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Cómo armar tu biblioteca en la basura

Te damos una lista de tianguis en el DF para que vayas a pensar.

Fotos por Francisco Pavón Figueroa.

El comercio natural del libro son la librerías. Tan sólo en México, desde noviembre del 2013, están censadas 1,565 distribuidas en los 32 estados, sin contar las últimas que ha abierto el Fondo de Cultura Económica, o la librería con un concepto de barrio de El Ermitaño. En la medida de que las editoriales producen cada año más novedades, sus puntos de venta también se han esparcido. Pasan de un autor ganador de premios a otro traducido a varios idiomas; de un éxito de ventas en Francia a otro aún más exitoso en Latinoamérica. Los libros en la mesa de “novedades” tiene cada vez menos tiempo de exhibición y el número de títulos también se incrementa debido al surgimiento de editoriales emergentes o independientes.

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En el catálogo de las librerías más comerciales (Gandhi, Porrúa, Casa del Libro, El Sótano), los libros editados a principios del siglo 21 son de los más escasos. No se pueden encontrar ediciones que tengan más de cinco años de antigüedad. El motivo es que muchas editoriales dejan sus libros a consignación, esto es que dejan los libros por cierto periodo de tiempo y si no son vendidos, la editorial los recoge de la librería y busca darle salida por otro medios hasta llegar al remate en algunas ferias. Si no consiguen un comprador oportuno, el destino de los libros es su destrucción.

Si pasamos al otro tipo de librerías, las llamadas “de viejo”, la variedad en sus catálogos es amplísima. Puedes encontrar ejemplares con más de trescientos años de antigüedad, únicos y firmados por los grandes escritores del mundo. Pero en las “librerías de viejo” la dinámica en la valoración del libro cambia. Se tratan ya de objetos de valor histórico y de contenido, así que también los precios son elevados. Aunque hay muchos títulos con hermosas ediciones que pueden valer hasta diez pesos, como es el caso de los libros editados por Salvat. Sólo basta con mirar bien sus costuras de hilo, el papel granulado con el que está hecho su forro, su olor y te darás cuenta de que vale adquirirlo.

Pero existen otros lugares de un acceso más común y poco explorado hasta ahora; lugares cubiertos por una atmósfera popular que marcha al ritmo de guaracha, de la salsa o de los celebres gritos de “¡Pásele, pásele!”, “¿Cuál buscaba, joven?”, “¿Qué le vamos a dar, güerita?”; quizás desdeñados por los visitantes asiduos a librerías y que están, por lo regular, en la periferia de la ciudad de México. Me refiero a los tianguis de chácharas o también llamados de pulgas, en donde recaen lo que se pepena a lo largo y ancho del Valle de México.

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Una voz pregonera recorre toda la Ciudad de México: el fantasma de “se compran colchones, tambores, refrigeradores, lavadoras, microondas o algo de fierro que venda”, se hace notar y quien se acerca a él intercambia, trueca o vende lo que ya no le sirve, lo que en algún momento podría considerarse basura. Entre todos estos objetos, uno de los más depositados en los carros de los ropavejeros son los libros que luego van a parar en los tianguis de muchas de las colonias más pobres que alberga la ciudad y el Estado de México. A continuación, conocerán tres puntos en donde pueden encontrar los libros más variados con un costo mínimo que muchas veces depende de su habilidad para regatear.

Tianguis de La Vergel de Guadalupe

Situado en la Avenida México, a dos cuadras del metro Nezahualcóyotl de la línea B, este tianguis se desplaza por otras dos arterias que son la calle Chilpancingo hasta la Avenida Morelia y la Avenida Francisco De los Reyes. En centro del tianguis, como regularmente se encuentran todos los tianguis, corresponde al comercio de las materias primas: frutas, verduras, carne, pescado, alimentos o artículos de primera necesidad. Mientras que en sus orillas están expuesta una cantidad considerable de ropavejeros. Por un lado, toda la calle Chilpancingo está tendida de los más diversos objetos, desde herramientas de carpintería hasta prendas de vestir. En esa calle es muy seguro que encuentres por lo menos a cinco personas que ofrezcan libros. La mayoría de los comerciantes de esa calle son habitantes de la colonia que venden sus propios objetos.

