A la sacerdotisa vudú vegana de Nueva Orleans no le interesa el sacrificio animal
Photos by Anthony Karen.

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A la sacerdotisa vudú vegana de Nueva Orleans no le interesa el sacrificio animal

El Voodoo es la versión comercial hollywoodense para turistas. El Vudú es una religión menciona Sallie Ann Glassman,una reconocida sacerdote Vudú comprometida con el veganismo al punto de adoptar animales libres como ella.

El templo Vudú de Sallie Ann Glassman se encuentra en el prometedor barrio Bywater en New Orleans, escondido en un callejón detrás de casas recién pintadas; sus jardineras decorativas justo comienzan a florecer sobre los alféizares. La brecha de polvo y grava está protegida por una grande escultura de chatarra metálica de un gede, un espíritu que simboliza el sexo, la muerte y la regeneración. El camino lleva a través de verjas enyesadas con representaciones de la fauna del panteón espiritual Vudú —gedes esqueléticos, barones y lwa. Es silencioso y estar solo, con la única compañía de los espíritus Technicolor puede hacerte sentir aún más extraño. Se escucha un distante tintineo de metal sobre metal, junto con un pesado acezo de algo grandioso y rápido que se acerca. El punto de esto era desacreditar la imagen estereotípica del Vudú, no apoyarla.

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«Perdón, llego tarde», dice Glassman, dando vuelta en una esquina y remolcando un perro peludo.

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Una sacerdotista Vodou (Mambo) empieza a invocar a los espíritus (Iwa) durante el día festivo de St. Francis De Assisi en Haití. Foto por Anthony Karen.

Ella me dio la mano, y su colección de brazaletes y pulseras resbalaba por su muñeca. Glassman presenta a su perro, Ayida, nombrado de tal forma por el lwa serpiente arcoíris. Abre el cerrojo, toca tres veces la puerta a manera de ritual antes de entrar al templo que ella construyó desde los cimientos. Exceptuando los tres masivos altares, cada uno en su propia pared, parecería que algunos inquilinos están en el proceso de mudanza o renovando un gran departamento estudio; el piso tiene su estructura de concreto, las sillas se apilan contra las paredes junto a la cocina desolada. Los altares, para un afuerino ignorante, son un caos cuidadosamente construido con velas votivas, botellas de licor, tazones con ofrendas e imágenes iconográficas. Es difícil no dejar que tu mente asocie libremente un set de una película sexy de horror Voodoo —una Lisa Bonet desnuda girando en sangre, o un Bill Pullman zombificado jalando de los dobladillos de las camisas de los vecinos, rogando «No dejes que me entierren, no estoy muerto».

Hay un sonido de salpicadura detrás de mí. Ayida ha tirado un plato con agua, y ahora observa el charco en tono acusador.

«Todavía no comprende la situación del tazón», dice Glassman.

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Una voduista después de rezar.

Cuando no está liderando a sus compañeros vuduistas —o practicantes del Vudú— en una adoración comunal, Glassman ha pasado el último par de décadas educando un público que sólo ha sido expuesto a la bastardización cultural pop de su fe, intentando romper con las suposiciones estereotípicas y a veces xenófobas y racistas que giran alrededor del Vudú —que realmente es una visión del mundo vibrante, densa, siempre en desarrollo.

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«El Voodoo es la versión comercial hollywoodense para turistas. El Vudú es una religión», clarifica.

Glassman, nacida en Maine con herencia judía ucraniana, no entra exactamente en la imagen tradicional de un mambo Asogwe, una sacerdotisa vudú. Uno puede sospechar de una mujer vegana y bronceada de 60 años explicando los orígenes esclavistas de la fe haitiana en el corazón de la trampa Vudú de turistas que es Nueva Orleans. Cuando comienza a explicar su pasado, sin embargo, poco a poco se aclara que si esto se tratara de estafar, ella ciertamente daría un rodeo para no terminar allí.

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A Mambo se le ha metido un espíritu.

«Estuve realmente involucrada en el Ordo Templi Orientalis [la fraternal orden mágica fundada por Aleister Crowley]», ella explica, rellenando con agua el tazón para Ayida. «Por un tiempo fue la segunda en jefe; ese título o cualquier otro. Me di cuenta de que no estaba interesada en obtener poder para mí misma».

Glassman se mudó a Nueva Orleans y descubrió la cultura Vudú tradicional en 1976 a través de sus patrones en un bar en el cual atendía. En 1980, ya lideraba ceremonias en su casa para los locales. Sorpresivamente, no es la raza o la nacionalidad que separaba a Glassman de los vuduistas tradicionales —es su veganismo. Mientras se exageraba en películas como El corazón del ángel y La serpiente y el arcoíris, sin mencionar el 700 Club de Pat Robertson, el sacrificio ritual de animales no juega un papel importante en el ritual Vudú. Cuando Glassman comenzó a observar estas ceremonias, se dio cuenta que su ética de dieta necesitaba reconciliarse con su comunidad.

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«Se dice que los animales se ofrecen a sí mismos, pero en mi experiencia es bastante horrífico. Es realmente sangriento. Bastante espantoso», dice.

Anthony Karen, un fotógrafo quien ha pasado un buen tiempo viviendo remotamente con comunidades haitianas vuduistas está de acuerdo con Glassman.

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Un cura Vodou (Hougan o Houngan) empieza a invocar a los espíritus iwa durante el día de St. Francis De Assisi.

