El estigma y el tabú de la mujer alcohólica en España
Ilustración por Luis Armand Villalba

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El estigma y el tabú de la mujer alcohólica en España

En las mujeres suele provocar un especial rechazo social e invisibilidad que dificulta la rehabilitación. En España, muchos estudios señalan además una correlación con otras realidades como precariedad laboral o violencia machista.

"Y como estaba deprimida y tenía ansiedad, bebía demasiado. A esto lo llamaron automedicarse. El alcohol tiene sus efectos bien conocidos para la depresión, pero nadie ha sugerido nunca –pregúntenle a cualquier médico- que no sea el más eficaz agente contra la ansiedad". Lo contaba Joan Didion en Noches Azules , el ensayo en el que la escritora y guionista estadounidense hace un recorrido interior a través del duelo y del sentimiento de culpa tras la muerte de su hija Quintana Roo, víctima de una pancreatitis aguda. Según la Sociedad Española de Psiquiatría, el 40% de las consultas de esta especialidad están relacionadas con el alcohol. Se trata de un problema devastador tanto para hombres como para mujeres, pero, en el caso del alcoholismo femenino, supone además una situación de especial vulnerabilidad. Ruth, azafata de vuelo y paciente de un centro de rehabilitación, arroja una pista "la sociedad castiga más cruelmente a la adicta a la bebida. Con el hombre siempre se pueden suavizar los términos y calificarlo como bebedor. Para nosotras, no hay posibilidad de eufemismo; somos directamente borrachas o alcohólicas".

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Vives permanentemente con la angustia de que alguien te pueda pillar. Yo acabé comprando sólo botellas de minibar; las escondía en las botas y en el bolso

El alcoholismo femenino va en aumento en gran parte del mundo. En España, el porcentaje de mujeres documentado es muy inferior al de los hombres, pero todos los estudios coinciden en un aumento progresivo en la última década. No es posible calcular la cifra exacta. El grado de discriminación e invisibilidad social es tan alto que el secretismo, el sentimiento de vergüenza, y la obsesión enfermiza por ocultar cualquier pista dificulta el acceso de las mujeres a los centros de rehabilitación. Se trata de un consumo en soledad y en la más absoluta intimidad; un combate continuo contra los signos externos de la ingesta etílica. "Vives permanentemente con la angustia de que alguien te pueda pillar. Yo acabé comprando sólo botellas de minibar; las escondía en las botas y en el bolso", declara Araceli.

Por su parte, Marsina Mérida terapeuta de Proyecto Hombre Madrid, comenta "el problema del alcohol es socialmente cruel tanto para hombres como para mujeres; el estigma social va implícito en la propia palabra alcohólico. Pero, en la mayoría de los casos, con las mujeres se presenta un problema de autopercepción aún más agresivo que el que se puede dar en otras sustancias. Se consideran inmorales, no enfermas. Se juzgan así mismas como malas madres, malas esposas, malas hijas y malas profesionales. A pesar de que, en muchos casos, cuando trabajan y hay niños pequeños, no llegan nunca a desatender a sus hijos, ni a cometer ninguna negligencia importante en el trabajo por alta que sea la ingesta. Por el contrario, los hombres suelen concebir su problema como una enfermedad, y desde ese punto de partida es más fácil empezar el tratamiento".

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Tanto el rechazo social hacia la mujer alcohólica como la herencia de estereotipos machistas hacen distinciones según edad y clase social

Es la discriminación social quien crea el estigma, basado en el tradicional dominio masculino del coto de las bebidas espirituosas. A pesar de que estos clichés han ido perdiendo fuerza en los últimos tiempos, y que la propia borrachera puede ser percibida como una forma de rebelión, la relación entre mujer y consumo de alcohol sigue siendo incómoda. Como apunta la terapeuta Marsina Mérida, "tanto el rechazo social hacia de la mujer alcohólica como la herencia de estereotipos machistas hacen distinciones según edad y clase social. Por ejemplo: a una chica joven que saca una lata de cerveza en un vagón de metro se le objeta mucho menos que si se trata de una señora de 50 años. De la misma manera, tampoco se percibe igual a una mujer bebiendo en soledad un gin-tonic en un local de moda, que a otra en un bar de periferia tomándose un combinado. Y como en muchos asuntos de género, todo el conjunto social es responsable y tiene la obligación de desprenderse de determinados esquemas de pensamiento, fomentando una educación que desactive todos los esquemas sexistas".

Escarnio y precariedad laboral

El temor al rechazo de la familia, amigos y compañeros de trabajo acompaña a la mujer adicta antes, durante y después del tratamiento. Y ese miedo al escarnio puede ser fuente de recaídas, como explica la terapeuta Mérida, "se puede dar el caso de que inicie una nueva vida sentimental, y no vea cómo abordar el tema, en un país cómo éste, en el que todo se celebra con alcohol. Y ese conflicto interno puede generar un nivel de estrés y acabar en recaída. Les pasa también a muchos hombres, pero a más estigma, más amenaza. De nuevo esto es consecuencia del rechazo social de esta patología en las mujeres".

