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Ilustración de Jimena Duval
Vice Labs

Lo que pasa en Cuba no es un fenómeno aislado

Para el escritor Carlos Manuel Álvarez, “en Cuba el Internet sigue teniendo esa carga emancipadora que se le daba a Internet en los 90”.

El pasado 15 de julio, a sólo unos días de que iniciara el estallido social en Cuba, otro más en la región y que se posiciona en la estela de reclamos en Colombia y Chile, conversamos con el periodista Carlos Manuel Álvarez, quien ve todo lo que pasa desde afuera. El marco de la conversación no era otro, como ha sido en esta Residencia Política, que el de la libertad de expresión. Y a partir de ahí intentamos desandar los esquemas ideológicos para empezar a comprender lo que está pasando en Cuba. Entender el contexto, lxs personajes y el escenario sobre el que nos movemos. 

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¿Qué forma podría encauzar la fuerza inicial que toma una sociedad cuando recibe una herramienta nueva? ¿Cómo dominar Internet? ¿Y qué se entiende por dominio cuando las condiciones son precarias? ¿Cómo pensar el estallido social en Cuba como parte de la estela de protestas sociales en Latinoamérica en los últimos años? ¿Cómo pensar Cuba, luego de 60 años de Revolución, por fuera del viejo marco de la Guerra Fría? 

En esta primera entrega de esa conversación múltiple reproducimos el intercambio con el escritor y periodista cubano Carlos Manuel Álvarez.


VICE: Empiezo por el contexto. Se ha hablado mucho de que hay unas razones puntuales que tienen que ver con la emergencia sanitaria, con la pandemia y cómo eso derivó en una crisis económica y una crisis del turismo. Pero por otro lado también está el desgaste del régimen que lleva más de 60 años en el poder. Quisiera que tú pudieras englobar todo esto y hablar brevemente del contexto. Sé que hablar brevemente del contexto es un contrasentido pero sí me gustaría que pudieras posicionar todo esto.

Carlos Manuel Álvarez: Sí, pero nos movemos así, en los oximorones, así que no hay problema. Creo que, como dices, están esas cuestiones coyunturales que tú mencionaste muy bien y hay unos problemas estructurales que son los que de verdad le dan un sentido histórico a la protesta. Hacen que la protesta no sea algo al azar. Porque lo que la protesta está expresando no es algo que vaya a tener respuesta con alguna medida que resuelva las coyunturas que la desataron (la falta de medicina, de alimentos). La respuesta a esa protesta tiene que ser una respuesta a la estructura política del Estado, un cambio radical. Y eso es lo que se está exigiendo: un cambio de fondo. 

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VICE: ¿Cómo así?

CM: Estamos hablando de un país donde no hay libertades políticas de ningún tipo. No hay libertad de asociación, no hay libertad de movimiento, no hay libertad de prensa. Y básicamente eso, unido a la escasez material, a una pobreza cada vez más galopante, a la dolarización del país y a una crisis sanitaria, que además ataca uno de los aparatos de propaganda del poder, que es la salud pública del país… todo eso trajo como consecuencia que asistiéramos a las manifestaciones más impresionantes contra el castrismo en 60 años. Algo absolutamente inédito.

No es una protesta que, como te decía, pareciera limitarse a algunas medidas que está haciendo el gobierno, como permitir la entrada de medicamentos. Pero eso ya es una respuesta del poder político que sigue desconociendo lo que está pidiendo la gente y por lo que la gente está saliendo a la calle. Quieren seguir creyendo que lo están haciendo por algo que se puede resolver a nivel de decreto, cuando eso no es lo que el pueblo cubano está pidiendo…

VICE: Hablemos sobre este tema de las restricciones y sobre la falta de libertades políticas. En los últimos meses o quizás en los últimos dos años, las noticias que nos llegan desde Cuba muestran, sobre todo, intervenciones artísticas o intervenciones de activistas en el escenario público, como el Movimiento San Isidro, o distintas expresiones artísticas que reclaman estas libertades políticas. Y eso viene de la mano con detenciones arbitrarias, con acoso a periodistas… a ti te han detenido varias veces. Entonces la impresión que nos llega desde afuera es esa: que en el último par de años los artistas y las personas del campo de la cultura han sido quienes jalonan principalmente estos reclamos de libertades políticas. ¿Qué tan acertada es esta impresión?

