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Todas las ilustraciones por Hunter French 
Los 50 momentos de la década

Los 50 momentos que han definido Europa en esta década

Desde Silvio Berlusconi y la crisis de los migrantes, hasta Greta Thunberg y el pulpo más listo del mundo.
HF
ilustración de Hunter French

Las décadas dan forma a las distintas etapas de la cultura pop y definen todo lo que nos impulsaba a avanzar hacia algo parecido al progreso humano. Por eso, el comienzo de una nueva década debería ser motivo para rendir homenaje a esa capacidad colectiva que tenemos de maravillarnos ante lo que está por llegar, en lugar de simbolizar el miedo de que todo está acabado. Durante los últimos coletazos de 2019, había razones palpables para mostrarse optimistas y pensar que al otro lado nos esperan el sentido común y la tolerancia. A fin de cuentas, la década de 2000 empezó con la guerra de Irak y LimeWire y acabó con Barack Obama y el iPhone. Ese mensaje de cambio y esperanza se difundió por toda Europa, y una generación de jóvenes activistas liberales asumió el compromiso de evitar que nuestro planeta acabara ardiendo a causa del cambio climático, la codicia económica o la guerra.

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Luego, todo cambió. No es fácil determinar cuándo, exactamente, pero en determinado momento, la promesa de la década de 2010 se desvaneció sigilosa en la noche. De repente, la conectividad que tanto valorábamos se usaba para amañar elecciones, abrir las puertas a populistas de extrema derecha desesperados por recuperar el poder y controlar el discurso de quién es y quién no es europeo. Decir que los últimos diez años no han supuesto todo un reto para Europa sería faltar a la verdad. En pocas palabras: demasiada gente ha pasado demasiado tiempo defendiendo su derecho a existir.

Aun así, es importante detenerse un momento, echar la vista atrás y recordar a las personas asesinadas en atentados terroristas como el de Bataclan, el de Utøya o el del concierto de Ariana Grande, en Mánchester. Pero tampoco debemos olvidar el logro de toda una generación de personas que, pese a haber crecido crecido rodeadas de intolerancia y miedo, han sacado adelante la lucha en defensa del medioambiente, los migrantes y el derecho de las personas a decidir quiénes son y a quién amar. Esta es nuestra recopilación de los 50 momentos —elecciones, activismo, desfiles y pulpos adivinos— que han definido Europa en esta década que toca a su fin.

2010

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Con una puntuación de nada menos que cuatro puntos de los ocho posibles que comprende el índice de explosividad volcánica (IEV), la erupción del volcán Eyjafjallajökull expulsó cerca de 250 millones de metros cúbicos de fragmentos volcánicos y una columna de humo y cenizas de nueve kilómetros de altura que cubrió el cielo europeo y provocó el mayor cierre del espacio aéreo de la historia, desde la Segunda Guerra Mundial.

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Entre el 14 y el 20 de abril, se cancelaron 107 000 vuelos y 10 millones de pasajeros se vieron afectados. Para algunos, el incidente supuso una bienvenida ampliación de sus vacaciones de Semana Santa, aunque para muchos otros representó una verdadera pesadilla que los dejó atrapados en distintos países, como a Tom Hanks en La terminal.

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Estamos en 2010, Europa sufre las devastadores consecuencias de la crisis económica del 2009. Varios Gobiernos se enfrentan a deudas y déficits, y los pobres y envejecidos bancos se llevan la peor parte.

Entra Grecia en escena. Un país que, hasta antes de la crisis, había disfrutado de una economía fuerte. Pero el gasto cada vez mayor del Gobierno para subsanar las diferencias salariales se tradujo en una gran deuda. En mayo del 2010, la austeridad reinaba en el país y el Gobierno griego anunciaba una serie de recortes como parte del rescate financiero de 110 000 millones de euros de la UE y el FMI. Las medidas se recibieron con protestas, altercados y una inquietud generalizada entre la población. Se considera uno de los principales episodios de lo que más tarde se conocería como la crisis del euro, que pronto afectó a Irlanda, España, Portugal y Chipre en los siguientes años.

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Sí, cierto: la selección española se alzó con la victoria en el Mundial de Sudáfrica de 2010, pero ¿quién fue el verdadero héroe de esta historia? Pues nada menos que Paul, el pulpo adivino, el cefalópodo profético, el único e inigualable.

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Todo el mundo estuvo pendiente de esta criatura marina, natural de Weymouth, Inglaterra, cuando predijo los resultados de los ocho partidos que disputaría Alemania. Para ello, le ponían a Paul dos cajas con banderitas de cada equipo. La primera que cogía marcaba el equipo que ganaría.

En octubre de 2010, los cuidadores de Paul, empleados del Centro de Fauna Marina de Oberhausen, en Alemania, anunciaron la triste noticia de la muerte de Paul. Poco después le erigieron un monumento conmemorativo. Descansa en paz, Paul.

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¿Recuerdas cómo eran las cosas antes de que existiera La Voz? ¿Antes de que artistas como Paulina Rubio y Antonio Orozco compartieran plató para encontrar a los futuros talentos del panorama musical español? ¿Antes de que la industria de la música valorara el talento antes que el físico? ¿Antes de los icónicos sillones rojos?

La idea, que comenzó en Los Países Bajos en 2010, es un producto del multimillonario John de Mol, creador también de programas como Gran Hermano. El original consistía en audiciones a ciegas en las que cuatro artistas musicales hacían de jueces y solo podían oír la voz, sin ver al artista. Desde entonces, y con un par de cambios, se ha convertido en un éxito televisivo que ha sido importado a nada menos que 145 países. Wikipedia dice que ya ha habido 416 ganadores entre todos los países en los que se emite el programa. Ganadores como… espera un segundo. ¿Sabes quién te digo? Ese que… Ah no. Ese era de Operación Triunfo, ¿no?

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En cualquier caso, actualmente se estima que John de Mol tiene una fortuna de 1500 millones de euros. Como diría la que fue presentadora de La Voz en Reino Unido, Jessie J: ¿Quién se ríe ahora?

