La ausencia vive en Ciudad Juárez
All photos by Alice Driver

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Identidad

La ausencia vive en Ciudad Juárez

En Ciudad Juárez, México, varios artistas pintaron murales por toda la ciudad para recordar a las desaparecidas.

En México —donde una media de 11 personas desaparecen cada día— la ausencia se convierte en una parte de la vida diaria. Vemos los rostros de las desaparecidas en el periódico y en las paredes y postes de las calles. En 2013, cuando llevaba a cabo la investigación para mi libro More or Less Dead ("Más o menos muertas"), que trata de la desaparición y asesinato de mujeres en Ciudad Juárez, me familiaricé con las historias de desapariciones. A menudo, estas historias están vinculadas con la trata de personas y el comercio sexual.

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En octubre de 2015 regresé a la ciudad para presentar mi libro y me encontré con una nueva campaña en la que activistas, grafiteros y otros artistas visuales estaban llenando los muros de la ciudad con los rostros de las niñas desaparecidas. Además de ver muchas de esas inquietantes obras de arte en la calle, fui testigo de la vida peculiar y la luz sobrenatural de la ciudad. Este ensayo fotográfico cuenta la historia de un día en la ciudad, de lo que significa seguir viviendo entre los desaparecidos.

Todas las fotografías por Alice Driver

Doña Julia Caldera Chávez permanece de pie delante del único retrato de su hija María Elena en el 15º aniversario del descubrimiento del cadáver de su hija. María Elena desapareció el 20 de junio de 2000 y su cuerpo fue encontrado el 24 de octubre de ese mismo año. Su asesinato sigue sin resolverse.

Itzel Aguilera, fotógrafa residente en Ciudad Juárez, me invitó a ir a entregar una caja de juguetes a los nietos de Doña Julia. Llegamos a la casa de la Señora Caldera en Anapra, una comunidad que surgió en un vertedero y sigue siendo una de las zonas más pobres de la ciudad, donde nos encontramos con niños que corretean por las calles sin asfaltar. Durante nuestra conversación con Doña Julia nos enteramos de aquel día se celebraba el fatídico aniversario de la fecha en que encontraron el cuerpo de su hija. Doña Julia nos invitó a comer tacos con sus hijos y nietos, mientras se preparaba para ir a la iglesia. Después del asesinato de María Elena, Doña Julia recurrió a la iglesia para poder sobrevivir y su marido a la bebida. Ninguno de los dos estaba contento con la elección del otro, por lo que su esposo le prometió dejar el alcohol si ella dejaba de ir a la iglesia. Él cumplió, pero ella no.

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Los zapatos de bebé pertenecen a una de las nietas de Doña Julia, un recordatorio de que la vida sigue a pesar de la ausencia de María Elena.

"Mi hija amaba las rosas", me dijo Doña Julia, señalando una rosa seca en un vaso sobre la cómoda, cerca de una foto de María Elena. Una de sus nietas entregaba una muñeca al marido de Doña JuliaUna de las nietas de Doña Julia y su muñeca entre las cortinas de color rosa que separan el cuarto donde duermen de la cocina.

La calidad de la luz en Ciudad Juárez es casi sobrenatural.

Las nietas de Doña Julia. Las nietas más pequeñas juegan mientras las mayores consultan su Facebook. Una de las muchachas tiene dos cuentas en esa red social. Mientras estuvimos allí, Itzel advirtió a la adolescente sobre los peligros de Facebook. Sin la adecuada configuración de privacidad, dijo, cualquier persona puede ver tus fotos o tu información personal. A Itzel le preocupa que los traficantes de personas usen Facebook para atraer a las niñas.

La primera vez que vi a Brenda Chávez Caldera fue en el documental Señorita extraviada, en 2008. La cineasta Lourdes Portillo entrevistó a Brenda para su documental, cuando era una niña. Portillo preguntó a Brenda si sabía que habían asesinado brutalmente a niñas y mujeres de su comunidad. Brenda, con una sonrisa de niña tímida, respondió "no". Poco después de aquella entrevista, su hermana María Elena desapareció. Cuando llegamos a la casa de Doña Julia, Brenda estaba afuera. Le dije: "Creo que te conozco". Y así era.

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Colegialas pasan frente a un mural pintado con los rostros de las niñas desaparecidas. Artistas locales y familiares de las desaparecidas han estado trabajando conjuntamente para crear conciencia sobre las desapariciones; pintan las caras de las niñas desparecidas en las paredes de escuelas, iglesias y en diferentes casas en toda la ciudad. Muchas de estas niñas terminan siendo víctimas del comercio sexual.

La danza de los matachines se transmite de padres a hijos. Es un ritual indígena que se utiliza para celebrar a santos como la Virgen de Guadalupe y San Judas Tadeo, patrono de las causas perdidas. Los matachines vienen a bailar a petición de una familia y esa misma familia invita a toda la comunidad a comer. Nos encontramos con esta celebración mientras la fotógrafa Itzel Aguilera y yo recorríamos la ciudad en coche un sábado glorioso. La familia nos invitó a su casa a comer y a ver los bailes. Nos sentimos cautivadas por el bailarín más joven y pequeño.

Unos ojos curiosos me miran mientras los matachines bailan bajo la luz del atardecer.

Itzel y yo nos detuvimos en la carretera para tomar una foto del muro de una escuela local pintada con los rostros de las niñas desaparecidas y la Virgen de Guadalupe.

Itzel se detuvo en una intersección para que pudiera tomar una foto de las cruces negras sobre fondo rosa que hay por toda la ciudad en memoria de las víctimas de feminicidio. Cuando me giré, un hombre adoptó esta postura para mostrarme sus músculos.

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El abandonado Cine Victoria se construyó en 1945. Ahora es el hogar de numerosas aves y cuenta con algunos de los murales más bellos que he visto en mi vida y un techo de color turquesa.

Desde la calle, lo único que se ve es una puerta con un agujero y un montón de escombros, pero dentro el teatro deslumbra en su magnificencia abandonada.

Una quinceañera y sus acompañantes pasan frente a una tienda que vende veneno para ratas y las otras plagas que se ven en la fachada. En esta tienda, aparte de veneno también se venden micheladas, una bebida típica hecha de cerveza, lima y salsa picante.

Diana R. Ramírez Hernández desapareció el 1 de abril de 2011. Desde entonces permanece desaparecida.

Cuando se trata de una desaparición, no hay manera de medir la pérdida, ni en años, ni en rosas, ni en recuerdos. Sin embargo, hay una forma de cambiar el futuro y tiene que ver con el modo en que tratamos a las niñas y a las mujeres… Y con si decidimos brindarles igualdad económica y social.