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En la otra orilla, se encuentran la Avenida Francisco De los Reyes que hace esquina con Avenida México. Las personas que comercian en esas calles se dedican por entero al negocio de objetos usados. Hay pocos habitantes de la colonia que salen a vender. En esta calle puedes encontrar desde una máquina de coser Singer de los años cuarenta por menos de quinientos pesos, hasta teclados electrónicos por menos de mil pesos. Y por supuesto, libros, enciclopedias enteras, libros de historia, libros de pintores en gran formato, la obra completa de Federico García Lorca con un forro de piel, novelas policíacas en inglés, la biografía de Benito Juárez, una Biblia con ilustraciones medievales o una antología de los texto de Alfonso Reyes. Con estos comerciantes de libros sólo hay dos precios: los que son gordos, y por lo tanto más caros, o los que son flacos, y por lo tanto más baratos.

Tianguis de Las Torres

Ubicado en Avenida Las Torres, colonia Campestre Guadalupana, en la delegación Gustavo A. Madero, a cinco kilometros del Deportivo Los Galeana, el tianguis de Las Torres se caracteriza por sus seis cuadras de cachivaches. Muchas de ellas están destinadas a vender libros. Con un conocimiento mayor de los productos que ofrecen, estos “tlacuaches” negocian poco por un precio, pero de igual forma puedes encontrar algunos libros infantiles de Francisco Hinojosa, Juan Villoro o Carlo Collodi, autor de Pincho, por diez pesos. También libros en diferentes idiomas como por ejemplo, la historia de Rusia en caracteres japoneses, impresos en tinta roja o libros con sellos de bibliotecas escolares, algunos incluso con la leyenda “Prohibida su venta”. Pero eso no lo saben estos particulares comerciantes porque muchos de ellos no saben leer.

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Tianguis de La Lagunilla

Emblemático, se vea por donde se vea, el tianguis de La Lagunilla es visitado por muchas personas todos los domingos. Es popular porque en la calle de Comonfort, en el centro de la ciudad, desfila las marcas de boutiques de alta costura, la música más sofisticada, la cerveza con chile y gomitas de colores, etcétera. Pero existe un lado poco concurrido en donde se encuentran una gran cantidad de libros que van desde la novedades hasta las rarezas, contando, por supuesto, con los libros piratas. Localizado en la salida sur del metro Garibaldi que da al Eje 1 Norte, esquina con Calle Allende, frente al Mercado de la Lagunilla, podrán encontrar puestos con sus lonas amarillas mostrando sus productos a muy variados precios sin excederse de los doscientos pesos.

Un punto destacado de este lugar son los puestos de revistas antiguas, en donde podrán encontrar revistas Life de los años cincuenta, tanto en español como en inglés, a un precio de risa o ejemplares de 1940 de la revista infantil Billinkin que aún hoy se sigue publicando. Otras publicaciones importantes son los comic de Fantómas, Kaliman y Superman en sus primeras ediciones en México. También existen puestos de afiches cinematográficos de los años setenta, guías de cine y carteles de películas mexicanas. Podrán encontrar un puesto dedicado al nazismo con el libro prohibido en todo el mundo: Mi lucha, de Adolfo Hitler. No faltan los puesto dedicados a los lectores más pequeños, en donde hallarán los clásicos de todos los tiempos, el libro-juguete, el libro importado o el que imprime imágenes de la película infantil en cartelera.

Cada de uno de los tres puntos de venta alternativos de libros mencionados anteriormente, tienen un carácter casi mágico, del tipo que Juan Villoro narra en El libro salvaje, de bibliomancia, de un gusto infrarrealista, de vago. Los libros que están ahí no obedecen a ninguna circunstancia megacomercial, están ahí puestos al azar y vendidos por cronopios o clochards malhumorados dispuestos a negociar su valor para ganarse el primer taco del día. Libros que quizás estuvieron por un tiempo en alguna librería y que pasó a un librero particular o que fueron dedicados con amor y que luego se desbalagaron, están ahí para que los leas y luego los vuelvas a perder.

@VieyraSolar