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CM: En cierta medida puede explicarse a partir de ahí, pero también es un evento que excede al campo cultural sin dudas. Es un evento que está influido por muchas otras razones. Pero sí creo que es lícito afirmar que, anterior a este estallido, la gente está viendo con mayor frecuencia determinadas caras, determinados rostros cívicos que están exigiendo derechos que no son sólo los derechos personales de cada quien, sino que exigen derechos a la comunidad. Hay gente que está representando algo más que a sí mismos.

Creo que un salto importante que dio el campo artístico fue sobre todo a partir del año pasado, muy puntualmente con el Movimiento San Isidro. El Movimiento empezó a reclamar la falta de libertades que excedían su campo de acción. No se trataba solamente de que legalizaran determinadas galerías de arte, de que abrieran determinados espacios para el debate y el pensamiento, sino que exigían políticas duras, en algún sentido. 

VICE: ¿Políticas duras?

CM: Yo no soy un estudioso, ni mucho menos, de las revoluciones de terciopelo en Europa del Este, pero tengo entendido que en algunos países como Checoslovaquia fueron justamente los artistas los que impulsaron el cambio político. Y entonces en Cuba, al parecer, se está dando algo similar. 

Creo que a la gente se le ha entregado una logística simbólica que es muy importante para momentos de este tipo. Tienen un himno, tienen un lema como “Patria y vida”, tienen unas caras a las que acudir, tienen unos ejemplos anteriores de gente que ha puesto el cuerpo de manera muy radical y absoluta. Y sin duda eso ha impregnado y le ha llegado a la gente. Eso, unido a unas condiciones materiales paupérrimas que propician ese estallido, es lo que ha hecho que la protesta tenga una carga de conciencia política muy marcada.

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VICE: Me interesa eso que dices sobre la logística simbólica, de cómo el campo cultural le provee a los ciudadanos este repertorio. Y quisiera añadir un elemento: Internet. ¿Cómo todo esto, ligado a la aparición en Cuba de Internet y al uso de las redes sociales ha permitido que se den estas protestas? ¿Cómo entra Internet en este panorama?

CM: Es fundamental. Internet ni siquiera entra a jugar, Internet es el terreno sobre el que se construye todo lo que hemos estado hablando hasta ahora. En un mundo absolutamente líquido, Internet adquiere una condición material, casi física, que es donde están pasando las cosas. Entonces, sin ese mapa, sin ese paisaje, donde desplegar todas estas acciones, este concurso político que estamos haciendo no sería posible. Yo siempre paso por alto, y es un descuido mío, mencionar Internet en primera instancia para partir luego hacia cualquier información. Pero es evidente que los canales de acceso y de distribución de información, que ya no pasan por los aparatos de propaganda estatal, ni por los medios de comunicación en manos del Estado, han permitido unos flujos de ideas que antes no tenía la sociedad. Y eso ha oxigenado a la gente. 

VICE: ¿De qué manera?

CM: Yo mencionaba hace un rato, en otra charla, cómo la gente probablemente pida que le recarguen primero el celular, antes de que le envíen comida. Porque necesitan estar conectados a Internet, necesitan ver lo que está pasando. Y todo esto en una sociedad en la que tiene minoría de edad en estas cuestiones. Estamos asistiendo también a una suerte de experimento en donde la gente que sale a manifestarse son como una suerte de adolescentes-adultos que tienen una vida hecha en todo lo demás y se comportan como niños ante esta aparición casi milagrosa que el mundo conocía de sobra, pero los cubanos no. Y todo eso puede ser muy subversivo, ¿no? Porque igual los acercamientos a Internet de lo que está pasando ahí no están viciados ni codificados de la manera en que lo están en el mundo neoliberal: en Cuba el Internet sigue teniendo esa carga emancipadora que se le daba a internet en los 90. En Cuba tiene todavía esa característica que ya el mundo desconoce.

