Los grandes circos de Vietnam

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Los grandes circos de Vietnam

El primer contacto que tuve con ​Christian Rodríguez fue hace algunos meses. Le escribí para entrevistarle sobre su serie "XIEC", en la que documenta la vida de las dos grandes compañías circenses de Vietnam.

El primer contacto que tuve con ​Christian Rodríguez (Uruguay, 1980) fue hace algunos meses. Le escribí para entrevistarle sobre su serie XIEC, en la que documenta la vida de las dos grandes compañías circenses de Vietnam. Su trabajo me llamó mucho la atención, ya que el espectáculo parece ser tan solo una circunstancia en un microuniverso donde la vida sucede, a diferencia de otros ensayos fotográficos que he visto sobre el tema. Las imágenes de XIEC no son las de un observador que entra y sale de escena a su antojo, sino las de alguien que nos muestra su vida a través de los demás.

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Quedamos para tomar un café y charlar sobre su trabajo.

VICE: ¿Me puedes contar cómo empezaste en la fotografía?

Christian Rodríguez: Al principio lo hacía como pasatiempo. Cuando era más joven tenía muchas inquietudes, estudié pintura, bellas artes y probé con la fotografía, la cual no dejé hasta los 24 años. Más adelante comencé a trabajar en medios de comunicación en Uruguay hasta que me contrataron en el diario El Observador y de ahí empecé a colaborar con agencias internacionales de noticias como Reuters, AP y France Press. Cuando uno trabaja en noticias, su esperanza es poder hacer fotografía de guerra, y en 2006, seis meses después de haber comenzado a trabajar en el periódico, decidí ir a cubrir un evento de estas características. Me prestaron un chaleco antibalas y viajé al Líbano. Después de esa experiencia me di cuenta de que no quería ser fotógrafo de guerra. Cuando volví, trabajé un año y medio más en el periódico, porque en realidad quería buscar una manera de dedicarle más tiempo a las historias y hacerlo en el diario era difícil por la propia dinámica que imponían las noticias.

¿Por qué querías ser fotógrafo de guerra y por qué cambiaste de opinión?

Cuando estaba en el periódico, todos los fotógrafos a los que admiraba —como James Natchwey o Paolo Pellegrini— estaban cubriendo conflictos. Una vez ahí, me di cuenta de que lo primero que hay que tener para cubrir un conflicto son motivaciones interiores mucho más fuertes que el mero hecho de ser fotógrafo de guerra. Uruguay es un país pacífico y no tiene una historia de guerras como Estados Unidos. Incluso sería más lógico que un fotógrafo de Israel, Palestina u Oriente Próximo fotografiara esas realidades. Tuve una experiencia que me hizo reflexionar sobre esto: estaba en el funeral de algunos soldados de Hezbolá, en el sur de Líbano, cerca de la ciudad de Tiro. Yo era el único fotógrafo, ya que me trasladaba con una ambulancia de la Fundación Hariri, y una mujer me preguntó en un inglés perfecto por qué había venido de tan lejos a fotografiar su dolor; en ese momento respondí con tópicos, pero esa pregunta me marcó y me hizo pensar durante varios días por qué estaba ahí. Fue en ese momento cuando centré la atención en cómo las familias regresaban a sus hogares en medio de la destrucción. Había pueblos como Bint Jbeil completamente arrasados.

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Volví a Uruguay pensando en el tema de la vida cotidiana. En 2008, gané la beca Roberto Villagraz, que concede la escuela Efti de Madrid, gracias a mi trabajo en Líbano. Me trasladé para hacer el máster de foto y ahí básicamente mis tutores me dieron a conocer más autores y me hicieron pensar por qué quería hacer fotos. Estas reflexiones fueron fundamentales para decidir los temas que hoy en día trabajo. Como autor, básicamente me interesan los temas relacionados con el género. Casi todos los temas que toco están relacionados con algún aspecto de mi vida personal. El embarazo adolescente, que es el proyecto en que estoy trabajando ahora, surge de una necesidad por entender esta problemática en nuestro continente, que es fundamental, ya que está cambiando las sociedades y es la única región del mundo en la que sigue aumentando la tasa de embarazos adolescentes. Las niñas no tienen las mismas oportunidades que los niños en contextos de pobreza. Básicamente es el factor mas importante, que tenemos una región con las mayores desigualdades del mundo, y trabajo este tema porque soy hijo de una madre adolescente, además de que mi hermana fue madre a los 16 años. Esta es una realidad que conozco muy de cerca, me interesa poder dar visibilidad a esta temática a la que no mucha gente le da importancia, y así quizás pueda lograr llamar la atención de alguna persona que sí tenga el poder o la fuerza para intentar producir un cambio.

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El día que los proyectos de vida de los niños y de las niñas sean bastante parecidos va a disminuir el embarazo adolescente. Es una realidad con la que me siento completamente involucrado y comprometido.

¿Qué fue lo que te llevo a hacer XIEC?

Cuando estaba en Madrid, teníamos un mes de vacaciones y mi sueño era ir a Asia para conocer China y Vietnam, entre otros lugares, y había planeado un viaje al Sureste Asiático con Maria Kaltembacher. Fuimos de Madrid a Pekín, y un viaje en el que se suponía que íbamos a estar solo tres días en Hanoi, se convirtió en uno de tres semanas. Ahí encontré el circo, o mejor dicho, el circo me encontró a mí. Se fueron dando una cantidad de acontecimientos que me hicieron darme cuenta de que tenia que realizar ese proyecto.

