Artículo publicado por VICE México.Además de servir cientos de cubas al día, mantener impecables sus vitrinas y hasta controlar una que otra pelea, son nuestros pañuelos de lágrimas cada que los mezcales nos aflojan las penas de amor.Los cantineros son una rara especie que la psicología todavía no cataloga, ni remunera como se merece, pero que es necesaria para la salud mental de quienes requieren sus nobles servicios cualquier noche. ¿Pero a ellos quién les pregunta cómo estuvo su día, a cuántos desahuciados han salvado, con qué problemas cargan ellos?
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Por eso fui a darme una vuelta por algunas cantinas —tradicionales y no tradicionales— de la Ciudad de México, y le pedí a sus encargados que se tomaran una cerveza conmigo y me contaran sus historias de amor y desamor. Fue una experiencia sublime.
Jorge, El Retorno a la Rioja
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Hace poco me vi con aquella chica y me lo confesó. No me pidió nada, sólo me dijo que quería que yo lo supiera. He pensando mucho en eso y ahora me siento mal por no haberle dado a mi niña lo que necesitaba cuando creció. Quisiera conocerla, ojalá me diera la oportunidad.
Guadalupe, Salón Luz
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Martín, La Villa de Sarria
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Pero falleció la Navidad pasada y eso fue muy triste para todos los que trabajamos aquí. Nos enteramos por pura casualidad: uno de nosotros llamó a su casa para saber cómo estaba, y su hijo nos dio la noticia.Me acuerdo que don Paco envejeció y perdió la vista, pero aún así venía. El taxista se encargaba de traerlo hasta la barra y lo sentaba. Él se pedía sus cervezas y platicaba con nosotros. Fue algo que personalmente me dolió mucho.
Enrique, Riviera del Sur
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Después le propuse ir solos a alguna parte y desde esa vez nos hicimos pareja oficial. Bueno, éramos amigos con derechos. A los seis meses nos juntamos, tuvimos una niña y cuatro años después nos divorciamos. Mi hija tiene ahora 26 años y es una gran bendición en mi vida.
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Juan, La Villa de Sarria
Abel, Riviera del Sur
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Ella se fue un poco mal de la cantina y no supe más hasta días después, cuando le escribí por Facebook. Resulta que le habían robado y, en general, terminó pasando una noche pésima. Me sentí muy mal y hasta responsable por eso. Yo no la obligué a beber, pero sí estuvo en mis manos lograr que lo hiciera de forma más moderada y que disfrutara su estancia.Aprendí la lección. Desde entonces cuido mucho a mis clientes. Ella y yo seguimos en contacto. La quiero mucho.
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Esteban, Paseo de Gracia
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Un buen día llegué a la casa y me dijo que ya no estaba contenta y que, o dejaba la cantina, o dejaba la casa. Entonces me fui una temporada, me di cuenta que era algo que sabía hacer muy bien y abrí este establecimiento. Me tuve que separar de ella. Tenemos una excelente relación de lejos, pero sin duda se truncó nuestro matrimonio. Ella es el amor de mi vida, le gusta mi cantina y la pasa bien, pero sigue en lo dicho: mientras siga aquí, no puedo regresar a la casa.Sigue a Ollin Velasco en Instagram y Twitter.