He fumado toda mi vida adulta y sé lo jodido que es despertar y pensar en un cigarro. También he intentado dejarlo más de 20 veces sin tener éxito y sé muy bien por qué: para dejar de fumar, realmente hay que querer dejar de fumar.Si tus intenciones son verdaderas y no le tienes miedo al trabajo arduo y a las pérdidas emocionales que te pueda generar la ausencia de un cigarro, estás apuntando tus disparos correctamente. Es en este momento cuando surgen miles de opciones alternativas para ayudarte a iniciar un camino de vida en el que no hay colillas tiradas son pequeños trozos de tu pulmón
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Con el interés de ver si la existencia de un programa, microchip, droga, junta o chicle que puede quitarme o aliviarme de mi adicción al tabaco hablé con casos de éxito –otros no tanto– de diversas maneras que uno se puede alejar del cigarro.
Palillos de sabor
Operación de riñón
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Hace cuatro años tuve una operación de uno de los riñones y eso fue el golpe definitivo a mi tabaquismo. Durante la recuperación, obviamente no podía fumar y mis niveles sanguíneos eran una basura; pasé cinco días de mandato sin fumar y estaba enojadísima porque no me había ido a tratar el edema, sino el riñón. Literalmente le llegué a reclamar eso a los doctores. La cuestión fue que con el edema, la tos era incontrolable y el maldito dolor que me causaba cada vez que lo hacía era una maldita pesadilla. Me daba pavor cada vez que me empezaba a rascar la garganta.El día que salí, me di cuenta de que ya llevaba cinco días sin fumar. Realmente no fue dejar el cigarro como tal lo que me detuvo, sino que si me volvía a dar tos por el humo y me volvían a internar sabía que iba a perder la cabeza. Cinco días se convirtieron en 15 y después en cuatro años. El trabajo arduo llegó cuando decidí aliarme con mi salud en vez de trabajar en contra de ella.
Grupos de Adictos anónimos
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El día que dejé de fumar tenía ocho flips en mi casa —eso equivale a 1600 cigarros— para que no me diera pánico de quedarme en ningún momento sin ellos. Había días que llegaba a tener hasta unos tres flips en el coche “para estar segura”, simplemente era parte de mi súper diario, comprar calabaza, papel de baño, jugo y un flip de cigarros.Un día mi pareja me ofreció un cigarro en la cama y, de improvisto, hice algo que nunca había hecho en toda mi vida como fumadora: me negué. Fue justo ahí cuando me di cuenta de que si bien tenía voluntad, no podía por mí sola. Al día siguiente busqué ayuda. Fui a un grupo de autoayuda llamado Nicotina en un centro de rehabilitación de la ciudad, escuché el programa de los 12 pasos y decidí ayudarme. Me entregué a reconocer a que no podía controlar esta adicción y que ella me estaba controlando a mí, que ella era un síntoma de mi enfermedad. Fumaba porque estoy enferma, no viceversa. El programa me dio las herramientas para terminar con el autosabotaje y autodestrucción que estaban determinando mis acciones. 12 pasos para sanarme a mí, como persona, no sólo de salud, sino de todo.El simple hecho de reconocer un poder, un algo, lo que sea, más grande que yo, me hizo ver que no estoy sola para luchar con mi adicción. Mi vida cambió por completo, dejé de tomar y de dañar a mi hija con el humo de segunda mano, dejé de dañarme a mí. Se puede ver como un vicio diferente al alcohol (que también terminé por dejarlo pues hacía que se me antojara el cigarro), pero la realidad es que todas las adicciones, de fondo, tratan con una persona con muchísimo dolor acumulado que no saben cómo tratar. En mi caso, los 12 pasos funcionaron.
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