Dinero

Trucos reales que ha utilizado la gente para engañar a sus caseros

"Le eché morro y dije que le pagaría, pero sabía perfectamente que no lo iba a hacer".
engañar casero
Foto: Emily Bowler / VICE staff.  

Sería demasiado ambicioso tratar de hacer una lista de todos los pormenores de alquilar una casa. Sin embargo, si escribiera una novel de 700 páginas llamada Los caseros: la escoria de la Tierra, probablemente empezaría enumerando la pérdida de libertades fundamentales que se da cuando te conviertes en arrendatario. En los últimos años, los alquileres han aumentado hasta un 5 por ciento y, en España, el Gobierno se plantea limitar los alquileres en algunas zonas. Pero hasta que no se produzca esa regulación, la situación ha provocado que muchos acaben atrapados en viviendas en situaciones precarias y humillantes. Además, está el problema de compartir tu espacio personal con amigos, desconocidos o incluso tu pareja para poder permitirte llegar a fin de mes. Y al final acabas viviendo en un piso con humedades encima de un kebab en las afueras de la ciudad.

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Cuando tienes tan poco control sobre las cosas que te rodean, a veces necesitas tomarte la justicia por tu propia cuenta. A ver, no digo que mates a nadie, pero puedes tener un gatito y esconderlo en la despensa cuando llega el casero.

He aquí algunas historias de inquilinos que fueron un paso más allá.

‘Me ahorré un mes de alquiler a lo largo del año’

Hace unos años, se la jugué a mi casero. Hubo un mes en el que me iba a retrasar un par de días en el pago del alquiler y, aunque tenía intención de mencionarlo, nunca lo hice. El casero no dijo nada. Al mes siguiente hice lo mismo y tampoco se dio cuenta, así que empecé a pagar el alquiler un día o dos más tarde todos los meses. Me ahorré un mes de alquiler a lo largo del año. Nunca se dio cuenta. Probablemente era muy desorganizado.

También intentaba negociar mi alquiler demostrándole que la subida del precio de la vivienda no era equiparable a la subida de mi salario. En cinco años, creo que solo me aumentó el alquiler unos 20 euros. Helena*.

‘Escondíamos los adornos tradicionales taiwaneses para que pareciera que aún vivía un fan del Chelsea en esa habitación’

Por aquel entonces, compartía una casa con otras dos personas. Uno de mis compañeros quería irse a vivir a Londres, pero el casero no lo dejó. Se mudó igualmente y encontró a alguien para que lo reemplazara a través de una aplicación para encontrar compañeros de piso, Spare Room. Se llamaba María* y era de Taiwán. Buscaba casa urgentemente, así que le ofrecimos la habitación durante seis meses.

Los primeros meses, si se rompía un grifo o algo así, el casero venía a arreglarlo. Le pedimos que nos avisara al menos 24 horas antes y le explicamos la situación a Mary, que no hablaba muy bien inglés. Le dijimos que cuando viniera el casero, no podía haber nadie en la casa, y le pareció bien. Durante ese tiempo se iba media hora a una cafetería.

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Era entonces cuando yo o mi compañero entrábamos en su habitación, ella sabía que lo hacíamos, y sacábamos toda la ropa y maquillaje y lo repartíamos entre nuestras habitaciones. Cambiábamos las sábanas porque eran de color rosa y escondíamos los adornos tradicionales taiwaneses para que pareciera que todavía vivía ahí un fan del Chelsea. El casero sabía que tenía pósteres de Frank Lampard así que teníamos que volver a colgarlos. Cuando se iba, escribíamos a María para que volviera.

Nunca llegó a olérselo. Un par de veces mencionó: “Qué raro que Max* nunca esté aquí”, y yo contestaba que estaba muy ocupado trabajando.

Los últimos dos o tres meses, todos los días venía gente a ver la casa, pero hacíamos lo mismo. Una vez llegué a comprar un bote de Axe para echarlo por la habitación cuando no estaba María. Marcos*.

‘Le eché morro y dije que le pagaría, pero sabía perfectamente que no lo iba a hacer’

Una vez, le dije a mi casero que le pagaría el alquiler del último mes, aunque sabía que no nos iba a devolver la fianza. Básicamente, le eché cara y dije que le pagaría, pero sabía perfectamente que no lo iba a hacer. En resumidas cuentas, era un casero de mierda que tenía todo roto, sucio y podrido. Había vómito en el lavabo cuando llegamos y lo limpio de mala gana porque se lo pedimos explícitamente.

