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Entrevistas

Tommie Smith alzó el puño en México 68 para que nosotros también lo hagamos

Hace 50 años el corredor norteamericano ganó los 200 metros planos, y su gesto de protesta sobre el podio sigue teniendo eco e influencia hoy en día.
Tommie Smith en 2018
Fotos cortesía de Puma

Este artículo es presentado por PUMA

Tommie Smith no se acuerda exactamente en cuál de los dos rectas cruzó la meta. “Estoy algo desorientado”, dice riendo sobre la pista del Estadio Olímpico Universitario. Más tarde recordará la entrada a los vestidores, ese sitio del que salió como atleta y al que regresó convertido en desterrado. “Este lugar es como una segunda casa para mí”.

En su última carrera como atleta de competencias internacionales, Tommie Smith, por un momento, parece ir tarde a alguna parte. De tan erguido que lleva el torso bien podría ser un oficinista al que no le sonó el despertador e intenta atajar la multa por retardo. Bracea compacto, esa mañana del 16 de octubre, y alza las rodillas con engañosa facilidad. Hay un momento incluso, al salir de los primeros cien metros en curva, cuando el pixeleo sugerente del video permite suponer en su rostro ese gesto universal que dice, más o menos: “¡chiaa…! ¡las ocho veintinueve!”. De no llevar shorts blancos y muy cortos, una camisa sin mangas azul marino con un número afianzado al frente, podría estar esquivando mierda de perro y gente lenta en la banqueta. Pero más respeto que estamos hablando de “Speed City”, su apodo juvenil, hijo de granjeros, séptimo de doce hermanos, y esta es su última carrera.

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Smith, participando en una carrera previa a los Juegos Olímpicos de 1968

Tommie Smith, en una carrera previa a los juegos de México 68.

Por no redactar la odiosa frase “un día como hoy”, pregunto: ¿cómo se habla de lo que todo el mundo ya conoce? Hablamos de Tommie Smith y sabemos por qué. Ese 16 de octubre fue miércoles y la ciudad seguía conmocionada por la matanza de estudiantes en Tlatelolco hacía un par de semanas: el espíritu de ruptura había sido silenciado por tanquetas. A esa hora del día, adentro del Estadio Olímpico en Ciudad Universitaria, las personas en las gradas no saben que en un rato más quedarán en silencio absoluto, conmocionadas a su vez por un gesto. Y, tampoco lo saben entonces pero bastantes de ellos comenzarán a abuchear lo que no entienden; o lo que entienden y tristemente no saben cómo o no se atreven a apoyar.

No va solo, Tommie Smith, obviamente; de hecho va rezagado en el grupo de ocho atletas. Aunque esto no es lo importante. Este detalle, quizá, ni lo sabemos. Su compatriota John Carlos, vecino de carril y convicciones, reaccionó presto al pistoletazo y trae, por lo menos, tres zancadas de ventaja. Más allá en el carril seis, el ilustre australiano Peter Norman –recuerde ese nombre–, y otros cinco actores de reparto.

Un año antes, Carlos y Smith, y muchos otros atletas negros de la delegación olímpica estadounidense, formaron el Olympic Project for Human Rights, una agrupación que buscaba iluminar el terrible estado de los derechos humanos de las minorías y la persecución racial en Estados Unidos y en el mundo. “Yo decidí unirme primero que nada por mí, porque quería formar parte de algo que hiciera avanzar la causa, la causa de los atletas-estudiantes. Durante mi estancia en la universidad yo decía poco, hablaba poco. En segundo lugar, porque me lo pidieron: en ese momento era el poseedor de un record mundial. Y me di cuenta que era una oportunidad de ser útil, de yo servir para avanzar la causa, para servirle a algo más que competir en la pista. Sin embargo, necesitaba la competencia en la pista para poder llegar a ese lugar.” Durante un tiempo, el grupo amenazó con boicotear los Juegos Olímpicos en México. La decisión fue asistir, “por suerte”, dice sonriente Tommie Smith. “En una de las últimas reuniones de camino a la Ciudad de México “se decidió que cada atleta estaría en libertad de presentarse a sí mismo de la misma manera en que cada uno de ellos pensara que el país los veía y los representaba. Y eso le dio la libertad a los atletas de hacer lo que quisieran para manifestar su postura. A mí se me ocurrió hacer algo distinto, pero no sabía qué. En ese momento no sabía qué.”

