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documentales VICE

Un viaje a las profundidades de la caca bogotana

No se pierda la nueva entrega de nuestra serie de documentales "Miscelánea".

Estas son épocas de una creciente conciencia ambiental y sentido de preservación del entorno. Puedo poner ejemplos: un video insufrible de una tortuga ahogándose con un pitillo metido hasta el fondo de su nariz hizo que grandes cadenas de restaurantes pensaran dos veces en ofrecer el odiado —¿e inútil?— tubo de plástico con la bebida de preferencia. Esta semana, por no irme muy lejos, nos despertamos con la noticia de que un municipio pequeño, como lo es Cajamarca, en el Tolima, le dijo que no en consulta popular a la explotación de oro en su territorio por parte de la gigante multinacional AngloGold Ashanti.

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Teniendo en mente ese espíritu ambientalista, en VICE Colombia decidimos perseguir la caca bogotana con método. ¿Por qué? Pues porque su origen y su destino, y el de las personas que están en medio tratando de que una bomba llena de mierda no nos explote en la cara, son todos problemas de trato con la naturaleza. De la propia naturaleza: no hay acto más natural que cagar; pero también de la que nos rodea: nuestros desechos van al agua, que en Colombia no tiene tratamiento para volver a ser potable.

La relevancia del tema no nos la inventamos. Si algo hay que decir de la mierda propia, es que los humanos nos desentendemos de ella con la misma rapidez con la que la expulsamos de nuestro cuerpo a diario. El acto de cagar es a la vez íntimo y enajenado. Una vez el individuo suelta el agua, el problema es de otros: cagar es también botar, desechar, eliminar, ocultar.

El problema de dicha enajenación es grave. Un ser humano caga en promedio 0,15 kilos de materia fecal al día. Si le hacemos caso a las estadísticas del DANE sobre la población en Bogotá, eso implicaría 1'350.000 kilos diarios depositados en las llamadas "aguas negras". En las aguas. No cuento en la ecuación todo lo demás que llega a los caños: condones, tablas, colchones, animales. Ese, digamos, tampoco es nuestro problema.

O no lo es si no le ponemos rostro.

Eso fue exactamente lo que hicimos en VICE Colombia. Cámara en mano, visitamos todos los eslabones de la cadena. Una cadena larga e igualitaria en el origen (Juan Manuel Santos y el habitante que vive a dos cuadras en la calle deben ir las mismas veces al baño) pero disímil y confusa en el resultado: ¿sabía que, dependiendo de la ubicación de su barrio, el popó puede ir sin tratamiento al Río Bogotá o convertirse en fertilizante en una planta? ¿O que solo el 30% de un grupo afortunado es tratado en esa planta?

Descubrimos cosas como que los habitantes de calle sí tienen a alguien que le recoja sus desechos (aunque el destino de esa mierda no es el mejor, ni el esperable), o que hay un terreno para fertilizarle la tierra en todo lo ancho de Bogotá. Un filósofo evaluó todo desde una mirada desprevenida; un técnico nos guió al interior de una planta donde los operarios desayunan y almuerzan con un hedor permanente en el aire; dos habitantes de calle nos mostraron dónde viven (el nacimiento de agua pura en el Río Arzobispo) hasta un lugar caño abajo donde viven otros, al lado de sus propios desperdicios.

No cuento más porque la imagen viva es más poderosa que un texto.

Los espero mañana 28 de marzo en el SAE Institute Bogotá (Calle 80 # 13a-27) a las 7:00 p.m. La entrada es libre, pero el cupo, limitado.