Collage por Silvana Noya
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Identidad

Ser bisexual: un gris en medio del arco iris

Una orientación definida como una etapa. ¿Cómo es ser bisexual y querer encajar socialmente? Entre mitos y estereotipos la bisexualidad sigue siendo una lucha.

El 28 de junio de 1969, ocurrieron los históricos disturbios en el bar neoyorquino Stonewall Inn del Greenwich Village, donde se llevó a cabo una serie de manifestaciones, contra una redada policial que tuvo lugar esa misma madrugada. Stonewall Inn fue clave, ya que en la década del 60 funcionaba como uno de los pocos establecimientos donde aceptaban como clientes a personas abiertamente homosexuales, transexuales y Drag Queens.

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Un año después, el 28 de junio de 1970, en Nueva York, Brenda Howard, activista bisexual estadounidense, coordinó la primera marcha por el Orgullo LGBT –como acto de reconocimiento a las comunidades de lesbianas, gays, bisexuales y transgénero–. Considerando la fecha de los disturbios de Stonewall, fue ella quien organizó el primer desfile del Orgullo, partiendo desde la calle Christopher Street hasta el Central Park. Brenda Howard, quien participaba en el movimiento Frente de Liberación Gay y que luego fue parte de La Alianza de Activistas Gays, se consagró como “the mother of pride”, la madre del orgullo, ya que no solo coordinó esta primera marcha histórica, sino que también ideó lo que hoy se conoce como la Semana del Orgullo -del 28 de junio al 7 de julio- que se celebra mundialmente.


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Un acto inicial en donde existían y se validaban las identidades de solo cuatro letras (LGBT), pero que dio pie para que otras identidades también llevaran a cabo sus luchas. Hoy en día La comunidad LGTTBIQA+ (Lesbiana, Gay, Travesti, Transexual, Transgénero, Bisexual, Intersexual, Queer, Asexual y más) ha logrado significativos avances en la sociedad global y también latinoamericana. Según un reporte de 2019 de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Inters (ILGA), en América Latina los países en los cuales el matrimonio igualitario es legal son Argentina (2010), Brasil y Uruguay (2013), Colombia (2016) y Ecuador (2019). En México solo algunos estados han reconocido como legal el matrimonio entre personas del mismo sexo; la decisión en otros países de la región está aún pendiente.

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Sin embargo, en muchos de estos países, la bisexualidad es una de las orientaciones sexuales con menos referentes visibles. La letra B continúa siendo, hasta el día de hoy, algo desconocido, una fantasía para el mundo heterosexual y una ambigüedad para el mundo homosexual.

Descubrí que sería difícil explicar cómo me caracterizaba, por una sencilla razón: la bisexualidad no se ve.

Tenía 23 años cuando salía con un chico que me gustaba y la pasábamos bien. Una tarde cualquiera la conocí a ella, se sentó adelante mío en la facultad, se dio vuelta para hacerme dos chistes absurdos y desde ese momento una serie de claridades aparecieron en mi cabeza, la primera fue que no quería ser su amiga, quería algo más, y la segunda, que mi vida sería un mapa constante de destinos imprecisos. Ese destino se derrumbó después de tres meses de romance, ella se identificaba como lesbiana y no creía que yo fuese real, me decía: “Me vas a dejar por un pibe”.

Todo lo que sucedió después, con varones y mujeres, jamás significó un gran conflicto interno para mí. Me convencí de que la exploración no iba a resultar más trabajosa que de costumbre cuando de vida amorosa o sexual se trata, y con independencia de los resultados encontré algo: descubrí que sería difícil explicar cómo me caracterizaba, por una sencilla razón: la bisexualidad no se ve.

Luego de pasar por exámenes constantes donde la gente me preguntaba, qué me gusta de verdad, qué me gusta más, si voy a elegir en algún momento, mi bisexualidad comenzó a ser un verdadero sacrilegio para el 80 por ciento de las personas (familiares, amigos, parejas) que me rodeaban, sin entender que no estoy de paso por el lesbianismo mientras espero la llegada del varón.

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¿Qué significa ser bisexual?

La bisexualidad significa atracción sexual hacia tu propio género y otros. Sin embargo, fue una palabra que, con el correr del tiempo, cambió de significado, ya que los géneros también salieron del clóset, entonces dejó de ser un punto de vista solo binario (varón o mujer). Hoy se trata de personas. De hecho, en el manifiesto de Fritz Klein, The bisexual option, de 1978, dice que las personas bisexuales se sienten atraídas afectiva y sexualmente por todos los sexos y géneros. Es decir, nos atrae una persona indistintamente del género al que pertenezca.