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No hace mucho tiempo en Reino Unido, en la era antes del Brexit, la principal preocupación de los estudiantes era el precio de las matrículas universitarias, que a día de hoy pueden llegar a los 10 000 euros al año. El Partido Liberal Demócrata, liderado por Nick Clegg, prometió reducir el coste, pero se vieron en la extraña situación de compartir gobierno con los Tories. Y el entonces primer ministro, David Cameron, decidió que era mejor subir los precios.

Esta medida no fue bien recibida. Hubo una enorme protesta de 50 000 personas en Londres, y otros cientos ocuparon la sede del Partido Conservador, incitando manifestaciones similares por todo el país. Muchos fueron arrestados y reprimidos por la policía; la gente estaba muy enfadada. ¿Mereció la pena?

La verdad es que no. Probablemente, muchos ingleses cuando tengan 93 años seguirán pagando los préstamos que tuvieron que pedir para poder pagar la universidad.

2011

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Es difícil imaginar que, hasta 2011, la frase de “hasta que la muerte os separe” era una realidad en Malta, un país incondicionalmente católico. Ahí lo dejo. Los matrimonios en Malta hasta entonces solo se podían romper con la muerte.

La decisión de legalizar el divorcio llegó de la mano de la herramienta democrática popular favorita: ¡el referéndum! Probablemente, se aprobó sin problemas, ¿no?

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PUES NO EXACTAMENTE. Tras un debate público bastante reñido, en el que un obispo amenazó a los que votaran a favor con que no podrían recibir la comunión, el sí ganó con un 53 por ciento de las votaciones. Así que no, no fue una victoria aplastante. Pero hizo que se convirtiera en el último país de Europa en legalizar el divorcio, quedando solo la Ciudad del Vaticano y las Filipinas, en el resto del mundo. Al final, los malteses podrán centrarse en sus fiestas y sus suvenires en vez de en cosas tan temibles como es el compromiso de por vida, como hacemos el resto de los paganos.

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En uno de los atentados terroristas más escalofriantes de la historia moderna, el supremacista blanco Anders Behring Breivik asesinó a 77 personas en 48 horas en Noruega. Sus ataques comenzaron con una bomba en un coche en Oslo, que mató a 8 personas, y acabaron en Utøya, una isla en la que se encontraba un campamento para niños, donde abrió fuego y mató a otras 69 personas, muchas de ellas menores.

Sus motivos, según lo que declaró en un manifiesto que publicó en internet el mismo día de los ataques, son el terrorífico recordatorio de las temibles consecuencias de la islamofobia y la misoginia en la sociedad moderna. Los medios se vieron entonces obligados a romper la tendencia de no etiquetar de “terroristas” a los extremistas blancos. Ocho años más tarde, en Australia, un hombre armado señaló a Breivik como su inspiración para asesinar a 51 personas en una mezquita de Christchurch, en Nueva Zelanda.

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En Reino Unido, no se había utilizado tan deliberadamente la palabra “anarquía” desde que los Sex Pistols sacaran su canción “Anarchy in the UK”, allá por 1976. Impreso en los titulares de los medios de derechas, el término resumía el enfado popular que se había originado en agosto del 2011, después de que la policía matara a tiros a un joven negro llamado Mark Duggan, a quien acusaron de tramar un atentado. Los cuatro días de revueltas, incendios provocados, saqueos y caos generalizado más brutales que se recuerden en la historia el país y que acabaron con la vida de otras 5 personas. Las cosas iban tan mal, queridos, que el pobre David Cameron tuvo que acortar sus caras vacaciones para volver y ver qué estaba pasando. Ese fuego que entonces se prendió en los corazones de la gente sigue ardiendo nueve años más tarde.

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Es casi imposible decir “Silvio” y “Berlusconi” sin pensar en el “bunga-bunga”. Si el infame Cavaliere, que ha sido uno de los líderes italianos que más tiempo ha durado en el cargo, parecía intocable, es porque lo era.

Se lo veía involucrado en escándalo tras escándalo, pero nada parecía afectarle. Estaban las fiestas sexuales o el caso Ruby en el que se le acusó de ofrecer sexo a una menor. Había tantos comentarios racistas y tantas meteduras de pata que no merecía la pena seguir contando. Pero aquí hay una: una vez justificó sus abusos sexuales diciendo: “Es mejor mirar a las chicas que ser gay”. Y aun así, se mantuvo en el cargo. ¿Por qué? El hecho de que controlara la mayor parte de los medios italianos ayudaba bastante. Su dimisión en 2011 se celebró con fiestas por todo el país, una despedida digna para don Bunga-Bunga.

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2012

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¡Europa sobrevivió al fin del mundo! ¿Y cómo lo celebramos? ¡Peleando unos con los otros!

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Formado en 2011, el grupo feminista reivindicativo Pussy Riot se dio a conocer internacionalmente en 2012, cuando subieron al altar de la Catedral del Cristo Salvador de Moscú, se enfundaron vistosos pasamontañas e interpretaron “Punk Prayer”, un tema en el que arremetían contra el autoritarismo del presidente Vladimir Putin y su vinculación con la Iglesia ortodoxa.

A las autoridades rusas no pareció gustarles su actuación, ya que menos de dos semanas después, las activistas fueron acusadas de vandalismo motivado por odio religioso, arrestadas y retenidas hasta la celebración del juicio. Artistas de fama mundial como Sting, los Red Hot Chilli Peppers y Madonna exigieron su puesta en libertad. Tres de las componentes de Pussy Riot cumplieron una condena de prisión y muchas otras fueron víctimas de agresiones físicas en diversas ocasiones. Lo que más debe de joder a Putin es que ahora la indumentaria de estas chicas ha pasado a simbolizar las protestas a nivel mundial.

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El puesto es: hombre que se gana la vida sacando a la luz las cagadas de gente importante y que al final resulta ser un criminal él también. Que pase Julian Assange, fundador de WikiLeaks, una controvertida página web fundada en la década de 2000 para destapar todas las fechorías de los gobiernos de todo el mundo.

