CLOCK_3
Coronavirus

Por qué coño no me da tiempo a nada si estoy confinada

"Por fin vamos a tener tiempo hasta para no hacer nada", decían.

Cuando empezó todo esto mi amiga Jimena me dijo que, como Cervantes cuando estaba en la cárcel, de este confinamiento tenía que salirle un libro. Un libro no, más que un libro: una obra maestra.

Lo decía en broma, pero hubo quien lo pensó en serio, igual que hubo quien pensó en serio que por fin tendría tiempo para acabar su TFM o para leerse la ristra de libros que se había comprado pero que no había atinado a abrir aún o quien pensó que de esta sí, de esta sí que sí salía con abdominales. O quien creyó, simplemente, que por fin tendría tiempo para no hacer nada.

Publicidad

Pues bien, han pasado 44 días con sus 44 noches y, para muchos, nada de esto ha sucedido. Hay quien ha perdido su curro o lo que es peor, a un familiar, y entonces nada de eso le importa un carajo, como es lógico. Pero luego estamos los que, a pesar de que el coronavirus se ha cobrado el equivalente en víctimas a cinco atentados del 11M, víctimas en las que pensamos, muertes que aunque nos sean ajenas duelen, seguimos pudiendo preocuparnos por tonterías.

Con nuestras ocho horas de jornada laboral -al menos de momento- nos podamos agobiar por nimiedades y nos podemos hacer algunas preguntas absurdas como si volver a la normalidad será de verdad tan increíble o nos dará la misma o más ansiedad que estar confinados o como por qué coño no nos da tiempo a nada si estamos todo el día en casa.

Y esa sensación de "no llegar" es casi peor que antes, porque al menos cuando no estábamos confinados teníamos excusas. Excusas para no hacer deporte cada día -es que hoy he quedado, es que he perdido el tren y ya voy tarde, es que es miércoles y tengo que ir al cine que es el día del espectador-, excusas para no llamar a nuestras madres, excusas para no ponernos con el TFM ni con esa obra magna de las letras que nunca escribiremos y excusas para no hacer nada porque siempre había una terraza a la que ir a echar una caña o unos colegas que habían organizado una cena en casa.

"Al menos cuando no estábamos confinados teníamos excusas"

Publicidad

Así, al final del día las cuentas no nos cuadran con lo que, cuando amaneció, pensamos que íbamos a hacer. Y la explicación es sencilla: nos estamos exigiendo hacer cosas -aunque esas cosas sean, incluso, no hacer cosas- por encima de nuestras posibilidades. Lo explica la psicóloga Inés Bárcenas.

"Estamos haciendo unas estimaciones inadecuadas del tiempo efectivo que podemos emplear siendo productivos y estando activos durante el confinamiento. Porque, aunque pensemos que podemos saltar de la cama y hacer todas las actividades que queremos, parar de trabajar e inmediatamente después ponernos a hacer ejercicio y luego directamente llamar a nuestros amigos, esto no es realista. En nuestra vida cotidiana tenemos transiciones que marcan la temporalidad de las tareas diarias que nos marcamos. Esas transiciones ahora no existen, y el resultado puede ser el de tener pocos tiempos de reflexión, de "no hacer nada", de estar con uno mismo y airearse", explica.

Y el resultado es la frustración, el estrés y el agotamiento. La sensación de que, aunque no llegamos a todo, aunque nos sigue sin dar tiempo a nada, estamos igual o más cansados que antes. No estamos teniendo en cuenta, además, muchas de esas veces que sentimos que no nos da tiempo a nada, que estamos en estado de alarma no solo como sociedad sino también como individuos.

"Con el confinamiento llegaron un montón de medidas que provocaron abatimiento pero también la idea de que tendríamos más tiempo. Lo vimos mucho en redes sociales durante los primeros días, se decía eso de que esta era una oportunidad para leer todos esos libros que no habíamos leído, para ver todas esas series que no habíamos visto, para aprender a cocinar o a bailar salsa, y eso no es que no sea verdad sino que no es realista. No tuvimos en cuenta en ese momento, y probablemente tampoco cuando sentimos que 'no llegamos', que la cantidad de energía que empleamos en adaptarnos diariamente a esta situación de confinamiento, de incertidumbre sanitaria, política, social, económica y de libertad es grande", explica la psicoterapeuta.