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Esta es su última carrera y sin embargo apenas será la cuarta en competencias olímpicas: pasó como primer lugar en el primer heat calificatorio (corrió doscientos metros planos en 20.3 segundos ); pasó como primer lugar en los cuartos de final (20.2); y pasó en primer lugar en la semifinal (20.1). El record mundial en ese momento era de 20.0, impuesto por el hombre más rápido del mundo en 1966. Tommie Smith en ocasiones habla en tercera persona de sí mismo, y repite mucho una frase: “ move forward”, avanzar, hacer avanzar la causa. John Carlos, carril número cuatro, entrados ya en la recta final, voltea a su izquierda cuando Tommie Smith lo va rebasando. Atenidos al mismo video que parece espejismo, parece evidente la secuencia de muecas en el rostro de Carlos: sorpresa, urgencia, desesperación, derrota. Aunque, no es descabellado pensar que después de la derrota, en ese mismo rostro, hay hermandad, gozo.

No hemos dicho lo importante. Quizá ese sea el modo de hablar de las cosas de sobra conocidas: enfatizando los detalles menudos, el redondel de pormenores. “Yo sabía que iba a hacer algo porque me traje mis guantes desde California. Mi esposa los trajo y cuando me preguntó por qué, le dije, no estoy seguro”. John Carlos traía también un par de guantes, pero los olvidó en su habitación. Alguna variante de la historia dice que fue Peter Norman, el australiano solidario que se colocó un botón del Olympic Project for Human Rights en el pecho, quien sugirió que compartieran. “Decidimos en el túnel, allá abajo, que usaríamos el guante, en puño, alzado hacia el cielo y la cabeza inclinada en oración, sin zapatos para representar a la pobreza y claro, se trataba de una protesta silenciosa. Y, por ser silenciosa, serían ustedes quienes dirían qué significaba ese gesto. Y cuando digo ustedes, digo todas las personas que la vieron.” Entonces no lo sabe, Tommie Smith, pero será expulsado de la Villa esa misma noche, y al llegar de vuelta casa, la invectiva y el racismo le llegarán por teléfono, por carta, en la calle incluso. Pasará mucho tiempo en solitario, oculto por la urgencia de la novedad, y recordado apenas por unos cuantos. Entonces es imposible, pero el futuro Tommie Smith entiende las repercusiones de su gesto al verlo de nuevo. “Me emociona. Creo que sirvió como plataforma para quienes no la tienen para hablar, para decir. Para generar energía, porque el estatus quo está muriendo” La notoriedad le llegará, como siempre en estos casos, tarde y rara –él es la voz que explica el gesto silencioso, pero el sistema que aquel acto denunciaba sigue en pie y tan tranquilo–. No lo sabe entonces pero la sociedad que formó con Peter Norman y John Carlos, esa triada de atletas en discordia con el mundo, se replicará en otros deportes, a cuenta gotas. Mahmoud Abdul-Rauf sentado una banca de la NBA; Colin Kaepernick y otros tantos arrodillados la banca de la NFL; en alguna cancha de futbol aparecerán una vez más esos gestos de denuncia silenciosa, de renuncia a hacer como que nada está pasando. No está formada la frase en su boca todavía, pero mucho tiempo después en la misma pista del Estadio de CU, enfatizará que la política y el deporte sí se mezclan. “"Pero por supuesto que los atletas tienen una responsabilidad política. Todos necesitan dinero, pero esa devoción por el dinero es la raíz de todos los males. Hay que girar y echarle la mano a la gente para que salga del agujero del que tú saliste”.

En su última carrera como atleta de competencias internacionales, ese 16 de octubre de 1968, Tommie Smith rompió con facilidad el record mundial de los doscientos metros planos. Tan fácil quebró la marca que dispendió centésimas, décimas de tiempo celebrando diez metros antes de la meta. ¿Habría celebrado así de saber que iba ser su última carrera? Tiene veinticuatro años. Otros atletas, corredores de élite como él, tardarán once años más en quebrar el record que fijó esa mañana de octubre en la que corrió por última vez. 19.83. Pero no es por eso que hablamos de Tommie Smith. Porque, un miércoles de octubre, al sur de la Ciudad de México, un hombre subió al podio, sin zapatos, con una bufanda negra el cuello, y alzó el puño de la mano derecha, enfundado en un guante negro, agachó la cabeza y eligió guardar silencio.

Tommie Smith, alzando el puño 50 años después

Hace 50 años, el corredor olímpico Tommie Smith alzó su puño para luchar por los derechos equitativos. PUMA se compromete a luchar junto con él. Por cada foto que subas con el puño alzado, PUMA donará $1 dólar (hasta llegar a $100,000 USD) a la fundación American Civil Liberties Union. Conoce más aquí.