Almorzando con Daniel Raisbeck, el candidato del corbatín
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Almorzando con Daniel Raisbeck, el candidato del corbatín

Daniel Raisbeck nos explicó cómo es hacer campaña contra los pesos pesados, qué coño significa ser libertario y dónde le gustaba farrear en los noventa.

A mí este man Raisbeck no me recuerda a ningún político. Me recuerda, más bien, a esa selección de fútbol de Jamaica que jugó hace hace unos meses la Copa América de Chile. Sin nada que perder, los isleños salieron a la cancha frente a las selecciones de Uruguay, Paraguay y Argentina, les quitaron la pelota, se robaron parte del show, ganaron el cariño de la gente, y perdieron los tres partidos en línea. Algo así.

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Me di cuenta de eso el domingo pasado, cuando un historiador joven, que quiere ser Alcalde de Bogotá por el Movimiento Libertario, se paró tras un atril en los estudios de CM& para enfrentarse en debate televisado a unos pesos pesados de la política, como Clara López, Enrique Peñalosa, Francisco Santos y Rafael Pardo (moderados nada menos que por Yamid Amat), los cuales tienen encima tantas campañas electorales (y algunos elecciones ganadas) como las selecciones de Argentina y Brasil tienen títulos mundiales.

Al igual que los futbolistas jamaiquinos, Raisbeck lució despreocupado frente a sus adversarios, los cuales parecían acartonados y a punto de quebrarse por culpa de la presión de la cita. Al final de la noche, el más joven de los candidatos se llevó los elogios de una audiencia que lo desconocía. Se fue contento, además, pese a que el próximo 25 de octubre, cuando salgan los resultados de la elección, lo más probable es que le vaya parecido a la selección de Jamaica.

"Yo no tengo nada que perder, por eso contesto sin rodeos. Por ejemplo, Peñalosa siempre le saca el cuerpo al tema de las privatizaciones, mientras que yo siempre he dicho que las privatizaría todas. Así esta no sea una posición popular, para nosotros generar polémica ya es ganancia", me contaba Raisbeck, en el plural con el que hablan los candidatos corrientes, cuando almorzamos el viernes pasado.

Le había pedido el día anterior que escogiera un barrio y un restaurante que tuvieran un significado especial para él. Me citó a mediodía en la plazoleta que se levanta enfrente a la Universidad del Rosario. Llegó vestido con un saco de cuello en V, camisa y bufanda. Ese día, me dijo, tenía gripa. Y se le notaba: el saludable hombre del debate había sido reemplazado por su otro yo un poco enfermo, desganado, de nariz roja, tos insistente y congestión en el hablado, esos síntomas de mierda que no son capaces de matar a alguien pero sí de dañar un día. De todas formas, caminamos un par de cuadras hasta la Trattoria Nuraghe, donde Alessandra, la mujer de acento italiano que administra el restaurante, lo felicitó por su campaña y confirmó su intención de votar por él.

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Ya sentados, Raisbeck, cuyo apellido es de origen escocés, proveniente de un abuelo que llegó a Bogotá en los años treinta con la ropa que llevaba puesta y una maleta llena de corotos y malos recuerdos de la Primera Guerra Mundial, ya sentados, digo, Raisbeck preguntó por un agua de Jamaica que no estaba en la carta. Casi la consigue, de no haber sido por que le dio pena causar molestias (el mesero no la tenía en la carta pero podía hacerla combinando ingredientes) y prefirió ordenar una Ginger Ale en su lugar.

Luego comenzó a contarme acerca de su vida.

Nacido en Bogotá hace 33 años,el 31 de enero de 1982, cursó casi todo el bachillerato en el Colegio Nueva Granada, colegio bilingüe que desde siempre ha sido identificado con los niños bien y los hijos de ejecutivos extranjeros que son trasladados durante una temporada a Bogotá. Luego, terminó sus estudios en la Gulliver School de Miami, un internado en el que han estudiado los dos hijos de Julio Iglesias, el sobrino de George W. Bush y varios deportistas estadounidenses.

