Y me di cuenta por cosas muy tontas. Como que mi primera sensación cuando supe lo que le habían hecho a Alba fue la culpa. La habíamos dejado irse sola a casa (como si le tuviéramos que dar permiso, "la habíamos dejado irse sola"), nadie se había ofrecido a acompañarla. ¿Cómo pudimos no haberlo pensado, cómo pudimos quedarnos en el garito bailando mientras ella se iba a casa de madrugada y sin compañía?A partir de aquel día empecé a irme a casa en taxi si había anochecido, y a sacar las llaves mucho antes de llegar al portal y colocármelas en la mano a modo de puño americano. Como si fuera a servir de algo
A partir de aquel día empecé a irme a casa en taxi si había anochecido, y a sacar las llaves mucho antes de llegar al portal y colocármelas en la mano a modo de puño americano. Como si fuera a servir de algo. También empecé a cerrar la puerta de mi edificio en lugar de dejar que se cerrara sola detrás de mi espalda. Y a subir los tres pisos de escaleras medio andando medio corriendo.Cuando agredieron a Alba dejé de ponerme escote por las noches si sabía que en algún momento me iba a quedar sola, o a cerrármelo cuando estaba de vuelta. A pasar solo por calles en las que sabía que habría gente si era de noche, a llevar siempre el móvil en la mano o a fingir que hablaba por teléfono.También aprendí lo jodido que es poner una denuncia por agresión sexual, algo que ya había vivido la primera vez que una de mis amigas tuvo que ponerla —dos de cinco, que se venga Un Tío Blanco Hetero con nosotras un día y nos diga que no existe una cultura de la violación—, pero sobre lo que no había reflexionado.Cada vez que a Alba le llegaba una citación, o cuando le dijeron que su agresor había salido de prisión porque había cumplido el tiempo de preventiva, me planteaba si realmente merecía la pena denunciar
Cuando agredieron a Alba entendí lo difícil que era hablar de una agresión sexual, en ocasiones más para nuestro entorno que para ella misma. Muchos de mis amigos me preguntaban a mí en lugar de a Alba cómo se encontraba, no sé si para no incomodarla o para no reconocer del todo lo que había ocurrido, para quitarle hierro.A alguno de ellos le respondía que se dirigiera directamente a ella, que quizá lo necesitaba. Que si le hubieran dado una paliza o hubiera tenido un accidente se habrían interesado por ella sin reparo y sin vergüenza, asumiendo lo que había pasado, lo que ese malnacido le había hecho.Aprendí que tenía que tener miedo. Pero poco después se produjo la violación de Sanfermines y aprendí que también tenía que tener rabia. Aprendí a no callarme cuando algún gilipollas decía eso de "es que ahora vamos a tener que firmar un contrato para follar" o lo de "a mí también me pueden pegar por la calle volviendo a casa
Cuando agredieron a Alba aprendí que tenía que tener miedo. Pero poco después se produjo la violación de Sanfermines y aprendí que también tenía que tener rabia. Aprendí a no callarme cuando algún gilipollas decía eso de "es que ahora vamos a tener que firmar un contrato para follar" o lo de "a mí también me pueden pegar por la calle volviendo a casa". A responder a los piropos. A tratar de sobreponerme al miedo. Al menos a veces. Al menos de día.El día 8 de marzo fui con mis cinco amigas de toda la vida a la manifestación. La madre de Alba vino con nosotras. La miré mientras gritábamos "sola, borracha, quiero llegar a casa" y parecía que tenía los ojos llorosos, no sé si de emoción o de rabia. La hermana pequeña de Alba también estaba con nosotras. Y aprendí entonces, supe entonces que cuando agredieron a Alba no solo agredieron a Alba. Nos agredieron a todas nosotras, nos condenaron al miedo y la rabia. Supe que cuando agredes a una mujer no solo agredes a una mujer. Agredes a todo un género.*Alba no es un nombre real, lo hemos cambiado para garantizar su anonimato.Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.Cuando agredieron a Alba no solo agredieron a Alba. Nos agredieron a todas nosotras, nos condenaron al miedo y la rabia