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Edward Follis: Un confidente mutuo nos presentó diciendo que éramos personas que nos podíamos ayudar mutuamente. Yo fui honesto acerca de quién era —el jefe de la DEA en Kabul—, pero le dije que era un hombre flexible con quien podría trabajar y le ofrecí una relación de la que podría beneficiarse. Le dije que era bastante consciente de quién era su competencia y que era de bastante interés para mí. Él me vio como una figura de valor para su imperio. Él me podía dar información de sus rivales. A cambio, yo le insinué que Estados Unidos se enfocaría sólo en sus adversarios. No obstante, Juma Khan era el verdadero objetivo.
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Es una cortesía en los negocios de Asia Central que no vayas al grano inmediatamente. Tiene que haber, a falta de una mejor definición, un "juego previo" antes de que una relación de negocios se pueda formar. Tomó algo de tiempo llegar a un entendimiento mutuo. Tuve que seguir cortejándolo por dos años, lo cual es mucho más tiempo de lo normal, ya que él tenía que confiar en mí y nosotros necesitábamos recaudar evidencia para sostener la acusación de sus relaciones con el grupo Talibán. Por suerte para nosotros, su negocio marchaba tan bien que tenía suficiente tiempo a su disposición. Pudimos pasar mucho tiempo juntos.Me intriga saber de qué hablaban un agente de la DEA y un traficante afgano de opio durante la cena.
Al principio él no quería hablar del tráfico de opio. La mayoría de las cosas sobre las que hablábamos eran nuestras familias, nuestras vidas y nuestros destinos. Él tenía 14 esposas y 29 hijos. Hablábamos mucho de religión. Él era un hombre bastante religioso. Se sabía el Corán de memoria y había estado en siete hajjis (viajes a la Meca). A veces me llevaba a la mezquita a rezar, aunque yo le rezaba a Dios y él a Alá. Vimos juntos La pasión de Cristo. Algo que él no entendía del cristianismo era por qué Dios había sometido a su hijo a tanto sufrimiento.
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Él tiene casi la misma edad que yo: yo me estaba enrolando en la Marina cuando él estaba en las trincheras luchando contra los rusos que dejaban desperdicios en su tierra. Él era un magnífico hombre de negocios que había crecido en la pobreza. Sobrevivió a la ocupación soviética, a las guerras civiles, al grupo Talibán, a Al-Qaeda; sobrevivió todo eso y aprovechó ese tiempo para construir su imperio.Él era un líder, pero no un dictador. Tenía dignidad; la gente respetaba mucho la manera en la que trataba a su competencia, a sus enemigos y a sus amigos. Nunca escuché salir de su boca una sola palabra despectiva acerca de alguien más. Él no tenía que recurrir a la violencia para mantener el control de su territorio.Se veía a sí mismo como el emperador de su tribu. Era un hombre fuerte y orgulloso en la comunidad y él valoraba eso. Su rostro brillaba cuando hablaba de su gente, de su familia y de sus subordinados. Amaba ser adorado y era bastante generoso. Nunca pagué una sola comida y, aunque era haram (prohibido), él se aseguraba de que los meseros me sirvieran un Johnnie Walker etiqueta negra al final de la comida.
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Para serte honesto, el tiempo que pasé con HJK fue una especie de consuelo para mí, lejos de todos los fantasmas y de la gente de la embajada en Kabul. Yo me sentía más tranquilo con HJK que con mis colegas de la embajada. Algunos de los fantasmas no confiaban en mí, pues me acusaban de saber de ataques a la embajada y de no avisarles.Fue una especie de relación íntima. Un día me di cuenta de que él tenía un bulto en el pecho. Pensé que podía ser cancerígeno, ya que a mí me habían quitado un melanoma anteriormente, y le mostré la cicatriz. Le ofrecí un tratamiento en Washington y él fue, pero resultó ser una falsa alarma. Yo estaba ayudando a un amigo, pero esto también era una forma de crear más confianza entre nosotros. En ese tiempo no teníamos información suficiente para arrestarlo, así que él pudo regresar a Afganistán.¿Qué tan productiva fue esa amistad en términos de tu trabajo encubierto para la DEA?
Su base de control estaba en la región de Baluchistán, cerca de la frontera con Irán, aunque sus redes y su desmesurada riqueza se esparcían desde Asia Central hasta Dubai y Pakistán, en donde tenía negocios y propiedades.Tenía amigos cercanos y familiares en los rangos más altos del gobierno de Karzai. La suya era una "empresa total": desde las amapolas en la granja, su procesamiento en laboratorios clandestinos, traficantes al por mayor en bazares, la importación para que se procesara la base de la morfina, los envíos hacía Turquía. Él era un jugador clave en el tráfico mundial de heroína y nuestro objetivo era detener el suministro de dinero al grupo Talibán y a terroristas como los de Al-Qaeda por parte de capos como él. Al final se convirtió en un espía no oficial. Nos dio información valiosa que pasamos a los militares.
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En 2008 lo engañé para sacarlo de Afganistán; era demasiado peligroso arrestarlo ahí. Le dije que me habían promovido a una misión antidrogas en Irán y que nos ayudaríamos mutuamente allá: él aumentaría mi credibilidad en aguas inexploradas y se beneficiaría de tener personas en tierras altas que podrían facilitar su camino para exportar heroína por Irán.Concertamos una cita para hablar de esto en Yakarta, Indonesia, aunque en realidad lo que haríamos sería arrestarlo y llevarlo a Estados Unidos. En el aeropuerto, cuando su avión aterrizó, me alzó como si fuera una muñeca de trapo y me besó en la mejilla. Lo arrestaron antes de llevarlo a Estados Unidos, en donde ha permanecido encarcelado por haber financiado el terrorismo desde 2008. Nunca volverá a ver la luz del día. Sus abogados prefirieron no ir a juicio porque HJK está más preocupado por el bienestar de su familia que por la supervivencia de su imperio.¿Te sentiste culpable de haber traicionado a un hombre a quien le tenías tanto respeto?
Bueno, había un motivo ulterior para sacarlo de Afganistán. Salvé su vida. Él estaba en lo que llamamos la "lista cinética", una lista de personas que son blanco de un ataque con drones. Su tiempo había llegando y decidí sacarlo de su confortable y satisfecha vida para poder salvarlo.
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No puedo visitarlo. Si lo hiciera podría causar resentimiento; lo saqué de una existencia increíble en la que él era el rey y lo convencí de renunciar a todo. Mi esposa sabe que he tenido noches en las que no duermo pensando en esto y, sí, me conflictúa. No he tenido oportunidad de explicarle lo del ataque con drones. Algún día el caso irá a la corte y ahí lo veré.Aún tengo el teléfono celular de K Mart al que solía llamarlo; está justo ahí, en frente de mí. Él siempre contestaba. A pesar de tener 20 teléfonos, siempre lo llevaba consigo y siempre me contestaba.The Dark Art: My Undercover Life in Global Narco-Terrorism por Edward Follis está publicado por Gotham. La versión en español aún no ha salido@narcomania