Los múltiples rostros de Francisco Victoria
Foto por Esteban Vargas

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Música

Los múltiples rostros de Francisco Victoria

¿Cómo es escapar de una ciudad en donde nadie te acepta y terminar grabando un disco pop? Francisco Victoria, un joven cantante chileno apadrinado por Álex Anwandter, nos cuenta en esta entrevista.

Si gugleas «Francisco Victoria» no vas a encontrar nada sobre Francisco Victoria. Esta es la primera entrevista de este cantante chileno apadrinado por Álex Anwandter. Si le das play a "Marinos", la primera canción que ha escogido estrenar, te vas a topar con un joven intenso, si se quiere un tanto afectado, que se divide entre el temor y la confianza. Esa dicotomía —que también surge al conversar con él— tiene cierto atractivo.

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El escritor chileno Óscar Contardo, autor de los ensayos La era ochentera: tevé, pop y under en el Chile de los ochentas y Raro: Una historia gay de Chile, es uno de los que ya escuchó "Marinos" y también otras canciones que Francisco Victoria compartió con Noisey. «Me gustó. Pop melancólico bailable. Me recordó a Bronsky Beat. El ambiente de "Marinos" y "Si vuelves del sur" tiene esa densidad de chico-que-busca-su-destino-a-pesar-de-todo, de "Smalltown Boy". Se nota la mano de Anwandter, pero no hasta al punto de restarle carácter propio a Francisco Victoria», dijo Contardo.

Francisco Victoria —cabe decir— se niega a revelar su nombre real. Sólo dice que tiene 21 años y que viene del sur de Chile. Pero, de todos modos, está dispuesto a compartir sus recovecos.

NOISEY: ¿Cómo te presentarías a alguien que nunca escuchó hablar de ti?
Francisco Victoria: Como un artista joven que tiene algo que decir.

¿Te acuerdas de la primera vez que cantaste frente a un espejo?
La verdad es que no. Siempre estuve expuesto a personas: estaba en el coro de la iglesia de un colegio católico cuando era chico —lo que fue el mayor error del mundo— entonces siempre había gente. Nunca me vi a mí en el espejo, creo que hace poco empecé a hacerlo.

¿Desde qué edad cantas?
Desde los cinco años. Cantaba las típicas cosas terribles de iglesia —ja ja ja—.

¿Sigues asistiendo a la iglesia?
No, no tengo nada que ver con la Iglesia.

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¿En qué momento dejas de participar en la iglesia?
Creo que cuando me di cuenta que era muy violenta. Para mí la Iglesia se ha vuelto como un símbolo indiscutible de violencia. Y es demasiado grande y hay demasiada gente que sufre gracias a la Iglesia. Yo creo que cuando me fui de mi casa a los 18 años, y me vine a Santiago, estuvo ese punto de quiebre donde me enfrenté a esta violencia. Y claro: gran parte de eso venía de los evangélicos, de la Iglesia Católica; entonces fue un shock de realidad donde me dije a mí mismo: «no puedo estar pensando que existe algo ahí que está avalando esto».

¿De qué ciudad vienes?
Del sur, de la Araucanía.

¿De qué sector de la Región de la Araucanía? ¿De Victoria?
Prefiero mantenerlo en…

¿Secreto? ¿Te gusta el misterio?
Ja ja ja…. Sí, sí…

¿Crecer en una época dominada por los concursos de talento te impulsó de algún modo a ser un cantante pop?
A mis papás les encantaba; siempre les gustaba llevarme a concursos y cosas. Pero… pero siempre me gustó más estar solo y hacer música. Una cosa más personal nomás, en vez que esperar aprobación de todo el mundo.

¿Eras ese niño que los papás hacen cantar en los almuerzos familiares?
Ja ja ja. Lo intentaban; lo intentaban y no lo lograban. Era el clásico «oye, tócate un tema».

El Sureño

Foto por Valentina Palavencio

¿A qué edad empezaste a escribir canciones?
Desde los 14.

¿En qué circunstancias te pusiste a componer esas canciones?
Creo que lo que me pasó, en este mismo contexto del colegio católico, en el pueblo, me daba una urgencia de decir un montón de cosas que me estaban pasando. Esa adolescencia como que llega nomás y es como… no sé; como que me enamoré de alguien y no quería decírselo a nadie, entonces quería escribirlo, como que era lo lógico de hacer. Mi mamá y toda mi familia son profesores de música, o han hecho música en algún momento, y era como el camino natural escaparme de esas cosas. No sé: en el colegio me trataban remal.

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¿Qué te decían en el colegio?
Fleto [maricón]… Escribir canciones entonces era como lo lógico…

Una vía de escape.
Sí, sí…

¿Qué opinaban tus amigos?
Estaba bien solo, la verdad. O sea, en algún momento decidí tener amigos y, no sé, hacer lo que se supone que uno tiene que hacer. Pero nunca estuve muy allá [en el sur]. Como que cuando me vine para Santiago pude verme para atrás y era como… O sea: yo soy esa persona que estaba allá, pero nunca pertenecí mucho. Yo creo que es porque nadie —y pasa con un montón de personas— nadie nunca me aceptó de ninguna manera.

