baño de chicas discoteca cuidados
Ilustración por Daniel Romero
cuidados

Pasar el rato en el baño de chicas es lo mejor de salir de fiesta

Al final nadie se acuerda de la playlist de la noche, pero sí de las colegas de baño.

La música puede estar guay, la bebida ser relativamente barata y los chicos con los que te cruces también relativamente monos a pesar de que son las 3 de la madrugada, pero pasar un rato en el baño de tías de una discoteca es otro rollo.

Unas horas antes ahí estás tú, inocente, buscando algo en tu armario de posadolescente que oculte que posiblemente no tengas ni la edad ni la confianza suficiente para entrar en el garito. Lo comentas con tus colegas y sabes que seguramente ellas irán más guapas. Te rallas y sales con lo primero que te has probado porque llegas tarde y una es puntual al beber.

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Llegas sudando. Bebes una cantidad (casi) moderada de alcohol barato en vaso de plástico. Siempre son vasos de plástico. Facts. Vas contenta, alegre, espumosa. Casi no recuerdas que vas vestida como una patata y que tienes muchas cosas por hacer que la resaca va a dificultar. Estás guay. La música de tu amigo el entendidillo suena decente. Es hora de ir tirando. Antes de salir, te ves en algún espejo y eso te jode un poquillo la autoestima, pero todo bien. Se sale.



El sitio está a rebosar. Te han clavado 10 pavos al entrar o en el primer cubata. Ya has perdido a la mitad de tus colegas. Una putada si sois tres, seguramente tú seas la que se ha quedado colgada. Bueno, chill. Vas a la pista. Suena la típica canción que ahora te encanta pero que en dos meses odiarás. Lo das todo. Se inician los ridículos ritos del ligar cuando no puedes hablar. Tú solo quieres proteger tu sitio en el corrillo de baile.

Se te acerca un tío. Qué pesado. Evidentemente, no conoces a ese amigo en común del que te habla. Tampoco te interesa su opinión sobre "Contando lunares". Ahora eres tú la que se ha perdido. Te agobias. Nadie responde al móvil. Joder, tú solo querías echarte unas risas y ahora llega este palo. Así que haces la única cosa que puedes hacer cuando la noche toma este curso: ir al baño.

"Muchas veces cuando eres una chica y sales de fiesta te encuentras en un montón de situaciones en las que no querías estar y no sabes como gestionar"

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Cuando se cierra la puerta detrás de ti y notas ese olor de meado mezclado con productos de limpieza, la cosa cambia. La música machacona pierde intensidad. Las tías que están ahí dentro están tranquilas. Nadie te mira agresivamente. Te acercas al espejo y te das cuenta de que tu cara es un puto cuadro. Hay cola para entrar a mear. Bajona. Y entonces sucede. Esa chica alta, morena, guapísima —podría ser hasta influencer— te mira y te dice: "Tía [pausa dramática o de borracha] me ENCANTA tu camisa. Te queda de puta madre ¿De dónde es?". Y en ese preciso instante, la noche ya es mucho mejor. Tu autoestima resurge. Has encontrado a una nueva amiga.

Así de simple. Magia. Sé que muchas de vosotras ya sabéis a qué sentimiento de plenitud reconfortante me refiero. Muchas veces, cuando eres una chica y sales de fiesta, te encuentras en un montón de situaciones en las que no querías estar y no sabes cómo gestionar: desde sentirte mal contigo misma por tu físico, por las responsabilidades que dejas de lado o por una mala contestación de tu novia, hasta ser acosada por una panda de babosos borrachos. Esta última siendo más común de lo que parece, ya que un 57 por ciento de las mujeres españolas afirman haber sufrido acoso de fiesta.

Cuando entras en el lavabo de chicas es como llegar a casa. Un espacio seguro. Un oasis lleno de personas como tú, que pasan por tus mismas mierdas a diario. Ahí formas parte de una comunidad. Todas nos entendemos. Todas compartimos nuestros pintalabios, copas y lo que sea. Vamos un poco pedas y establecer relaciones humanas es más fácil.

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De golpe, todo es tan sencillo como cuando éramos niñas. Empiezas a hablar con alguien y ya es tu amiga. La aprecias de verdad. Ahí no importa que hayas perdido a tus colegas. Las encontrarás luego o lo más seguro es que si te buscan vayan a mirar el lavabo lo primero y os reencontréis en medio de abrazos de borracha. Ahí te sientes cuidada, segura, y eso ayuda a que puedas sentirte mejor contigo durante la jarana. Aprecias que se te escuche y que se acepten también tus consejos. Durante esos veinte minutos de intensa amistad con desconocidas jurarías matar por ella si hace falta.