«El sacrificio ritual tiende a ser más extremo en las áreas remotas en el campo. No voy a decir los detalles, pero como un amante de los animales puede ser realmente difícil de observar. Dicho esto, la mayoría de los sacrificios de los que he sido testigo con bastante humanos», me dice Karen por correo electrónico.

«[El sacrificio animal] significa alimentar los cuerpos y entidades espirituales a través de los ángeles de los tierra [sic]. Es como reciclar y reagrupar las varias energías para fortalecer el cuerpo y el alma para asistir a la vida de la experiencia humana».

Ambos, Glassman y Karen, insisten en la importancia comunal y el significado del ritual vudú de la matanza de animales. Una vez que las ceremonias se completan, la carne del animal ofrecido es casi siempre distribuida a los miembros de la comunidad para que sea comida. En áreas donde los supermercados son un concepto foráneo, esto es, literalmente, un medio de subsistencia. Pero aún no hace sentido cómo una vegana de Nueva Inglaterra gravitó hacia la fe que está más asociada con sacrificios animales modernos. Para Glassman, vivir en Estados Unidos cambia las cosas.

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Un Houngan utiliza talco para purificar y refrescar la ofrenda. La carne después se comerá y compartirá con la familia y otros que lo necesiten.

«¿Es esto para nosotros o es esto para el espíritu?», pregunta cuando hay una matanza. «Los lwa mismos una vez fueron humanos. [Han] muerto y tienen nuevas perspectivas, y son capaces de guiarnos y aconsejarnos. Tengo que pensar que esto se trata de una evolución. Alguna vez todos sacrificaban humanos para hacer que el maíz creciera. Nos paraliza pensar en eso ahora».

Por el tiempo en el que Glassman lideraba ceremonias rituales, un amigo —que por casualidad era el presidente de un templo vudú en Puerto Príncipe— la invitó a una ceremonia Fet Gede/Día de los muertos en Haití. Mientras discutían la posibilidad del viaje el teléfono sonó.

«Fue [un amigo del presidente del templo] en Haití diciendo que habían echado [un conjuro] por mí, y que por qué no sólo iba y me iniciaba en vez de ver una ceremonia. Dije, OK, ¡claro! Lo haré», recuerda riendo.

Preparation of the offering.

Preparándose para la fiesta

El viaje cambió todo para Glassman. Allí conoció a Edgard Jean Louis, un respetado sacerdote Vudú, quien mitigó sus miedos de ser tan externa a lo que tradicionalmente es una comunidad privada bastante cerrada.

«Solamente entró en mi universo y se convirtió en una importante influencia para mí. Era realmente extraordinario… esta niña blanca, judía, de Nueva Inglaterra, vegana… su actitud era como si el lwa hubiera escogido a la persona, ¿quién era él para decir no? Me llamaba su hija; lo llamé padre».

El vudú, explica, siempre se ha tratado sobre el cambio y la supervivencia, originado durante el mercado de esclavos como espiritualidad africana tradicional mezclado con el catolicismo, fe de los nativos americano y hasta masonería.

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Después del sacrificio de una cabra para apoderarse de Iwa, este cura vodo lo alimenta de su sangre.

«El vudú es hermoso y un soporte de vida. Le dio a la gente la capacidad de superar lo insuperable», continua Glassman.

Una fe que es, por su propia naturaleza, fluida y sus medios creativos tradicionales siempre aumentarán con el tiempo. Ella no está sola al pensar esto, tampoco. Un creciente número de vuduistas están adoptando un estilo de vida vegetariano o vegano, creyendo que es más armonioso para el universo y sus habitantes espirituales. Como cualquier fe, hay ortodoxos vudú que están violentamente en desacuerdo con las interpretaciones veganas de Glassman.

«Mi vida a sido amenazada por ello. Norteamericanos», añade. «Siempre norteamericanos».

Es más fácil, y si no un poco más tenso en el extranjero. Glassman recuerda una ocasión en la que le pidieron su participación en una matanza junto con la esposa de papa Edgard en Haití.

«Ella tenía un billón de años, y nunca la había conocido. Estaba aterrada. Era tan fiera. Supuestamente sacrificaríamos una gallina. Yo simplemente no pude. La mujer me miraba como diciendo "¿Esto es lo que me dieron para trabajar? ¿Qué sucede contigo?" Ella lo hizo por mí, pero me veía y con la mirada decía "¡Débil!"», ríe Glassman. «Pero [los vuduistas haitianos] nunca hicieron quilombo por ello, y no me hicieron comerlo».

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Un joven Vodo.

Lo más importante, Glassman jura que nunca he tenido problemas invocando a los lwa durante sus ceremonias, y que siempre la han apreciado a ella y a sus seguidores vuduistas durante las ofrendas —aun cuando no hay sacrificio animal.

«Honro y respeto las tradiciones. Estamos llevando los elementos de la ceremonia en el orden correcto, y aun así trabajamos creativamente dentro de ello. El mundo cambio y el Vudú responde y cambia. Es responsivo con el mundo».

¿Está preocupada por los ortodoxos que la han amenazado en el pasado?

«Pienso mucho que el enojo que se proyecta contra mí es el enojo contra los lwa que no me dan mis nalgadas». Glassman observa el interior de su templo, los altares ornamentados, a Ayida que se termina su agua. «Pero mi vida es bastante buena».