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Cultură

Así es ser prostituta durante "21 días"

Entrevistamos a Meritxell Martorell, presentadora del programa "21 días", para que nos cuente cómo se vive en un burdel sin haber pisado antes un prostíbulo.

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Ella lo hizo. Fue puta durante 21 días, o al menos se acercó el máximo posible para entender cómo viven. Entrevistamos a Meritxell Martorell, la presentadora de 21 días que paso tres semanas en un burdel para experimentar cómo se vive desde dentro.

Convivió junto al resto de empleadas del local. En su primer reportaje para el programa Meritxell, el relevo de Samanta Villar, obtuvo un 6,9% de share. Desde que está al mando del programa viaja mucho y no para, pero le hemos robado un rato para que nos explique cómo es la experiencia de ser trabajadora del sexo.

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En España ejercen la prostitución 600.000 mujeres y el 66% de los servicios se prestan en clubes como el que se ha hospedado Meritxell, un negocio que mueve al año 3.600 millones de euros.

VICE: Cuando te dijeron que tenías que ser prostituta durante 21 días, ¿cómo te quedaste? ¿Qué es lo primero que preguntaste a producción?

Meritxell: Aunque el tema de la prostitución ya se ha tratado muchas veces en televisión me pareció muy interesante para este formato. Era la primera vez que una periodista iba a vivir en un club durante 21 días. Iba a tener la oportunidad de conocer ese mundo desde dentro. Tenía claro que los límites los iba a poner yo en todo momento. Nunca me planteé que la dirección del programa creyera que llegaría a tener sexo por dinero. Me hubiera chocado mucho que se atrevieran a pedirlo.

Todo el mundo te preguntará lo mismo pero… ¿El rodaje dura realmente 21 días o hay alguna trampa?

No hay ninguna trampa, lo prometo. En algunos programas esos 21 días se hacen más largos que otros, pero intento sumergirme totalmente en la experiencia y olvidarme de mi vida. De hecho, a veces estoy tan desconectada de mi mundo durante la grabación que ni siquiera llevo móvil personal. Tengo un Nokia súper antiguo de producción (nada de smartphone) para poder ponerme en contacto con el equipo si es necesario.

¿Tuviste sexo a cambio de dinero? ¿Cuál fue tu nivel de inmersión? ¿Qué es lo más heavy que llegaste a hacer?

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¡Claro que no tuve sexo a cambio de dinero! Intenté acercarme lo máximo posible a la prostitución para poder vivir en mi propia piel cómo se sienten las chicas y así contar mis sensaciones. Bailé vestida de angelito en una barra, le hice un masaje a un cliente y me atreví a hacer de bandeja humana con el body sushi. Eso me hizo entender que para ser prostituta debes ser mentalmente fuerte.

¿Cómo te sentiste cuando hiciste de "mesa humana" casi desnuda para que un grupo de hombres comiese de tu piel?

Tuve muchísimas sensaciones mientras lo hacía. Sentí vergüenza, impotencia y en algún momento humillación. Estar semidesnuda, sin poder apenas hablar y con makis y wasabi en mi cuerpo mientras varios hombres me miraban, comiendo y disfrutando, me parecía algo realmente embarazoso.

¿Hay algo que destaques positivamente de ser prostitua?

Si lo eres tiene que ser porque quieres de verdad. Hay historias desgarradoras pero también es cierto que hay chicas que aseguran que lo han elegido y que están satisfechas con su trabajo. No tienen horarios, si un día no quieren trabajar no lo hacen y, en el caso (repito), que ejerzan por voluntad propia, tienen libertad de cambiar de club, de moverse de un sitio a otro sin dar explicaciones a nadie.

Hay un momento en el que te podemos ver bailando y lo haces bastante bien. ¿Recibiste clases de "barra"?

Sí, estuve practicando con Lola durante 5 días aproximadamente, es una maestra y bailarina excepcional. ¡Me parece un arte esto del pool dance!

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¿Qué es lo que más te ha impactado del mundo de la prostitución?

La cantidad de hombres que pagan por sexo y la variedad de perfiles que hay: hombres casados, chicos jóvenes y guapos, clientes con esmoquin… Sabía que serían muchos, pero verlos allí, día tras día, pagando 50 euros no deja de sorprender. Además piden también una cantidad de servicios increíble: azotes, bailes, sumisión, lluvia dorada…

¿Hubo en algún momento alguna situación algo incómoda para ti?

Vivir en un burdel durante tantos días no es precisamente cómodo, hubo muchos momentos imprevisibles que consiguieron sacarme los colores: entrevisté a una prostituta y a su cliente mientras se comían la boca en un jacuzzi completamente desnudos. Entré en la habitación de una de las chicas justo después de terminar el servicio con su cliente y ahí estaban los dos, desnudos y borrachos. El cliente me dijo de hacer la "tijereta" con Luna, la chica. Ese momento me superó, comprobé la vulnerabilidad de las chicas, no hay seguridad ni nadie que controle a los clientes, me sentí muy desprotegida.

Y los clientes… ¿Cómo son? ¿Cómo te han tratado? ¿Por qué crees que lo hacen?

La variedad de clientes es impresionante. No hay un único perfil y no se puede generalizar. Jóvenes, mayores, solteros, casados, empresarios elegantes, seguros y discretos y chicos que, para justificarse, vienen con un grupo de colegas y no se acuestan con las chicas hasta que se convencen los unos a los otros, como si eso fuera menos agresivo.

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¿Cuál es el testimonio que más te ha impactado?

El de Patricia sin duda…. Es una chica joven que ejerce la prostitución para que a su hijo no le falte de nada. Ella misma dice que no le gusta ser prostituta, pero explica que necesita el dinero para poder ver a su pequeño. Durante el programa ella decidió dejarlo y volver a su país con su hijo.

¿Crees que hay salida para las chicas que como Patricia quieren dejar la prostitución pero tienen que mantener a sus familias?

Desde la comodidad de mi situación te diría que sí, que siempre hay una alternativa, algo mejor. Pero nunca me he visto con un hijo, sola, con un piso que pagar y en un país extranjero sin permiso de trabajo. La desesperación, en muchos de los casos, es la que lleva a las mujeres a tomar la decisión de prostituirse.

¿Sabes algo de ella? ¿Cómo está? ¿Se ha reencontrado con su pequeño?

La agregué al Facebook y hablé con ella. Llegó bien, colgó varias fotos con su hijo, se la veía feliz.

Hay un momento del episodio en el que tú misma te preguntas "¿Qué vale tu cuerpo?" Después de vivir esta experiencia, ¿crees que puede llegar a tener precio el cuerpo de alguien?

Decidir si vendería o no mi sexualidad es algo que jamás me hubiera planteado. Es lo más íntimo que tiene una persona y compartirla con un desconocido a cambio de dinero me haría sentir muy mal. Estando en el club rodeada de chicas que lo hacen te hace cuestionártelo y tratar de ponerte en su situación. Pero, después de 21 días, te sigo diciendo que no, que no lo haría. Preferiría hacer cualquier otro trabajo por duro que fuera y que mi sexualidad y mi cuerpo siguieran sin tener precio.

¿Cuál es tu valoración después de haber vivido la experiencia?

El limbo legal en el que se mueve esta práctica que genera tantísimo dinero debería hacernos reflexionar. Erradicarla es imposible, pero debería regularse de algún modo, porque el oficio más antiguo del mundo sigue estando a la orden del día.