Mientras me contaba, yo iba pensando que Raisbeck era de esos que desde muy jóvenes se ponen la meta de llegar a presidentes, que incluyen en su página de anuario una foto de saco, corbata y banda de mandatario y buscan una beca para estudiar en el exterior e ir perfilando una hoja de vida presidenciable, impoluta, destacable. Puros prejuicios.

Raisbeck sacudió la cabeza y blanqueó los ojos, como quien dice "por favor", al momento en que le pregunté si había participado en algún consejo estudiantil del colegio. La verdad sea dicha, Daniel se fue a Estados Unidos a jugar tenis, una actividad que nada tenía que ver con urnas, debates y discursos. Iba a cumplir el ritual del deportista gringo: una beca universitaria, practicar a diario, probar suerte en el circuito profesional. De currículo. Una lesión, sin embargo, le quitó el panorama de enfrente.

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Ya en la agonía de esas aspiraciones, Raisbeck empezó a formar sus primeras posiciones políticas: "En el último año de colegio me di cuenta de que la guerra contra las drogas era un fracaso y la intervención militar de Estados Unidos en Afganistán e Irak eran un desperdicio completo de recursos. Creo que estas fueron mis primeras posiciones que podrían llamarse 'libertarias'".

Pero ¿qué coño significa ser libertario? Antes de encontrarme con Raisbeck investigué acerca de esta corriente ideológica y encontré que la palabra es como una sombrilla que cobija muchas tendencias políticas, las cuales, a pesar de compartir la idea de la libertad del individuo como valor supremo, difieren mucho en la manera de lograrla.

Se encuentran bajo esta carpa, juntos pero no revueltos, quienes rechazan todo tipo de autoridad central (léase la intervención del Estado) y sostienen que los medios de producción y las relaciones sociales deben ser reguladas por pequeñas asociaciones de trabajadores y juntas de ciudadanos locales respectivamente.

A la derecha de estos libertarios, que coquetean por los laditos con el anarquismo, está otra corriente, una que afirma que el Estado central, un ente regulador de la sociedad y del inevitable conflicto entre seres humanos, es necesario pero en su mínima expresión: fuera de la vida privada de los ciudadanos y dejando, salvo contadas excepciones, que la competencia y el libre mercado hagan lo suyo a la hora de regular el mundo.

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Es precisamente dentro de este segundo grupo de libertarios en el que se inscribe Raisbeck, quien habla de sí mismo como un " minarquista". Dicho en cristiano: aquel que está a favor de la existencia de un gobierno, pero que cree que las funciones de este deben ser tan limitadas como sea posible.

"En realidad sería más preciso llamarnos liberales", me decía mientras rasgaba una tajada de focaccia en pequeños cuadritos y esperaba sus ravioli de cordero. "Lo que pasa -continuó- es que en muchos lugares, como Colombia o Estados Unidos, el término 'liberal' ha sido apropiado, erróneamente, por los social demócratas de centro izquierda y usado por todo tipo de políticos que nada tienen de liberales, como Ernesto Samper, por ejemplo".

Durante el almuerzo, Raisbeck mencionó a los economistas Ludwig Von Mises y F.A. Hayek, como dos de los autores que más han influido en su pensamiento. Rastrearlos es fácil. Adivinar su influencia en él también.

Von Mises fue un austríaco que se exilió en Estados Unidos al principio de la Segunda Guerra Mundial, donde, ayudado por una beca de la Fundación Rockefeller, recibió y dictó clases en la Universidad de Nueva York. Su principal aporte a la teoría económica fue un tratado acerca de la acción humana, en el que establece varios principios que han moldeado las economías de mercado de la segunda mitad del Siglo XX. Ahí dentro está, por ejemplo, la idea de que el ser humano es inconforme por naturaleza y de ahí su constante esfuerzo por mejorar sus condiciones de vida a través de la obtención de ganancias en un ciclo que se repite infinitamente.

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Por su parte, Hayek es considerado como uno de los economistas más influyentes del Siglo XX y su obra es considerada una inspiración para la política económica de gobiernos neoliberales, como los de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Nacido en el Imperio Austro-húngaro, Hayek ganó el Nobel en 1974, y se oponía ferozmente a la configuración de un Estado omnipresente, omnipotente e intervencionista. Hayek se oponía a la noción de justicia social, por considerarla un concepto vacío. Sin embargo, matizó muchas de estas posturas y estaba a favor de ciertas intervenciones estatales a la hora de, por ejemplo, proteger el medio ambiente o regular los horarios laborales.