“La B -dentro de las siglas de la comunidad LGTBQ- apareció en Argentina en 1997, luego de que Alejandra Sardá, activista que primero se reconoció como lesbiana, dijera al mundo que se consideraba bisexual, un escándalo”, así lo expresa María Luisa Peralta, bióloga, lesbiana, activista y escritora argentina en el libro Bisexualidades Feministas. Laura Arnés, coautora del mismo libro, doctora en Letras e investigadora del CONICET –organismo dedicado a la promoción la ciencia y la tecnología en Argentina–, hace hincapié en los mitos y rumores presentes frente al tema: “Las mujeres bisexuales somos promiscuas, estamos confundidas, no sabemos lo que queremos porque se supone que estoy pasando por una fase, una fase que se me va a pasar para continuar con mi heterosexualidad o una fase que me servirá como puerta de entrada hacia el lesbianismo, esos son los más conocidos y en realidad, no existe la bisexualidad como entidad absoluta, como tampoco la homosexualidad o la heterosexualidad. Se trata, en definitiva, de historias humanas, numerosas circunstancias, contextos sociales, culturales, historias familiares y grupos de pertenencia que deciden así una posición política”.

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La sexualidad dista de ser un asunto privado que se practica en la intimidad, ya que siempre ha sido tenida en cuenta por los actores políticos que regulan el comportamiento de la ciudadanía, como son los Estados, las religiones, el sistema educativo, etc. Se ha producido entonces, una evolución, la regulación de la sexualidad muestra la importancia de indicar una identidad política con la creación de identidades sexuales y movimientos sociales.


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Fernando se pinta las uñas, los labios y usa vestido. Tiene 23 años. Dice que es no binario, pasó toda su adolescencia, hasta los 19 años, estando con mujeres, sin imaginarse que también quería estar con varones. Un día se reunió con unos amigos, “uno de los chicos que estaba esa noche intentó besarme y no lo rechacé”. Terminaron en la cama, todo se desencadenó de una manera natural, “salvo cuando lo vi desnudo, ahí si dije: ¿Qué hago con todo eso?”. Esa fue su primera vez con un hombre, pero no fue la primera relación sexual en su vida.

Fernando no se identifica con nada, le gusta la palabra puto (en Argentina sinónimo de gay), pero no se asume como gay, sino que se apropia de la palabra, del prejuicio de la femeneidad manifestada en un varón o en un cuerpo considerado masculino.

Entre sus pares no tuvo respuestas negativas, pero esa primera salida del clóset le costó a su familia. Su padre los echó de la casa, a él y a la madre por resguardarlo. “Fueron años de dar batalla y explicaciones, pero mi viejo nos volvió a abrir las puertas y hoy voy con mi nueva pareja (varón) a su casa”, cuenta Fernando sonriendo, como si fuese una guerra que ganó. Luego me explica que el enojo de su padre fue porque “él no creía en el gris, pensaba que yo le había mentido toda mi vida y que ahora solo era homosexual. Cuando le expliqué que la bisexualidad también es una opción no lo entendió, su cabeza variaba entre esas dos alternativas, no entendía que me podía gustar estar tanto con hombres, como con mujeres, como con trans, tanto de una manera activa o pasiva”, finaliza Fernando quien ha tenido relaciones amorosas y sexuales con personas de distintos géneros.

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Fernando también se encontró con varones gays que no le creían, en su imaginario era inentendible: “Muchos homosexuales le piden a una persona heterosexual que respete sus decisiones, su sexualidad, identidad y libertad, pero muchas veces sentí que esas mismas personas no lo hacían conmigo, se les va toda la empatía a la mierda” afirma.

Una activista que se define como lesbiana y que prefiere su nombre no sea revelado le contó a VICE cómo tampoco considera que la bisexualidad sea parte de un movimiento político: “La adopción, por ejemplo, es una lucha de los homosexuales, en parte, y es una ley que se peleó, es una batalla de días enteros en el congreso, ¿qué le piden los bisexuales al Estado? ¿Cuál es su lucha?", concluye.

