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El alcalde cómico, punk y anarquista de Islandia se muda a Texas

En 2010, Gnarr fue nombrado alcalde de Reikiavik, una ciudad con 120.000 habitantes al borde de la bancarrota. Esta victoria supuso una dura crítica a los políticos que estaban en el poder tras la crisis financiera del 2008. Gnarr incluso declaró que...

Como brillante colofón a lo que parece un chiste que ha durado cuatro años, el polémico y satírico reinado de Jón Gnarr como alcalde de Reikiavik ha estado marcado por la excelencia, el éxito e incluso la empatía.

En 2010, Gnarr —poeta travestido, punk, cómico y anarquista declarado— fue nombrado alcalde de Reikiavik, una ciudad con 120.000 habitantes (en un país con una población de solo 320.000) al borde de la bancarrota. Con un 34,7 por ciento de los votos, el líder del “Mejor Partido”, una formación  política de corte satírico, se puso al frente del ayuntamiento, sin tener la menor idea de lo que estaba haciendo.

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Esta victoria supuso una dura crítica a los políticos que estaban en el poder tras la crisis financiera del 2008. La nueva plataforma prometía toallas gratis en todas las piscinas y un oso polar para el zoo de la capital. Gnarr incluso declaró que no trabajaría con quien no hubiese visto toda la serie de HBO The Wire.

Tuve la ocasión de charlar con Gnarr, un hombre de una creatividad infinita y extremadamente compasivo, 47 días antes de que finalizara su mandato. Hablamos sobre las ventajas de meterse en camisa de once varas, la importancia del “yo” en la política, el uso de la sátira en ese mundo, The Matrix, Bruce Lee y la omnipresencia de Texas.

VICE: ¿Qué piensas hacer ahora que has decidido no continuar durante un segundo mandato?

Jón Gnarr: La gente dice que no cree en las coincidencias. Yo sí creo. No creo en Dios, así que siento cierta fascinación por las coincidencias. No estoy seguro de si realmente tomo mis propias decisiones, ni tampoco sé si mi cerebro ha determinado qué va a hacerme hacer en el futuro. Tengo la extraña corazonada de que me va a llevar a Texas. Nunca he estado ahí. En mi mente, Texas es un poco como Mordor o algo así. [Risas]

En un perfil del New York Times de 2010 hay una cita tuya en la que afirmas sentirte como el personaje de una obra de Samuel Beckett, “con una intensa obligación moral para con algo que no logras entender”. ¿Sientes esos mismos impulsos con Texas?

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No, no lo sé. Son solo una serie de coincidencias. Soy escritor, y mis libros se están traduciendo a varios idiomas. Tengo un editor en Texas y un gran amigo que es profesor en la Universidad de Rice. Cuando empecé en el Mejor Partido me sorprendió que lograra captar la atención a nivel internacional.

Así que empecé a expresarme en inglés en Facebook. Una de las primeras personas que empezó a seguirme fue un abogado de Texas. Me parecía absurdo que un abogado de Texas estuviera siguiéndome. Leí sus comentarios y a veces le respondía, pues hacía reflexiones inteligentes y perspicaces.

Hace dos años, estaba de viaje oficial en las islas Feroe. Nunca había estado allí antes. De repente, alguien dijo “¡Alcalde Gnarr!” o [con un acento de Texas] “Gnnnnnaaarrrrr”. ¡Era ese mismo tío! Y él no sabía que yo estaba en las islas Feroe, ni tampoco había estado nunca en Islandia. Me dijo, “tienes que venir a Texas. Cuando vengas, te compraremos un sombrero de cowboy”.

¿Cómo era el dicho? ¿Todos los caminos llevan a Texas?

¿Crees que el dejarte llevar por la intuición y tu cargo político te han proporcionado una perspectiva de las cosas que otros quizá no tengan?

Totalmente. La gente hace suposiciones y tiene su opinión formada. Yo no considero a nadie mi enemigo. No tengo enemigos, aunque muchos sí me consideran el suyo, o una amenaza. Es como en esa escena de las pastillas en The Matrix. Parece como si hubiera tomado la pastilla roja y a veces pienso que debí haber tomado la azul. Porque tenía que salir de mi zona de confort. Me gusta considerarme una especie de vagabundo, un trotamundos. Voy vagando y cuando me aburro o me canso, me marcho. Pero aquí estaba como atascado. Desde el principio, antes de las elecciones, dijimos que si no molaba [el Mejor Partido], nos iríamos. Pero luego nos dimos cuenta de que no podíamos irnos.

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Sarah Palin se marchó de Alaska.