Aún estaba digiriendo mi cerveza, mi plato de ravioli y parte de este ladrillo de teoría política y económica que Raisbeck escupe mientras habla del "libertarianismo", cuando salimos a una calle angosta del barrio La Candelaria.

Le pregunté si no le parecía demasiado atrevido proponer un sistema que confía los destinos de una nación casi exclusivamente en el sector privado, en el mismo país que acaba de sancionar a los empresarios del sector azucarero por ponerse de acuerdo para manipular los precios del azúcar a su favor. Una corchadora.

"Todo lo contrario", me contestó , "en realidad este tipo de comportamientos irregularres en algunos sectores se deben a la intervención del Estado y no al contrario. El caso de los ingenios azucareros es un buen ejemplo. Durante años, el gobierno subdisidió la producción de azúcar, impidiendo la competencia por parte de productores de otros países y esto terminó por convertir el sector del azúcar en una mafia que controlaba a su antojo el mercado. Los libertarios no creemos en el sector privado per se, creemos en la competencia como actor regulador del mercado".

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-Pero aun si no es atrevido- continué -¿no le parece que sería bastante impopular proponer una desregulación del mercado en un país en el que todos, desde los estudiantes universitarios y los pequeños agricultores, hasta los grandes cultivadores de caña y palma, usan la palabra subsidios a la hora de negociar con el Estado?

"No necesariamente", contestó Raisbeck. "No necesariamente" implicó un repaso breve por un capítulo de la larga historia de este país con el fin de evaluar un fenómeno que había sucedido la semana pasada. Así, se fue a la Colombia del Siglo XIX, que, de la mano de empresarios del tabaco, se caracterizó por una gran prosperidad económica. El espíritu de esta época quedó reflejado en la Constitución de Rionegro, firmada hace siglo y medio, en 1863. Para él, esa es una carta política que refleja "ese espíritu de la libertad social y económica que es característico del verdadero liberalismo".

Mientras hacíamos esta regresión a la Colombia pre Regeneración conservadora, caminábamos por la Avenida Jimenez hacia el oriente de la ciudad. Usualmente, un político entra a un barrio con la mirada alta, como buscando reconocer y ser reconocido, pero Raisbeck camina con las manos en los bolsillos y la cabeza baja.

Prefiere preguntarme acerca de VICE y hace cuánto está la revista en Colombia que hablar acerca de sí mismo. Zafándome de esos temas rápidamente, le pregunto en qué momento ese tipo que se fue muy jovén del país, curso estudios clásicos e historia en Estados Unidos, hizo un doctorado en la Universidad Libre de Berlín y siempre miró a la actividad política por encima del hombro, decidió poner sus ideas a concursar en las urnas colombianas. Me dice que fue en 2013, en pleno paro agrario.

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"Por ese entonces todo el mundo culpaba a los tratados de libre comercio de la crisis agraria, cosa que yo no compartía, primero por convicción, y segundo por que los tratados ni siquiera se habían implementado en un 5% para ese entonces". En ese momento, hace apenas dos años, Daniel Raisbeck se dio cuenta de que había un espacio vacío en la política para que tuvieran cabida sus ideas.

La política de acá lo recibió de la mejor forma que tenía a su alcance. Primero, Raisbeck tuvo que lanzarse a la Cámara de Representantes con el aval del Partido Conservador, uno que no necesariamente la va muy bien con sus ideas de legalización total de las drogas, ni legalización del aborto y matrimonio gay. Para su primer acto de campaña, dice que Juan Mario Laserna, su padrino político, lo mandó a reunirse con un líder local de Engativá: "Nos encontramos un sábado en la plaza de comidas del Portal de la ochenta. El tipo me saludó y de una me dijo que fuera y le contratara un conjunto vallenato y le comprara unos pollos para el evento de esa tarde", me contó dejando escapar una de sus pocas risas. Esa tarde Raisbeck se fue a casa sin haber comprado ningún pollo ni contratado ningún músico. Decidió que si volvía a lanzarse a alguna elección, lo haría con un movimiento propio y con firmas.

