Cómo es impartir una clase de dibujo donde las modelos son trabajadores sexuales

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Cómo es impartir una clase de dibujo donde las modelos son trabajadores sexuales

"Si luchamos para erradicar el estigma y despenalizar el trabajo sexual, podemos ayudar a crear un ambiente seguro para las trabajadoras sexuales".

Tengo algo que confesar. Ir a una clase de dibujo impartida por trabajadoras sexuales me daba nervios por una sola razón: no he usado un lápiz del número dos desde que iba en la universidad. Por más que ame las obras de Rothko, en estos últimos años, lo "mío" ha sido escribir artículos para mi columna de sexo y periodicazos sobre fiestas sexuales. Por lo tanto, la desnudez y los juguetes sexuales no me molestan en lo más mínimo.

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Esperaba ver al menos un par de erecciones atrapadas en pantalones. Sin embargo, cuando llegué y subí al primer piso de un bar sombrío ubicado al sureste de Londres, la atmósfera se sentía increíblemente relajada. Apagada, incluso. Los participantes de diferentes edades y géneros esperaban sentados en cojines a que empezara la clase. Y Ana, la mujer que imparte las clases, estaba hincada en una manta, rodeada de vibradores.

Una de las modelos de la clase.

Ana explicó brevemente que iba a posar primero y que Pussy Willow, quien se especializa en fetiches de mujeres físicamente fuertes, iba a posar durante la segunda mitad de la clase. Y agregó que todos los objetos con los que iba a posar eran regalos de su sugar daddy. Apretada entre una estudiante de arte y un güey peludo, tomé mi lápiz y esperé a que empezara el sexo.

Pero nunca sucedió. En vez de eso, Ana posó sola con diferentes juguetes sexuales hasta terminar desnuda y utilizó su laptop para recrear una escena de "camming" —donde una trabajadora sexual desempeña su labor en vivo para un cliente a través de una cámara web—. Durante el tiempo que posó, se la pasó hablando y bromeando sobre sus experiencias. El contexto era sexual pero la experiencia en sí era desconcertantemente normal.


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"Temía que los participantes se prendieran con la clase", me explicó Ana después. "Me daba miedo ser un espectáculo gratis de sexo en vivo pero, por suerte, no fue así. Mi objetivo es crear un espacio más accesible y político para que la gente haga arte". Entonces, ¿poner a trabajadoras sexuales como modelos es un acto político o solo una forma de hacer publicidad a las clases? Desde mi punto de vista, la intención de iniciar un debate amplio acerca de las opiniones sobre el trabajo sexual está ahí. Pero el diálogo es inútil si solo predicas a los conversos.

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Pussy Willow dice que puede cargar a un hombre de 75 kg.

En fin, la segunda mitad de la clase vimos a la dominatriz Pussy Willow y a su "víctima" Jonathan en varias poses de lucha vueltas fetiche. Dibujarlos fue algo inusual ya que sus músculos y sus rostros se iban tensando conforme Pussy Willow adquiría un rol normalmente masculino sin llegar a ser sexy o sexual. Sus poses eran rápidas y energéticas, y se sentían más como un performance que como el entorno íntimo de la sesión de Ana.

"Siempre he estudiado el elemento performativo en el trabajo sexual y los actos performativos del género", dijo Ana. "Investigué sobre Thomas Ekings, un artista del siglo 17. Ekings reestructuró las clases de dibujo con modelo para que, en vez de usar prostitutas y cortesanas, los artistas se dibujaran entre ellos mismos. Eso creó una nueva división de clase en el mundo del arte. Pero no estamos en 1870. Si eres prostituta, no entras en el estereotipo, es decir, no estás plagada de enfermedades, un elemento que hubieran explotado los artistas de esa época. En ese entonces, las prostitutas eran un objeto para documentar a través del arte. Hoy en día hay mucho activismo en torno al trabajo sexual. Además, el trabajo de las estrípers y las camgirls es sumamente performativo. Es necesario volver a abordar la idea desde una perspectiva diferente".

Ana tiene razón. Como aprendimos la semana pasada, el Comité de Asuntos Selectos del Reino Unido emitió un informe donde exigía la despenalización del trabajo sexual tras una larga investigación que algunos temían que fuera a generar políticas todavía más retrogradas con respecto a esa actividad. Para las cerca de 72,800 trabajadoras sexuales de Reino Unido, esto podría significar prácticas laborales más seguras. No obstante, para otras, esto no es suficiente para resolver la explotación tan característica de dicho trabajo. Me pregunto si las clases de Ana son parte de una tendencia que trata de normalizar la objetificación de la mujer o si el trabajo sexual en realidad puede ser empoderante.

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"No todos los trabajadores sexuales son avaros, están reprimidos o son víctimas de explotación. Pero tampoco creo que el trabajo sea empoderante, sin importar cual sea", señaló. "La clase es parte de un movimiento hacia la despenalización; pero eso solo aplica para ciertas trabajadoras sexuales. Quiero erradicar el estigma del trabajo sexual sin tener un enfoque positivo del sexo porque algunas personas odian el sexo con sus clientes y para ellas no es más que su forma de sobrevivir. No obstante, si luchamos para erradicar el estigma y despenalizar el trabajo sexual, podemos ayudar a crear un ambiente seguro para las trabajadoras sexuales. Quiero que el público afronte el trabajo sexual para que se de cuenta que no es tan blanco y negro como los medios de comunicación lo hacen ver. Puede ser lucha erótica o salir de compras".

Lógicamente, como creadora de la clase, Ana ha tenido mucho tiempo para definir su postura respecto al tema. Por eso decidí platicar con mis compañeros para saber qué pensaban. ¿Cuál fue el motivo de inscribirse a esta clase, más allá de la vaga expectativa de excitación? "No sabía qué esperar", dijo Tegan, una estudiante de arte de 20 años, cuando platicamos después de la clase. "Ya había ido a otras clases de dibujo con modelo pero eran muy diferentes. Nunca había dos modelos y mucho menos en estas posiciones. Además, nunca había conocido a una trabajadora sexual".

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Al igual que el resto de los participantes, Tegan se veía muy tranquila ante elemento sexual: "Cada que vas a una clase de dibujo con modelo, tardas unos minutos en superar el hecho de que están desnudos", dijo Tegan. "Me gustó que el ambiente fuera tan relajado".

"Y no se trata solo de estar en un espacio artístico", agregó Rachel, otra estudiante de arte de 22 años de edad. "Es un lugar agradable y tranquilo, no una clase en la universidad".

La autora escuchando los comentarios de uno de los tutores.

A propósito o no, Ana tomó el trabajo sexual y lo introdujo a un contexto normalizado descrito como "agradable" y "tranquilo". Está poniendo su grano de arena para llevar a la profesión más allá del terreno de los estereotipos, lo cual dice mucho. Fue una tarde libre de erecciones, al menos donde yo estaba sentada.

Se cambiaron algunos nombres para proteger la identidad de los participantes.

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