Para esquivar a los cerdos: himnos antipoliciales, represión, memoria y payasadas

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Para esquivar a los cerdos: himnos antipoliciales, represión, memoria y payasadas

¿Qué diablos significaba ser punk en los 90 y qué diablos significa serlo ahora? Esta lista de canciones en contra de la tira, pueden darnos respuesta.

Hace poco, en el "evento en Facebook" de la tocada de Kombat y Klout Yécatl de Mujercitos/Muerte, se leía: "Si no vas a entrar a la tocada mejor ni vengas, fresas y destroys se ven igual de chafas faroleando". Su invitación a evitar estar como muebles dando pena ajena parado afuera de una tocada, me recordó en automático la última vez que salí del Centro de Salud y un trío de payasos —uñas pintadas, pelos estrafalarios, chingos de estoperoles, y quienes a todas luces pertenecen a esa especie de tetos que pasan muchas horas del día arreglándose para NO entrar a una tocada, (especie que ha estado presente desde el inicio de los tiempos)—  pretendieron talonearme porque a altas horas de la madrugada aún no habían "completado para su alcohol". O eso fue lo que argumentaron. Ni siquiera son eficientes, llevan horas ahí haciendo el idiota y no han logrado sacar una botella de alcohol de a grapa, pensé. Por supuesto, no voy a ser parte de eso.

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Sí, es una especie que ha estado presente desde hace mucho tiempo… ¿Recuerdan a Steve Jones en The Filth and the Fury todo triste diciendo "estúpidos punks, lo echaron todo a perder" —uno podría agregarlo como nota mental "desde el día cero"—, mientras Julian Temple pone como pietaje a un "punk" de antaño resistiéndose al arresto mientras escupe algo así como "A mí no me pueden arrestar, porque yo, yo soy un punk rocker"?

En esa parte de la película, Jones se lamenta que, entre otras cosas, los punks habían caído en el absurdo de uniformarse, pero pasa por alto que él junto con muchos otros, se reunían justamente en una boutique, Sex, de Vivienne Westwood y Malcolm Mclaren, así que si nos ponemos muy duros, todos ellos eran también "punks de escaparate" como decía La Polla Records. En una defensa cuestionable de Jones, el tipo operaba fuera de la ley, y era un ladronzuelo que lo mismo le robaba ropa a sus futuros protectores, que equipo a las grandes estrellas de rock del momento. Entonces, ¿cuál es la línea que divide a los que realmente viven la vida oponiéndose al sistema y a los que simplemente están confundidos, atrapados en un fútil y eterno desplante adolescente?

Foto: Ko Gyi

No soy lo suficientemente viejo para haber vivido el terror de El Negro Durazo y su policía secreta, la cual te subía a una patrulla disfrazada de coche cualquiera simplemente por traer un arete o un morral, o por usar el pelo largo y caminar tranquilamente por Insurgentes a plena luz del día, lo mismo fueras metalero, seguidor de los rupestres o simplemente rocker. Pero sí me tocó ser un clasemediero punk en los noventa, uno que compró impreso el manifiesto zapatista en Coyoacán, y lo tuvo que quemar y tirar las cenizas por el retrete porque por casualidad, uno de los encargados de aprovisionar de armas al EZLN se hospedaba en la misma cuadra donde yo vivía, y una madrugada, mi cerrada se llenó de federales que lo esperaban de vuelta a casa seguramente para desaparecerlo. Y sentí ñañaras como pocas veces en mi vida.

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Foto: Francisco Gómez

También me tocó correr y correr—con todo y bototas de electricista con casquillo— para no acabar encerrado tras varias tocadas como las de Exploited, Sick of it All y Corrosion of Conformity y las de esa puntada que se llamaba "Día del Punk", las cuales acababan, cuando lograban acabar, en desmanes, redadas y cacería de punks y cualquiera que según la autoridad se viera como punk, en las líneas azul, rosa, verde y A del Metro. O simplemente me tocó ver despliegues estúpidamente colosales de casquitos azules en la televisión en algo tan inocente como un concierto de Timbiriche, siendo más joven. De hecho niño, en los ochenta.

No puedo decir que "vivía con miedo a la policía en los noventa". Era demasiado joven para vivir con miedo. Pero sabía, junto con los demás, que salir a una tocada podía acabar aún en una razzia, lo mismo por un mero capricho del encargado en turno de la delegación que porque a algún payaso se le pasara la mano con la mona, tratara de entrar sin pagar a Rockotitlán y decidiera "desquitarse" rompiendo todos los vidrios de los comercios a la redonda.

A propósito del regreso de Body Count, una banda que gracias a un suceso coyuntural en los noventa es recordada por su himno "Cop Killer", traemos a colación algunos himnos que en los noventa coreábamos desde las entrañas, algunos desde nuestro lugar como clasemedieros punks, algunos otros desde una marginalidad más cañona, porque en sus barrios sí entraba la tira a llevárselos porque era pecado ser pobre y delito ser punk. No se confundan, ésta no es una de esas madres de "todo tiempo pasado es mejor", yo sólo me pregunto a título personal e históricamente qué diablos era ser punk entonces y qué es serlo ahora, desde qué lugar en el slam se gritaba "puerco policía" hace veinte años y desde qué punto en el cotorreo se grita ahora "puto presidente". Cada quién sus desahogos. En ese entonces también había caos y confusión. Seguramente los que me tilden de "pinche anciano" son inmunes al envejecimiento y sobre todo, al crecimiento. Gracias muchas a Yécatl que en realidad fue quien hizo el recuento de la mayoría de las rolas después de que pegué en mi muro la de Mákina.

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Foto: Francisco Gómez

Pasen a escuchar estos ingentes himnos antipoliciales, con denominación de origen azteca.

Makina - "Pinches cerdos"

Atoxxxico - "Puerco policía"

Solución Mortal - "Maten a la chota"

Herejía - "Pitufo"

Herejía - "Santa inquisición"

Rebeld' Punk - "Es delito ser punk"

Polo Pepo - "Es delito ser punk"

Foto de portada por Ko Gyi para Vice.