Reunió 110.000. La gente de la Registraduría no podía creerlo cuando las vio en sus narices. La póliza electoral le costó 120 millones. Serán reembolsables solo si alcanza 4% de la votación total. Difícil.

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- Tal vez hubiera sido más fácil (más aterrizado) lanzarse al Concejo- le dije.

- Si me hubiera lanzado al Concejo, usted no estaría aquí entrevistándome - respondió. Seco.

Todas las fotos por Daniel Lara

—¿Y la idea de privatizar todas las empresas públicas? - le pregunté, todavía sintiendo pesar por esos ciento veinte milloncitos de pesos, tratando de cambiar el tema- me imagino que esa es una propuesta difícil de vender.

—Bueno, las privatizaciones sí generan algo de recelo, pero es cuestión de educación. Cuando usted le dice a la gente que quiere meter al Acueducto de Bogotá a la bolsa, la gente se imagina que va a llegar un magnate que va a comprar toda la empresa y les va a cobrar lo que quiera por el agua, pero yo estoy hablando de meterlas en la bolsa de una manera gradual, primero un 20%, luego un 30% y así.

Pero mandarnos a todos a la bolsa, no es la única propuesta controvertida de Raisbeck. El candidato libertario defiende a capa y espada los colegios en concesión y sostiene que en Bogotá sobran muchos semáforos. Me pregunto si todas las personas que en los últimos días han manifestado con entusiasmo su apoyo a Raisbeck en las redes sociales son totalmente conscientes de lo que esto significa. ¿Será que se trata de una pasión despertada por la forma (sin fondo) del candidato joven, independiente , y sin maquinaria, más que por el contenido de sus propuestas? En el pasado los votantes bogotanos ya ha demostrado tener una debilidad por los outsiders de apellido exótico…

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Noté, mientras caminábamos por la Avenida Jiménez, que nadie se había acercado a tomarse fotos ni hacerle preguntas a Raisbeck. Sin embargo, algo muy distinto sucedió cuando pasamos la carrera cuarta y nos acercamos a la Universidad de Los Andes: varios jóvenes se juntaron para saludarlo, felicitarlo y tomarse fotos con él. ¿Serán todos ellos minarquistas convencidos de que el mercado debe regular las cosas de ahora en adelante ante la disminución de la capacidad estatal para hacerlo? No lo sé, pero aseguraron que este 25 de octubre votarían por él.

Sin embargo, cuando lo vi interactuar con sus voluntarios, quienes lo ayudan repartiendo lápices, me quedó claro eso que me había dicho minutos antes acerca de nunca haberse involucrado en política.

Ni en la universitaria. Unos cinco o seis chinos vestidos con chaquetas naranjas lo esperaban frente al edificio Mario Laserna de la Universidad de Los Andes. Cuando lo vieron, abrieron el círculo y se quedaron esperando las instrucciones de su candidato. Al líder dirigiendo. Un silencio incómodo se prolongó por varios segundos hasta que Raisbeck tomó la palabra y dijo: "Bueno ¿qué hacemos?". Una frase que no parece ser tomada precisamente de un discurso de Churchill, De Gaulle o Mussolini.

Raisbeck rompe con todas las reglas de todas las páginas el manual del buen candidato: no saluda con sonrisa de oreja a oreja, no pregunta nombres, no le dice don y doña a la gente vieja y pobre, no abraza, no promete y tampoco se despide diciendo: 'cuento con ustedes'. Cuando le pregunté si era tímido, me contestó: "un poco, al principio sobre todo", como toda la gente que es tímida.

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En algún punto se le acercó un tipo moreno y bajito que calzaba sandalias sin medias y afirmaba ser artesano. El de sandalias se quejaba de la desaparición paulatina de las ferias artesanales en Bogotá, de cómo eran los revendedores y no los artesanos los que se estaban enriqueciendo, de cómo muchos colegas habían optado por dedicarse al microtráfico. El artesano cerró su exposición con las palabras "entonces sí, era para ver usted qué nos propone, qué nos soluciona".