Assange se hizo famoso tras publicar una serie de documentos relacionados con la guerra de Irak y Afganistán proporcionados por Chelsea Manning, quien a su vez acabó en la cárcel en Estados Unidos. Pero el cazador pasó a ser la presa en 2010, cuando Suecia emitió una orden de arresto contra Assange por violaciones y abusos sexuales. Declarándose inocente, Assange afirmó que se trataba de una artimaña de Estados Unidos para atraparlo. Así, comenzó un juego del gato y el ratón que acabó en el ingreso voluntario en prisión de Assange en la embajada ecuatoriana de Londres en 2012, donde estuvo siete años como exiliado político de facto, según parece comiendo ceviche y pasando horas en internet.

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¡Por fin! ¡Noticias positivas! Los humanos usaron el cerebro para resolver un tema complicado en vez de hacerse daño los unos a los otros. Vale, ¿pero qué es el Bosón de Higgs? ¿Quieres saberlo?

Vale. Según su definición, el Bosón de Higgs (que también se conoce como “la partícula de Dios” por haber sido tan jodidamente difícil de descubrir) es “una partícula subatómica cuya existencia se predijo en la teoría de la ruptura espontánea de simetría electrodébil”. ¿Lo entiendes? Yo tampoco. Pero el descubrimiento fue monumental, principalmente porque es crucial para entender la estructura de la materia, es decir… de todas las cosas. Algo que los científicos llevaban intentando demostrar desde hace mucho tiempo. Suena muy importante, sí.

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No es fácil determinar cuánto crédito merece el Premio Nobel de la Paz. Es cierto que se concedió a Malala Yousafzai y a Nelson Mandela, pero también a Barak “el presidente de los drones” Obama y a Aung San Suu Kyi, aparente defensora del genocidio.

Pese a todo, la decisión de entregar este premio a la Unión Europea en 2012 invitó a la reflexión, cuando menos. Desde hace siglos, las relaciones intereuropeas han estado marcadas por la guerra y los conflictos, especialmente durante los primeros años de la década de 1900. No obstante, las relaciones entre los estados miembro son hoy mejores que nunca. Y aunque a principios de los 2000 hubo algún que otro conflicto armado del que la UE fue en parte responsable, al menos ahora esas contiendas se libra… ¿un poco más lejos de sus fronteras?

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2013

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El 13 de marzo de 2013, la fumata bianca de la Capilla Sixtina anunció la elección de un nuevo Papa, una decisión que pocos habían pronosticado. Jorge Mario Bergoglio, el entonces arzobispo de Buenos Aires, fue pionero en muchos ámbitos: el primer pontífice jesuita, el primero procedente de las Américas, el primero del hemisferio sur y el primero en 1300 años que no es originario de Europa. Tal vez fuera un indicio de que la Iglesia católica estaba dispuesta a hacer las cosas de modo distinto.

Desde entonces, el nuevo líder espiritual ha introducido ideas más progresistas instando al mundo a luchar contra el cambio climático, exigiendo el desarme nuclear y fomentando una visión más moderna de la homosexualidad y la contracepción. Pese a todo, el pontífice de 82 años sigue creyendo que, en todos los casos, el aborto equivale a “contratar un sicario”. Cambiar para que nada cambie.

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El ciclista, que lleva batiendo récords desde que comenzó a recorrer Europa en 1999, había evadido las acusaciones de dopaje, hasta ahora. Al final, en una frustrante entrevista con Oprah Winfrey en 2013, Lance Armstrong admitió haber tomado sustancias no permitidas para potenciar su rendimiento físico.

Armstrong tenía miles de seguidores internacionalmente que le veían como un héroe por haber sobrevivido a un cáncer testicular con tan solo 25 años, antes de coronarse siete veces ganador del Tour de Francia. Pero durante la entrevista, a la que se le dio mucho bombo, Armstrong contestó que sí había tomado sustancias no permitidas, incluidos los esteróides. Como consecuencia, le quitaron todos los premios y galardones que le habían otorgado desde agosto del 1998. Después de esto, probablemente aprendió la lección. O no. Unos años más tarde, en un despliegue brillante de humildad, comentó en una entrevista para la BBC que si estuviéramos en 1995, “se doparía otra vez”.

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No pasa nada porque, poco tiempo después, 1000 atletas rusos se vieron implicados en un escándalo internacional de dopaje, disputándose el título de “el mayor tramposo de la década” que tanto le había costado conseguir a Armstrong.

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El día de Año Nuevo de 2014, las restricciones sobre la libre circulación de ciudadanos rumanos y búlgaros dejaron de estar en vigor, lo cual significa que ahora pueden trabajar en cualquier país de la Unión Europea sin necesidad de permisos. Las predicciones hablaban del desplazamiento de nada menos que 50 000 rumanos y búlgaros al año. Sin embargo, en lo que fue un sonado zasca para los xenófobos del UKIP, la cifra fue considerablemente inferior desde el principio. Una situación que recuerda al clásico flipado que se emociona dando bombo a una fiesta a la que nadie quería ir.

Finalmente, la cifra de migrantes sí aumentó, noticia que aprovecharon los defensores del Brexit para generar alarma e incitar al voto favorable. Aquel fue el momento en que la cosa empezó a ponerse fea con la retórica antiinmigración en el Reino Unido. Lo irónico de todo esto es que son precisamente estos migrantes quienes más contribuyeron a la economía y la cultura británica.

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Geert Wilders, líder del partido de ultraderecha holandés Partido por la Libertad (PPV) e islamófobo declarado, alcanzó cotas insospechadas de mezquindad durante la campaña electoral de 2014 al arremeter contra la comunidad marroquí del país, una de las mayores con casi 400 000 personas. Sus declaraciones le salieron muy caras rápidamente.