Y me gusta la música y bailar raro e intentar robar el máximo de copas posible, pero con el paso de los años me he dado cuenta que donde más cómoda me sentía era en esos ratos muertos en el lavabo, haciendo colegas, contándome movidas con mis mejores amigas de esa noche que acababa de conocer. Me gustaba estar ahí. Era reconfortante.

"Una vez pilló a su novio liándose con otra y se fue al lavabo a llorar y una chica que no conocía de nada se pasó consolándola toda la noche hasta que cerraron la discoteca y la acompañó a un taxi"

Como no quería sentirme una rarita, he decido preguntarle a otras mujeres que han coincidido conmigo de fiesta en un baño para saber qué opinaban ellas de mi paja mental. Primero hablé con Julia. La conocí de fiesta a los 17 cuando iba con su DNI falso a todas partes. Ahora tiene 24 y seguimos siendo amigas. Al comentárselo, me dijo que lo que más le gustaba era la sensación de que realmente haces una amiga, aunque luego no la vuelvas a ver.

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Me contó que una vez una chica le enseñó su anillo de prometida y que se alegró mucho de que hubiera encontrado el que decía ser el amor de su vida y estuvieron hablando dos horas de su boda. Al final se dieron los Instagrams. No se han vuelto a ver, pero me dijo que el día que vio las fotos de su boda se emocionó como si se tratara de una amiga de toda la vida.

Luego me acordé de que yo también tenía muchos contactos de tías que había conocido en baños. Cogí el móvil y busque el nombre de algún antro de la ciudad. Siempre guardo el nombre de la chica y el sitio como apellido. Claudia Barbie Killer, una apuesta fuerte. Ese sitio lleva cerrado unos 6 años. Me contestó al poco y creo que ninguna de las dos tenía claro al cien por cien cuándo nos conocimos. Después de contarle la movida que me traía entre manos, me dijo que casi ya no salía pero que recuerda con cariño esas situaciones.

Claudia ahora tiene 29 años. Me contó que una vez pilló a su novio liándose con otra y se fue al lavabo a llorar —been there— y una chica que no conocía de nada se pasó consolándola toda la noche hasta que cerraron la discoteca y la acompañó a un taxi. Nunca se intercambiaron ningún dato personal pero espera de corazón que le fuese bien.

"Para huir de unos tíos que las seguían por toda la discoteca, Ana y sus amigas se metieron en el baño de chicas, estaban seguras de no tener que encontrárselos allí porque ahí no podían entrar"

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Como no quería volver a pasar por el proceso de explicar en qué tajas nos conocimos, abrí a una chica a la que le dejaba mi DNI hasta este verano, cuando hemos celebrado que ya no se lo tengo que dejar más. Ana tiene los 18 años recién cumplidos.

Entre muchas otras cosas, me habla de una noche en la que ella y sus amigas lo estaban pasando fatal porque había el típico grupito de tíos que las seguía por toda la discoteca. Se metieron en el baño para perderles de vista. Me cuenta que pasaron una hora ahí sentadas, fumando, haciéndose fotos, riéndose de esos putos pelmas y que "fue la risa", textualmente. Por lo menos, dice, estaban seguras de no tener que encontrárselos porque ellos ahí no podían entrar.

Para terminar hablé con una colega del pueblo que casi nunca sale, ella es más de bar. Emma tiene 20 años y dice que siempre que sale de fiesta, en cuanto ve que no están sus amigas se larga al lavabo. Así cuenta con que la encontrarán más rápido y mientras "pues haces amigas". Y si no aparecen sus colegas pues tampoco lo pasa mal porque al fin y al cabo no está sola. También me dice que las discotecas son una mierda porque casi no puedes hablar pero que por lo menos puedes ir al baño a comentar la jugada de la noche.

Al final a todas nos ha venido bien en algún momento ir al lavabo de chicas cuando estamos de fiesta. Hay un sentimiento de tranquilidad y amistad en ese sitio mugriento que decididamente no encuentras en la pista de baile o en la barra y que a mí me hizo poder salir un poco más tranquila. Al final nadie se acuerda de la playlist de la noche, pero si de las colegas de baño. Aprovecho para enviarles mucho cariño a todas las chicas que he conocido en el baño alguna noche de mi vida. A todas las que me han cuidado de bajona o me han dejado gorronearles la copa o me han dejado su pintalabios: sois las mejores, ojalá os vaya bien y sobretodo cuidaos mucho que os lo merecéis. Si la vida fuera como esos lavabos de chicas, oleríamos un poco peor, pero todo sería un poco menos hostil.

Sigue a Eva en @evasefe.

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