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Quitar tres ceros a la moneda: ¿se logrará esta vez?

En la última década, la propuesta ha hecho ruido entre la opinión pública, por lo menos cinco veces. Este año, el fiscal Néstor Humberto Martínez la trae de vuelta como una medida capaz de contrarrestar el dinero ilegal.
Imagen cortesía Banco de la República | Vía El Espectador

VICE Colombia reproduce este artículo en el marco de su alianza informativa con el diario 'El Espectador'. Vea la nota original aquí.

Por María Alejandra Medina C. y Sara Padilla, 'El Espectador'

En Colombia, hablar de quitar los tres ceros de la moneda parece que se está convirtiendo en una tradición de cada dos años. El tema ha estado en el debate público desde la década de los noventa. En el 2000 y 2010 se discutió la idea; más recientemente, en 2014 y 2016 y, ahora, en 2018. Esta vez fue el fiscal Néstor Humberto Martínez quien volvió a poner el asunto sobre la mesa.

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A propósito de la extinción de dominio sobre la cadena de supermercados Supercundi y otros, que habrían estado sirviendo para lavar el dinero de las Farc, el argumento del fiscal, acerca de quitar los tres dígitos de la moneda, es que dejaría inservible el dinero de origen ilegal que está oculto. “Si dejan de ser monedas, se van a quedar encaletados, con lo cual le quitamos toda la riqueza criminal a todas las organizaciones que han acumulado patrimonio ilícito”, dijo Martínez.

Al paso, salió el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, apoyando la idea. "La idea de eliminarle tres ceros a la moneda colombiana es muy buena, nos va a facilitar la vida, va a hacer más sencilla la contabilidad de las empresas (…) y ahora que tenemos más turistas extranjeros pues va a facilitar también el cambio de monedas", afirmó Cárdenas a través de un video, durante el fin de semana.

Horas después, a través de Twitter, el presidente de la República, Juan Manuel Santos, anunció que un proyecto de ley para eliminar los tres ceros en la moneda se radicará el 16 de marzo, cuando el Congreso de la República retome sus sesiones. Debido a que la moneda en Colombia se rige por ley, solo a través de esta se puede modificar.

El argumento que dio el ministro de Hacienda es, en todo caso, parecido a los que se han invocado en el pasado: simplificar la contabilidad y la conversión de la moneda. En 2014, cuando Cárdenas habló del tema y de hecho anunció un proyecto de ley al respecto, David McKenzie, investigador del Banco Mundial, dijo al medio de comunicación Bloomberg: “Cuantos más ceros superfluos hay, mayores son las probabilidades de que uno no se registre correctamente”.

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Dos años después, en 2016, el senador Roy Barreras, planteó de nuevo la iniciativa, al tiempo que en el país comenzaba a circular la nueva familia de billetes, que, en un sentido totalmente contrario, sacó una nueva denominación más alta, la de $100.000. “Combatir la devaluación y las economías por debajo de la mesa” fueron los objetivos del parlamentario, según explica Yuri Sierra, abogada de su Unidad de Trabajo Legislativo.

Cambiar la moneda podría tener, por lo menos, dos efectos. Por un lado, que, como dice el fiscal Martínez, el dinero quede “inservible”. Por otro, que, al intentar introducirlo al sistema financiero, para que el capital no pierda validez en la transición, los bancos se den cuenta de los movimientos inusuales. Sobre el titular, al no poder justificar la procedencia de esos ingresos, podría iniciarse una investigación, explica Sierra. El proyecto de Barreras en ese momento no encontró el apoyo de la comisión ni del Gobierno.

Ahora, expertos en el tema creen que al asunto, una vez más, se le está dando mucha importancia, y han preferido, incluso, no opinar. Para la exministra y exdirectora de Planeación Nacional, Cecilia López, “la idea no es mala”, pero hacen falta muchos datos para poder debatir. Según ella, se deberían hacer estudios sobre las ventajas y desventajas de la medida; el impacto que tendría en la lucha contra la ilegalidad; los costos que generaría o que, por el contrario, reduciría; observar las experiencias de otros países y publicar las cifras para dar la discusión.

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Cuando la nueva familia de billetes entró en circulación en 2016, el Gobierno explicó que poner “mil” en letras y no en dígito era el primer paso para eliminar los tres ceros de la derecha. “Queremos hacer la transición, sin costos adicionales. Cuando llegue el momento, no tendremos que imprimir nuevamente”, dijo entonces el ministro a El Colombiano. Es decir, bastaría con eliminar del diseño la palabra “mil” que aparece en letra más pequeña junto a la denominación. En todo caso, el cálculo tentativo del costo de la transición ronda los $800.000 millones.

La tendencia al cambio también se podría ver en actos tan cotidianos como las tarifas que aparecen en las cartas de los restaurantes, en muchas de las cuales figura, por ejemplo, “12” en vez de “12.000” o “12 mil”. Según López, los efectos psicológicos —si la gente siente que su dinero perdió o ganó valor— también deben ser objeto de estudio, teniendo en cuenta las experiencias internacionales.


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La decisión que en todos estos años le ha faltado a Colombia para quitar los ceros le ha sobrado a Argentina. Entre 1970 y 1992 la moneda argentina ha perdido 13 ceros y por cada uno de ellos, ha cambiado de nombre. En 1970 la Moneda Nacional perdió dos ceros. A principios de los ochenta, en el gobierno de Raúl Alfonsín, ya no la Moneda, sino el Peso Argentino, perdió cuatro de ellos. En 1985, llegó el Austral y como cosa de rutina se fueron tres ceros. La racha terminó en el 92 cuando Carlos Menem decidió volver al peso e igualarlo al dólar. Esta esquizofrenia ha tenido una misma razón: inflación e hiperinflación.

En México, los tres ceros se fueron en 1993 bajo el gobierno de Carlos Salinas. Simplificar la moneda, facilitar transacciones y el registro contable eran las razones principales de la medida. Pero, a esa decisión la antecedía una década de inestabilidad económica, también por inflación. En el caso mexicano, la vieja y la nueva moneda coexistieron por dos años, y en el 96 se esperaba que no existiera ningún peso viejo.

En 2007 le llegó el turno al bolívar con la presidencia de Hugo Chávez, en Venezuela. Una reforma monetaria para reforzar la moneda y combatir la inflación que, en ese momento, alcanzaba el 17% se llevó tres ceros por delante. Mientras que el gobierno decía que la medida mejoraría la contabilidad y el manejo del dinero, la oposición advertía que la medida podría controlar la inflación. Hace unas semanas, José Guerra, diputado y presidente de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional denunció a través de su cuenta de Twitter que el Banco Central de Venezuela pretendía volver a quitarle tres ceros: “Urgente. Los genios que dirigen el BCV están pensando en otra reconvención monetaria para volver a quitarle 3 ceros al bolivar (sic) como se hizo en diciembre de 2007. Así planteada va a fracasar de nuevo. #HaMuertoElBolívar y lo procedente no es un cambio cosmético”.

Los países que han optado por la medida lo han hecho en contextos económicos difíciles: de inflación o hiperinflación. Aunque en Colombia también se busca simplificar la moneda, el objetivo es combatir el dinero de origen ilícito. Sin embargo, las experiencias internacionales sugieren que el cambio toma entre dos a cuatro años. Ante este posible escenario cabe preguntarse: ¿en qué medida este periodo de transición daría el tiempo suficiente para encontrar maneras de evadir la justicia?