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La promesa electoral de Wilders de garantizar que, si salía elegido, habría “menos marroquíes” en los Países Bajos desató la indignación de civiles, políticos y medios de comunicación por igual. Se organizaron protestas y provocó que la cadena RTL News se posicionara por primera vez en 25 años al señalar que Wilders se había “pasado de la raya”. Miles de personas presentaron demandas y el representante de la agrupación Fundación de Marroquíes Neerlandeses aseguró que la comunidad se sentía atacada. Las palabras de Wilders culminaron en un juicio en el que Wilders fue encausado por incitación a la discriminación. Por desgracia, la sentencia no tuvo ningún impacto sobre los resultados electorales de la formación de ultraderecha en las siguientes elecciones.

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Cualquiera puede tener un mal año. Que si tus padres se divorcian, que si te echan del trabajo… O incluso todo a la vez. Pues así fue el 2014 para Ucrania: una serie interminable de acontecimientos de mierda.

Todo empezó en noviembre de 2013, cuando el presidente ucraniano prorruso, Victor Yanukovych, intentó retractarse de un acuerdo comercial con la UE. Tras una serie de violentas protestas en Kiev, la capital ucraniana, el Gobierno fue derrocado y su presidente, desterrado.

Después, Rusia invadió y se anexionó Crimea, una región del sur de Ucrania con una población de mayoría prorrusa. Varias semanas más tarde, los rebeldes separatistas prorrusos empezaron a ganar terreno en la región de Donbass, lo que provocó que estallara una guerra que, técnicamente, todavía no ha terminado.

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En un (reñido) referéndum, los ciudadanos de Crimea supuestamente votaron a favor de la anexión. Sin embargo, la comunidad internacional impuso sanciones a Rusia y se negó a reconocer la legalidad de aquella apropiación del territorio. La población de Crimea, sin embargo, parece feliz con el resultado.

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El 17 de julio de 2014, el vuelo de Malaysia Airlines MH17, que cubría la ruta entre Ámsterdam y Kuala Lumpur, fue abatido por un misil ruso cerca de la frontera con Ucrania. Los 298 pasajeros que había a bordo murieron. Entre ellos había 193 holandeses, 43 malasios y 27 australianos. El suceso constituye la atrocidad más terrible cometida en la guerra que continúan librando Ucrania y los separatistas respaldados por Rusia. La investigación que se abrió a raíz del suceso, en la que participaron 200 personas, fue la de mayor envergadura llevada a cabo desde el Gobierno neerlandés.

La involucración de Rusia en la tragedia fue confirmada por las autoridades de Australia y los Países Bajos tras una investigación conjunta llevada a cabo en 2018. En junio del año siguiente, el Gobierno neerlandés emitió una orden de arresto de cuatro sospechosos, el principal de los cuales era un exmiembro del Servicio de Seguridad Federal ruso. Para sorpresa de nadie, el Gobierno ruso se ha negado a cooperar y, a día de hoy, todavía no se ha hecho justicia a las 298 personas que fueron asesinadas aquel día.

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La votación se celebró en septiembre de 2014. La cuestión de si los escoceses querían separarse del Reino Unido nos dio el primer atisbo de la incompetencia del Gobierno británico para gestionar una campaña. Si te gustan las metáforas, ninguna mejor que el vergonzoso momento del problema con la bandera.

Del 97 por ciento de personas que se esperaba que fueran a votar ese día, lo hicieron un asombroso 84,6 por ciento. La implicación ciudadana era alta y, al final, el NO ganó con un 55.5 por ciento de los votos. Envalentonados por lo que consideraron un éxito, los Tories podían ahora centrar sus energías en debatir si el Reino Unido debía seguir siendo miembro de la UE.

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No fue una final de las de morderse las uñas. Durante la edición del festival de Eurovisión celebrada en Copenhague en 2014, Conchita Würst se confirmó como clara ganadora del concurso mucho antes de que este terminara. Su pegadizo tema, “Rise Like a Phoenix”, se convirtió en poco tiempo en un himno queer. Sin embargo, a juzgar por su cara de sorpresa y emoción, la austriaca no se lo esperaba para nada.

De todos es sabido que Eurovisión es uno de los concursos más gais que existe. De hecho, esta no fue la primera vez que una persona del colectivo LGBTQ llegaba a la final o incluso ganaba el festival. Sin embargo, Conchita marcó un hito en la comunidad queer: 195 millones de espectadores de todo el mundo presenciaron el momento en que la barbuda drag queen genderqueer recibía los 12 puntos de países como Eslovenia, Italia, el Reino Unido o Portugal.

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2015

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El 22 de mayo de 2015, los ciudadanos de Irlanda hicieron historia votando a favor de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. El resultado fue abrumador (62 por ciento a favor) y supuso un hito en el progreso de un país con una fuertísima influencia de la Iglesia católica. “Somos un país pequeño con un gran mensaje”, dijo a la prensa el primer ministro irlandés, Enda Kenny. El resultado se celebró en todo el mundo, fue aplaudido por figuras prominentes como Ian McKellan y Liam Neeson e incluso fue recibido con gran alegría por el mayor trol de Twitter en el ámbito británico, Piers Morgan. El movimiento continuó con la legalización del aborto en otro referéndum, dos años después, un augurio de que los tiempos estaban cambiando a mejor para la comunidad LGTBQ.

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En lo que pasará a la historia como el mayor corte de mangas a un Gobierno, en 2015 prosperó una demanda interpuesta contra el ejecutivo neerlandés en la que se le instaba a reducir las emisiones de carbono de 1990 en un 25 por ciento para el año 2020. Un tribunal de La Haya dictaminó que la previsión del gobierno de reducir las emisiones en solo 14-17 por ciento era ilegal y falló a favor de Urgenda, un grupo de activistas en pro del medioambiente.

Con esta sentencia, que fue ratificada en apelación, se establecía que los Gobiernos son moral y jurídicamente responsables del cambio climático. Que quede como muestra del poder que puede llegar a tener una protesta y que sirva de incentivo para que continúe la lucha por el medioambiente.

