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Sexo con Baranda Pons

Los peores polvos de mi vida

OPINIÓN |De todo hay en la viña del señor.
Imagen vía TONIC

Artículo publicado por VICE Colombia.

Todos hemos tenido un mal polvo, una noche de pasión que se cortó como la leche, y que pasó de ser una jornada prometedora de orgasmos a una terrible historia de cuerpos incompatibles donde el único que se vino fue el taxi después de terminar.

Aquí narraré mis polvos más desastrosos de todos los tiempos:

El pirómano

El tipo me llevó a su finca, lo teníamos todo listo para que fuera una noche única: vino, queso, galleticas, velitas perfumadas y chimenea. Nos empezamos a besar con la luz de la vela y la excitación subió como el humo de las velas de vainilla. No sé en qué extraño momento el hombre decidió prender la chimenea con un galón de gasolina y se armó tremendo incendio en la sala de sus papás. Para completar la ardiente escena, en lugar de coger agua en ollas, vi que el iluso pretendía echar agua con una bolsita llena de huecos sobre las llamas. Fue un polvo con quemaduras en los dedos y por lo mismo encabeza mi top 5.

El borracho italiano

Clásico hombre que podría aparecer en los anuncios de Armani, con la boquita torcida y el pectoral de tipo gorila. Sonreía y me revolvía las hormonas hasta mojarme por completo. Al invitarme a bailar me di cuenta de que estaba más dotado que el Tino Asprilla y no me detuve hasta comprobarlo. Ya en la discoteca tomamos unos rones juntos, pero se me hacía difícil saber cuántos vasos de ron se había pedido el tipo antes de conocerme. Chapurreando mi italiano de Plaza Sésamo llegamos a mi cama. Se quitó la ropa e intentó penetrarme con escaso resultado. Como pudo llegó a mi baño y se vomitó dejando un rastro oloroso y nauseabundo en todo el apartamento, que ni siquiera limpió. Se durmió a mi lado con ese olor imborrable que tienen los vomitados. Fui incapaz de tocarlo y me fui en cuanto pude a comprar guantes y trapos para la faena de limpieza que me esperaba. Dos semanas después su olor permanecía en mi casa. NOT WANTED.

El poeta impotente

Sé que el man tenía sus años, unos 55, pero todavía me resultaba súper sexy con su barbita, su barriga recién estrenada y sus ojitos claros con los que parpadeaba de vez en cuando mientras leía poesía. De genes napolitanos (¿qué catso me pasaba con los italianos?) presumía de haber estado con más mujeres que Julio Iglesias. De joven le habría dado el teléfono la misma Sofia Loren, pero ahora se le veía el paso de los años, el divorcio, las malas decisiones, las drogas, el tequila, el mezcal y los malos versos que escribía, porque era pésimo escritor. Lo cierto es que una noche decidimos darle rienda suelta a la pasión y nos fuimos a la cama con 3 botellas de vino por dentro. Yo estaba súper excitada, tanto que no quería que me comiera más el coño, pero él siguió y siguió por los siglos de los siglos, hasta que vi que su pene estaba tan relajado como el perro de mi abuela. Por más que lo intentó, jamás consiguió la dureza necesaria para entrar en mí. Hoy lo agradezco pues encima supe que tenía novia y que intentaba ponerle los cachos conmigo. ¡Mal polvo, mal poeta y mal novio! Si fuera realmente mala, publicaría su extraño nombre, pero sólo dejaré sus iniciales: U.S.

