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La tierra murió gritando

Bienvenidos a la 'era del hombre'

Hemos destruido tanto el planeta que estamos entrando a una nueva época.

Esta pieza de gneis Acasta es una muestra de la roca conocida más antigua del mundo. Fue encontrada en el noroccidente de Canadá y tiene aproximadamente 4.000 millones de años; es sólo 500 millones de años más joven que la edad estimada de la Tierra. Foto por SSPL/Getty Images.

Cuando tú o yo miramos una cordillera al lado de una autopista, lo que vemos es una serie de cumbres majestuosas. Pero cuando Kirk Johnson las contempla, lo que ve son cientos de millones de años de historia. En las capas de roca y los restos de seres que alguna vez estuvieron vivos, él puede rastrear los casi imperceptibles rastros de la evolución y del tiempo geológico, así como identificar las huellas de las cinco extinciones masivas que periódicamente han acabado con casi toda la vida en la Tierra en los últimos 500 millones de años.

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Johnson, un paleobotánico y geólogo, dirige el Museo Nacional de Historia Natural del Instituto Smithsonian en Washington. Allí nos explicó los enormes cambios físicos de la Tierra —y su gran interés en las rocas— mientras paseábamos entre los dioramas y esqueletos de dinosaurio que hacen de este museo uno de los mejores del mundo.

"Es en los museos donde guardamos la evidencia de la vida en nuestro planeta: fósiles, rocas, especímenes", me dice. "Todo termina en los museos, y es allí donde nuestra cultura conserva todas las rarezas que han ocurrido durante los últimos 4,5, 4,6 o 4,7 mil millones de años de historia terrestre".

Desde mediados del siglo XX, los científicos han desarrollado métodos increíblemente certeros para fechar el surgimiento —y la desaparición— de especies, así como teorías de cómo el mundo ha llegado a tomar la forma que tiene —continentes dispersos aquí y allá sobre la superficie terrestre— y la manera particular en que las plantas y animales se distribuyen sobre el planeta. La tecnología de datación por carbono y la teoría de la deriva continental surgieron sólo hasta los 50, según Johnson. Lo mismo ocurrió con los métodos para discernir cómo y por qué la mayoría de la vida en la Tierra ha desaparecido durante los últimos 450.000 millones de años. "Todas estas herramientas que nos permiten contar la historia del planeta han ido creciendo al mismo tiempo que yo", dice Johnson. "Y lo último que ha entrado a la conciencia colectiva de la ciencia —añade— es que los humanos pueden tener un impacto sobre el planeta".

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Johnson habla del Antropoceno —la era del hombre—, cuya existencia es tal vez el debate actual más importante en cuanto a la relación del hombre con la naturaleza.

La transformación humana del entorno se ha vuelto tan pronunciada que Johnson y otros científicos de muchas disciplinas alegan que hemos entrado a una nueva fase en la historia de la Tierra. Ya no estamos en el Holoceno, el periodo relativamente cálido que empezó con el descongelamiento de los glaciares hace unos 12.000 años. Desde que terminó la última era de hielo, y con la proliferación de los humanos en los continentes, nuestros métodos agrícolas, ciudades, producción energética, redes de transporte, plásticos y pruebas atómicas han alterado radicalmente la composición biológica y química del aire, la tierra y el agua, e incluso han dejado lo que algunos dicen que será una huella permanente en la geología del planeta. La extraordinaria velocidad a la que estos cambios están ocurriendo podría incluso estar llevando a la sexta gran extinción en la historia del planeta.

La noción de que los humanos pueden dejar una cicatriz en el entorno no es nueva. En 1854, el geólogo y teólogo galés Thomas Jenkyn acuñó un término para el posible impacto de las actividades humanas en el registro geológico: "antropozoico". El erudito estadounidense George Perkins Marsh argumentó en su libro de 1864, Hombre y naturaleza, que al eliminar los árboles del paisaje, los humanos provocan una perturbación ecológica generalizada, la cual, a su vez, restringe la capacidad de las sociedades humanas para sobrevivir y prosperar. El químico sueco Svante Arrhenius se dio cuenta, en 1895, de que si las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono incrementaban, también lo harían las temperaturas en la superficie terrestre.

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A principios del siglo XX, el geoquímico ucraniano Vladimir Vernadsky y dos franceses —Pierre Teilhard de Chardin y Édouard LeRoy— propusieron el término "noosfera" para describir la creciente influencia de las innovaciones tecnológicas para moldear el entorno y el futuro.

Para el año 2000, el nobel neerlandés Paul Crutzen y su colega Eugene Stoermer propusieron en el Global Newsletter que la influencia humana en el mundo físico ha alcanzado tal punto de inflexión que debe designarse como una nueva era geológica.