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Para muchos, la imagen más impactante de la década fue la del cadáver del niño sirio de 3 años Alan Kurdi, tumbado bocabajo en la arena de una playa de Turquía. Alan, su madre y su hermano se ahogaron intentando llegar a la isla griega de Kos en una patera. Él era uno de los casi un millón de refugiados que llegaron a Europa en 2015, y uno de los casi 4000 que murieron por el camino. El 2015 fue, posiblemente, el peor año de la denominada crisis europea de los migrantes, en el que el número de desplazados alcanzó la cota más alta desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Desde entonces, las cosas han mejorado. La Comisión Europea anunció a principios de este año que la crisis había terminado. Sin embargo, todavía quedan muchísimas personas necesitadas. Una buena forma de colaborar es haciendo donaciones a ACNUR o, si no te lo puedes permitir, haciendo voluntariado en alguna ONG.

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El mismo año en que se firmó el famoso Acuerdo de París —según el cual los líderes del mundo llegaron a un acuerdo sin precedentes para limitar el aumento de la temperatura del planeta a 1,5 grados—, el fabricante de coches Volkswagen aparecía en los titulares internacionales por todo lo contrario. El escándalo estalló después de que se supiera que la empresa alemana había usado software ilegal para falsear las pruebas de los motores diesel que se hacían en el Reino Unido a fin de ocultar los verdaderos niveles de emisiones.

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El caso le costó a la empresa más de 30 000 millones de euros de sanciones, la obligación de modificar los vehículos y las regulaciones. También causó el enjuiciamiento del ex director financiero de la empresa, Martin Winterkorn, quien podría enfrentarse a una condena de diez años en prisión por un delito de fraude. Lo más horrible de todo es el coste para el medioambiente: The Guardian calculó que, por aquel entonces, la compañía podría ser responsable de cerca de un millón de toneladas adicionales de contaminación del aire al año.

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En enero de 2013, el rapero griego antifascista Pavlos Fyssas (alias Killah P) fue asesinado. Posteriormente, Giorgos Roupakias, miembro del partido ultraderechista Amanecer Dorado, se atribuyó la autoría del asesinato y fue condenado. La tragedia se percibió como el detonante que culminó en la detención de los 69 integrantes de Amancer Dorado y de su líder, Nikolaos Michaloliakos. Muchos de los miembros del grupo fueron enjuiciados en 2015 por delitos como agresiones a personas inmigrantes, LGTBQ y de izquierdas. La instrucción del juicio sigue abierta y constituye un importante testimonio de la protección institucional contra el fascismo en Grecia. También sirvió para impulsar la escena musical antifascista del país heleno, que había quedado seriamente dañada tras el asesinato de uno de sus exponentes.

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Habían ido allí a bailar, beber y disfrutar a tope de su juventud, pero nunca salieron. Un incendio en una discoteca de Bucarest causó la muerte de 64 personas el 30 de octubre de 2015 en la que se considera la peor tragedia de la historia moderna de Rumanía. El infierno, provocado por los efectos pirotécnicos de un grupo musical que actuaba en directo, se extendió por todo el recinto, cuyo aforo se había superado.

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“Estaba tirada en una pila de gente”, nos contó una superviviente. “Pensé Un momento, tengo 20 años. ¿Qué está pasando? Voy a morir”.

Sin embargo, no fue un trágico accidente, sino un desastre que podía haberse evitado. Las muertes pusieron de manifiesto no solo el grado de incompetencia y corrupción de las autoridades sanitarias, de seguridad y de concesión de licencias, sino de lo extendido que está este comportamiento en todos los estamentos del Gobierno rumano. Finalmente, después de que miles de personas salieran a la calle a protestar, el primer ministro Victor Ponta dimitió.

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Cualquier parisino al que preguntes sabrá decirte dónde se encontraba el 13 de noviembre de 2015, día en que se produjo una serie de atentados terroristas coordinados. Un total de 130 personas fueron asesinadas aquella noche en uno de los atentados del Estado Islámico más cruentos de Europa. La mayoría de las víctimas eran asistentes a un concierto de la banda Eagles of Death Metal en la mítica sala Bataclan.

Tres hombres armados entraron en el local en mitad del concierto y abrieron fuego. Mataron a 90 personas y dejaron a 200 heridas. Luego, se suicidaron detonando chalecos bomba. Los parisinos usaron el hashtag #portesouvertes (puertas abiertas) para ofrecer refugio a quienes tuvieran miedo de volver a casa tras los atentados, y todas las escuelas y los institutos estatales de la ciudad permanecieron cerrados al día siguiente.

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Como diría Greta, si no queremos que nuestro planeta acabe cociéndose vivo, no nos queda más remedio que trabajar duro y tomar decisiones difíciles. Pero si la Tierra sobrevive otro siglo o dos, tal vez generaciones futuras hablen de la conferencia en las afueras de París en la que se gestó la limpieza del medioambiente.

En diciembre de 2015, en París, 195 líderes internacionales llegaron a un acuerdo para limitar el incremento de las temperaturas del planeta a menos de 2 grados, trabajar para conseguir un planeta neutro en carbono y financiar esfuerzos para reducir los gases de efecto invernadero.

El Acuerdo de París distaba mucho de ser perfecto. Ninguna de sus cláusulas era vinculante y muchos de sus signatarios lo han ignorado, en general. En 2017, Estados Unidos anunció su retirada del acuerdo. Pese a todo, fue un momento histórico que demostró que los líderes políticos se estaban tomando en serio (aunque no lo suficiente) el problema del cambio climático y con el que se estableció un marco para futuros acuerdos.

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El 7 de enero de 2015, doce personas fueron asesinados y once heridas a manos de Chérif y Saïd Kouachi. Estos dos hermanos llevaron a cabo un tiroteo en las oficinas del controvertido semanario Charlie Hebdo en París.

