Este artículo se publicó originalmente en VICE Portugal.A poco más de cinco kilómetros de Lisboa, donde el turismo avanza a velocidades nunca vistas, el barrio de 6 de Maio, en el municipio de Amadora, languidece en una cuenta atrás hasta que, en cuestión de pocos meses, no quede de él más que el recuerdo. Una realidad a kilómetros de distancia de uno de los destinos turísticos más deseados del mundo y que atrae a millones de visitantes al año. Pero también una realidad a kilómetros de distancia de un país que le cierra los ojos con una mezcla de vergüenza, repudio e incredulidad.
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Estigmatizado durante muchos años, mitificado a lo largo de las décadas como "el lugar en el que ni la policía entra", el barrio 6 de Maio empezó a ser desmantelado en 2016 en un proceso de desalojos, polémicos realojamientos, redadas policiales frecuentes e intentos activistas de impedir lo inevitable. Un proceso que se dilata y que ha servido para poner todavía más de manifiesto los problemas de una comunidad en su mayoría compuesta por caboverdianos que quisieron intentar iniciar una nueva vida en el Portugal de ultramar entre finales de los años 70 y principios de los 80. Un gueto a las puertas de Lisboa en el que, más que vivir, todos intentan sobrevivir, algunos de la única forma que saben: al margen de la ley.
El fotógrafo José Ferreira pasó un año tratando de entender a estas personas, conviviendo con ellas, retratándolas sin filtros y sin rodeos. Logró ganárselos a base de confianza. Lo dejaron entrar. Pudo seguir los pasos de aquellos que han hecho del tráfico de drogas y armas y de los atracos su modo de vida. Porque no conocen nada más. “Vienen de familias pobres, nacen en el gueto y tienen poco. Ven la delincuencia como una forma de conseguir dinero fácilmente y no tienen nada que perder”, explica Ferreira, fotógrafo profesional desde hace ocho años y apasionado de la fotografía documental.
Cuando se enteró de que había empezado la demolición de uno de los últimos barrios de Portugal hechos de ladrillo y chapa de zinc, se dijo a sí mismo que tenía que intentar acceder a él y documentar el fin de una comunidad marginal desde su corazón. “Entrar en el barrio fue complicado. Son personas muy desconfiadas y cerradas al mundo exterior. Pero después de conocerlas y darte a conocer, son de lo más sencillo, humilde y amigable”, explica. Ferreira ha perdido la cuenta de las veces que visitó el barrio o del tiempo que pasó allí, pero subraya que fue el necesario para lograr que todos se sintieran cómodos en su compañía.
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El tema es delicado. En 6 de Maio conviven tanto aquellos que encontraron su lugar en la delincuencia como quienes nada tienen que ver con ella. Pese a todo, ahí nadie juzga a nadie. “Es una comunidad muy cercana y amistosa y se protegen unos a otros. Muchos de ellos no conocen otra realidad que esa; nacen allí y su vida es aquello…”, señala el fotógrafo.
La imagen que presenta hoy el barrio parece salida de una zona de guerra: edificios ruinosos en precario equilibrio que durante más de 30 años sirvieron como viviendas temporales y constantes demoliciones realizadas para limpiar, homogeneizar e integrar el barrio a un Portugal cada vez más europeo. “En este escenario, muchos sobreviven como pueden y de la única manera que saben, mientras ahí fuera el progreso sigue avanzando. Aquí hacen del tráfico de drogas duras, la prostitución y las armas su modo de sustento, siempre bajo la mirada atenta de las autoridades, que poco más pueden hacer además de mirar para otro lado y, de vez en cuando, llevar a cabo redadas cosméticas de control y para, creo yo, prevenir que la cosa se extienda a otras zonas de la ciudad”. Mantener el gueto en el gueto.
El barrio de 6 de Maio está al borde de un final que, sin embargo, no tiene una fecha concreta. Las retroexcavadoras vienen y van. Las obras que Vhils había grabado en las paredes han desaparecido y el realojo de las familias no deja de estar envueltos de polémica. No es que no quieran salir, el problema tiene otra profundidad, una a la que ni políticos ni la sociedad en general parece querer dar importancia. “El Estado está ofreciendo casa a todas las familias que viven ahí pero, al mismo tiempo, está separando a todo el mundo; de ahí las noticias que han salido en los últimos meses. Han sido muchos años viviendo en una comunidad en la que todos se conocían. La revuelta no es tanto por la demolición del barrio como por que reubiquen a las familias en zonas diferentes, divididas”, apunta Ferreira.
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Del año que pasó con estas personas resultó la serie fotográfica “Out of Law”, que aquí publicamos en exclusiva. Punzante, dura, quizá demasiado real para quien está a solo cinco kilómetros aunque parezca que esté a cinco mil. El barrio de 6 de Maio no solo es delincuencia y edificios abandonados, aunque también lo es. Es una identidad y una realidad poco convencionales e inválidas ante la sociedad y que ahora quedan expuestas a través de estas imágenes.
Un trabajo que Ferreira entiende como esencial para entender este Portugal que también existe. Sin juicios morales. “No los juzgo. Nacen en el gueto y siguen las pisadas de los más mayores, y el hecho de que vivan allí no los hace más personas o los únicos delincuentes de la ciudad… ¿Cuántas personas hay que ni siquiera viven en guetos y trafican con drogas y cometen atracos?”, pregunta Ferreira. Y añade: “Me hice amigo de varios de ellos, que me abrieron las puertas y me ayduaron. Algunos son raperos y los llevo a mi estudio para hacer fotos promocionales y de portadas de discos, por ejemplo. No lo hice para juzgar a nadie, lo hice para mostrar una realidad”.A continuación puedes ver más imágenes de “Out of Law”; sigue la obra de José Ferreira en su sitio web y en Instagram.
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