Varias personas nos enseñan sus pertenencias más vergonzosas

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Varias personas nos enseñan sus pertenencias más vergonzosas

Como por ejemplo, una rata en el congelador.

El aspecto principal que diferencia a los humanos de los animales es que los primeros sabemos ocultar lo desagradables que podemos llegar a ser. ¿Por qué creéis que inventamos los armarios, cajones y estantes de IKEA? Para mantener nuestras posesiones más repugnantes fuera de la vista, por supuesto.

Partiendo de esta reflexión, pedimos a varios de nuestros amigos que nos dejaran echar un vistazo a los secretos más oscuros que guardan en su armario, debajo de la cama o en el congelador. Obviamente, nuestro objetivo principal era avergonzarlos.

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Hayley, 33 años

VICE: ¿Cuál es tu posesión más comprometedora?
Hayley: Ukko, la rata. Está en el congelador. Ukko tenía una compañera cuando aún estaba viva.

¿Cuánto tiempo ha estado en el congelador?
No estoy segura del todo, pero quizá hará unos diez meses. La guardé con la intención de enterrarla, pero no he encontrado el sitio adecuado todavía; tengo que encontrar un sitio donde pueda estar segura de que no la desenterrarán ni se la comerán. No quiero salir un día al jardín y ver que han desenterrado el cuerpo. Así que la puse en el congelador. Pero bueno, no quiero dejarla ahí para siempre. Tengo que encontrarle un hogar.

¿La existencia de Ukko es un secreto?
Bueno, eso depende. Si invito a alguien a cenar, no le comentaría que hay una rata congelada en la nevera. Depende de quién viniera, quizá se la enseñara.

Olivia, 23 años

VICE: Háblame primero de la caja.
Olivia: En esta caja colecciono mis recuerdos. Pequeños mementos que guardo de distintas experiencias. Desde que tenía 10 años he estado guardando cosas ahí.

Háblame de las cosas más importantes que guardas en la caja.
En primer lugar, hay una fotografía en la que salimos mi madre y yo. Me gusta porque a mi madre se la ve feliz y su expresión delata que me quiere con todas sus fuerzas. No recuerdo cuándo fue tomada, pero sí recuerdo dónde: fue en una de nuestras primeras casas en Prestbury. En esa época mi madre trabajaba fuera muy a menudo. Debieron haberla tomado durante el fin de semana, mientras le contaba todo lo que había hecho en su ausencia.

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También hay una gorra de Bridgestone que mi abuelo Sean me dio. Me la entregó y me dijo que si me lo proponía podría ser piloto de carreras. Le prometí que no la tiraría a la basura, pero también la guardé porque siempre me decía que podía hacer lo que fuera con mi vida y esta gorra simboliza eso para mí.

El último objeto es una foto mía con Harry Styles de One Direction. Éramos muy buenos amigos y fuimos a la misma escuela. Luego se hizo muy famoso. Pasábamos mucho rato juntos haciendo tonterías. Ese día nos encontramos un rollo de pegatinas del Manchester United contra el racismo, y como éramos jóvenes y siempre estábamos de guasa, las pegamos por toda la ciudad. Guardé esta foto antes de saber que acabaría siendo tan famoso, y me alegro mucho de tenerla ahora que no lo veo nunca.

¿Por qué guardas esa caja?
Porque es muy fácil olvidarse de los pequeños detalles, como las pegatinas del Manchester United contra el racismo o de la fe que tenía mi abuelo en mí. Todas estas cosas evocan esos recuerdos. Además, cuando tenga hijos, se las podré enseñar para hablarles de mi vida. También podré demostrar que era amiga de Harry, si no nunca me habrían creído.

Robert, 29 años

VICE: ¿Qué hay en la caja?
Robert: Hay una navaja de afeitar que parece salida de la serie de televisión Peaky Blinders (sobre unos pandilleros de Birmingham en el periodo posterior a la Primera Guerra Mundial), un cuchillo de comando de la Segunda Guerra Mundial, una especie de daga pequeña y un cuchillo Bowie de imitación. Todas las piezas están oxidadas y estaban cubiertas de moho cuando las encontré.

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¿Cómo llegaron a tus manos?
Me mudé a una casa en Hackney que tenía un sótano lleno de trastos. Todas las cosas de los ocupantes anteriores estaban amontonadas y acabaron mezclándose con mis cosas. Cuando por fin pude arreglar el desorden, en una de las esquinas encontré esta pequeña caja mohosa. Dentro estaban estos cuchillos viejos. Así que los cogí y los limpié.