Publicidad

"No tenemos en cuenta la gran cantidad de energía que empleamos en adaptarnos diariamente a esta situación de confinamiento"

"Así", continúa, "tendimos y seguimos tendiendo a imponernos una mayor cantidad de tareas que antes, toda esa idea de la autoexplotación como realización personal de acuerdo a la que ya operábamos antes de esto ahora se ha acrecentado más en lugar de disminuir. Pensamos que dado que estamos confinados y 'perdiéndonos' un montón de cosas, al menos tendremos que aprovechar la situación de alguna manera, y esa manera es siempre hacer, producir. Eso nos lleva a pensar que lo hacemos mal cuando no cumplimos, tanto por exigirnos más que antes como por no tener en cuenta la cantidad de energía que tenemos puesta en adaptarnos, resistir, aguantar o configurar una cierta seguridad en el momento presente".

Entonces, ¿qué? ¿La solución pasa por dejar de exigirse hacer cosas, por mandar a tomar por culo todas esas listas de tareas y darse a la vida contemplativa, si es que uno puede, para dejar de tener la sensación de no tener tiempo, de que no llegamos a todo?

"No. Hay que seguir exigiéndose y trabajando en los objetivos de cada cual, pero en la misma medida en la que estábamos haciéndolo antes de que todo esto pasara. Es decir, siendo realistas, entendiendo que hay un gasto de energía psicológica importante en nuestro día a día de adaptación a este contexto tan incierto por el coronavirus de la misma manera que antes había un "gasto de tiempo" en transporte, en ocio fuera de casa, etc… Además, tenemos que entender, también, que para lo que sí es una oportunidad este periodo de confinamiento es para atender y entender cuáles son nuestras verdaderas prioridades, tanto a nivel laboral como relacional, familiar, de ocio o de aprendizaje. ¿Qué me importa, qué me interesa, qué necesito hacer en este momento? Hay que moverse por metas muy presentes, realistas y aprender a priorizar", explica Inés Bárcenas.

Publicidad

Y se posiciona a favor de las listas de tareas, otro de los fenómenos que probablemente estemos experimentando los del "no me da tiempo a nada", hacer listas de tareas y ver cómo se incumplen, cómo las incumplimos sistemáticamente. "No son un error, las listas, o más bien los cuadrantes de tareas para organizarnos nos permiten ser realistas con nuestro tiempo siempre y cuando esas listas de tareas sean realistas, claro. Hay que ser incluso generosos al hacerlas, contando con los contratiempos que nos vamos a encontrar, porque siempre suceden, incluso en una etapa como esta. Y si nos sobra un poco de tiempo, intentar evitar invertirlo en actividades productivas", dice la psicóloga.

"Igual es que pecamos de ambiciosos. Igual es que no nos tiene que dar tiempo a todo"

Y luego hay otra: el móvil. Las ingente cantidad de tiempo invertido haciendo scroll y en videollamadas y en comentar memes por grupos de WhatsApp. "Ya lo veníamos usando como lo que los psicólogos llamamos un chupete emocional, un regulador a través del cual nos evadimos cuando estamos angustiados o estresados para intentar entender lo que sucede en nuestro contexto. Mayoritariamente recurrimos a él por dos motivos: la necesidad de estar constantemente informados ante esta incertidumbre que vivimos y la necesidad de sentirnos pertenecientes a grupos, a conversaciones… Sin embargo, la gratificación que esto nos da es instantánea pero vacía, y el efecto rebote es que nos distrae y nos desgasta por esa continua entrada y necesidad de procesamiento continuo, por esa necesidad de responder, de estar al tanto, conectados", comenta Bárcenas. Y añade que "esta tendencia a estar todo el rato pendiente del móvil tiene también que ver, sobre todo en estos días de aislamiento, con el miedo a mirarnos, a observarnos, a detectar que quizá lo estemos pasando mal, que tenemos miedos, que experimentamos cambios en nuestras perspectivas vitales y que probablemente en ellos hay realidades o verdades incómodas o inciertas".

Y así, concatenamos una videollamada con otra, el vídeo de yoga o de cardiobox con intentar hacer el TFM, el episodio piloto de Unorthodox, porque todo el mundo nos ha dicho que la tenemos que ver, con hacer scroll con la mirada perdida en Twitter pensando que la gente es gilipollas pero que en realidad siempre y al final del día nos preguntamos que cómo puede ser que no nos de tiempo a todo si estamos confinados. Igual es que pecamos de ambiciosos. Igual es que no nos tiene que dar tiempo a todo. Igual es que en ese todo hay infinidad de cosas prescindibles que no hacemos simplemente porque no queremos, o porque no podemos hacer. Ni confinados ni desconfinados.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.