Solicitar una baja laboral para someterse a un tratamiento es también una tarea compleja. "Por mi experiencia, hasta el hombre lo tiene más fácil a la hora de pedir una baja para tratar el alcoholismo. La gente se muestra más comprensiva. Algunas veces pude pedir la baja, diciendo la verdad, aunque sé que mucha gente prefiere decir que tiene depresión, sin entrar en detalles. Otras me echaron antes de que pudiera solicitar nada. En mi caso me influyó el estrés laboral. Una de las épocas que más consumí fue cuando trabajaba en telemarketing. Jornadas de ocho horas en las que tenía exactamente cinco minutos de descanso entre cada hora. En un trabajo como ese, en el que tienes que aguantar de todo por teléfono y pedir permiso a tu jefe si quieres ir al baño", señala Araceli. El contexto actual de precariedad laboral es un agravante de los casos de adicción a la bebida, como explica la terapeuta Mérida de Proyecto Hombre Madrid "en los últimos años observamos cierta correlación entre el aumento de los contratos temporales y algunas adicciones. Se trata de gente que ya tenía un consumo alto, y están sujetos a varios meses de trabajo, seguidos de otros muchos de paro. Esa inestabilidad está detrás de muchas adicciones a alcohol o benzodiacepinas".

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Violencia machista

"He trabajado en el sector de la hostelería toda la vida, pero jamás he bebido en el trabajo. En mi caso empezaba el consumo cuando llegaba a casa, siempre en un período de tiempo muy corto. Seis latas de cerveza en una hora, por ejemplo. Sólo descansaba los domingos, pero para mí era el peor día de la semana. Ese día bebía desde por la mañana hasta que me acostaba. Mi expareja y padre de mi hija me pegaba, y entonces esa era la manera que tenía de aguantar, hasta que denuncié y me separé". Testimonios como el de Susana se dan con bastante frecuencia. Varias investigaciones apuntan a que muchas mujeres víctimas de violencia machista recurren al alcohol como ansiolítico de fácil acceso. Incluso hay estudios que indican una mayor ingesta conforme más grave es el grado de violencia sufrido , y que, en cuanto las víctimas son capaces de salir de esa relación de maltrato, tienden a reducir su consumo incluso sin ayuda terapéutica.

Muchas víctimas de violencia machista recurren al alcohol como ansiolítico de fácil acceso

Combatiendo la invisibilidad

El hecho de que el alcoholismo femenino sea un fenómeno relativamente reciente implica que la literatura científica sea escasa y, con frecuencia, sexista. Cuando se busca la causa de esta adicción muchos estudios hablan de la "debilidad innata de las mujeres", mientras que cuando se trata de hombres el problema radica en "una vida familiar y/o laboral estresante". Por otra parte, las campañas de prevención del alcohol están dirigidas exclusivamente a jóvenes y vinculadas al ocio nocturno. Algunos centros de rehabilitación también parecen ajustarse mal a la realidad, difundiendo vídeos como éste, en el que más que concienciar sobre los riesgos del alcohol parecen justificar la agresión sexual a las mujeres en situación de vulnerabilidad.

Cuando se busca la causa del alcoholismo muchos estudios hablan de la debilidad innata de las mujeres, mientras que cuando se trata de hombres el problema radica en una vida familiar y/o laboral estresante

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Pero el problema de invisibilidad de la mujer alcohólica sucede en gran parte del mundo. Gabrielle Glaser, antigua corresponsal de The New York Times en Europa del Este durante la perestroika, lo relata en Her Best Kept Secret, un manual de autoayuda para mujeres alcohólicas basado en su propia experiencia. También hace una dura crítica a la asociación Alcohólicos Anónimos. En opinión de Glaser, el rechazo de la institución a introducir ninguna modificación a su sistema desde 1935, las terapias guiadas sólo por rehabilitados y no por profesionales, y el Método de los Doce Pasos de fuerte raigambre religiosa convierten a Alcohólicos Anónimos en un programa "desfasado e ineficaz para combatir la adicción a la bebida".

Alcohólicos Anónimos, un programa desfasado e ineficaz para combatir la adicción a la bebida

Por su parte en Reino Unido, una de las naciones del mundo con mayor tasa de alcoholismo femenino, existen comunidades de enorme popularidad online como Soberistas o Join Club Soda. Se trata de sites creados por mujeres y que no pretenden sustituir a los tratamientos de rehabilitación sino dar apoyo e información en un territorio como el británico, donde la cultura de pub tiene una especial importancia social.

"Las mujeres bebemos más que nunca simplemente porque ahora podemos", apunta Gabrielle Glaser en Her Best Kept Secret. Pero el hecho de que se juzgue a la mujer más severamente que al hombre en casos de adicción a la bebida demuestra que como señala Irin Carmon en The New York Times "una de las encrucijadas del feminismo contemporáneo está en cómo respondemos a todas las consecuencias de la lucha de la igualdad entre el hombre y la mujer, incluyendo áreas demasiado incómodas como para aparecer sintetizadas en el eslogan de una pancarta".

Ilustración por Luis Armand Villalba