La mayoría de los hombres no esconde el hecho de que se masturban simplemente porque todos lo saben. De acuerdo con un estudio, 94 por ciento de los hombres se masturba regularmente, pero nosotros pensamos que la cifra real está alrededor del 125 por ciento.

Sin embargo, aun cuando todos saben que los hombres se masturban, pocos saben cómo lo hacen (esto no sólo va para las mujeres, sino también para los hombres, pues pocos saben cómo lo hacen los demás). Esto se debe a que en los viajes escolares, donde compartes el cuarto y duermes en literas, muy rara vez echas un vistazo para ver cómo se la jalan tus amigos. Una vez que sobrevives a la pubertad, la masturbación se convierte en una actividad privada y rara vez se habla de los detalles y preferencias. Así que nos dimos a la tarea de ser un poco transparentes y le pedimos a algunas personas de la oficina y a algunos amigos que sacaran este secreto tan bien escondido a la luz y que nos compartieran sus preferencias y experiencias masturbatorias.

Mi historia empieza a muy temprana edad. Tan temprana que ni siquiera tenía vello púbico y mi verga era tan grande como una lombriz. Por suerte esta historia es sobre técnica, así que te ahorraré futuras descripciones de mi paquete. Mi abuela tenía dos tubos de metal en los que amarraba los mecates para colgar la ropa y que yo usaba para entrenar. Y por entrenar quiero decir que solía enredar las piernas alrededor de uno y me frotaba de arriba a abajo hasta mequear mis shorts. No lo hice durante mucho tiempo, pero definitivamente ésta es la razón por la que todavía puedo hacer 20 barras seguidas.

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Bueno, tal vez la palabra "mequear" es un poco exagerada, ya que no creo que me saliera nada. Lo que me lleva a la siguiente fase: jalármela con revistas. Entre los 10 y 15 años sólo había una técnica: acostarme boca abajo y frotar mi pene contra la cama. Si te acercas a la foto, las chichis y la vagina son mucho más grandes y te pones más cachondo. Siempre ponía mi pene en un calcetín, mucho antes de que saliera American Pie, lo que me hace pensar que esto podría ser una práctica universal empleada desde las estepas africanas hasta el Himalaya. Como se supone que este artículo es informativo, explicaré el porqué del calcetín. No está allí porque se sienta como una vagina (si eso es lo que crees, entonces no tienes ni idea de lo diferente que es la cueva del amor a un rasposo pedazo de tela). El calcetín está allí para evitar que llenes de mecos el cuarto, lo que incomodaría a tu madre si lo que hacías era jalártela al menos cinco veces al día, como yo.

A esto siguen años de desarrollo sexual donde aprendes mucho sobre tu cuerpo y sobre ti. No sé por qué, pero eventualmente empecé a masturbarme de la forma tradicional: movimientos banales de arriba a abajo con la mano derecha en el pene. En general uso un poco de saliva y siempre me vengo en un kleenex que cubre mi pito como paracaídas. Rara vez veo porno, pero cuando lo hago por lo general es una película de porno lésbico llamada "Belladona Heavy Petting". En general uso mis archivos internos para masturbarme y me imagino a una chica con quien tuve sexo, o lo mezclo con fantasías de una chica que me gustaría cogerme. No quiero decir que la masturbación haya desaparecido de mi vida por completo, pero el ritual de jalarle el cuello al ganso un viernes después de salir del trabajo ya sólo ocurre cada dos o tres semanas. Aunque a veces, si estoy relajado y tengo tiempo, me masturbo todo el fin de semana. No hay nada mejor que venirse, dormir, despertar dos horas después y repetir.

Estoy tan gastado que usar la imaginación simplemente no funciona. Esto significa que necesito porno. Pero sin importar el porno que vea, siempre hay aspectos tristes. Primero está el minuto después de eyacular, cuando te llega la depresión post masturbación. Después de venirte cierras 36 pestañas y te dices a ti mismo: "¡¿Neta?! ¿Acabo de jalármela con eso?" También es muy deprimente el hecho de que, mientras pasan los años, las mujeres de tu edad aparecen en internet como "milfs".