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VICE: Hablas de la minoría de edad. Y la sociedad cubana, por las condiciones materiales e históricas no es una sociedad caracterizada por salir a protestar. De hecho, ese es el gran acontecimiento en este momento. La experiencia anterior en Cuba fue la del Maleconazo en los años 90. Pero más allá de eso, muy pocas experiencias de salir a la calle, porque la protesta justamente está prohibida. Pero entonces, quisiera entender cómo vinculas esta minoría de edad con el mal uso —en este caso de manera positiva: el mal-usar Internet— para esquivar la cooptación neoliberal. Es decir, ¿cómo puede ser positiva la minoría de edad en este caso?

CM: Son muy interesantes los jardines en los que nos estamos metiendo, no los he pensado y eso está bueno. Pero a mí me parece que la minoría de edad es pareja tanto para el poder, como para la ciudadanía. Y evidentemente la ciudadanía, como es un cuerpo libre, que no está atado a unas estructuras burocráticas, se ha adelantado en el aprendizaje. Sabemos cómo los desarrolladores de tecnología en el Primer Mundo siempre son las fuerzas armadas, los militares. Y la tecnología se desarrolla ahí primero y luego pasa al campo civil. Y entonces ya cuando la gente está manejándose con una herramienta, toda la inteligencia del poder ya domina esa herramienta. ¿No? 

Pero en el caso de Cuba, el aprendizaje en principio es parejo. Y obviamente el cuerpo estatal, necrosado, tiene muy poco margen para aprender algo. Y no así la gente. Y ahí está la diferencia, me parece a mí. En cómo la gente se está apropiando de algo que lleva la delantera a su contraparte, al poder político. Ahí las relaciones hegemónicas cambian un poco. 

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VICE: ¿Incluso a pesar de que este terreno sobre el que se construye lo que está pasando —es decir, Internet— sea todavía un campo controlado por el régimen? Sabemos que esta semana ha habido apagones de Internet.

CM: Claro, claro. Incluso así, porque lo que hay que aprender en Cuba —no digo que lo hayamos logrado— es: cómo construir los relatos con todas esas cosas. El relato que incluye incluso el corte de Internet. El relato que incluye el silencio dentro del relato. La interrupción dentro del relato. Demostrar cómo ahora hay cosas que si no sabemos con exactitud, que si no hay transparencia, que si incluso hay fake news o información especulativa o demás, tenemos que partir en primera instancia de las condiciones con las que los cubanos tienen que informarse. Y eso sigue siendo culpa del poder político. Y sabemos que es una estrategia que pasa en todas partes: muchas veces —estoy seguro de que en Colombia pasa esto— echan a rodar fake news que luego reproducen los medios y la gente, justamente para que el Estado se victimice después. Hay que tener muy claras esas cosas y contarlas desde ahí también. Porque al final, las formas de resistencia que tenemos que ensayar no van a ser formas de resistencia que se puedan importar, tal cual, de Estados formalmente democráticos. 

VICE: Para seguir por los hilos que la conversación nos va dejando, creo que una cosa bien llamativa, para nosotros en Colombia, al menos, es la forma en que la élite política y el establecimiento caracteriza a las personas que salen a marchar. Se trata de las mismas categorías que está utilizando el establecimiento en Cuba. A pesar de que Cuba, entre muchísimas comillas, sea un gobierno de izquierda, mientras acá tenemos un gobierno de derecha (o de extrema derecha). La estigmatización hacia la protesta social viene dada en ambos casos con las mismas palabras. 