La población humana, dijeron, ha crecido diez veces más que en los tres siglos anteriores y, junto con ella, la población bovina ha explotado a casi 140.000 millones. La urbanización también se disparó diez veces, y este crecimiento podría agotar los suministros fósiles que tomaron varios cientos de millones de años en formarse. Los humanos han introducido fertilizantes nitrogenados y —retomando a Marsh— han transformado hasta el 50% de la superficie terrestre. La tasa de extinción de especies ha crecido, por lo menos, mil veces. Los gases invernadero han incrementado sustancialmente en la atmósfera y otros contaminantes han creado un hoyo en la capa de ozono.

Esto podría leerse como el informe técnico de la escena de un crimen. Sin embargo, estas transgresiones no están ocurriendo en la tienda de la esquina, sino a escala planetaria, y han afectado las propiedades biológicas, químicas y físicas fundamentales del mundo que habitamos.

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"Considerando estos y muchos otros impactos aún crecientes de las actividades humanas en la Tierra y en la atmósfera que afectan a escala global —escribieron estos dos expertos—, nos parece más que apropiado enfatizar el papel central de la humanidad en la geología y en la ecología al proponer el uso del término 'antropoceno' para la era geológica actual".

Luego fueron más allá de sólo describir las características de la era del hombre. Estos científicos propusieron también una fecha de inicio en la segunda parte del siglo XVIII, específicamente cuando James Watt inventó la máquina de vapor en 1784, que fue esencial para la Revolución Industrial.

La influencia humana en la naturaleza ha ocurrido con rapidez, concluyeron, y es probable que quede marcada en el paisaje de manera permanente.

"Sin grandes catástrofes como una erupción volcánica, una epidemia inesperada, una guerra nuclear a gran escala, el impacto de un asteroide, una nueva era del hielo o el continuo saqueo de recursos terrestres realizado con tecnología primitiva —dijeron—, la humanidad seguirá siendo una gran fuerza geológica durante varios milenios".

Sin embargo, para muchos científicos, incluyendo a Kirk Johnson, la pregunta ya no es si existe algo llamado el Antropoceno, sino cuándo empezó. ¿Acaso empezó, como sugieren Crutzen y Stoermer, en vísperas de la Revolución Industrial, o en alguna otra fecha?

De hecho, existe una institución científica llamada la Comisión Internacional de Estratigrafía, cuya tarea específica es tomar esta decisión. Es el tipo de organización de la que uno normalmente nunca escucha: un grupo oculto con subcomités de estratigrafía precámbrica, ordovícica, jurásica y de muchos otros grandes periodos geológicos.

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Es probable que en algún momento del próximo año un comité de la CIE decida si la comisión adoptará formalmente el Antropoceno y, en caso de hacerlo, decida la fecha de inicio.

Jan Zalasiewicz es profesor de paleobiología en la Universidad de Leicester, en Gran Bretaña, y dirige el comité de la CIE que está considerando la validez de la era del hombre.

"¿Te sabes la broma de los geólogos? —me dijo Leicester—. Pon a tres geólogos en un cuarto y tendrás cinco acercamientos diferentes a una sola pregunta".

"Con el Antropoceno estamos lidiando con la suma de todas las acciones humanas —dijo—, y los geólogos no son muy buenos para analizar a los humanos".

No obstante, son buenos para observar piedras.

Y es en esas piedras que han identificado los rastros de la actividad humana, específicamente de la radiación proveniente de las pruebas con armas atómicas. Esto fue un punto de inflexión histórico, de acuerdo con Zalasiewicz, quien, junto con otros miembros del grupo, propuso que la primera prueba nuclear, el 14 de julio de 1945, marca el inicio del Antropoceno. La era atómica trajo una nueva forma de energía, y una nueva fuente de deshechos que puede permanecer durante miles de años. Y esta fecha de julio coincide con muchos fenómenos mencionados en el artículo de Crutzen y Stoermer, entre los que destacan: una explosión de la población humana, concentraciones de gases de efecto invernadero, extinción de especies y la producción de concreto, plásticos y metales, a la que se conoce comúnmente como "la gran aceleración".

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Simon Lewis y Mark Maslin del University College de Londres propusieron en el número de marzo de Nature que el inicio del Antropoceno podía ser 1610 o 1964. Para ellos, la gran mezcla entre el Viejo y el Nuevo Mundo, que comenzó en 1492, fue la mayor reorganización de personas en los últimos 13.000 años, así como un intercambio mundial sin precedente de especies de plantas y animales. El "intercambio colombino" significó un momento crucial. Las cosechas del Viejo Mundo, como la caña de azúcar y el trigo, fueron cultivadas en nuevas tierras americanas, mientras que las cosechas del Nuevo Mundo, como el maíz, la papa y la yuca, se cultivaron en Europa, Asia y África. Se ha encontrado polen de maíz del Nuevo Mundo en núcleos de sedimento marino que datan de 1600. En otras palabras, fue una reorganización mundial de la vida sin precedentes.

