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Los ángeles tienen un mensaje para los narcos

Ciudad Juárez encuentra formas inusuales para comenzar a reconstruirse.

Mientras las autoridades investigan un homicidio, los ángeles se aparecen para enviar sus mensajes.

Es un día de verano y el sol arde sobre Ciudad Juárez. Nos detenemos en un semáforo en la esquina del Paseo Triunfo de la República y la Avenida de las Américas. Un voceador se acerca hasta nuestro auto y nos ofrece los periódicos locales. En la primera plana de casi todos los tabloides aparece la foto de una persona decapitada, encontrada la noche anterior en las afueras de la ciudad. Es muy probable que se trate de una víctima más de la guerra entre los cárteles de Sinaloa y Juárez, quienes llevan años luchando por el control de esta ciudad fronteriza. La foto es aterradora, sin embargo, a estas alturas, no es una imagen inusual. Durante los últimos cinco años, más de diez mil personas han sido asesinadas aquí, convirtiendo a Juárez en una de las ciudades más violentas del mundo.

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Seguimos manejando hasta llegar a una de las estaciones de la policía municipal. Pero no estamos aquí para hablar con los elementos de seguridad, aunque también forman parte importante de la guerra que se vive en la ciudad. El controversial jefe de policía, Julián Leyzaola, llegó de Tijuana el año pasado donde logró disminuir los índices de violencia. Aunque sus tácticas ciertamente pueden estar funcionado en algunos casos, también se le acusa de múltiples violaciones a los derechos humanos, e incluso de recurrir a la tortura durante interrogatorios. Muchos policías también han estado involucrados en crímenes, asesinatos y extorsiones; mientras que muchos otros se la juegan todos los días para hacer honestamente su trabajo.

Pero no estamos aquí para hablar con ellos, vinimos aquí para hablar con los ángeles. Parados en las banquetas frente a la estación de policía, hay siete jóvenes con pintura plateada en el rostro, brazos y pelo, brillantina por todos lados, togas blancas y gruesas, y enormes alas de plumas grises. Se paran cual estatuas humanas, como esas que posan para los turistas. Cada uno trae un letrero con un mensaje dirigido a los policías, a los distintos cárteles y a los capos más importantes.

Primero conozco a Francisco, uno de los ángeles con un letrero que dice: “Chapo Guzmán, el tiempo es corto. Arrepiéntete”. Me saluda sin dejar su postura rígida mientras sostiene el letrero. Con una voz aguda y resquebrajada me explica que él y sus compañeros alados pertenecen a una pequeña congregación llamada Salmo 100, y están enviando un mensaje de paz a las personas involucradas con el crimen organizado. Hoy están parados frente a la estación de policía para crear conciencia entre los policías corruptos, pero también acuden a las escenas del crimen con sus letreros, donde —según creen— está el público al que se dirigen; de esta manera, sus mensajes podrían ser más efectivos. Le pregunto sobre su letrero, y me dice que él no lo escribió, que el coordinador es quien se los asigna.

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Del otro lado de la calle conozco a su líder, Carlos Mayorga. Se encuentra de pie junto a otros tres ángeles con sendos letreros que dicen: “Cártel de Juárez, arrepiéntete. Busca a Dios”, “Juárez, no más sangre. Atte. Jesús” y “Zeta busca perdón de Dios”. Él no está disfrazado de ángel, simplemente está vestido de gorra y playera. Carlos es pastor cristiano y además, corresponsal de Milenio TV. Le pregunto sobre este proyecto, Los Ángeles Mensajeros, y me explica que “sabiendo la realidad que hemos estado viviendo en todo el territorio mexicano, y principalmente en Ciudad Juárez […] decidimos salir a las calles y llevar un mensaje de esperanza, paz, unidad, hablando a esas conciencias, a esos grupos criminales y a la sociedad civil que han formado parte de la violencia y de la desintegración que hemos tenido en los últimos años”.

Carlos recluta a sus ángeles en la iglesia evangélica Salmo 100, ubicada en una de las zonas más conflictivas de la ciudad. Me explica que les gustó la idea de compartir el mensaje de Dios de esta forma e inmediatamente se enlistaron. Los Ángeles Mensajeros llevan dos años y medio saliendo a las calles cada dos semanas durante la época de calor. Salen a las avenidas principales, a los puentes fronterizos, a las escenas del crimen y a las estaciones de policía como ésta. Carlos me dice que cuando hay un asesinato, manejan hasta el lugar del crimen y se paran justo a un lado del perímetro establecido por la policía para enviar un mensaje directo. “Le hablamos a los Zetas, al Cártel de Juárez, a los policías corruptos, a Felipe Calderón, al gobernador de Chihuahua”.