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CM: Tiene que ver con dos cosas. Tiene que ver con que Colombia tiene un gobierno autoritario y en Cuba hay un capitalismo de Estado. Entonces esa supuesta lejanía que hay entre estos gobiernos no es tal. A mí me interesa muchísimo cómo se puede contar esas divisiones absolutamente falsas que hay a la hora de analizar los problemas latinoamericanos y de analizar los problemas nacionales. Donde parece haber un cinturón de hierro soviético caribeño que componen Venezuela, Nicaragua y Cuba. Y parecen haber, luego, países que están azotados por el neoliberalismo más feroz, como Chile, Colombia y el Ecuador de Lenin Moreno. Y cuando analizas las cuestiones estructurales de quiénes son los que están dando la pelea y contra quiénes la están dando o cuál es el lenguaje del poder en estos lugares, tú ves que todas estas divisiones y fracturas se hacen justamente porque son muy funcionales para esos respectivos poderes en ambos mandos, pero no hay tal. 

VICE: Ajá…

CM: El relato que se está construyendo desde abajo tiene que derribar todas esas convenciones que son falsas. ¿Por qué? Porque a este cinturón de hierro-soviético-caribeño le viene muy bien mantener el fantasma neoliberal fuera como enemigo potencial para construir el relato desde dentro. Que es justamente lo que hace la franja neoliberal con el fantasma del castro-chavismo. Se están alimentando mutuamente esos poderes y estructuralmente, luego, quieren hacer ver como si esos problemas fueran nacionales, pero si vamos al lenguaje, que es la representación del mundo, vemos los paralelismos exactos entre lugares que no son Cuba y Venezuela o Colombia y Chile, sino Cuba y Colombia y Chile y Venezuela y vamos a ver integrada a Latinoamérica. Y veremos cómo a lo que nos estamos enfrentando es algo regional. Y algo donde las experiencias son muy comunes. Por eso en Cuba están usando el mismo lenguaje para desacreditar a los manifestantes: los acusan de vándalos, de marginales, de delincuentes. Y apelan a cuestiones de moral escolástica para desacreditarlos, y son manifestantes que tienen exactamente la misma composición social que pueden tener en Colombia.

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VICE: Usando este marco alternativo del que hablas, en donde uno ubica a estos países por fuera de los cinturones caribeño-soviéticos y neoliberales, e integra a todos estos países, ¿podría uno posicionar lo que está pasando en Cuba en la estela de lo que ha pasado en Chile y en Colombia? 

CM: No hay otro lugar desde el que a mí me interese leer lo que está pasando en Cuba. Esto es algo en lo que vengo insistiendo cada vez que escribo artículos de prensa en algunos medios, o cada vez que tengo charlas sobre algún tema latinoamericano o charlas de literatura; insisto mucho en leer a Cuba no de manera aislada ni excepcional. No leer a Cuba como ese reducto de la Guerra Fría y el bastión del comunismo en Occidente porque Cuba ya no es eso. Más allá de todo el empaque formal y de todo el disfraz ideológico, eso no es lo que está pasando en Cuba. Lo que está pasando en Cuba se lee perfectamente como una cuestión que está ocurriendo en el resto de Latinoamérica y también en EEUU. 

Si algo tiene el acto violento es que es transparente. Ahí se leen mucho mejor las categorías, cuando se desbordan esos consensos que mantienen bajo la sombra las represiones. Cuando ocurre un estallido de esta naturaleza es muy difícil que el poder se pueda esconder de la manera en que lo hace cuando ha mantenido el consenso. Y ahora resultan más evidentes esas cuestiones. Cuando yo veo el factor racial, el factor cultural de la gente dentro del mundo del arte y la cultura, que han sido la bandera simbólica de lo que ha pasado ahora, son gente que responden a las mismas lógicas, en su experiencia sentimental e intelectual, que los que están llevando las protestas en otros lugares. 

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VICE: Escribiste esta semana un pequeño texto sobre cómo, cuando la gente opina sobre lo que está pasando en Cuba, usa una serie de recursos retóricos como la subordinada o el subjuntivo. Tú escribías: “...no nos interesan, no nos hacen falta y váyanse a la puta mierda. Exprésense directo. Frontal. Porque las protestas se reivindican con oraciones enunciativas, modo indicativo, sujeto, verbo y predicado”. Me interesa que puedas expandir esta idea para pensar de qué manera el lenguaje más directo es lo que necesitamos, en vez de una retórica más escondida o enrevesada.