Los terroristas entraron armados y abrieron fuego de forma indiscriminada. En su huida, mataron a un policía que estaba afuera. El Gobierno francés activó la alerta máxima de terrorismo al tiempo que una serie de atentados terroristas se sucedían por una Europa que temblaba de terror. Cuatro días más tardes, en una muestra de unidad, dos millones de personas —entre los que se encontraban 40 líderes mundiales— se congregaron en la capital francesa.

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2016

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Más muertes sin sentido. Esta vez en el núcleo de la política europea: Bruselas. La ciudad fue el objetivo de un atentado coordinado en el que asesinaron a 32 personas e hirieron a 340. Tres terroristas suicidas detonaron dispositivos en varias ubicaciones de Bruselas. Para muchos, los atentados, cuya autoría se atribuyó el Estado Islámico, eran una señal de que el grupo terrorista seguía operativo en Europa, pese a los esfuerzos comunitarios. Posteriormente, se filtró un informe en el que se revelaba que el distrito bruselense de Molenbeek era el hogar de hasta 51 grupos vinculados a organizaciones terroristas. A raíz de esta información, el jefe de la diplomacia estadounidense etiquetó el lugar de “agujero infernal”, un comentario del que, obviamente, muchos se hicieron eco. También surgieron voces críticas que se apresuraron a señalar que Trump no había puesto un pie en Bélgica desde hacía 20 años.

Los atentados, una vez más, alimentaron la retórica antiinmigración y las filas de simpatizantes de los partidos de extrema derecha.

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El Brexit ha dividido a familias, causado bloqueos legislativos, provocado el auge y la caída de muchos políticos y contribuido al asesinato de la diputada laborista Jo Cox. También sirvió para poner fin a la costumbre británica de no hablar de política, quizá el único aspecto positivo de todo este totum revolutum.

En junio de 2016 se produjo una victoria inesperada del SÍ al Brexit, con un 52 por ciento de los británicos a favor de abandonar la UE. Desde entonces, lo único en lo que se han puesto de acuerdo los diputados del parlamento es en su incapacidad de ponerse de acuerdo. El bloqueo político, sumado a la influencia del UKIP y su líder, Nigel Farage, ha espoleado la crispación y los delitos de odio de la ultraderecha, por no mencionar otros cientos de consecuencias deprimentes. Lo peor es que no parece que la cosa vaya a mejorar en un futuro inmediato.

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Francia tiene cierta reputación en lo que respecta a las políticas para regular la indumentaria de las mujeres musulmanas. En 2004, se prohibieron todas las prendas con connotaciones religiosas —incluidos el burka, el hiyab y el niqab— en las escuelas públicas; en 2011, se prohibió el velo integral en todo el país. Luego, en 2016, varios meses después de los atentados de Niza durante el Día de la Bastilla, el alcalde de Cannes, David Lisnard, llevó el asunto aún más lejos prohibiendo el burkini. Los medios señalaron que, dado que no cubría el rostro, el burkini no debía considerarse una prenda ilegal. Lisnard, sin embargo, se refirió a esta prenda, una mezcla de bañador y sombrero, como un “símbolo de extremismo”.

La prohibición fue revocada en 2016 por considerarse que violaba las libertades civiles. Sin embargo, para entonces otras 20 ciudades francesas habían aplicado la medida. Una musulmana tuvo que pagar una multa de 490 euros tras haber usado burkini en una piscina pública. Si te parece indignante, quizá sea porque lo es.

2017

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“El mundo tembló y explotó”; así lo describió Martin Hibbert. “Y se oían gritos, y ya no estabas en un concierto; estabas en el infierno”.

Veintidós inocentes murieron, de los cuales siete eran niños, en un ataque suicida de un miembro del Estado Islámico durante el concierto de Ariana Grande en el Manchester Arena el 22 de mayo de 2017. Además, un gran número de personas resultaron heridas, incluido Hibbert y su hija de 15 años, que quedaron paralizados.

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Doce días más tarde, hubo un segundo ataque terrorista en la capital del país. Ese sábado por la noche, tres terroristas condujeron por la acera del puente de Londres y atropellaron y asesinaron a ocho personas. Poco después, se bajaron del vehículo en Borough Market y se liaron a cuchillazos contra los viandantes y finalmente fueron abatidos por la policía.

Aun así, un día después del devastador ataque de Londres, más de 55 000 personas llenaron el campo de críquet de Old Trafford para el concierto de One Love organizado por Ariana Grande; una demostración desafiante de fuerza y unión.

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Había sido la pesadilla de cualquier usuario de móvil: viajar al extranjero, olvidarse de desconectar la itinerancia de datos y al tiempo recibir una factura de infarto. Todos los veranos aparecían en los diarios las historias de algunas víctimas de este caro despiste.

Entonces intervino la UE. En junio de 2017, se eliminaron todas las tarifas de itinerancia de datos para ciudadanos de la UE que viajaran dentro de las fronteras de la unión. De esa forma, da igual dónde estés de los 28 países miembros, siempre vas a pagar lo mismo que pagarías en tu país por las llamadas, los mensajes de texto y el uso de internet.

La legislación fue el fruto de 10 años de negociaciones y, de un plumazo, facilitó la vida (y la economía) de la gente. Han pasado dos años y en Bruselas todavía consideran este su “mayor logro tangible”.

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Es una de las avenidas más famosas y emblemáticas de Europa, pero el 17 de agosto de 2017 lo fue por ser el escenario del terror, cuando un terrorista del Estado Islámico circuló a toda velocidad con una furgoneta por Las Ramblas y mató a 15 personas e hirió a 131. Más tarde, la policía abatió a tiros a otros seis extremistas vinculados con el atentado. “Tengo la piel de gallina porque es una imagen que nunca podré borrar de mi cabeza“, nos contaba un trabajador de hotel.

Pocas horas después de desatarse el terror, cientos de vecinos acudieron a los hospitales de la ciudad para donar sangre. Al día siguiente, miles de personas se reunieron en Las Ramblas y entonaron un “No tinc por” como respuesta al acto terrorista.

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A comienzos de octubre de 2017, 2,2 millones de catalanes llegaban a los colegios electorales para votar por la independencia, sin saber que se encontrarían con un dispositivo policial brutal.

