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La lucha para combatir el cambio climático topa con la realidad urbana

La batalla real para evitar el cambio climático va a tener lugar en las ciudades, que representan el 75 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. El éxito radica en superar la burocracia, las limitaciones presupuestarias y la...
Retenciones en Mombay, el 26 de julio de 2016. (Imagen por Divyakant Solanki/EPA)

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Las esperanzas de evitar el cambio climático están chocando con la realidad urbana. El Acuerdo de París firmado el año pasado ha sido ratificado por suficientes países para que resulte efectivo. Sin embargo la batalla real se va a luchar en las ciudades, que representan el 75 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. El éxito estriba en superar la burocracia, las limitaciones presupuestarias y la ignorancia.

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Numerosas áreas metropolitanas se han comprometido a actuar. Más de 7.000 han firmado el Pacto Mundial de Alcaldes por el Clima y la Energía. Varios se han comprometido a unas metas muy ambiciosas. La ciudad de Nueva York, por ejemplo, quiere reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 80 por ciento para 2050. La capital islandesa, Reikiavik, pretende ser neutral en materia de dióxido de carbono para 2040, mientras que los líderes de la capital de Noruega, Oslo, dijeron que tienen la intención de reducir a la mitad las emisiones en sólo cuatro años.

El Acuerdo de París, desarrollado dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también ha traído una mayor transparencia. El número de centros urbanos que proporcionan datos sobre sus planes al informe de CDP —una organización sin ánimo de lucro que hace pública información sobre emisiones de carbono— publicado la semana pasada se incrementó un 70 por ciento a 533.

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Se tratan de hechos alentadores, al igual que la creciente voluntad de los gobiernos municipales para trabajar con el sector privado. Unos 277 de los encuestados por CDP, por ejemplo, están trabajando en 720 proyectos conjuntos relacionados con el clima que cuestan alrededor de 26.000 millones de dólares. Abordan temas que van desde la energía renovable hasta el transporte de agua o la iluminación.

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Estas iniciativas son fundamentales. Al fin y al cabo, los gobiernos municipales son directamente responsables, de media, de solo el 3 por ciento de las emisiones, según CDP. Las empresas y los individuos representan el resto. A veces, una mezcla de persuasión moral y búsqueda del interés propio puede bastar para cambiar las prácticas nocivas: las 57 corporaciones, universidades, empresas inmobiliarias y hospitales que aceptaron el Carbon Challenge ("Desafío de Carbono") 2007 de la ciudad de Nueva York para reducir las emisiones en la construcción, por ejemplo, ahorran entre ellas unos 175 millones de dólares al año en costes de energía.

Sin embargo, serán necesario unos 57 billones de dólares de inversión urbana a nivel mundial hasta el año 2030 en infraestructuras de transporte, agua, energía y telecomunicaciones que reduzcan el carbono. Ahí está el problema: para muchas ciudades occidentales, los presupuestos están muy limitados. Además, el acceso a financiación para las metrópolis de los mercados emergentes puede ser difícil. Para empezar, la mayoría tienen calificaciones de crédito baja o inexistentes.

Esto puede hacer que incluso cueste aprobar proyectos que puedan autofinanciarse en un periodo de un par de años. Usar LED para alumbrado público, por ejemplo, puede reducir el consumo de electricidad hasta en un 70 por ciento, según el grupo de ingeniería Black & Veatch.

Los proyectos también pueden atascarse por disputas entre departamentos o ser llevado a cabo por un brazo del gobierno sin la participación de los demás. Alrededor del 63 por ciento de los gobiernos municipales encuestados en un informe de Black & Veatch de principios de este año sobre el desarrollo de ciudades inteligentes dijo que sus programas de redes eléctricas inteligentes, sistemas inteligentes de agua y de automatización se gestionan de manera separada.

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Peor aún, las metas a menudo no se entienden bien. Tres quintas partes de los encuestados en el mismo informe no sabían, por ejemplo, qué grado de rentabilidad requerían sus municipios en los proyectos de infraestructuras. Y en conjunto, el medio ambiente solo ocupó el quinto lugar en la lista de factores de motivación para la inversión, por detrás de cuestiones como la visión a largo plazo, las presiones de costes y evitar crisis.

La mayoría de las ciudades que prometen reducir las emisiones también están trabajando con el sector privado, según CDP. Esta medida puede servir de aliciente, ya que podría atraer a las mentes más brillantes a los municipios más implicados, que a su vez podrían convertirse en lugares más atractivos para empresas que trabajan con tecnologías limpias y otros negocios relacionados con el cambio climático, aumentando tanto el conocimiento experto como la recaudación fiscal.

Las ciudades tienen que darse prisa en esta batalla por el talento y los recursos. El objetivo del Acuerdo de París es mantener el aumento global de la temperatura media desde la revolución industrial en menos de 2 grados centígrados -—y preferiblemente de 1,5 grados— para 2030. Poner en marcha grandes proyectos puede llevar una década o más. El tiempo no está de su lado.

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