Conocí a Sau, una artista del circo, y a su pareja, que es español y artista del Circo del Sol. Sau vivió un año en Madrid y me ayudo mucho, fue la persona que me abrió las puertas y a veces era mi traductora. Ella es una madre que crió a su hijo en solitario, así que primero me centré en su historia, en la vida cotidiana de Sau y Nim, su hijo. Luego volví a Madrid, donde ocurrieron varias cosas que me hicieron darme cuenta de que tenía que seguir con ese tema. Pensé que no iba a volver nunca más a Vietnam y un día, caminando por Madrid, me encontré un letrero que decía que el Circo Nacional de Vietnam iba a estar en la ciudad. Fue muy gracioso porque hicimos una fiesta en nuestra casa con comida típica española y catalana e invitamos a los artistas del circo. Se divirtieron tanto que uno de los chicos me dijo: "El año que viene tenéis que venir que venir y os quedáis en mi casa". Nos ofreció una habitación con baño privado y nos prestó su moto durante dos meses, así que recorrimos todo Vietnam, fuimos a Ho Chi Minh y al centro de Hanoi.

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¿Cómo fue tu encuentro con el circo?

Básicamente iba caminando por el parque Lenin y me encontré la carpa del circo, entré y me topé con el director, que también hablaba un poco de español, así que le pedí permiso para hacer fotos y accedió. Al principio lo que me llamaba la atención era el espectáculo y los artistas, pero todo eso pasó a un segundo plano a medida que iba conociendo la cultura vietnamita y la sociedad, comenzó a dejar de ser algo exótico para ser algo cercano y empecé a encontrar muchos puntos de conexión con Latinoamérica, sobre todo en la vida diaria. Al final, el circo pasó a ser una excusa para contar las realidades de la sociedad vietnamita. Yo me iba de gira con ellos y me llevaban a sus pueblos. El último viaje estuve casi cuatro meses. Siempre digo que las fotos nunca muestran todo lo que yo viví ahí, de mis vivencias me quedaron cosas que me van a marcar para el resto de mi vida.

En el último viaje dije: "Me voy a dejar llevar". Me olvidé un poco de la fotografía y empecé a vivir ahí y a relacionarme con ellos, a emborracharme con ellos, y eso hizo que ellos vieran que me abría, que estaba realmente interesado en su realidad, fue un cambio radical. Me empezaron a invitar a lugares donde nunca había podido estar, pude hacer las fotos que siempre había querido hacer. En Xo Chi Minh, los artistas viven en un antiguo teatro completamente destruido y donde estaba el patio de butacas hacían sus casas, que eran muy precarias, de madera, plástico o lona. Las condiciones higiénicas eran muy malas, no había ducha y había ratas. Me fui a vivir con ellos, fue duro, perdí 14 kilos en ese viaje, pero un día uno de los jefes me llamó para tomar un té y me dijo: "Conozco pocas personas que amen tanto su trabajo como tú, se nota que disfrutas lo que haces porque has venido aquí, has trabajado en este entorno pudiendo estar en unas condiciones mucho mejores. Desde ahora puedes hacer todas las fotos que quieras, sólo tienes que pedirlo". Cuando uno muestra un interés sincero por las personas, las personas lo notan y se abren, realmente ese fue el gran aprendizaje de este proyecto.

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¿Existe alguna relación entre tu trabajo y Mary Ellen Mark?

Sí, cuando llegue a España empecé a ver autores y a investigar sobre determinados fotógrafos que me gustaban mucho, y una de ellas era Mary Ellen Mark. Es interesante porque en 1994 ella estuvo fotografiando el mismo circo para su proyecto Circos. Yo fotografío a los hijos de las personas que ella fotografió, a la siguiente generación.

¿Tu intención era seguir sus pasos?

No, a mí me gustan los temas que Mary Ellen Mark trabaja y me encanta su forma de fotografiar, creo que es una de las grandes fotógrafas de nuestro tiempo, pero lo que hice fue básicamente decir: "Bueno si ella ya estuvo aquí, voy a inspirarme en su trabajo, pero que sea un punto de partida para mi búsqueda personal".

¿Cuál sería la conexión personal con XIEC?

Para mí, los circos dejaron de ser algo exótico para convertirse en algo muy cercano. Una de las principales conexiones que veo entre Vietnam y nuestra cultura latinoamericana es que las desigualdades sociales son muy grandes. Las dificultades que tiene un artista para desarrollar su carrera son enormes, y generalmente son historias de fracaso, no de éxito. En Latinoamérica no tenemos historias de éxito como en Hollywood, generalmente tratan sobre tropezar y volver a levantarse, y eso era lo que sentía con la vida del circo. Los artistas eran muy humildes, solo ganaban 100 dólares al mes y trabajaban mucho para hacer lo que mas les gustaba, y al final eran felices, porque en definitiva, cuando uno hace lo que disfruta no importa tanto cuánto dinero ganes, sino que eso te llene. Eso me enseñaron, que a pesar de las condiciones en las que vivían, a veces jodidos o con lesiones, disfrutaban mucho trabajando en el circo. Ese vinculo lo veía mucho con mi foto y mis trabajos, yo estoy mas interesado en generar una obra como autor que en tener un reconocimiento por mi trabajo, y eso me va a llevar 20, 30 años o toda la vida y quizá no lo logre, pero eso lo va a decir el tiempo. Ahora que tengo claro eso, he liberado mi fotografía de cualquier presión o pretensión por lograr algo y empiezo a disfrutar más el hecho de hacer fotos, conocer una cultura y estar en un país distinto al mío. Siento un enorme agradecimiento, pues he estado en lugares y situaciones que de otra manera nunca habría podido visitar, he conocido los países que he querido conocer, he estado con personas maravillosas y todo gracias a la fotografía.

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