Hasta hace un mes, Arturo se sentía pleno: sus 2 proyectos de gestión cultural —la Biblioteca Enrique González Rojo Arthur en Ecatepec y su residencia a lado del Casco de Santo Tomas, la Casa Max Rojas—, marchaban bien y tenía varias propuestas de eventos en puerta. Además, un terreno que gestionaba en la colonia Clavería (Clavería 22), acababa de ganar una sentencia a favor de su reapertura.También, de su imaginario poético seguían emanando textos y mantenía constancia con el proyecto documental sobre Gonzalo Martré (escritor y argumentista de Fantomas) donde colabora.
Todo parecía ir viento en popa para este gestor y poeta. Pero una inesperada visita familiar en mayo acabó con la quietud en su hogar: la dueña de la casa, su tía, le pidió desocupar.
Todo parecía ir viento en popa para este gestor y poeta. Pero una inesperada visita familiar en mayo acabó con la quietud en su hogar: la dueña de la casa, su tía, le pidió desocupar.
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Esto marcó el fin de Casa Max Rojas, pero no fue un suceso inesperado: malos manejos internos, algunas irresponsabilidades de organizadores que hicieron uso del sitio y el nulo apoyo vecinal contribuyeron al inminente ocaso del lugar.Otro foro cultural independiente que se diluye en la ciudad.
Apertura
La casa que fue
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El responsable: Arturo Alvar Gómez.“La usé porque quería ver qué sucedía en el entorno inmediato en la colonia, con estudiantes y vecinos, si de pronto se abría un espacio para la poesía, la música y las artes plásticas, donde los jóvenes tuvieran un lugar de expresión. Siempre me gustó la idea de una residencia artística que vinculara a creadores de distintas partes del país”, cuenta Arturo sobre la decisión de abrir su casa en ese entonces, para actividades culturales.Max Rojas, el nombre con el que se bautizó al espacio, no fue por la calle (Máximo Rojas) sino en honor al poeta mexicano que alcanzó la cumbre gracias a libros como El turno del aullante o Ser en la sombra.Desde su apertura, Arturo y Pamela —pareja en aquel entonces; hace más de un año ella salió del proyecto— se preocuparon por correr la voz respecto al lugar. Pronto colectivos, gestores y productoras empezaron a solicitar fechas.Lo que ofrecía Casa Max en un evento promedio era el uso total de la planta baja y un cuarto superior para guardar instrumentos. A veces, por lo regular en exposiciones, se usaban los cuartos del primer piso. Y el trato era: organizador se queda el cover, el lugar con la barra. Pocas veces se llegó a rentar el espacio con todo y barra por aproximadamente 3 mil pesos.El sitio no tenía respaldo institucional ni legal. Se manejaba de forma autogestiva y sin permisos para ejercer como establecimiento mercantil.
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Aun así, iniciativas musicales como Pizzatanicos, Violencia River, Humo, Aquí no hubo escena, Calipso Corp, Neandertales y Nuestra Escena proyectaron los sonidos de Tygre, Wk, Belafonte Sensacional, Sad Saturno, Andrés Canalla, Logan Hate, La Era Vulgar, Islas y Axel Catalán en Casa Max. Es decir, exponentes diversos, de diferentes géneros musicales y diferentes lugares de la República Mexicana.
Una noche
Es noche de viernes de 2017 en Casa Max Rojas.La pregunta se repite: “¿Y Arturo?”Muchos no saben y quién responde da otra incertidumbre.
— ¿No está arriba?Porque abajo, en el evento, donde está la barra y la puerta, Arturo no está. Están un par de sus amigos que le ayudan a destapar y cobrar botellas, pero no se dan abasto.Se siente y nota cierto descontrol. Ya se ven algunas latas de cerveza externas a las que aquí venden; algo no permitido pero que sucede. También sucede que un desconocido ya tiene un libro —parte de la biblioteca de la Casa— en la mano. Y luego el micrófono no suena y por eso los organizadores del show se concentran en hacer sonar a la segunda banda y descuidan la puerta.
Cuando por fin se escucha a la banda, el desconocido se pierde entre la gente y las cervezas externas se camuflan.Media hora después Arturo aparece: sí estaba arriba aunque el evento, la barra y la puerta están abajo.
Ocaso
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Quién no fue benévola fue su tía, la dueña del inmueble, que, tras ver la propiedad anunciada en Airbnb, realizó una visita inesperada a principios de mayo del año en curso. Lo que encontró la alarmó: murales en las paredes, conexiones de luz destartaladas, ventanas rotas y sillones deslucidos.El panorama la orilló a pedirle el desalojo en un mes.“Realmente no era tan necesario que [la tía de Arturo] llegará a esta medida, pero también tiene que ver con una lógica de que al interior de las familias se reproduce todo lo que está pasando a nivel social. Por ejemplo: cuando una familia ve en su propiedad una lógica de vender más allá del arraigo, de pronto hay confrontación; se vuelve una pugna entre la mirada cultural que va más en lo histórico contra la lógica inmediata del baro. A eso me refiero. El perfil que se está castigando es el perfil cultural, de las tocadas, que mi tía piensa que ponen en riesgo la propiedad”.Por eso se puede afirmar que Casa Max Rojas ya no existe debido a una decisión familiar. Pero haciendo un análisis del panorama general, es notable que el frenesí no solo de su gestor sino de toda la comunidad cultural que se involucró en el proyecto, encauzó al ocaso.“Ahora que estoy haciendo la remodelación de la casa me está saliendo muy cara; si me hubiera dedicado a algo más tranquilo no hubiera tenido tanto problema, pero decidí hacer locuras y tengo que aceptar las consecuencias. Hace falta mucho más conciencia del trabajo que implica y hay que valorar más ese trabajo colectivo. Lamentablemente yo veía gente diciéndome: 'Qué mala onda que no dejes meter cerveza', y pues ese era el ingreso que nos permitía pagar los gastos. En fin, a veces los sucesos culturales importantes son breves y efímeros; pero, paradójicamente, en el carácter pasajero está su permanencia”, reflexiona Arturo.
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Mudanza
Un nuevo hogar
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La reapertura de Claveria 22 aún no tiene fecha definida pero su gestor ya tiene en mente 3 proyectos para desarrollar: Surco (una cafetería), Lagave (Laboratorio de Artes Gráficas y Artes Visuales Experimentales) y Azcapo Existe (ciclo cultural en torno a la demarcación).El enfoque ya no serán los conciertos.“Si están en contra de que exista un espacio así, ¿ellos qué proponen?, ¿cuál es su idea de cultura?”, son los cuestionamientos que Alvar Gómez, ya desde un departamento en los límites de Azcapotzalco y Naucalpan, se hace respecto a quienes les ponen trabas a los espacios culturales independientes.Porque él, a través de la experiencia, esa prueba-error que ya le costó la existencia de Casa Max Rojas, tiene claro lo que no se debe hacer y, sobre todo, que su labor “pone sobre la mesa las contradicciones de la propia sociedad hacia lo que considera correcto. Si no aparecieran estos espacios o estos desafíos, la sociedad en su parte conservadora no se sentiría susceptible y las cosas seguirían igual pero de manera silenciosa. Viene a remover una serie de valores y a exponer la doble moral de la sociedad, y creo que esa es una función del arte: desnudar las partes oscuras que producen una sociedad más abierta ”.Desnudar para evitar el ocaso cultural. Pero, sobre todo, aprender de los errores.Acá está el Facebook de la Casa Max Rojas y acá el de Clavería 22.