CM: Es curioso porque yo soy una persona que escribe con mucha subordinada y no utilizo un lenguaje tan directo como del que estoy hablando ahí. Pero estoy hablando, básicamente, de un lenguaje político y de la necesidad de nombrar las cosas. Esto en realidad es muy sencillo: estructuralmente el tipo de violencia que se ejerce en Cuba, y lo que la gente está reclamando, es algo que si se saca del altar sentimental que Cuba es para un rango importante de la izquierda latinoamericana, sería fuertemente condenado por ellos —por cierta izquierda latinoamericana. Y no lo es solo porque Cuba ocupa un lugar afectivo importante en ellos. (Y de manera muy reaccionaria lo ocupa Cuba, no los cubanos). Cuba como una idea desconectada absolutamente con quienes sostienen esa idea para los demás. A mí me parece eso, en principio cínico; en segundo lugar, hipócrita y en tercer lugar, cómplice. 

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VICE: ¿Por eso hablas de la sintaxis directa? 

CM: Por eso hablo de usar esa sintaxis directa de la denuncia cuando se usa en otros contextos de la misma manera. Y eso les ha servido a los cubanos para salir de trampas ideológicas en las que ellos también están, porque es un círculo vicioso: muchas veces los cubanos actúan con resentimiento hacia otros contextos latinoamericanos, y encuentran un refugio en la derecha, que también lo hace por intereses políticos precisos y esos son los que los apoyaron. Y yo no tengo que ir a refugiarme bajo la cama de la derecha, ni mucho menos, pero entiendo a quien lo hace. Puedo entenderlo. 

Porque ahora en España es el PP y Vox quienes están secuestrando el relato. Mientras que Podemos y el PSOE y Sánchez y demás siguen en la trampa de los eufemismos, porque hay muchos intereses económicos detrás, de hoteleras, de compañías españolas en Cuba, a la hora de mencionar lo que está sucediendo. Y les sirve muchísimo porque entonces dicen: “no, nosotros no nos podemos hacer cargo de eso, porque esa es la causa que defiende Vox o que defiende el PP”. ¡No! Es la causa que tú le has regalado a Vox y le has regalado al PP muy conscientemente para luego justificarte de por qué no apoyas algo que supuestamente está dentro de tu agenda política. 

VICE: ¿Cómo se evita que se secuestre ese relato? Se le ha entregado el relato de Cuba a la derecha latinoamericana y española, pero justamente de lo que hablamos es de cómo habría que desmarcarse de ese esquema de la Guerra Fría, no sólo para poder entender lo que pasa, sino para posicionarse adecuadamente. ¿Cómo podría uno, en términos de lenguaje, des-secuestrar el relato de Cuba por parte de la derecha?

CM: Es complicado porque lo que estamos haciendo es construyendo algo que no existe. Estamos hablando de un modelo que ha durado desde el año 59 y es anterior, además, pero es un esquema que cristaliza y adquiere su expresión más evidente alrededor de Cuba y de todos los movimientos políticos y revolucionarios sobre los que Cuba influyó en la segunda mitad del siglo XX en América latina. Y lo que estamos haciendo es desmarcando un modelo que caducó. Un modelo que es sumamente reaccionario. Que ideológicamente está en las antípodas de lo que formalmente parece ser. Y esto no es un trabajo de uno o dos días. Pero esto que estamos haciendo tú y yo acá y estas redes de sentido que estamos tejiendo afuera de los marcos convencionales que la prensa liberal y los políticos construyen es el desmontaje de esas estructuras. 

Esta entrevista se realizó gracias a las Residencias políticas y Vice Labs, en donde, a través de contexto, incidencia, arte y activismo se busca presentar maneras de hacerle frente a la crisis de derechos humanos y libertad de expresión que se vive hoy en día en América.

Santiago aparece por acá.