El enano con un testículo

Nos conocimos por Internet hace casi 20 años. ¡Sí! Cuando apareció el chat en mi vida me convertí en una conquistadora imbatible y en una de estas aventuras apareció él, Fernando, un hombre culto, con buena ortografía y con demasiado tiempo libre, o al menos eso me pareció a mí, que era universitaria y que me sobraban las horas a patadas. Quedamos una tarde en el centro. Él estaba sentado y no lo reconocí. Al decir su nombre se puso de pie, y su estatura era casi la misma. Me cayó muy bien, me hizo sacar unos extraños sentimientos que pasaron del umbral maternal a invadirme unas ganas locas de querer acostarme con él. Fuimos a un hotel y allí estaba dispuesta a tener mi primera relación con un enano, aunque sé que la palabra respetuosa es hombre pequeño. La mitología sobre si tendría el pene como una crayola o como el negro del whastapp me hizo suspirar. Pero en cuanto se quedó sin calzoncillos vi que sólo tenía un testículo. Eso no cambiaba en nada su desempeño, según él, y por cierto, su pene ni era grande ni tampoco como la crayola que soñé. A mí me hizo sentir extraña que para que pudiera tener sexo conmigo tuviera que subirse en una silla. Inexplicablemente repetí la experiencia un año después. Fernando no había crecido ni un centímetro pero se obsesionó conmigo. Me llamaba a todas horas, me escribía mensajes desde su correo corporativo y me contó que en su famosa compañía había contratado a una cantidad impensable de colombianos después de haberme conocido. ¡¡¡Adiós pequeñín!!!

El patán

Si algo tengo claro es que a un hombre se le puede amar con todos sus defectos, pero si es un patán no merece ni el saludo. La siguiente historia la protagoniza un amor platónico que tuve en Madrid. Nos conocimos porque estaba exponiendo unas fotos en PHotoEspaña, la cita más importante para los fotógrafos en esta ciudad. Me encantó apenas lo vi, humano, sonriente y con muchas ganas de conocer cada esquina de mí y de mi ciudad de acogida. Nunca hicimos el amor, sólo nos besamos y lo dejamos de ese tamaño porque nuestras parejas nos lo impidieron. Ocho años después, cuando ya no había parejas, volvimos a quedar. Reencuentro nocturno en Usaquén, botella de vino y paquete de Marlboro. Conversación cómoda y fluyendo como el vino por la garganta. Llovía a mares y decidimos subirnos a un taxi, aunque en lugar de irnos para nuestra casa, el man terminó diciéndole al taxista que nos llevara a un motel, ¡aunque también le insinuó que hiciéramos un trío! Todo en ese motel se volvió negro. Se le subieron los vinos y me dijo que yo tenía que repetir de rodillas, que estaba loca, que si no llamaba a una amiga para hacer un trío me iba a quedar sin probarlo y luego, para terminar de completar su patanería, me tiró un condón que tenía puesto en la cara. No hay que salir con esta clase de individuos, ni contestarles el teléfono, ni darles like en redes sociales. Patancito, esfúmate otros 80 años.

El que me hacía sentir gorda

Sacado de un taller de seducción que yo le di, el top 5 ni me hizo volver la vista a verlo cuando lo vi, bajito, con gafas, con una sonrisa demasiado tierna para inspirar un mal pensamiento y con dos niños a cuestas. Nadie me puede explicar por qué mierdas salí con él esa noche. El caso es que de no gustarme nada la primera noche, empezó a dejar de disgustarme cuando pasaron unos días y continuaba llamándome Diosa, mientras cocinaba con maestría para encandilarme. La diosa se empelotó un día y tuve sexo con él, pero después de un folleteo completico vi que saltó como un gato de la cama para meterse al baño. Minutos después supe que tenía una batalla contra el peso y se subía a la báscula después de cualquier actividad física.

Una noche, mientras tomábamos mezcales en mi casa, me dijo que el alcohol podía terminar con su carrera contra el sobrepeso y me dijo que yo le parecía gorda.

Hasta ahí llegó el man. Dos años después me llamó a decirme que tenía una novia rusa y que si me interesaba verla en foto. Le colgué.

Nadie es un buen polvo porque sí. Los mejores amantes aprenden y se perfeccionan con la práctica y con las ganas. Escuchar a la pareja, atender sus necesidades emocionales, físicas y sexuales es tarea de los dos. El sexo es mejor sin mentiras, sin engaños y sin sorpresas que rompan la magia de un encuentro nuevo. Busque ser un buen polvo, sus amantes se lo agradecerán y no escribirán sobre usted.