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El taxista del 'piscinazo' ya es leyenda

La sociedad entera lo tilda de farsante pero ¿y si nos lo creemos?
taxista piscinazo
Captura de pantalla de YouTube

Madrid tiene un nuevo héroe, alguien que ahora deambula por los márgenes de lo extraordinario y lo mágico, un ser que ya no podemos considerar humano, sino leyenda.

Se trata del taxista del “piscinazo”, nombre ofensivo a la par que inadecuado que algunos medios, que no han acabado de entender la magnitud de los hechos, le han puesto a este personaje. ¿Los hechos? Bien, primero hablemos de los hechos.

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Durante el desalojo de los taxistas que estaban ocupando el paseo de la Castellana en Madrid protestando en contra de la regulación de las licencias VTC —desalojo, todo hay que decirlo, que se ha producido sin incidentes—, ha sucedido. Un policía ha cogido por el brazo a un hombre con chaqueta roja y este ha caído desplomado al suelo, despojado de toda energía. Observadlo con vuestros propios ojos.

Los personajes aquí son un policía y un taxista, pero quién sabe si ese tipo con casco era realmente un policía y quién sabe si ese otro tipo vestido de carmesí reluciente era realmente un taxista. Al fin y al cabo los hombres y las mujeres no se definen por sus cargos y sus trabajos, puede que la huella que ese policía deje en el mundo y sus personas no sea la de un simple policía —un buen policía o un mal policía—, sino la de un simpático señor que sabía escuchar a las personas cuando tenían problemas y que, joder, tenías que haber probado sus tortillas de patatas porque le alegraban a uno los domingos. Ya me entendéis, no importa que se trate de un policía y un taxista, podrían ser un carnicero y un coleccionista de pájaros, desprendámonos de estas etiquetas para analizar este suceso inaudito y maravilloso.

Como ya sabéis, siempre hay un incidente que desencadena el viaje del héroe. El tren descarrilado en El Protegido o el bullying que sufre Bastian en La historia interminable. En el caso que nos atañe, lo que activa el mecanismo narrativo es un contacto físico inesperado, suave pero tremebundo. Este:

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No podemos juzgar los hechos solo por lo evidente, el iceberg es irrisorio en la superficie pero descomunal bajo el agua. No conocemos la historia que nos ha llevado aquí. Este sutil roce, esta —incluso— muestra de cariño, podría ser la gota que colma el vaso dentro de una tragedia sin igual. El aleteo de una mariposa podría hacer estallar a un hombre cuerdo si este hubiera sufrido mil vejaciones e infortunios previos sin descanso. No podemos juzgar al hombre de rojo por lo que vemos en el vídeo sin conocer qué hay detrás, qué inquietudes y debilidades son las que asolan su existencia. Grandes hombres han caído por mucho menos, recordemos la caída del Rey emérito Juan Carlos I o el fatal accidente de Eduardo Inda, y su nobleza siempre se ha mantenido íntegra y de su dignidad nunca hemos dudado. Hermano de rojo, yo sí te creo.

La escena es demoledora. Como si de la niña de rojo de La lista de Schindler se tratara, nuestro héroe aparece de la nada —entrando por el lado izquierdo del plano— como un secundario más de toda esta colmena humana, ataviado con su ya característico anorak rojo. Él no es nadie, pero las acciones lo convertirán en leyenda. Esa caída lo convierte en protagonista de una lucha que, a todas luces, nunca podrá ser ganada, pues justificar su desplome se presenta, ante esta sociedad, como una quimera mastodóntica. “Es que tú querías caerte”, “¿Qué hacías a esas horas por la calle?”, “Lo estabas pidiendo”. Cuestionando sin dignidad a una víctima convertida en verdugo, como en El Equipo A. ¿Y si las avanzadas técnicas de entrenamiento a las que son sometidos los cuerpos de la Policía Nacional son capaces de desarrollar una sutil técnica de ataque que consiste, precisamente, en cortar la circulación sanguínea de la personas mediante un ligero apretón en el antebrazo? No lo sabremos nunca. Si nos mintieron con el 11-M y nos ocultaron el MK Ultra, ¿por qué no podrían estar ocultándonos técnicas sobrehumanas de defensa y ataque?

¿Y si en ese preciso momento le dio un ataque de algo? Puede que se tratara de una casualidad demencial, una broma cruel del destino. En ese preciso momento le fallaron las piernas por otro motivo, la excursión en bici del fin de semana causando estragos en ese mismo momento; una prótesis de la rodilla quebrándose; o unas insostenibles ganas de dormir.

Incluso, fuera de todas estas posibilidades, si el “piscinazo” fuera cierto, el simple acto justificaría su grandeza. Creer que con su pantomima podría colarle al mundo que ha sido agredido por un policía supura una preciosa inocencia que lo convierte en un ángel. La vastedad de lo que supone asumir la humillación pública —el teatrillo es vidente— por el bien común es de un honor incomprensible, digno de dioses. Es un sacrificio individual en pro de una comunidad. Este aterrizaje solo pretendía mejorar la opinión pública de los taxistas, quienes en muchos estratos de la sociedad han sido vilipendiados por ejercer su derecho a huelga y han sido el blanco de escupitajos en forma de agresivos ataques líricos, de andanadas de palabros como “rancio”, “viejuno”, “anticuado”, “sectario”, “mafioso” y muchos otros improperios que sucumben al tópico igual de avinagrado de que, supuestamente, esos taxistas que “no se adaptan a los tiempos modernos”.

Es por eso que el hombre de rojo es un héroe, porque se encuentra solo ante la opinión pública. Un Galileo moderno. Héroe de traje escarlata, te creemos. Te creemos aunque toda la lógica que mantiene este mundo en funcionamiento vaya en contra de ti. Te creemos porque queremos que existas y seas, por fin, una leyenda.