Toda Europa fue testigo de la brutal violencia de las fuerzas policiales que trataban de evitar que los catalanes votaran en un referéndum que Gobierno y Tribunal Constitucional habían declarado carente de legitimidad. Tras las cargas policiales, más de 800 personas resultaron heridas. “En cuanto vi las brutales imágenes, fui al colegio electoral más cercano y voté”, nos contaba una mujer entonces. “Antes, yo no era independentista, pero ahora sí”.

Cuando se conocieron los resultados, el 90 por ciento de los votos fueron a favor de la independencia. El Gobierno, sin embargo, no quiso escuchar. Dos años después, el tema de la independencia de Cataluña sigue en el aire, mientras que muchos de los líderes y organizadores independentistas siguen en prisión.

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Llegaron en masa, vestidas de negro y con mensajes desafiantes: “Mi útero, mi opinión”, se podía leer en una de las pancartas.

En Polonia, el día 4 de octubre de 2017 se conocería como el Lunes Negro, una jornada en que 100 000 mujeres polacas dejaron sus puestos de trabajo y las clases y salieron a la calle para protestar contra la propuesta para ilegalizar el aborto por completo, incluso en caso de violación. “No quiero vivir en un país en el que el Gobierno se mete en mis asuntos”, nos dijo una de las protestantes en Varsovia.

La manifestaciones fueron, según parece, lo suficientemente importantes como para que se les hiciera caso. Aunque Polonia todavía tiene una de las legislaciones más estrictas de Europa sobre el aborto, se desestimaron las nuevas propuestas prácticamente de inmediato.

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Daphne Caruana Galizia era una periodista maltesa que investigaba asuntos de corrupción, blanqueo de dinero, nepotismo, delincuencia organizada y todas esas cosas que tanto incomodan a los hombres poderosos.

A menudo acusaban a Daphne, al igual que a muchos de sus compañeros de profesión, de escribir noticias falsas. Intentaron intimidarla con demandas, detenciones, tentativas de incendiar su casa y el asesinato de tres de sus mascotas. Solo una bomba colocada bajo su coche logró silenciar su voluntad de informar.

Desde su asesinato, el 16 de octubre de 2017, las investigaciones llevadas a cabo por la UE y las autoridades locales se saldaron con la detención de tres sicarios, un empresario y, más recientemente, tres miembros del Gobierno del primer ministro Joseph Muscat, quien dimitió, provocando una crisis política en el país.

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Hoy, la muerte de Daphne nos recuerda lo fácilmente que los opresores pueden acallar las voces de quienes quieren denunciar los abusos de poder y contar la verdad.

2018

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Salisbury es una ciudad británica famosa por ser uno de los enclaves más cercanos a Stonehenge, donde normalmente no ocurre nada interesante. Sin embargo, en 2018 se convirtió en la localización de un intento de asesinato y de una disputa diplomática internacional.

El 4 de marzo, el exmilitar ruso Sergei Skripal alistado por el servicio inteligente británico y su hija Yulia fueron envenenados con novichok y los encontraron inconscientes en un banco de la zona. Se identificó a dos miembros del servicio de inteligencia nacional y militar de Rusia como los perpetradores, aunque en una entrevista de la televisión estatal rusa, ambos afirmaron que les habían ordenado vigilar la ciudad y no que mataran a nadie.

Algunos estados aliados del país británico expulsaron a diplomáticos rusos de sus territorios y Rusia respondió echando al mismo número de oficiales.

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El Día Internacional de la Mujer, 5,3 millones de mujeres de toda España salieron a la calle para luchar contra la brecha salarial, la discriminación de género y la violencia machista.

Hubo manifestaciones por todo el país en las que se podía leer el lema oficial del 8M: “Si nosotras paramos, se para el mundo”.

Lo que se consiguió con la huelga es debatible. La brecha salarial, la discriminación y la violencia de género siguen siendo un problema en España. No obstante, las manifestaciones recalcaron la necesidad de un cambio en el sistema. “Rompimos miles de barreras”, decía una manifestante, Marta Llucià, en la web Little Black Book. “Las mujeres estamos más unidas que nunca”.

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Con tan solo 15 años, Greta Thunberg descubrió una verdad con la que la humanidad entera había tenido problemas incluso antes de que ella naciera: el cambio climático está matando al planeta.

Greta decidió, a diferencia de muchos de nosotros, que el cambio climático era un problema tan suyo como de otros. Se saltó las clases un viernes de agosto de 2018 y se fue a protestar a las afueras del parlamento sueco. Así, empezó a hacer lo mismo cada semana.

“Es mi responsabilidad moral”, decía.

Afortunadamente, no estuvo sola mucho tiempo. Inspirados por Greta, millones de estudiantes de todo el mundo empezaron a manifestarse más o menos un viernes cada mes para pedir a los adultos que dejaran de joder el planeta y comenzaran a hacer algo contra el cambio climático.

Por su parte, Greta ha sido nominada a un premio Nobel de la Paz.

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Una prueba de que cuando los franceses protestan, no lo hacen a medias.

Lo que comenzó como una petición en internet en contra de la subida de los impuestos del carburante estalló violentamente el 17 de noviembre de 2018. Miles de protestantes tomaron las calles de París para protestar contra las injusticias del Gobierno.

Se quemaron coches, se destruyeron negocios y se asaltaron tiendas mientras que los gilet jaunes, chalecos amarillos en francés, luchaban entre el gas lacrimógeno de la policía. Durante más de ocho fines de semana consecutivos, se destruyeron miles de euros en mobiliario urbano y propiedades privadas y, como mínimo, 3000 personas fueron detenidas. Diez personas fueron asesinadas.

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Un año después, la inquietud del pueblo aún no ha sido aplacada.

A pesar de las políticas establecidas para evitar la propagación del movimiento, incluida la de reducción de los impuestos de la gasolina, las protestas se siguen dando casi cada semana.