[Risas]Sarah Palin se fue. No, quiero decir que teníamos demasiada responsabilidad. Si no tuviera hijos, no tendría ninguna preocupación. Los niños son una responsabilidad y lo joden todo. Eres un anarquista acérrimo, anticonsumista y anticapitalista al más puro estilo de Chomsky y, de repente, te ves en Toys “R” Us cada fin de semana. “¿Podemos ir a McDonald’s? Por fi, ¿podemos ir a McDonald’s?” Pues al final, vas.

¿Viste esa seriedad, esa obligación que conlleva tener un hijo en una situación así?

Sí, totalmente. Como te decía, no sé si existe el libre albedrío. Principalmente, me veo como una especie de máquina biológica que se rige por instintos y deseos. Por otro lado, existe una responsabilidad colectiva, un sentimiento de pertenencia a una comunidad.

Nací en Islandia y hablo islandés. Sé moverme por la ciudad y, por definición, soy islandés. Considero que la mayor parte de mi vida este país me ha rechazado como persona con valores y, aún así, siento que tengo obligaciones y responsabilidad para con la ciudad. Yo era un peón, o quizá más que un peón, un caballo en un tablero de ajedrez que tenía que acabar la partida. Debíamos acabarla. No podíamos simplemente irnos.

Dije que no trabajaría con nadie que no hubiera visto todos los episodios de The Wire. Y te planteabas si se lo tomarían en serio, si verían la serie y se prepararían por si les hacía preguntas.

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El hecho de que conceptos como la empatía, la moralidad y la diversión tengan un papel fundamental en la política resulta satírico. Es suficiente con mostrar empatía, moral y diversión sinceras.

Creo que no puedo explicarlo. No tengo una explicación, aparte de que hago lo que hago. Es como intervenir en una situación disfuncional. En cierto modo, quería ayudar a arreglarlo todo. Me he esforzado mucho por enseñar una comunicación no violenta. He utilizado muchas de las cosas que he hecho en pro de los derechos humanos por mi propia satisfacción y diversión. Y no ha sido difícil. Ha sido incluso un alivio.

¿Crees que ese enfoque es suficiente?

¿Para mí?

Sí.

Sí. A mí me gusta la gente. De verdad. [Risas] La gente se parece un poco a los ordenadores. A mí me encanta la gente como a un informático friki le gustan los ordenadores. Si hay algo malo con la gente y me amenazan, es que su hardware está mal o tienen un virus o algo así.

Para mí, fue un experimento. ¿Puedes adentrarte en un entorno hostil? Bruce Lee es toda una inspiración. Me encanta ese hombre, su historia y cómo llego a ser quien es. Siendo un asiático en Estados Unidos en aquella época, él se adentró en un entorno hostil, no solo por estar entre blancos, sino en la propia comunidad china. Le acusaban de enseñar kung fu a los no chinos, y muchos lo miraban con recelo. Pero logró probarse a sí mismo y llegar a ser una superestrella.

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El honorable alcalde con Yoko Ono

Es casi como si la magnitud del desafío determinara la cantidad de éxito que puede obtenerse.

Sí, tal vez. Casi siempre he estado rodeado de personas que están de acuerdo conmigo. Solemos estar de acuerdo en todo. Tenemos valores parecidos. Para mí fue todo un reto salir a un mundo totalmente diferente, donde sabía que encontraría hostilidad. No sabía cuánta. Lo subestimé. No me di cuenta de que podían llegar a ser tan brutales.

Es fácil ser pacifista en Islandia. [Risas] Es muy fácil ser anarquista. Alguien dijo que un anarquista es aquel que critica a la sociedad desde la seguridad de su propio hogar. Y mi punto de vista es, ¿por qué no podemos llevarnos todos bien?

¿Cómo puede conciliarse eso con una esfera política en la que hay personas cuya única filosofía es la del conflicto? ¿El conflicto es la solución? ¿Cómo tratas con una persona así?

Uso mucho el humor y le resto importancia a la inteligencia, porque resulta más fácil convencer a la gente de que eres más estúpido y estás menos informado que ellos en algunos temas. Por eso uso mucho el sentido del humor. Cuando estoy muy frustrado y confuso, manifiesto ese sentimiento. Es muy interesante, porque la teoría y los debates políticos giran en torno a la lógica, y cuando logras manipular la lógica, se vuelve ilógica. Y no hace falta mucho: un simple giro y, de repente, la lógica es ilógica, porque la gente piensa que es lógica y no lo es.

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A veces me enfado mucho con la gente que es maleducada o violenta conmigo o con los demás. Pienso, ¿quién coño te crees que eres? No eres más que un vendedor de coches usados prejuzgándome. Me pasan esos pensamientos por la cabeza, pero sé que si los materializara en palabras, estaría entrando en un terreno que no me gusta. Así que experimento con otras cosas. Experimento con la empatía y la humildad. Forma parte de mi intento por entender al ser humano y a mi relación con él.