Esto también trajo un declive masivo en la población humana. El número de personas en América disminuyó de un estimado de 61 millones en 1492 a unas seis millones de personas en 1650 a causa de enfermedades, hambre, esclavitud y guerras. Menos gente significaba menor producción agrícola y menor deforestación y quema de bosques para dar paso a nuevos asentamientos y cultivos. Eso llevó, según Lewis y Maslin, a una gran expansión de la biomasa americana. Con más árboles y arbustos invadiendo el paisaje, más dióxido de carbono era tomado de la atmósfera. De hecho, los niveles de dióxido de carbono disminuyeron ligeramente entre 1570 y 1620.

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Lewis y Maslin dicen que ambos eventos —la aparición de polen del Nuevo Mundo en Europa y la disminución de dióxido de carbono— proveen los marcadores geológicos que señalan el inicio del Antropoceno.

Pero al igual que Zalasiewicz, Lewis y Maslin consideran que el incremento de radionucleidos debido a las pruebas atómicas es una posible frontera entre un periodo geológico y el siguiente. La fecha de la primera prueba nuclear es el 14 de julio de 1945; no obstante, ellos ven el inicio del Antropoceno en 1964, cuando los niveles de carbono radiactivo aumentaron en las muestras de los troncos de los árboles.

Todo esto podría parecer muy académico. Podrías preguntarte qué diferencia hay en que la influencia humana en el ambiente empezara hace 12.000, 500 o tan solo 50 años. Para Lewis y Maslin, la designación podría impactar en nuestra interpretación en torno a qué está impulsando este cambio ambiental sin precedentes.

"(El aumento del nivel de dióxido de carbono en la atmósfera) implica que el colonialismo, el comercio globalizado y el carbón ocasionaron el Antropoceno", dicen. "Escoger la bomba es contar la historia de un desarrollo tecnológico, dirigido por unas élites, que amenaza con la destrucción masiva del planeta".

De vuelta en el Instituto Smithsonian, Johnson también está preocupado por las historias que la gente cuenta, después de todo, cada año millones de visitantes pasan por el museo. La manera en que Johnson y su equipo decidan curar la historia terrestre de 450.000 millones de años tendrá un impacto en las percepciones de jóvenes y viejos, quienes participan a diario, ya sea activa o pasivamente, en debates sociales y políticos sobre los dinosaurios, las extinciones, el cambio climático y el futuro de la civilización.

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"La tasa actual de extinción es extraordinaria —está a la par de las otras cinco grandes extinciones— y lo increíble es que nosotros la estamos causando. No hay duda de ello", dijo Johnson mientras nos deteníamos frente a un mural pintado en los 70.

La escena tenuemente iluminada se desarrolla hace 15.000 años en lo que hoy es Alaska, me dice. Mamuts y mastodontes, un alce, leones americanos, osos de hocico corto y bueyes almizcleros pasean por una tundra verde y café llena de nieve. Es una representación, según Johnson, del fin de la última era de hielo, cuando los humanos empezaron a esparcirse por los continentes. A esta era también se la conoce como el Holoceno.

Johnson señala la esquina superior derecha del mural, donde cuatro hombres peludos rodean a un perezoso terrestre con lanzas. "En Norteamérica, la gente llegó hace unos 13.000 años", cuenta, "y poco tiempo después empiezas a encontrar cadáveres de mamuts con lanzas atravesadas. Y poco tiempo después ya no encuentras mamuts".

"Estamos a punto de desaparecer al elefante, al rinoceronte blanco del norte, a los tigres. Estamos a punto de acabar con las principales especies predadoras", me dijo. "Pero también estamos a punto de matar cosas mucho más pequeñas. En los últimos 100 años hemos perdido al lobo de Tasmania, a ciertos tipos de antílopes. Si lo piensas bien, 100 años no es mucho en el arca de la historia geológica, y la actual tasa de extinción está muy a la par de las otras extinciones".

Estos cambios, dice Johnson, son consecuencia del impacto directo de los humanos: la deforestación, la caza y pesca furtiva privan a los depredadores de sus presas. También están los impactos indirectos: los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, la contaminación de los mares.

"Hay el doble de personas en la Tierra que cuando yo nací, y si estás cazando a un animal, comiendo una hamburguesa o atrapado en el tráfico, todo se traduce en el Antropoceno", dice.

¿La necesidad de matar es algo inherente al humano, es el resultado de la producción capitalista o de la explosión en la población humana —y bovina—? Johnson no ofreció respuesta.

"Como humanos podemos llevar la historia a un resultado mucho más placentero, en lugar de uno menos placentero", dijo. "Los últimos 50 años han demostrado que los humanos podemos cambiar el planeta. Ahora la decisión es si lo cambiamos para bien o para mal".