covid-19 Cat habilitada por el gobierno catalán para identificar posibles contagiados. “Me facilitaron un Excel con un listado de teléfonos y unas preguntas para realizar a los usuarios. De esta forma hacíamos un cribado y el SEM solo llamaba a los que presentaban mayor gravedad”, explica la joven médica.

Después del voluntariado, y de la misma forma que a Natalia y Bruna, a Anna se le presentó la posibilidad de comenzar a trabajar en un centro de atención primaria de Terrassa, ciudad que a 29 de marzo presentaba ya 390 casos positivos por coronavirus.

“Tras aprender cómo funcionaba el programa informático, he comenzado a dar soporte telefónico a enfermos. De las dos llamadas que he realizado hoy, ninguna ha sido a un paciente con Covid-19”, cuenta Anna. La atención médica por teléfono es fundamental para reducir el número de personas que vayan presencialmente a los centros médicos y para hacer un seguimiento de las altas médicas por coronavirus.

“No hay que entrar en un bucle de ansiedad por miedo a contagiar a la familia. Hay que buscar un equilibrio"

“De momento, tenemos un contrato de dos meses. Así que la defensa de la plaza del MIR va para largo”, señala la debutante médica, a quien estos días de trabajo le servirán para evaluar si finalmente quiere dedicarse a la medicina de familia.

Anna indica que a pesar de llevar todos los elementos de protección tuvo que lavarse las manos al menos 25 veces durante su primer día de curro. “No hay que entrar en un bucle de ansiedad por miedo a contagiar a la familia. Hay que buscar un equilibrio. Los compañeros dicen que si sigues las normas del protocolo no tiene porqué de pasar nada”, finaliza la médica de Sant Cugat.

Sigue a David en @davidmeseguer.