¿Y en Santiago encontraste la aceptación?
Sí, tengo una especie de familia de artistas que han sido como mi casa; y creo que eso es muy importante.

El Alumno

Tú hiciste un taller de producción musical que dictó Álex Anwandter en la Corporación Cultural Balmaceda. ¿Cómo pasó Álex de ser tu profesor al productor de tu disco debut?
El 2014 había salido recién del colegio, tenía 18, y se me pasó por la mente: «tengo que irme a Santiago, tengo que irme a Santiago, tengo que salir de acá». Y como que justo salió esta cosa del taller de Álex. Yo era como súper admirador de su trabajo. Y nada: mandé mis demos, que había hecho allá como pude, y le gustaron. Y claro: estuve viajando como tres meses todos los lunes desde allá como ocho horas en bus para ir al taller. Creo que eso le valió mucho a Álex; y a mí me valió mucho lo que él tenía para entregarme, entonces se dio todo muy natural. Después él me ofreció trabajar conmigo y eso para mí fue como un «tenís que venirte, tenís que venirte [a Santiago]»… Y nada: me vine ese mismo año, en julio, y empezamos a trabajar.

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¿Cuántos compañeros eran en ese taller?
Eran hartos, eran como 30, pero después quedamos 15, después 3, y al final quedamos nosotros dos, Álex y yo —ja ja ja—.

¿Cómo eran las primeras canciones que armaron juntos?
Como que mi instrumento siempre ha sido la guitarra. Desde los 8 años tomaba clases de guitarra clásica y todas mis canciones estaban compuestas con guitarra. Pero igual había muchas cosas que yo no sabía o de las que no tenía conciencia, y en eso Álex me ayudó un montón; cuando llegué acá fue medio borrón y cuenta nueva, como aprendamos a componer juntos de nuevo. Y en eso he estado los últimos tres años.

¿Alex era muy obsesivo como productor? Él suele decir que para cada disco graba unas 100 canciones y después sólo deja 10.
Sí… Yo siento que es parte de su manera [de trabajar], es aprender equivocándose, que me parece muy bacán. Yo, gracias a que él tenía todo este conocimiento, me salté algunos errores que podría haber cometido en diez años de hacer canciones. Como que nos enfocamos en hacer piezas que se pudiesen valer por sí mismas y trabajarlas hasta que quedaran bien. Hubo muchas canciones que quedaron fuera, pero muchas, por un millón de razones. Canciones que ya estaban terminadas, y fue como «bueno, no; no da la talla». Entonces no sé si era obsesivo; yo creo que Álex tiene unos estándares súper importantes para hacer las cosas, y a él le funcionan, y creo que me acostumbré también a trabajar con esos estándares.

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¿Cómo era la producción? ¿Tú llegabas con una propuesta? ¿Él te mostraba una?
Sí, la dinámica en estos tres años fue bien de él como guía, un poco, como una especie de mentor desde la composición. Yo llegaba con una especie de canción en guitarra, y con una idea de producción para esa canción, y con Álex la trabajábamos y definíamos para dónde queríamos ir con esa idea. Y claro: desde esa idea que tenía, de composición y producción, yo iba como haciendo y rehaciendo y rehaciendo miles de veces cada cosa hasta que quedara lo mejor posible. Llevábamos todas esas ideas a su estado como más puro y lo mejor posible.

¿Alguna canción quedó de la etapa del taller?
Hay una, que es la última del disco, y que es la primera que hice para el disco. Se llama "Quiero que quieras saber de mí" —je— y es como una balada sesentera que habla sobre una relación que tuve en el sur, y de lo violento que fue para los dos estar en ese contexto de la iglesia y el colegio y la gente.

El Romántico

Foto pot Esteban Vargas

¿Cuándo se lanza tu disco?
Probablemente a comienzos del otro año. Y bajo el sello de Álex —5AM— y el sello Azul Industria. Tiene un lado súper electrónico, que se trata de drum machines y de sintetizadores y de estructuras de canciones súper ochentas. Y, por otra parte, está una cosa medio sesentas, de esa canción antigua bien romántica; pero no tanto de sentimentalismo, sino que de interpretación y de qué instrumentos se ocupan.

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En el sello de Álex nos facilitaron tres canciones para la entrevista: "Marinos", "Quiero volver" y "Si vuelves del sur".
"Marinos" es medio una culminación de uns rabia que sentía en un momento estando acá en Santiago, cuando tu vida personal fracasa y tenís 21 años y sentís que tenís que hacer muchas cosas, que tenís que cumplir con un millón de estándares que tú mismo te ponís y que las personas que "les va bien" sienten que tú tenís que hacer. Y todas estas cosas personales, todas estas relaciones que uno tiene, se cuelan junto con toda esta energía penca que te llega de todas partes. "Marinos" es todo eso traducido en una canción. Me gusta pensar en "Marinos" como un cristal que en cada uno de los lados tiene una parte mía muy personal: cómo me siento con mis relaciones, cómo me siento con Santiago, cómo me siento con quién soy y de dónde vengo… Creo que por eso también era un poco lógico que fuese el single, que fuera lo primero que se escuchara.

