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Cultură

Traté de ser brutalmente honesta con los hombres con los que salgo

La honestidad brutal podría ser lo que acabe con los problemas que enfrentamos los solteros de todo el mundo.

Somos muy buenos para mentir. De hecho, la mayoría de nosotros no puede estar diez minutos sin decir una mentira.

Claro, gran parte de nuestras mentiras diarias son inofensivas. Si me encuentro a un conocido en la calle y él o ella me pregunta cómo estoy, es casi seguro que voy a decir "bien" o algo por el estilo aunque esté cruda, me falten 3 mil pesos para completar la renta y tenga un salpullido extraño en el estómago. Mentimos cada vez que escribimos "jajaja" después de una mala broma, que son la mayoría de las bromas. Fingimos que nos acordamos de una persona que insiste en que nos conocimos en una fiesta. Incluso se ha dicho que estás mentiras son necesarias para el bien de la sociedad.

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Esto es especialmente cierto en el ámbito romántico. Cuando empezamos a salir con una persona, mentir no solo es una conducta estándar sino que es algo que se fomenta. Decepcionar a una persona para que se aleje es mentir. De ahí vienen todas esas frases clichés. No quiero arruinar nuestra amistad o Todavía no supero a mi ex o No tengo tiempo para una relación. Claro, en algunos casos, estas respuestas clichés son reales. Sin embargo, casi siempre son una farsa. Ahora, gracias a las redes sociales, podemos detectar las mentiras con más facilidad. Podemos ver cuando los que dijeron que estaban muy ocupados para tener una relación van en un concierto o hacen un maratón de Netflix. Las mentiras están hechas para proteger nuestros sentimientos pero no siempre logran su cometido.

Desperdicié los últimos cuatro meses esperando que se diera una relación pero todo fue en vano. Empecé a sentir cosas por esta persona muy rápido y creí que el sentimiento era mutuo.


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Al principio, los dos estábamos en el mismo canal. Él dijo que quería una relación y yo también. Yo asumí que era luz verde para salir con él. Pero ahí fue donde todo cambió. Después, empecé molestarlo porque me evitaba y no respondía mis mensajes, que es lo que más me caga. Lo que más odio en el mundo es que no me respondan. Lógicamente, empezamos a discutir. En cada pelea salían nuevas razones por las que lo nuestro no iba a funcionar: No te puedo dar lo que necesitas por el momento, no tengo el tiempo, necesito saber qué pedo con mi vida.

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Mis sentimientos eran tan fuertes que no quería darme por vencida. Quería creer sus excusas. Quería creer que yo le gustaba y que no estábamos juntos por cosas que no tenían nada que ver con lo que sentía por mí. Ahora que todo terminó me doy cuenta de que nuestra historia —igual que muchas otras en mi vida— se pudo haber evitado con un truco simple: la honestidad.

En 1996, Brad Blanton publicó su nuevo libro, Honestidad radical: Cómo transformar tu vida diciendo la verdad. En su página web, Blanton afirma que mentir es la "principal fuente de estrés para el humano moderno y la principal causa de la mayoría de los caso de ansiedad y depresión". La honestidad radical creció para convertirse en un movimiento que insta a la gente a ser siempre honesta, incluso si esta honestidad lastima a otra persona. Como escribió Blanton, "Te recomiendo herir los sentimientos de los demás y quedarte con ellos después de herirlos. También te recomiendo ofender a la gente. Así podemos dejar de sufrir tanto y aprender a no ofendernos tan fácilmente". Aunque las palabras de Blanton tienen algo de verdad, del dicho al hecho hay mucho trecho.

Después de ponerme a analizar todas las mentiras que le he dicho a los hombres con los que he salido para dejar una buena impresión, me pregunto si las cosas habrían funcionado de haber dicho la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad? ¿Me habría sentido menos derrotada, frustrada y, a fin de cuentas, más feliz? Como no sabía la respuesta, decidí vivir en carne propia cómo es ser brutalmente honesta.

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Empecé con una conversación muy real con el hombre al que tanto me había aferrado. Le dije exactamente lo que sentía por él. Nunca ante había sido tan abierta con una persona al decirle lo mucho que quería estar con él. Al decirle que me gustaba aunque sabía que yo a él no, aprendí mi primera lección sobre la honestidad radical: en general, la honestidad te hace sentir increíblemente vulnerable. Después le pregunté "¿Qué sientes por mí?". Lección número dos sobre la honestidad radical: el hecho de que tu seas honesto no significa que los demás también lo son. Él siguió evadiendo esta pregunta tan directa, dándome excusas y al final nunca me dijo lo que necesitaba escuchar. En ese momento me di cuenta de que prefería escuchar algo ofensivo a más mentiras, lo cual me lleva a la lección número tres: eso de "cerrar ciclos" en realidad es la necesidad de escuchar verdades que duelen, cosa que rara vez pasa.

Una semana después, salí con otro chico. Este chico era mi tipo en todos los sentidos pero mientras más tiempo pasábamos juntos, más me molestaba el hecho de que no estaba haciendo nada de su vida. Me odiaba a mí misma por juzgarlo pero la pasión es algo que me prende muchísimo y la falta de ésta hace todo lo contrario. Al día siguiente me mandó un mensaje para preguntarme cuándo podíamos salir otra vez. En ese momento, supe lo que tenía que hacer. Tenía que ser brutalmente honesta. En otras palabras, tenía que ser culera.

Esto me lleva a la lección número cuatro: tienes que aceptar el hecho de que eres capaz de ser un ojete. Sabía que iba a herir sus sentimientos con lo que iba a hacer pero, según las reglas, era necesario. Le respondí: "Tu falta de ambición me molesta y por eso no creo poder salir contigo". Su respuesta fue "No mames, Alison" y ya. Me sentí mal pero, más allá de eso, sentí un gran alivio. Una sensación que no iba a lograr con una mentira o una excusa. No me gustó herir sus sentimientos pero decir la verdad fue muy liberador. A la larga, los dos vamos a estar mejor gracias a esa decisión.

Después de esas dos experiencias, llegué a la conclusión de que la honestidad radical es exactamente lo que necesitan las relaciones modernas. La honestidad radical podría ser lo que acabe con los problemas que enfrentamos los solteros en todo el mundo, como que se escondan de nosotros, los chicos que solo quieren coger, las falsas esperanzas, el rechazo, la manipulación, la confusión, etc. En cuanto a los "¿Cómo estás?" y los "¿Te acuerdas de mí?" diarios, voy a tener que apegarme a la idea de que las mentiras blancas están bien. No obstante, cuando es una cuestión sentimental, el riesgo emocional y físico es mayor. Por eso juro seguir siendo brutalmente honesta con los hombres que salgan conmigo. A estas alturas, no tengo nada que perder.

Sigue a Alison Stevenson en Twitter.