He aprendido mucho sobre el lenguaje y cómo usarlo, porque muchas cosas dependen del lenguaje. Por ejemplo, teníamos a un miembro minoritario en el ayuntamiento, uno de los conservadores que aquí son muy liberales aunque con estrictos valores cristianos. Uno de los representantes me mencionó en su discurso, diciendo que yo estaba haciendo un mal trabajo y que la ciudad tenía un payaso por alcalde, por lo cual todos deberíamos estar muy avergonzados.

Por supuesto, me enfadé, y contesté, “Sí, sí, muy interesantes las ideas que ha expresado, sobre todo las referentes a mí. Me ha parecido especialmente interesante lo que ha dicho sobre mí, principalmente porque soy yo. No presté demasiada atención al resto de cosas que ha dicho, pero debo decir que no estoy de acuerdo con usted. Creo que soy un gran alcalde. No creo que debamos avergonzarnos. Creo que deberíamos estar orgullosos. Creo que deberíamos estar orgullosos de mí. Yo estoy orgulloso de mí”.

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Todo abstracto. Y se lo sueltas a la cara. “Me gusto. No hay muchos como yo. Solo hay uno como yo. Y me quedo conmigo, así que tengo que gustarme. Si no le gusto, no puedo hacer mucho al respecto. Si no le gusto, ¿hay algo que querría que cambiara de mí mismo?”, le pregunté directamente, “¿quiere que cambie? Si es así, ¿puedo hacer lo mismo con usted? ¿Le gustaría, para este experimento que estamos llevando a cabo, cambiarse a sí mismo y convertirse en algo que yo me inventara?” Pero bueno, ahora estamos discutiendo sobre el yo y tengo un tiempo limitado [risas], aunque podría estar hablando durante horas. El caso es que ahora evitan hablar de mí [risas].

Gnarr con el autor de este artículo

Creo que no podrías ser un político estadounidense.

[Risas] No, no, no, aunque la situación económica de Reikiavik cuando salimos elegidos era equivalente a la de Detroit. Reikiavik podría haber acabado fácilmente en bancarrota. En esta microcomunidad hay una ciudad [principal], y no podíamos dejar que nuestra única ciudad fuera…

Como Detroit.

Exacto. No podíamos permitírnoslo. Ahí entraba en juego el sentimiento de responsabilidad. Intento llevar el debate al ámbito filosófico porque lo que la gente cree que es lógico no siempre lo es. Oigo cosas como “Nosotros nunca…” ¿Qué es nunca? Es una eternidad. Estamos aquí, en el ayuntamiento, hablando sobre la eternidad. ¿Qué es la eternidad? Para muchos, es un lugar o una situación en que el tiempo es infinito. Para otros, es un estado en que no existe el tiempo. Ahora hablamos del tiempo. Parecemos Einstein. Así es como me sobrevivo en los plenos del ayuntamiento [risas].

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Lo cierto es que hay algo de absurdo en la forma de abordar esos debates.

“Eso nunca va a ocurrir.” Oh, sí, increíble. ¿Y cómo sabes tú eso? No es tan difícil. A veces tiene sentido y otras es solo basura. Yo me considero ateo y no tengo nada en contra de la religión, hasta que se va de las manos. Como si compararas la religión con el sexo. Probablemente, el sexo es una de las pocas razones por las que estamos vivos. De hecho, es la razón principal por la que vivimos.

Desde luego.

Pero eso no significa que apruebe las violaciones.

Entiendo. La religión está bien, pero en el momento que cruza una línea y se convierte en algo aborrecible es cuando supone un problema.

Por ejemplo, actualmente hay un acalorado debate sobre la religión porque se está construyendo la primera mezquita. He observado que los que se oponen a su construcción son principalmente fundamentalistas cristianos que tienen una imagen formada del Islam aunque no saben distinguir entre Mahoma y Alá.

Es fácil que algo te confunda cuando no sabes nada sobre ello.

De hecho, esa es la mejor forma de liar las cosas. Ayer pensaba, ¿qué voy a hacer cuando acabe mi mandato? ¿Me quedaré? ¿Tengo alguna obligación? ¿Debería viajar por el mundo? Tengo un hijo de ocho años al que le encanta viajar. Está obsesionado con los anfibios y los lagartos. Aquí están prohibidos porque es una isla. No tengo ni idea de qué voy a hacer.

Eso nos lleva de nuevo a la mujer en el baño y a cuando no tenías ni idea de qué ibas a hacer hace cuatro años.

Sí, ya sabes que soy un libertario.

Ahora pareces un texano.

Sí, voy a montar a caballo en Southfork. Creo que eso es muy importante.

James Shaughnessy es un realizador de anuncios publicitarios y documentales residente en Nueva York. Su último trabajo, Technopolis Now —una mirada a internet, la singularidad y el auge de la cultura del hacktivismo— se publicó en 2012.