2019

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Desde sus comienzos, fue un movimiento sin precedentes en la historia en cuanto al tamaño y al alcance que tuvo. En marzo de 2019, millones de estudiantes, inspirados por Greta Thunberg, se saltaron las clases del viernes en más de 80 países para protestar contra el cambio climático.

Desde Australia hasta Austria, de India a Italia, se reunieron en los centros de la ciudades para pedir tan solo una cosa: que les dejaran heredar un planeta que no estuviera hasta arriba de mierda.

“Nadie está aquí porque le guste manifestarse”, decía un niño de 14 años al periódico The Independent. “¿Pero de qué sirve ir a clase si no vamos a tener un futuro?”.

Los gobiernos, según parece, comienzan a estar de acuerdo. Al tiempo que las protestas se vuelven más frecuentes, diferentes naciones anuncian políticas que, aunque limitadas, reconocen seriamente está crisis existencial por la que pasa nuestro planeta.

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Se trataba de uno de los acuerdos comerciales bilaterales más grandes de la historia: un acuerdo de 310 000 millones de dólares entre las dos economías más poderosas que han coexistido sobre la faz de la tierra.

Los defensores de la propuesta afirmaban que este tratado impulsaría ambas economías, crearía millones de trabajos y mejoraría las condiciones laborales, abriendo el mercado los unos a los otros.

Sus detractores alegaban que era una toma de poder corporativa de dudosas intenciones que permitiría que las élites industriales privatizaran los servicios públicos y fueran en contra de los gobiernos soberanos. Al final, no importó.

Tras cuatro años de conversaciones, el entonces vicecanciller de Alemania, Sigmar Gabriel, anunció que el tratado quedaba “de facto” rechazado. La naturaleza extremadamente compleja e inevitablemente parcial de las negociaciones, según parece, confundió a las mentes económicas más brillantes del mundo. En 2019, la Comisión Europa declaró el ATCI “obsoleto y sin relevancia”.

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La representación de las mujeres deportistas en televisión ha evolucionado muchísimo y, por suerte, hemos dejado atrás esa actitud de “las chicas también pueden hacerlo y siguen siendo sexis” que tanto se ha ejemplificado en obras maestras del cine como Los ángeles de Charlie y Tomb Raider. Francia, donde todavía celebraban la victoria de la selección masculina de fútbol en el Mundial de 2018, albergó el Mundial femenino, que hizo historia dentro y fuera del campo.

Un récord de nada menos que 1120 millones de espectadores se enganchó al televisor para ver cómo Estados Unidos derrotaba a los Países Bajos en la final.

Sin embargo, al igual que ocurre en la mayoría de profesiones, la brecha salarial es una realidad en el fútbol femenino. Pese a que el premio del torneo femenino se ha duplicado hasta los 27 millones, está muy lejos de los 360 millones del Mundial masculino.

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Unos 73 años después de que mataran a Benito Mussolini de un disparo y lo colgaran de una plaza de Milán, Italia vira de nuevo hacia el populismo. El 1 de junio de 2018, el partido Liga Norte, de Matteo Salvini, cuadruplicó sus base de votantes, hecho que permitió a Salvini ser primer ministro de Italia y líder de la coalición formada con el Movimiento Cinco Estrellas (M5S).

La retórica contraria a la inmigración, el matrimonio entre personas del mismo sexo y antieuropeísta de Salvini sedujo al sector más marginal de los votantes (para horror de los moderados). Al prohibir la entrada a aguas italianas de barcos con inmigrantes, Salvini dio una especie de golpe de estado mediático arrebatando el poder a M5S. “Estoy convencido”, dijo a los italianos, “de que estamos ante un intento de sustitución étnica”.

Pero al líder de extrema derecha se le fue la mano: en agosto, su partido finiquitó la coalición en un intento de forzar unas elecciones y ganar más ímpetu, pero fracasó. En su lugar, Giuseppe Conte tomó el relevo con una coalición de centro-izquierda.

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El implacable valor de la capitana Carola Rackete se puede ver claramente en sus famosas conversaciones de radio con la guardia costera italiana.

En junio de 2019, su barco se pasó dos semanas en el mediterráneo con 42 inmigrantes rescatados de una patera. Una vez a bordo, comenzaron a tener problemas sanitarios mientras que el Gobierno italiano del líder de ultraderecha Matteo Salvini les denegaba el acceso.

“Buenas tardes, señor”, se oye a Rackete saludando a los guardas costeros. “Les informo de que necesito entrar en aguas italianas. Ya no puedo garantizar la seguridad de esta gente”.

Le amenazaron con un bloqueo naval y ella simplemente contestó: “Calculo que llegaremos a puerto en unas dos horas”.

Después, la capitana Rackete, una trabajadora humanitaria alemana de 31 años, esquivó a la marina italiana, atracó en puerto y salvó la vida de 42 personas. Tras todo esto, fue arrestada.

Aunque fue puesta en libertad poco después, sus acciones se convirtieron en un símbolo de una Europa mejor: ser valiente, ser tolerante y que no te importe una mierda lo que diga Matteo Salvini.

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La adolescente, que fue raptada mientras hacía senderismo, llamó hasta tres veces a la policía.

“Por favor, venid rápido, tengo miedo”, les decía Alexandra Macesanu, una adolescente de 15 años, antes de contarles que había sido violada y dar detalles de dónde la tenían presa.

La policía tardó 19 horas en llegar a la propiedad donde estaba cautiva. Para entonces, el 24 de julio de 2019, la joven ya estaba muerta. Era la segunda víctima de Gheorghe Dinca, de 65 años, que admitió haber asesinado a una segunda adolescente en Caracal, al sur de Rumanía.

A estos hechos, les siguieron manifestaciones multitudinarias que denunciaban la incompetencia de las fuerzas policiales del país. El comisario principal fue despedido junto a otros altos cargos y el ministro de interior dimitió. Aun así, muchos rumanos siguen furiosos; la gente está convencida de que la policía del país no vale para cumplir con su cometido.

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