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Los ángeles están convencidos de que incluso Los Zetas pueden entrar al cielo si se arrepienten.

Le pregunté si no les daba miedo enviar esta clase de mensaje a los cárteles, los capos y la policía. “Hemos decidido hablarles de manera directa, y sabemos perfectamente los riesgos. Hemos sido víctimas de algunas agresiones por parte de los policías […] A mí me han logrado detener los elementos policiacos. En una ocasión, cuando nos fuimos a montar en el Cereso municipal, no nos dejaban salir del estacionamiento. Nos da miedo, pero confiamos en Dios”.

Luis Enrique, otro de los ángeles está parado junto a una camioneta azul de la policía. Elementos de seguridad armados hasta los dientes caminan junto a él mientras detiene un letrero que dice: “Matapolicías, ¡basta ya! Atte. Jesucristo”. A los policías no parece importarles. Enrique está de buen humor, a pesar de que está sudando a mares por el calor y su toga, la cual se ve increíblemente gruesa y pesada. Dice que está aquí parado porque cree que la sociedad en Juárez se ha empezado a desintegrar, al igual que las familias.

Según Luis, algunos de los ángeles eran personas que andaban por un mal camino, pero que han regresado al camino del bien. Es evidente que los ángeles y su líder creen en el perdón. Le pregunté a Carlos si creía que El Chapo Guzmán podría ser perdonado y encontrar un lugar en el cielo. Me dijo “si él quisiera arrepentirse de toda su maldad, alcanzaría perdón. Posiblemente no alcancé perdón terrenal, pero sí alcanzaría perdón de Dios. Y eso es lo más importante, porque en la vida no vivimos más de 80, 90 años, y en la eternidad se puede librar de muchas cosas malas”.

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Frente a uno de los cuarteles de la policía municipal, los ángeles aguantan el calor sin moverse durante horas.

La lucha entre el cártel del Chapo y el cártel Juárez por el control de esta ciudad, una de las principales rutas para el trasiego de drogas a Estados Unidos, vio crecer el número de asesinatos de 310 en 2007, a 3,117 en 2010; cifras sin precedentes. Durante los dos últimos años, esta perturbadora tasa de asesinatos ha comenzado a bajar, quizá porque uno de los cárteles derrotó al otro, o quizá porque el ejército mexicano y la policía federal, quienes estaban luchando contra los grupos criminales, se han ido de la ciudad. Hoy, muchos están de acuerdo en que Juárez no es tan peligroso como lo era hace dos años, y hoy, Juárez intenta reconstruirse.

Esta ciudad se niega a darse por vencida, tal vez por eso encontramos los intentos más inusuales para salvarla. A la par de Los Ángeles Mensajeros, están Las Guerreras, una pandilla de mujeres motociclistas que usan chalecos de cuero y camisas rosa mexicano, que salen a ayudar a los pobres y ancianos. Otra organización cuida a las mascotas cuyos amos han sido asesinados, y hay un hombre que vio a Jesús mientras se viajaba con drogas y decidió abrir un refugio para indigentes con problemas mentales [ve nuestro documental El Pastor, en VICE.com].

Luz del Carmen Sosa, una reportera del Diario de Juárez, quien en los peores días de 2010 cubría hasta 20 asesinatos en una sola jornada, nos contó que “a pesar de la situación que hemos vivido, la ciudad no se ha dejado vencer, la sociedad está trabajando de una manera impresionante. Juárez ha demostrado que es una ciudad de valientes, y creo que lo que no se ha perdido es la fe en la ciudad, en el ciudadano”.

Para las cuatro de la tarde, los ángeles terminan su turno, guardan su alas en una camioneta blanca y, guiados por Carlos, dicen una oración: “Padre bueno, gracias te damos, Señor, por habernos permitido llevar un mensaje de esperanza a una ciudad y a un país tan conflictivo como el que tenemos. Gracias te damos porque nos has librado de la bala del enemigo. Gracias, Señor, porque tu voluntad se ha hecho a través de nuestras vidas. Te pido que bendigas con fuerza, con energía, a cada uno de estos jóvenes. Bendícelos, Señor, a través de tu Espíritu Santo, y estaremos aquí, Señor, la próxima ocasión, dispuestos incluso a dar la vida si es necesario, por el Evangelio. Te lo agradecemos en el nombre de Cristo Jesús, Señor. Amén. Denle un fuerte aplauso a Cristo”. Todos aplauden y gritan. Cierran las puertas y se marchan.