Por si fuera poco, nos enteramos de que uno de mis compañeros no había pagado el alquiler los últimos meses, así que el casero quiso que lo pagáramos los demás. Nos negamos y le dijimos que debería haber hecho las cuentas antes. Cuando se dio cuenta, ya nos habíamos ido de la casa. Edu*.

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‘Teníamos que esconder los gatos y el lagarto a toda prisa en la despensa’

Me mudé con mi marido, que entonces era mi novio, a Edimburgo. Nos pidieron una fianza de dos meses de alquiler más un mes por adelantado, por lo que tuvimos que invertir muchísimo dinero.

Cuando llevábamos allí un año más o menos, nos subieron el alquiler. En Edimburgo los alquileres no son baratos y estábamos pagando bastante entre los dos. Pero no estábamos a gusto. No podíamos cambiar nada, no podíamos mover los muebles, ni pintar las paredes. Así que, cuando nos subieron el precio del alquiler, nos rebelamos. Cogimos un gato y, seis meses después, otro. Luego un lagarto.

Teníamos inspecciones cada seis meses. Nos avisaban un día antes, así que metíamos a los gatos en transportines y los escondíamos en un aparcamiento, detrás de un coche.

La vez que más cerca estuvieron de pillarnos fue cuando nos íbamos a mudar. Venía gente constantemente a ver la casa y teníamos que esconder los gatos y el lagarto a toda prisa en la despensa y rezar para que no maullaran. Bethany .

‘Nos devolvió la fianza completa’

Me descontaron 100 € del alquiler. A mi casero le había costado alquilar otra propiedad, así que traté de negociar y le dije que podía descontarme 100 € o quedarse con otra casa vacía.

En otro piso, teníamos un escritorio de madera en mitad del pasillo. Era una tabla de madera que no servía para nada, así que la pusimos en el sótano donde acabó empapada y torcida. Compramos una lijadora para arreglarla, pero no lo conseguimos. Al final, la apoyamos en la caja del router para que estuviera recta. El casero ni se molestó en venir a comprobar que todo estaba bien y le bastó con ver las fotos, en las que no se veía la caja. Nos devolvió la fianza completa. Reece*.

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‘El casero nos preguntó de quién era ese gato que estaba tan cómodo’

Cuando fui a ver mi casa por primera vez, se me olvidó que tenía un gato y luego dije: “Mierda, no lo mencioné: Tengo un gato”, pero mis compañeros dijeron: “mola, es muy mona”.

Una vez vino el casero para echar un vistazo a la casa. Pensamos que con dejar al gato fuera sería suficiente. Obviamente, salió al jardín y dejó la puerta abierta, y el gato volvió a entrar y se sentó en el sofá. El casero nos preguntó de quién era ese gato que estaba tan cómodo. Nosotros contestamos: “Mmm, ¿el marrón o el gris?” y él dijo: “El negro”. Le explicamos que venían gatos de la calle constantemente. Estuvimos escondiéndola durante muchísimo tiempo hasta que, por desgracia, murió. Nina*.

‘Fuimos a juicio’

Mi amigo y yo nos fuimos a vivir juntos a un piso en 2003. Un mes después de mudarnos, recibimos una carta de los antiguos inquilinos. En la carta decían que el casero les había quitado el depósito, que tuviéramos cuidado y que si podíamos confirmar que el piso estaba limpio. Pensamos: “Oh, no. Vamos a tener problemas, pero ya hemos firmado el contrato. ¿Qué podemos hacer?”. Y al final nos olvidamos.

Cuando nos íbamos a mudar a otro piso, el casero vino a ver la casa y le dijo a un vecino que de ninguna manera nos iba a devolver la fianza y que habíamos dejado la casa hecha un desastre. En realidad, habíamos limpiado con cepillo hasta el sofá, habíamos contratado un servicio de limpieza… En definitiva, hicimos todo lo que pudimos para dejar la casa lo mejor posible.

No quiso devolvernos la fianza y no nos dio ninguna razón. Así que, lo denuncié y le enviaron una carta avisándole de que queríamos llevarlo a juicio. Creímos que con eso sería suficiente para amedrentarlo, pero no fue así. Fuimos a juicio pero no tuvimos que verlo porque ni siquiera se presentó y el jurado falló a en nuestro favor. Tenía que pagarnos la fianza y los gastos del juicio.

Un día después, recibí una llamada de un cobrador de morosos: “Oye, tío, me han pedido que venga a cobrar el dinero de vuestro casero, pero hay como tres o cuatro personas por delante de vosotros a las que también debe dinero. Me temo que no vais a ver ni un céntimo”. Joe.

*Se han cambiado los nombres.

@RubyJLL