Raisbeck se limitó a hablarle acerca de cómo iba a acabar con las filas y trámites para formalizar una empresa y luego invitó al de las chancletas a buscar alianzas en el sector privado: las mismas respuestas que le daba al país en CM&. El hecho es que a Raisbeck le hace falta un concepto de las ciencias políticas que acabo de inventarme: "hambre de voto". Y ese es precisamente su principal defecto. O virtud. Depende de la tendencia filosófica con que lo evalúen.

De esa Bogotá noventera en la que creció y pasó su adolescencia, Raisbeck recuerda lo rico que era fumar marihuana y comer en Charlie's Roastbeef (quizá la primera se mantenga más vigente que la segunda). También recuerda tomar éxtasis en las fiestas de Massai, Discovery y Cinema.

Luego me pregunta con ese tono apenado y curioso de toda la gente que teme estar volviéndose vieja: "¿Y el éxtasis sigue siendo popular?"… Le pregunto si siente que haber estudiado en el colegio más gomelo de la ciudad y haber estado largos años fuera del país no se han convertido en una barrera a la hora de conectarse con el electorado, "Para nada", me dijo, "Si no ha sido un obstáculo para los demás candidatos, quienes tampoco son precisamente gente del común, no veo porque habría de serlo para mí".

Acerca de su competencia (Clara, Peñalosa, Pacho, Pardo, Vernot y Arias), Raisbeck afirma que, a fuerza de verse las caras en muchas ocasiones durante los últimos meses, se va formando una relación amable y de familiaridad. Sin embargo, no pierde de vista la enorme desproporción que existe entre la suya y las campañas de los cuatro candidatos más opcionados: "El otro día estaba saliendo del debate de Cable Noticias y me encuentro 5 buses llenos de gente apoyando a Pardo y haciendo bulla".

Más que la desproporción entre su campaña y las de los demás candidatos, a Raisbeck le molesta la posición que los medios han adoptado a la hora de seleccionar los invitados a sus debates: "Es un mal chiste. Nos dicen que no estamos invitados porque no figuramos en las encuestas. ¿Cómo vamos a figurar en las encuestas si ellos mismos nos cierran los espacios para dar a conocer nuestras propuestas". Irónicamente, Enrique Peñalosa y Clara López, los candidatos más opcionados a ganar la alcaldía (aunque las encuestas varían, estamos a la espera de las últimas esta semana) se han dado el lujo de faltar, con una variedad de excusas, a varios debates en estas últimas semanas.

Aun así, la tarde que hablé con él, Raisbeck parecía optimista. "Aún queda la última semana de campaña, que promete ser la más agitada. Además tenemos los debates de Blu Radio y de RCN Televisión". Tras sus apariciones en los debates televisados de CM& y Cable Noticias la campaña de Raisbeck recibió una ola de nuevos seguidores y mensajes de apoyo en las redes sociales, así que, a falta de buses, pollos y músicos, la apariciones en televisión se han convertido en la mejor esperanza para sumar votos a pocos días de las elecciones.

Me despedí de Raisbeck y su equipo en la Avenida Jiménez con carrera cuarta, no sin antes preguntarle por el corbatín, el cual usa hace varios años y le gusta "porque a casi nadie más le gusta". Atrás quedaron las 7 u 8 personas que, armados de lápices, se disponían a vender ideas en una calle en la que ya se sentía la percusión del reggeaton y el aroma de una Poker tibia y sin gas.

Cuando llegué a la oficina, Facebook me contó que RCN televisión le había retirado a Raisbeck la invitación a su debate. Un par de días después, Blu Radio haría lo propio.

Cual futbolista jamaiquino, Daniel Raisbeck verá la fase final de la competencia desde la comodidad de su casa.

NOTA: Este artículo fue editado el 22 de octubre de 2015, un día después de su publicación. El texto original contenía la afirmación de que Daniel Raisbeck era escéptico del cambio climático. El reportero extrajo esa información de un tweet publicado por el candidato, en el que le respondía eso a un ciudadano. Daniel Raisbeck se comunicó con Sebastián Serrano y le aclaró que tal declaración había sido un error de quien manejaba sus cuentas de redes sociales. El tweet fue retirado posteriormente.