No sé cuántos años tenía. Sólo sé que aún tenía edad de compartir la tina con mi mamá sin que se viera raro. Pero también sé que ya estaba madurando sexualmente porque cuando me la jalaba ya necesitaba kleenex o calcetines sucios. Esto significa una de dos: o era increíblemente precoz o me bañé demasiado tiempo con mi mamá. Digamos que fue la primera.

Antes que nada, no, no me metí a la tina con mi mamá y me masturbé, enfermos. Usábamos la tina uno después del otro, para ahorrar agua. Como sea, desarrollé aquella fantasía infantil de jalármela en la tina. A fin de cuentas resultó mucho más práctico, porque ya estaba desnudo en un cuarto cerrado. No tenía que pensar en dónde aterrizaría mi leche ni preocuparme de que mi mamá encontrara una enorme pila de kleenex usados.

Después de venirme en la tina, buscaba frenéticamente los mecos y los echaba por el caño. No me molestaba que mi mamá se terminara metiendo en agua contaminada de mecos… yo ya me había tomado la molestia de limpiarla para ella.

No estoy hablando de ser nómada en el sentido de que a menudo cambio las locaciones donde me masturbo debido a la falta de materiales o algo así. Estoy hablando de preferencias y hábitos que se desarrollaron a lo largo de los años. He tenido incontables fases. Me la he jalado con calcetines; viendo anime, como Cat's Eye —creo que ése fue mi primer orgasmo autogenerado—; en grupo cuando era adolescente; en el tren; de a rápido; con fiebre; en salas de chat; al lado de compañeras de cama desconocidas y con fotos de Demi Moore de una revista de Playboy de los noventa. Ninguna de las muchas excursiones a la colorida tierra de los métodos de autosatisfacción se adueñó de mí, por lo que siempre sigo explorando. Ninguna de esas curiosidades juveniles tuvo la oportunidad de convertirse en un fetiche real.

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Mis prácticas más actuales son poco espectaculares. Me prenden las fotos del Instagram de C-Heads. Tuve algo por los videos de baja resolución de chicas desnudas que bailan frente a la computadora para satisfacer a sus fans, aun cuando la mayoría eran falsos. Ahora sólo me sorprendo con las palabras que pongo en las páginas porno. Y para ser honesto, estoy un poco preocupado porque hace poco me detuve a media chaqueta porque me aburrí. Pero seguro que la próxima práctica viene en camino, tal vez sea algo con sombreros de paja o botargas. Quién sabe.

La forma en que me masturbo tiene mucho que ver con las 20 pestañas de porno en mi navegador. No recuerdo la última vez que intenté jalármela sin ver porno en internet, pero estoy casi seguro que fue la experiencia más aburrida del mundo. Me pone triste pensar en mis ancestros y en las millones de personas masturbándose durante miles de años sin internet. Pero al mismo tiempo me pone muy feliz por haber nacido en una época tan gloriosa. En retrospectiva, la omnipresencia de la computadora ha cambiado mucho la forma en que me la jalo. Como usaba el mouse con la mano derecha, tuve que aprender a jalármela con la izquierda.

Soy bastante tiquismiquis en cuanto a páginas porno. Nunca pagaría por porno, pero aún así me es de suma importancia que mis estímulos sean en alta definición. Por ejemplo, Pornhub era inútil para mí debido a que los videos estaban muy pixeleados. Ahora ya se pusieron al corriente en cuanto a calidad de imagen y al resto de sus herramientas. Si el porno no está en alta definición, me niego a venirme: las imágenes y videos pixeleados simplemente me la ceban. Prefiero pasar 20 minutos en Google buscando un video en 1080 pixeles, o al menos en 720. Supongo que la calidad de imagen es mi fetiche.

Mi masturbación siempre ha sido muy básica. Alguna vez leí sobre la masturbación sin manos. Obviamente la intenté de inmediato, lo que me llevó al orgasmo más cosquilleante de toda mi vida. Pero al final requiere mucho tiempo y trabajo. Encima de todo, se hizo un desmadre e incluso días después seguí encontrando manchas de mecos.

Lo que debo destacar es que masturbarme arruinó el olor de los kleenex de hierbabuena. Siempre que abro una bolsita, se me para un poquito.