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La cruda verdad sobre los animales de laboratorio

Los límites de la ética siguen sin estar claros en cuanto a la experimentación animal.

El caso del investigador Stephen Suomi ha revuelto las aguas de la discordia entre científicos y defensores de los derechos animales. A finales del año pasado, Suomi fue acusado de maltratar a los primates que estudia provocándoles traumas y daños físicos. Aunque el centro donde trabaja ha enviado una carta que desmiente los hechos, lo cierto es que todo apunta a que son ciertos. Los límites de la ética siguen sin estar claros en cuanto a la experimentación animal.

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A fines del año pasado, cuatro miembros del congreso estadunidense pedían al director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) la revisión de los experimentos con animales del centro de Poolesville, en Maryland. Sospechaban que en las instalaciones se estaba incumpliendo con las normas bioéticas para trabajar con primates.

"Varios expertos cuestionan las justificaciones éticas y científicas de los trabajos", aseguraban en una carta los representantes de la cámara. Se referían concretamente a los estudios que llevan realizándose durante más de 30 años en el Laboratorio de Etología Comparada, cuyo director es Stephen Suomi. Este psicólogo septuagenario ha dedicado su vida a estudiar la teoría del apego, referida a la necesidad infantil de tener al menos un cuidador adulto para desarrollarse emocional y socialmente.

Los investigadores del centro, coordinados por el científico, analizan cómo afecta la ausencia materna al desarrollo infantil. Prueban sus consecuencias en crías de macacos modificadas para poseer ciertos genes identificados como factores de riesgo de trastornos neurológicos humanos. Los modelos animales con primates se utilizan porque "compartimos un porcentaje del genoma muy alto; es el más cercano a los humanos evolutivamente", explica Juan Carlos López, investigador y profesor del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Sevilla.

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La contundente misiva iba acompañada de documentos, fotografías y videos aportados por la asociación Personas por el Trato Ético a los Animales (PETA). Según la organización, los pequeños primates eran sometidos a situaciones de estrés, miedo y dolor desde muy temprana edad. A algunos se les separaba de sus madres. Dadas las circunstancias y la ausencia de respuesta ante denuncias anteriores, los miembros del congreso les exigían entregar un informe para corroborar que todo estaba en orden.

Los investigadores tienen que obtener una acreditación para usar seres vivos en sus experimentos y "no puede aplicarse cualquier metodología". En psicología "debemos utilizar un procedimiento apetitivo, no punitivo", apunta. Esto quiere decir que, en la medida de lo posible, hay que evitar los estímulos negativos, como descargas eléctricas, y cambiar las recompensas incrementando su valor.

En la respuesta que dio en enero el director de los NIH a los congresistas afirmaba que ellos también cumplen las reglas. En un texto, alega que implementan "numerosas normas y protocolos para asegurar el tratamiento ético de los invalorables recursos" en Poolesville, pero que han realizado una investigación más exhaustiva debido a las graves acusaciones.

Creen que los resultados son suficientes para demostrar que están actuando correctamente. No obstante, también han servido para que se vean obligados a detener algunas prácticas que ya no son estrictamente necesarias, como las punciones lumbares y la reducción del flujo sanguíneo en neonatos. También han establecido nuevos parámetros para redefinir lo que se consideran casos de angustia. Si no estaba ocurriendo nada extraño, ¿por qué redefinir las reglas y procedimientos?

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"La sociedad tiene que decidir cuál es el límite ético para llegar a buscar la cura de una enfermedad", dice López, aunque a veces las restricciones supongan un retraso en el conocimiento. Según el investigador, cada vez es menos habitual que se utilicen simios en los laboratorios porque es caro y además existen métodos alternativos.

En 2011, el Instituto de Medicina de los Estados Unidos publicó un informe en el que calificaba la mayoría de los experimentos con grandes primates innecesarios. En el pasado la práctica estaba menos vigilada. Después de licenciarse, Suomi se inició en la investigación de la mano del científico Harry Harlow, que en los años sesenta utilizaba primates en sus controvertidos experimentos sobre psicología comparada. Diseñó una cámara de aislamiento para incomunicar a los bebés durante los primeros seis meses de vida.

La periodista Deborah Blum describe en su libro The Monkey Wars las consecuencias: "Comían y bebían, pero habían perdido la capacidad de ser monos", asegura. "Algunos de ellos apuntan al aire o se paralizan de miedo al ver sus propios brazos, rasgos característicos de la esquizofrenia humana", añade. En 1979, Harlow abandonó su trabajo en la Universidad de Wisconsin-Madison y el equipo se deshizo de los cubículos de metal donde encerraban a los simios. Suomi afirmaba que le producían pesadillas. Por su parte, a Harlow no le gustaban los animales, o al menos así lo afirmó en algunas entrevistas.

"Yo sería incapaz de trabajar con un primate en este tipo de modelos; es muy duro", asegura López. Afirma que el investigador acaba estableciendo una relación afectiva con el animal. "Es desagradable también para el propio científico", concluye.

Actualmente, se utilizan roedores para estudiar, por ejemplo, la sintomatología de la esquizofrenia y la depresión para el diseño de fármacos. Aunque las ratas no se deprimen (o es muy difícil saberlo) es posible conseguir bajos niveles de serotonina imitando a los casos reales. Para ello existen diferentes estrategias, como administrarles un compuesto estimulante y analizar luego la caída o el modelo de indefensión aprendida —haga lo que haga, el animal nunca conseguirá un refuerzo positivo o siempre obtendrá un castigo—.

En el caso de la esquizofrenia, el procedimiento es un poco más duro. "Se le causan lesiones en zonas específicas durante el desarrollo que provocan déficits cognitivos cuando son adultas", explica el científico. Después, se observa la respuesta ante las drogas.

La alternativa a los modelos animales sería probarlas directamente en humanos, con el riesgo que ello implica. La polémica es inacabable y, aunque cada vez existen más limitaciones para las prácticas abusivas, las barreras éticas siguen siendo borrosas porque, como dice López, "todos necesitamos medicamentos".