ojo de poeta
Foto vía Flickr: Luz Adriana Villa
Medio Ambiente

Ojo de poeta, una planta que asfixia bosques en Latinoamérica

Bella y fuera de control la Thunbergia alata u Ojo de poeta se ha convertido en un peligro para la biodiversidad.

Al acto de irrumpir sobre un espacio que no está acostumbrado a nuestra presencia, de entrar por la fuerza, se le conoce como invadir. Los seres humanos invaden tierras que no les corresponden y los animales también; el pez león –en ecosistemas donde no es nativo– es considerado un invasor y además un depredador, pues compite por el alimento con especies que tienen los arrecifes y fondos arenosos como su hogar natural. Las plantas también tienen ese afán de ocupación, algunas incluso llegan a un lugar y lo conquistan por completo, sin dejar luz o agua para que otras especies puedan crecer.

Publicidad

 El problema de la Thunbergia alata u Ojo de poeta, es la belleza y la invasión. Fue por su color naranja, su centro negro ébano tan escaso en las flores y por su capacidad trepadora que esta planta salió del continente africano, lugar donde crece de forma nativa, y llegó a Lationamérica. Entró posiblemente en un barco en el siglo XIX y en las manos de alguien que la imaginó adornando y trepándose inocente sobre los troncos de los árboles. Ya en este hábitat, que no le era propio, hizo –hace– desastres.

En África esta planta es considerada comestible y con ella se hacen sopas y fermentados, también se usan sus hojas para tratar las quemaduras e incluso es un ingrediente para hacer champú. En Latinoamérica su uso se ha adaptado para hacer infusiones que reducen la fiebre y el azúcar en la sangre y específicamente en la medicina tradicional azteca, según la Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana se ha usado para tratar el mal de ojo, el susto y la desinfección de heridas. Hasta aquí la planta aparece como inofensiva, útil.

 “En investigaciones hemos despejado hasta 20.000 semillas por metro cuadrado. 20.000 semillas que germinan y germinan y así se multiplican”

El caos viene sobre todo porque las semillas de la Ojo de poeta son fértiles y casi invencibles en climas como los latinoamericanos, sobre todo los de los países más cercanos a la línea del Ecuador donde no hay inviernos crudos; inviernos en los cuales las semillas no sobreviven. En lugares donde la luz del sol abunda y no se sienten fríos extremos, las semillas proliferan y se extienden con la rapidez y la fuerza de un ventarrón. “Tiene varias particularidades y una de ellas es la gran cantidad de semillas que puede generar. En investigaciones hemos despejado hasta 20.000 semillas por metro cuadrado. 20.000 semillas que germinan y germinan y así se multiplican. Estamos hablando que en un borde de bosque pequeño, de solo cinco o seis metros cuadrados, hay más de 100.000 semillas latentes. Por ahí empieza su capacidad invasora”, afirma Nicolás Pinel Peláez, doctor en Microbiología de la Universidad de Washington e investigador de esta planta.

Publicidad

Guía de plantas para la salud

Son, además, semillas móviles. Los frutos de la Ojo de poeta tienen unas valvas que acumulan energía potencial en el proceso de apertura del fruto, “el cual favorece la estrategia de expulsión de sus semillas por varios metros, funcionando a modo de catapulta”, describe el libro Historia, vida y poderes de una especie invasora que tiene como editor académico a Mario Alberto Quijano Abril, doctor en Biología de la Universidad de Antioquia. Son como balas. Esta arma y su condición de enredadera les permite extenderse y crear tendidos prietos que no dejan que nada –ni siquiera la luz– traspase.

Su artillería para pelear por su expansión tiene otras dos armas: la viscosidad de la semilla cuando se humedece y hace que pueda adherirse a roedores y otros animales que ayudan a dispersarla, y su capacidad de crecer a partir de un pedazo de un tejido vejetativo –sin necesidad de semilla–. De un vestigio es capaz de brotar raíces nuevas y empezar a producir el resto de sus partes.