Quizá si lo hubiera encontrado otra persona se habría asustado, pero yo pensé, Qué maravilla. Colecciono cuchillos desde que era un niño, pero unos años antes de que me mudara, la policía hizo un redada en mi antigua casa y tuve que pedirle a un amigo que se deshiciera rápidamente de mi colección. Así que encontrar esta caja fue como un regalo divino. Como si Dios me hubiera dicho: "Lamento lo que te hizo la policía. No pasa nada, aquí tienes unos cuchillos maravillosos".

¿Por qué los escondes?
Porque no dejan de ser armas mortales, supongo. No es muy aconsejable que la gente sepa que tienes armas. Las colecciono, pero estoy en contra de la violencia; soy un hipócrita, vamos.

Resulta curioso e inquietante a la vez no saber qué utilidad les dieron sus antiguos dueños, ¿no?
Pues sí. A lo mejor los usaban como abrecartas o pisapapeles. Pudieron haber utilizado el cuchillo de comando para cualquier cosa; quizás mataron a un nazi con él. O a lo mejor perteneció a un militar que lo usaba para quitarse roña de las uñas con él. Me gustan, pero no es que me pase horas contemplándolos, esperando a que me cuenten su historia.

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Tim, 27 años

VICE: ¿Qué me vas a enseñar?
Tim: Un horrible diario que escribí en 2005. Estuve usándolo como diario una semana y luego pasé a escribir letras horribles de canciones emo.

¿Sobre qué tratan esas letras?
Un amor no correspondido. Bueno, yo lo llamo "amor", pero creo que me lo imaginé. Ya sabes lo que ocurre cuando eres adolescente. Te enganchas a una persona. Desahogaba mis frustraciones escribiendo letras para mi banda.

A veces me cabreo al ver lo horrible que eran las letras, como puede verse en mis garabatos.

¿Se lo has enseñado a alguien?
Por supuesto que no. Me da una vergüenza que me muero. Y sin embargo me cuesta deshacerme de él.

George, 26 años

VICE: ¿Qué me vas a enseñar hoy?
George: Setas mágicas. Nunca las he probado. Siempre he querido pero nunca he tenido la oportunidad, ninguno de los camellos que conozco los vendía y siempre me ha dado miedo cogerlos por mi cuenta.

¿Cómo llegaron a tus manos?
Me los ofrecieron en el festival Secret Garden Party. Si pensarlo me compré tres gramos, pero no consumí nada en el festival. Pensé en guardármelos para una ocasión más tranquila.

¿Los guardas en absoluto secreto?
Obviamente, no se los enseñaría a mis padres. Aunque soy bastante abierto sobre el consumo de drogas con mis amigos, de momento los mantengo en secreto, hasta que decida con quién quiero comerlos.

Kathy, 52 años

VICE: ¿Qué me vas a enseñar?
Kathy: Es una caja grande llena de cartas de mi padre. Falleció hace unos años, y también guardo aquí su certificado de defunción y otras cosas de interés; objetos que le pertenecieron.

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¿Mantienes todas estas cosas en secreto?
Sí, totalmente. La tengo guardada aparte. Leo el contenido de las cartas una o dos veces al año. Me pongo bastante triste cuando lo hago, pero aun así me gusta.

¿Qué es lo más importante de la caja?
Probablemente el sentido del humor de mi padre. Le gustaba enviarme muchas tiras cómicas de Andy Capp (personaje creado por el caricaturista británico Reg Smythe). También me encanta las postales que me enviaba desde los sitios que visitaba. Solía garabatear durante horas en ellas anotando todas sus emociones. Todo en esta caja es importante para mí.

Háblame un poco más de él
Era alcohólico. Fue un hombre muy cariñoso y amable, muy apasionado por la música. Era estadounidense, nacido en Boston. Viajaba mucho por todo el país, de costa a costa, desde Boston hasta Reno y a Seattle. También le gustaba ir de caza y de vacaciones a Lake Tahoe.

¿Qué harías si perdieras esta caja?
Llorar a moco tendido. Esta sería una de las pocas cosas por las que arriesgaría mi vida en caso de incendio.

Stacey, 29 años

VICE: ¿Cuáles son tus pertenencias secretas?

Stacey: Un par de pastillas de éxtasis que tengo guardadas desde hace mucho tiempo.

¿Cuánto?
La verdad es que no recuerdo cuándo las conseguí, pero sí sé que si me las tomara ahora me pondría malísima. Todavía las guardo porque no quiero desprenderme de la idea de esa gran noche que tenía planeada. Son difíciles de encontrar y me gasté un dineral en ellas, pero ahora tengo un bebé, así que es poco probable que vaya a ir de fiesta en el futuro próximo. Y menos para consumir drogas. Creo que se han convertido en una reliquia sentimental.

*Algunos nombres se han cambiado para mantener el anonimato.