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Relaciones

Cuando se separa esa pareja de amigos que creías que duraría para siempre

Llevan 15 años juntos y parecía imposible que cortaran, pero ha sucedido.
Foto vía el usuario de Flickr Leonardo Veras | CC BY 2.0

Están las parejas de verdad y luego las parejas de mierda y la mayoría de nosotros navegamos por las relaciones que forman parte de la segunda categoría, las de mierda.

La cosa va así. Conocemos a alguien y al año y poco ya nos empezamos a estresar porque “siempre estamos yendo a los mismos sitios con la misma gente” y porque “no hace falta que durmamos cada día juntos, joder, que algún día me gustaría dormir en mi casa con mis cosas y no pongas ahora esta cara como de tristeza y odio a la vez”. A los dos años y medio ya ninguno siente amor hacia el otro —se le llama “consolidar una relación” o “compañerismo”— y, probablemente, el año siguiente, esta pareja dejará de existir como tal; aunque a veces este estado apático y vegetativo del noviazgo puede alargarse durante muchos años más. Los amantes que no se aman pero que se supone que deben amarse pueden llegar a aguantar mucho tiempo juntos porque lo que buscan es evitar ese momento en el que el más débil finalmente dé el paso y, como un cretino, ponga sobre la mesa la idea de romper con esta relación y tire esta inversión sentimental de cinco años a la basura.

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Luego están las parejas de verdad. Esas personas que empezaron a salir cuando tenían 15 años o así y a los casi 30 siguen enamorados. Esas personas que han crecido juntas y han visto cómo sus cuerpos se iban degradando. Personas a las que el hecho de ir a vivir juntos no les supone un problema, sino un paso de lo más normal y coherente. Llevan tanto tiempo juntos que ya ni saben lo que es la soltería, tienen que buscar esta palabra en el diccionario para desmentir que no se trate realmente de una enfermedad genital extraña del siglo XVII. Esta gente lleva más tiempo de vida en pareja que en soledad. Y, bueno, parece increíble pero siguen haciendo el amor. No follan, hacen el amor. Son seres celestiales, dignos de otra realidad. ¿Verdad que no tiene sentido que puedan existir en esta mancha de miedo y terror que supone la vida humana en la Tierra?

Pero lo siento, malas noticias, estas parejas también llegan a su fin.

Por un momento parecía que todo seguiría teniendo sentido mientras estas personas siguieran juntas. Generaban una estabilidad ejemplar en el grupo de amigos y en el trabajo, mientras toda la gente iba rotando sin control entre relaciones esporádicas o de duración limitada, ellos se mantenían estoicos, manteniendo la lógica y consolidando el sentido de la existencia. Eran el ancla que lo mantenía todo unido, esa herramienta que permitía un acto de fe basado en la posibilidad del amor eterno.

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Los demás tendremos que resignarnos a aceptar que siempre divagaremos entre relaciones esporádicas cuyo fin siempre se divisa en el horizonte

Pero no. Matrimonios que parecían inquebrantables terminan sucumbiendo a la imparable fuerza gravitacional del tedio, la repetición y la temible idea de que nunca conoceremos realmente a nadie. Almas antaño gemelas que dejan a su paso un rastro de desesperanza para todos los demás. El profesor ha muerto y ahora nadie podrá enseñar a los niños a dividir. Si ellos no aguantan juntos, ¿quién lo hará? Los demás tendremos que resignarnos a aceptar que siempre divagaremos entre relaciones esporádicas cuyo fin siempre se divisa en el horizonte.

Evidentemente no sabíamos cuál era su truco. ¿Cómo se lo hacían? ¿Cómo han podido durar 25 años? Está claro que habrán tenido sus mierdas pero las han ido superando. ¿Les daba pereza cortar? ¿Les daba miedo volver a encontrarse solos ante el mercado sexual, esa lucha frenética y déspota que atormenta a la mayoría de los humanos?

Ahora que ya no están juntos es como si en el mundo ya no quedara esperanza. Si estas dos personas no siguen juntos es que todo se va a ir a la mierda. Guerras, contaminación, enfermedad. Todo se pudre a nuestro alrededor, ya no hay gravedad ni equilibrio. El esfuerzo y el sacrificio se rinden ante cualquier pequeña adversidad que ponga en duda una relación. La rendición como el camino más fácil. Ya nada es prolongable hasta la muerte.

Aunque quizás sea precisamente la falta de perennidad lo que haga humanos —de nuevo— a estos seres, que los haga reales. Lo infinito forma parte de un imaginario, no es tangible, es una idea, por lo que su perfección al final se torna inhumana. La prolongación de estas relaciones “perfectas” no sería sino la consolidación de la inexistencia del propio amor, pues este existe solo bajo el yugo de la amenaza de su propia muerte. ¿Acaso no es más fuerte el amor cuando más lejos está? ¿Acaso el amor no es un ente extraño difícil de concretar, a veces liso como la piel de un delfín y otras veces cortante como un cutter oxidado en la cara? En todo caso mantenerlo estable no parece la mejor opción, así que puede que aún haya esperanza.