Las urdimbres de Ojo de poeta, que siempre aparecen en áreas donde hay mucha luz, como perturbaciones de un bosque o laderas de fuentes de agua, son las que terminan cubriendo paredes, árboles, cercas y alambres y ahogando los bosques a los que llega. Se impone y le va negando a todo lo que queda debajo no solo la posibilidad de alimentarse con los rayos del sol, sino de realizar otras interacciones como las que tienen los tallos cuando intercambian gases. Parece que no sabe de coexistencia.

Publicidad

“Una de las principales causas de la pérdida de la biodiversidad en los ecosistemas de todo el planeta son estas invasiones biológicas causadas sobre todo por el ser humano”.

No estamos acostumbrados a escuchar sobre las plantas relatos perversos, pero lo cierto es que la Ojo de poeta tiene cruzadas en su contra; activistas, ambientalistas y biólogos que indican que lo que debe hacerse es erradicarla, que no aparezca más. Por lo menos no en lugares del trópico donde se establece con tanta facilidad. Erradicarla, sin embargo, no es tarea simple: responde a herbicidas, pero para que realmente se extinga debe ser inyectado dentro de la planta –tallo por tallo–, y arrancarla sin hacer seguimiento tiene el problema del banco de semillas que subyace siempre bajo la Ojo de poeta; son soldados imperceptibles que a los días de descepar pueden comenzar a germinar.

El fuego tampoco es garantía, el Dr. Nicolás Pinel cuenta que “se ha visto germinar la planta en lugares donde alguien hizo una fogata y hay semillas debajo” y como la fogata deja un área despejada donde se puede asentar, le va a llegar la luz suficiente para crecer de nuevo.

 La única opción para que la Ojo de poeta sea erradicada de un espacio y permita al resto respirar, es arrancarla y seguir asistiendo al lugar donde alguna vez se estableció para eliminar las plántulas antes que se produzcan más semillas. La única forma es ir a supervisar y a seguir desplantando, un proceso constante que puede durar hasta más de un año. Es arduo, pero esa es la tarea.

Publicidad

Su ocupación es tan densa que incluso tiene la capacidad de ahogar cualquier árbol robusto y viejos al punto de hacerlos caer. A los animales salvajes, especialmente mamíferos que se alimentan de otros animales a los que ataca de manera feroz se les llama fieras. La Ojo de poeta no se traga otras plantas para su beneficio, pero las ataca de manera implacable y hace que desaparezcan. 

“Las grietas de nuestras ciudades solamente soportan un tipo de planta: la maleza, algo que crece rápido y se reproduce con furia”.

Una de las principales causas de la pérdida de la biodiversidad en los ecosistemas de todo el planeta son estas invasiones biológicas causadas sobre todo por el ser humano, pues es quien saca las plantas de su entorno natural y permite que poble ecosistemas que no son capaces de sobrevivir la irrupción ajena. “Sus efectos provocan una alteración de los procesos que ocurren al interior de los ecosistemas, afectando la composición y estructura de las comunidades vegetales autóctonas. Esto ocurre principalmente por la fragmentación de los bosques que da lugar al surgimiento de nuevos focos de invasión”, escriben en Historia, vida y poderes de una especie invasora. 

La pregunta de si hay una forma “sana” de tener la Ojo de poeta sin estar en un entorno con inviernos densos solo tiene una respuesta: se puede tener dentro de la casa donde no llegue ningún polinizador y conservarla hasta que muera; cuando esto pase desecharla en un lugar alejado de tierra fértil y donde podamos estar seguros de que si hay una semilla remanente, esta no emerja. La recomendación es no tenerla, en absoluto; es la única forma de asegurar que no representa un peligro.

En Memoria secreta de las hojas, la geobióloga Hope Jahren escribe que "las trepadoras no encuentran su camino hacia el sol valiéndose de la madera, sino de su coraje y de su irreductible descaro. (...) Las grietas de nuestras ciudades solamente soportan un tipo de planta: la maleza, algo que crece rápido y se reproduce con furia”. La Ojo de poeta podría cubrir un bosque entero o un pedazo de ciudad si nada la frena. A la acción de contemplar con interés y placer algo de cualidades extraordinarias se le conoce como admirar. A la acción de impedir que algo siga moviéndose o avanzando se le conoce como detener. Frente a la Ojo de poeta habría que actuar en ese orden: admirarla y detenerla.