Frente a raciocinios como el anterior María Luisa Peralta, la autora de Bisexualidades Feministas nos dice en su libro: “Incluso cuando nuestro movimiento -LGTBQ- habla de “crímenes de odio” habla solo de homofobia, transfobia y lesbofobia, y pocas personas denuncian o enfrentan la bifobia”.

¿Qué es la bifobia?

La bifobia es el conjunto de sentimientos, actitudes y comportamientos negativos hacia las personas bisexuales, presente en todos los niveles sociales. Se articula a través de la negación, marginación y exclusión, presenta unas características muy específicas y diferenciadas, basada en una serie de mitos y estereotipos, como, por ejemplo, que se trata de una fase, que somos personas reprimidas en etapa de transición hacia la homosexualidad y que somos más promiscuas y más infieles.

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Ignacio Elpidio Domínguez, antropólogo y autor de Bifobia: Etnografía de la bisexualidad en el activismo LGTB, afirma que el común de la gente habla de los bisexuales siguiendo unos estereotipos: "Se refieren a ellos como personas dudosas, con dificultades para el compromiso. Los consideran hipersexualizados o creen que "alternan" para que todo el mundo sepa que son bisexuales y se sientan reconocidos. Quizás no sea el colectivo más violentado ni agredido, pero sufren esa violencia como una tortura china de una gota de agua sobre la cabeza; se les repite constantemente que lo que ellos sienten no es enamoramiento sino otra cosa", asegura el autor.

P, de 24 años que define como heterosexual me contó en una charla, todo lo que le cuesta entender la bisexualidad como una orientación: “Quizás si yo tuviera una pareja bisexual se prestaría a experimentar un poco más sexualmente o dudaría de su fidelidad, de alguna manera el abanico de tentación es más grande”.

“Muchos homosexuales le piden a una persona heterosexual que respete sus decisiones, su sexualidad, identidad y libertad, pero muchas veces sentí que esas mismas personas no lo hacían conmigo, se les va toda la empatía a la mierda”.

Melina tiene 27 años, trabaja en una librería, estudia filosofía y se define como bisexual. “Desde hace poco tiempo me empezó a surgir un deseo hacia las mujeres” cuenta. Ella pensaba que se estaba “lesbianizando”, aunque no terminaba de identificarse como tal, le resultaba extraño tomar esa posición política cuando no sentía que era parte de ella.

Ella se considera bisexual y poliamorosa –la decisión y manifestación de amar a varias personas sin importar el género–. La última vez se encontró dentro de una trieja –una relación sexoafectiva de tres_, con un varón y una mujer. Salieron durante tres meses.

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“No es fácil ser lesbiana”, me decían mis amigas. “Sos heterocuriosa”, me manifestaron otras. Su madre se espantó cuando notó que llevaba en su muñeca una pulsera del orgullo bisexual. Melina se fue a vivir sola a los 24 años y desde ese momento comenzó a investigar con mayor libertad lo que sentía: “Ir a encuentros y talleres ayudó a clarificar ciertos prejuicios. Viví una especie de ruptura extraña en la que comencé a pensar que debía dejar de estar con varones, hasta que me di cuenta que lo que había hecho hasta ese momento era lo que quería y deseaba, después simplemente se despertó otra cosa. Es difícil explicar que nunca me reprimí un deseo claro, sino que se clarificó un deseo diferente y lo exploré”, afirma.

Ana Larriel , psicóloga y bisexual, cuenta a VICE como “predomina esta lectura autocentrista e infantilizante de quienes toman elecciones en torno a la bisexualidad como algo pasajero, indefinido y que ya se le va a pasar, eso circula mucho en el ámbito adolescente, esperar a que en algún momento venga la decisión. Cuando uno habla de otro tipo de deseo o de más de un deseo, de lo que se está hablando es de un exceso que no está siendo del todo regulado”. Entonces su intervención desde el punto de vista psicológico se basa en cómo se toma este punto de partida como un supuesto exceso. “Y la construcción del deseo es una construcción política, el deseo se construye en términos políticos en tanto se construye en un contexto social, con enunciados sociales que están circulando. La posibilidad de que alguien sea capaz de encontrarse con su deseo diferenciándose de un bombardeo familiar y social es un trabajo de todes, si alguien se enuncia dentro de esa búsqueda hay un acompañamiento posible, pero no de que tire para un lado o para el otro”, explica.

