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Los Golden State Warriors se preparan para ser los villanos de la NBA

El año pasado , los Warriors se convirtieron en unos campeones aparentemente simpáticos. Este año, la NBA les ve con distintos ojos: ¿se convertirán en villanos definitivamente?
Photo by Kyle Terada-USA TODAY Sports

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"No puedes faltarle al respeto a la oruga hablando solo de la mariposa". Esta fue la sentencia que pronunció Mark Jackson, el ex entrenador de los Golden State Warriors, justo cuando el equipo que él había dejado un año antes se convirtió en campeón de la NBA bajo Steve Kerr.

Aunque esta réplica pasivo-agresiva —que por cierto fue televisada en todos los Estados Unidos— a los elogios a Kerr difícilmente pasará a la historia junto a otras citas como "alea jacta est" o "mi casa, teléfono", lo cierto es que sí habla de la misteriosa metamorfosis de este equipo.

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La pasada temporada, los Golden State Warriors se sacudieron el estigma de equipo bonito y perdedor y adquirieron la etiqueta de intrusos conquistadores. En esta temporada, el equipo californiano está listo para encarar un periodo triunfal, y para ello se preparan para construir una versión 2.0 de los 'Bad Boys' de los Pistons. Este brutal giro de estilo, aunque pueda parecerlo, no es extraño: es sencillamente la concreción en hechos de un flirteo con el lado oscuro que ya existía en el seno del equipo de Oakland desde hace tiempo.

A lo largo del tiempo, los equipos van construyéndose identidades que suavizan la realidad. Los Spurs son como los Borg de Star Trek: alienígenas malvados e imparables que juegan al baloncesto como debe hacerse. Los Grizzlies son como el Inter de Mourinho, pero aún más malosos. Los Clippers son como un adolescente con la gorra del Madrid en una peña barcelonista: no queda claro si están allí por casualidad o si lo que quieren es montar una pelea.

Los Warriors, gracias en gran parte al carisma de Stephen Curry, dieron la impresión de ser unos coleguillas majetes que disfrutaban jugando al baloncesto sin querer humillar al contrario ni caer en estratagemas indecorosos. Eran un poco 'el equipo de América', la típica escuadra que le cae bien a todo el mundo.

Steph Curry era demasiado mono: el año pasado no podía caerle mal a nadie. Imagen vía Reuters.

Pero no todo fueron historias de Heidi bajando por prados verdes. Mark Jackson no solo es aficionado a las metáforas de mariposas, sino también ex ministro protestante: durante su periodo al frente de los Warriors, Jackson logró que su equipo mejorara el rendimiento creando una cultura maniquea de mártires contra pecadores y de nosotros-contra-ellos que aún hoy sigue marcando a la escuadra.

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Golden State, de hecho, llegó a ser el equipo más evangelizador de la liga. Los fans del área de la bahía gruñeron silenciosamente cuando Jackson apoyó a Jason Collins, el primer jugador de la NBA en declarar su homosexualidad. Luego llegaron los juegos mentales, los entrenadores despedidos de forma misteriosa y las alianzas secretas.

El punto más bajo seguramente se alcanzó cuando Jackson inició una campaña personal para motivar a sus jugadores poniéndolos en contra de su compañero Festus Ezeli, que en ese momento estaba lesionado. Según el periodista Zach Lowe, de la web estadounidense Grantland, Jackson habría dicho al equipo que Ezeli estaba intrigando para parecer mejor jugador a costa de los demás. No era así, y Ezeli terminó llorando cuando sus compañeros de equipo se lo reprocharon en una reunión.

El clima era venenoso, pero aún así los Warriors pelearon hasta el final de la mano de Jackson. Después llegó Steve Kerr, lo puso todo en orden y ganó un campeonato. Y fin… o bueno, sería fin en una película, pero en el mundo real no hay créditos ni agradecimientos en ningún momento. La vida sencillamente sigue adelante sin piedad alguna.

Esta es la cara que pones cuando machacas en la cara de tu ex entrenador, que había conspirado para hundirte. Foto de Jake Roth, USA Today.

Con Steve Kerr, pues, los Warriors alcanzaron el éxito… y, por supuesto, tuvieron que lidiar con sus consecuencias. En general, parecen haberlo acogido con cierto fastidio. Estuvo la historia de Draymond Green, que contestó "Bonita historia, Glenn" cuando Doc Rivers afirmó que los Warriors habían tenido suerte. También estuvo la broma de Andrew Bogut, que aseguró que quería agrandar su anillo de campeón para poder ponérselo en el dedo corazón.

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Aquí y allá, entre un aparente mar de corrección política, aparecieron destellos que dejaban entrever una naturaleza oscura en los aparentemente simpáticos Warriors. El escándalo de la infidelidad de Klay Thompson, que sobre el papel no debió haber ido más allá de cuatro noticias en los periódicos amarillos, alcanzó más redoble de lo usual precisamente porque su equipo había alcanzado un estatus de fama superior. Lo mismo vale para la historia de la estrella del porno Lisa Ann, que aseguró que la cortejaba uno de los miembros del equipo.

Todas estas historias en principio no pegan con un equipo "con valores" —una de las palabras de moda del deporte moderno, al parecer.

Cuando superas al rival y le dejas en una postura ridícula, pero quieres parecer humilde y no regodearte a pesar de que por dentro te estés partiendo la caja. Foto de Kyle Terada, USA Today.

No hace falta decir, a tenor de los hechos, que los Warriors no son las hermanas de la caridad. Son lo que son, es decir un excelente equipo de baloncesto que también encierra la malicia de Andrew Bogut, el experimento de marca que representa la vida pública de Harrison Barnes, los perros del dueño Joe Lacob con nombres de personajes de Ayn Rand y la adoración desmedida de Draymond Green por Floyd Mayweather. Los Warriors no son niños cantores de Viena que han crecido más de lo normal: son un grupo de hombres, de seres humanos falibles con sus más y sus menos.

Ahora que han derrotado a todo el mundo en la NBA —menos a los Spurs—, nadie volverá a subestimar a los Warriors de Steph Curry. Por esta razón también fue interesante ver al MVP lidiar con los críticos —habitualmente dementes— que acusaban a su equipo de haber tenido "suerte" a la hora de ganar el campeonato. Steph lo encajó con arte y respondió no sin cierta malicia:

Solo quiero decir que me disculpo por no haber tenido lesiones. Me disculpo porque siempre jugamos contra el equipo que trae el rival y no contra otros. Me disculpo por todos los elogios que hemos recibido como equipo e individualmente. De verdad que lo siento. Rectificaremos esta situación este año

Podéis pensar lo que queráis, pero esto no apunta a una ciudad amurallada, a un club al estilo del FC Barcelona que quiere mantener su papel de "seny y valors" en todo momento aunque sea insostenible: más bien pinta a un potencial volcán de incorrección política. A la NBA en estado puro, por decirlo en una palabra.

Los Warriors nunca fueron un equipo simple. Es probable que llevaran el conflicto dentro desde el primer día. Esta temporada puede que ocupen un lugar donde los defectos y las virtudes empiecen a chocar abiertamente, a la vista de todos, y que ello provoque más de un terremoto interno. ¡Que así sea!