¿El coro —que dice «tengo miedo marino»— es una cita al «Tengo miedo torero» de Pedro Lemebel?
Sí, claro. Siento que es súper importante estar en contacto con estos personajes históricos. En el disco hay varias citas y hay varias cosas que se cuelan de Violeta Parra, también. Pero no de esa manera de pronunciar mal las palabras o creer que soy del campo adentro, no. Es una manera de ver y sentir las cosas que a uno se le pega, nomás. Yo siempre estoy leyendo e investigando y —no sé— esa frase [«tengo miedo marino»] es como decir «sí, yo también tengo miedo; y estoy en esta relación y estoy en este lugar [el sur] y tengo miedo de muchas cosas». Es bien potente también porque a la gente no le gusta admitir que tiene miedo.

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¿Y tú todavía tienes miedo?
Uno tiene miedo siempre. Siento que es bien importante ayudarse de estas personas, de estos artistas que existieron antes que uno, a través de este tipo de cosas [de la citas]. Las letras de mi disco no existirían sin Violeta, sin Víctor [Jara], sin Inti-Illimani.

Sin el mismo Álex.
Sí, por supuesto. Yo me acuerdo que lo primero que escuché de Álex fue una canción del [disco] Rebeldes.

¿Cuál?
"Tatuaje". Fue muy lindo porque cuando la escuché, se me salieron todos los prejuicios de todo. Antes me gustaba más el rock porque tenía que ser como más machito. Después descubrí que no, que nada de eso importaba, y como que la música de Álex me tocó mucho en ese sentido. Uno de mis discos favoritos es el Rebeldes: se lo he dicho y siempre se lo digo. Álex ha sido como un hermano mayor para mí y lo quiero mucho.

"Tatuaje" fue una de las primeras —si no la primera— canción de amor chilena cantada por un hombre y con referencia a otro hombre.
Sí, yo siento que fue un quiebre para mí. O sea, era como «al final alguien lo está diciendo». Y era justo el tiempo de hacerlo. Creo que si alguien lo dijera ahora ya no será lo mismo. Y creo que ese es el valor también de esa canción y de ese disco.

¿De qué trata tu canción "Quiero volver"?
Trata sobre otra relación… Parece que soy medio intenso —ja ja ja —. "Quiero volver" habla sobre una relación bien larga y de ese punto donde uno está muy solo y como que no querís volver con alguien realmente. Solo querís volver a sentirte feliz de nuevo con las cosas que teníai antes. Solo quieres volver a lo que sentíai cuando estabas con esa persona. Volver a ese estado mental donde sentís que estái con alguien nomás. Es bien raro igual.

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¿El romance es una lucha para ti?
Sí, yo creo que se me vuelve medio tortuoso, siempre se me ha vuelto medio tortuoso. Vivo acostumbrándome a todas las etapas que tengo que estar viviendo, a todas las mudanzas que tengo que tener constantemente, a todos los amigos que se van, y a todas las relaciones, las que a veces no son ni relaciones. Es algo que nos pasa a todos. A veces uno está en estos limbos sentimentales y no todos quieren hablar de esos limbos.

¿Has cantando alguna vez en vivo estas canciones?
No, de hecho el otro jueves (el 26 de octubre en La Batuta) es la primera vez que voy a tocar en Santiago. Voy a estar antes que Planeta No y voy a tocar el disco completo.

¿Álex te ha dado algún consejo?
Sí, yo siento que he aprendido un montón de él en un montón de cosas. Igual no somos tan parecidos en hartas cosa y eso igual me parece bueno.

¿Qué diferencias y similitudes existen entre Francisco Victoria y Álex Anwandter?
Para empezar somos personas con experiencias muy distintas: yo vengo del sur. Desde ahí ya se definen un montón de cosas. Pero me gusta que esas diferencias se den, porque estamos como muy unidos trabajando. No hay un esfuerzo por separarse como en conceptos ni en nada. Esas separaciones como que se dan solas nomás. Yo le he entregado muchas cosas de mí y él me ha enseñado muchas cosas. Desde hace un año, además, toco la guitarra en su banda.

¿Con tu música sientes que encontraste tu lugar?
Aprendí algo del lenguaje y de cómo canalizar bien lo que estoy sintiendo en vez que ponerlo en un post en Facebook o de odiar a todo el mundo en Twitter. Al final, este momento de lanzar estas canciones, o esta canción en específico —"Marinos"— es al fin compartir algo. Al final la canción no está completa hasta que la escucha alguien que no sea yo o mis amigos. A alguien le va a llegar, y eso lo encuentro muy valioso.

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