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La bisexualidad no se ve, y es por eso que también existen personas sin información al respecto. Laura Arnés cuenta lo necesario que fue reunirse y crear material de lectura en español, “nos encontrábamos haciendo talleres con el poco acceso a lecturas en inglés generadas en la década del 90. Después de diez años de activismo bisexual decidimos generar algo más accesible”. Laura cuenta cómo convocó un taller improvisado en el Encuentro Nacional de Mujeres en el 2015 en Argentina para que, después de varios años, fuera requerido y necesario. El próximo Encuentro Nacional de Mujeres será entre el 12 y 14 de octubre en la ciudad de La Plata. Este año continuarán un taller organizado sobre bisexualidad y presentarán el libro sobre bisexualidades feministas en el marco del encuentro. “Actualmente hay una apertura mental que necesita tener respuestas. Los y las jóvenes se están descubriendo bisexuales, pero también es importante observar cuáles son los casos que salen del rango de las amistades, cuáles trascienden, quiénes forman familia y son capaces de hablarlo abiertamente”, aclara Laura, quién enfatiza sobre la importancia en poder hablar sobre el tema, reflexionar y visibilizarlo.

El Día Internacional de la Visibilidad Bisexual es el 23 de septiembre. Día de reivindicación por parte de las personas bisexuales para que la sociedad las reconozca y las celebre. La bisexualidad visto como un problema cotidiano sobre los cuerpos y las maneras de amar continúan estando bajo la lupa de lo sospechoso. A medida que cada persona busque colectivos y lugares donde se sientan entendidas y respetadas, podrán así, encontrar un refugio de verdades personales y de apoyo comunitario.

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Nadia tiene 33 años, es escritora y gestora cultural. Siempre sintió que era bisexual, lo vivió como algo natural durante toda su vida, aunque se lo cuestionó siendo mayor, “creía que no estaba bien lo que me pasaba: ¿Viste cuando hay algo que no se dice, no se habla, no se muestra, entonces pareciera que está mal? Bueno eso me pasaba, entonces sentía que lo que me ocurría estaba mal porque no lo veía”. A los 15 años conoció una chica que era lesbiana, “la primera vez que la ví pensé que era un varón, iba caminando por la calle y le comenté a mi mamá: “Me gusta ese chico” y mi madre me dijo: “Esa es Romi, ¿te acordás que fuimos al cumpleaños de 15?” No sabía dónde meterme. Ese fue el inicio de algo”, me cuenta.

A los 25 años comenzó su primer noviazgo con una chica después de salir con un varón. Ella era lesbiana, y no lo tomó del todo bien, “'las bisexuales son para quilombo', me decía, existía un prejuicio constante”. El tema se negó en su casa durante un tiempo. “Negación y silencio”, describe Nadia. “Si salimos con varones nos naturalizan heterosexuales y si salimos con mujeres nos definen lesbianas, ¿cómo mostramos entonces nuestra forma de vivir? Es importante saber que la bisexualidad es un camino posible, donde tus formas de vincularte con las personas son distintas” agrega Nadia.

“Las mujeres bisexuales somos promiscuas, estamos confundidas, no sabemos lo que queremos porque se supone que estoy pasando por una fase, una fase que se me va a pasar para continuar con mi heterosexualidad o una fase que me servirá como puerta de entrada hacia el lesbianismo, esos son los más conocidos y en realidad, no existe la bisexualidad como entidad absoluta, como tampoco la homosexualidad o la heterosexualidad”.

“El problema no solo es la existencia de mitos alrededor del tema, sino cuando las creencias absurdas tienen efectos reales”, concluye Laura. La bisexualidad es una salida del clóset permanente. Es explicarle a tu pareja que la anterior era de otro género, es encontrarse frente a un hijo o hija y decirle que tu nuevo vínculo no es lo que están acostumbrados a ver, es abrirse constantemente para que el resto respete una postura que también es política.

Como explicó Ana Larriel, desde el punto de vista psicológico, “las categorías son las que nos sostienen, por ejemplo, cuando uno tiene que salir de una familia homofóbica y enunciarse en un lugar inmutable en el tiempo, comienza a dar batalla, y esa batalla ayuda a sostener una lucha, ayuda a soltar la angustia, entonces cuando aparece algo que cuestiona lo que uno es o con lo que se identifica la gente se defiende, porque pareciera volver a poner en peligro lo que uno construyó”. Y así , en el caso de la bisexualidad, como categoría, como orientación, como identidad es un acto político y serlo es una herramienta real y, para muchas personas, una respuesta.

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